Doctor en Sociolog�a D. Enrique F. Area Sacristan

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Doctor D. Enrique Area Sacristan

Introducción

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    Al estudiar el análisis de los procesos que definen el problema que subyace en la negativa de cooperar en la Defensa Militar de la Nación, la falta de identificación individual y colectiva con los valores Nacionales, ha sido necesario interrelacionar campos o disciplinas de una gran diversidad.
 
    La simplicidad intelectual argumentada por el antropólogo Max Gluckman y el economista Ely Devons en el tratamiento interdisciplinar respecto a que las asunciones rudimentarias, que ignoran o simplifican en demasía la investigación base de otras disciplinas, son elementos esenciales para una apropiada descripción de problemas mucho más complejos como el que estamos tratando, es un argumento no aplicable a este estudio.
 
    No se pueden aceptar asunciones rudimentarias sobre tratamiento de datos, teorías, aplicaciones del Derecho, Sociología, Psicología Social, Ingeniería Social, etc., que son esenciales para el objeto de la investigación. Para estar en disposición de evaluar las hipótesis, ha sido necesario tener en cuenta aspectos de estos campos con el fin de comprender mejor las presunciones que se realizan en determinadas disciplinas.
 
    El estudio puede llevar a la comprensión del conflicto global en la Región Militar citada sobre la base de la teoría intercultural (socioestructural y psicocultural complementariamente). Al finalizar el estudio se incide en lo que Marc Howard Ross denomina disposiciones psicoculturales sin excluir el otro elemento explicativo. Se considera que este aspecto ha sido suficientemente contemplado al aplicar las herramientas de Diagrama de Afinidad, Diagrama de Relaciones, Diagrama de Arbol y Diagrama Matricial.
 
    Deducimos de la aplicación de las teorías de Asch y de Moscovici que los grupos de poder, en su manipulación de los grupos sociales, persiguen y defienden intereses que las explicaciones estructurales, organización de la Sociedad, infieren de la misma. El análisis nos permite encontrar dos posibles fuentes de estos intereses para la comprensión del conflicto, que debemos analizar con objeto de obtener conclusiones:
 
    1. El primer conjunto de intereses está relacionado con la complejidad socioeconómica y política de la sociedad vasca. La estructura organizativa del Estado en esta Región determina una capacidad de autogobierno que define unos intereses específicos. Estos intereses específicos no se han forjado a través de una interacción o intercambio constructivo: existían y existen intereses divergentes. Es decir, la organización del Estado parece que ha sido concebida como una solución estructural a un problema, que también tiene un alto contenido psicocultural en las Comunidades del País Vasco y Navarra.
 
    2. La organización social refuerza a un solo sector dominante, lo que no da lugar a que estos intereses sean coincidentes; no se entrecruzan unas partes con otras. Desde esta perspectiva es difícil armonizar los intereses y es por ello por lo que se presta especial atención a la posibilidad de intervención de presuntas terceras partes. Es pública la voluntad de los nacionalistas vascos moderados en la asunción de este papel, aunque, en la realidad, pueden ser parte interesada en la resolución del conflicto hacia las tesis de uno de los contendientes.
 
    Como se deduce de la aplicación de las teorías de interacción entre grupos, el conflicto en sí no es algo que sea deseable o indeseable: son los costes del conflicto los que debemos de tener en cuenta. De esta manera podremos entender como la ausencia de conflicto en los regímenes autoritarios tienen también un coste que se materializa en unos niveles de represión. Al enjuiciar el conflicto debemos de tener en cuenta no sólo los objetivos de los contendientes, sino si hay otras formas menos costosas de conseguirlos.
 
    Llegados a este punto se deben definir costes y tipos de coste. En un problema o conflicto de estas características y envergadura no se trata de cuantificar los daños materiales y humanos que pueda realizar un determinado grupo sobre los demás, que pueden ser cuantiosos si tenemos por principio que la vida humana tiene un valor inestimable, sino de las consecuencias que tiene sobre las percepciones y conductas que pueda adoptar la mayoría. Estamos hablando del proceso de influencia que desarrollan esos grupos disidentes, de costes intangibles de difícil cuantificación, que se desarrollan a largo plazo y que tienen como objetivo principal romper el grupo mayoritario y acercar las fracciones hacia sus tesis para incorporarlas a su movimiento, conformándose como el principal motor de alimentación del conflicto.
 
    Los intereses de los grupos o de los individuos constituyen una razón invocada como móvil de acción para la organización social, política y económica. Dos premisas apoyan este punto de vista en la Región que estamos analizando: una, es que los intereses están claramente localizados en la misma y, la otra, es que gran parte de la acción se puede explicar según tales intereses.
 
    Sin embargo, la teoría de los intereses no es capaz de explicar la conducta humana. El uso efectivo del interés como mecanismo, exige investigar qué intereses de grupo y de individuos se intentan maximizar en esta Región en vez de asumirse a priori lo que son.
 
    El conflicto que estamos tratando es una acción colectiva que ha emprendido una de las partes al enfrentarse a intereses divergentes y objetivos incompatibles. No podemos afirmar que esto se haya traducido en acciones unilaterales. Aunque el término conflicto tiene la connotación de acontecimiento, es muy útil concebirlo como un proceso que recoge una secuencia de respuestas o reacciones que mutuamente experimentan las partes en liza.
 
    El examen del conflicto nos deja ver diferentes niveles en los que existe una lucha manifiesta. La negación de la Defensa Militar Nacional en todas sus vertientes es una manifestación más de esta lid en el ámbito social.
 
    Pero lo importante es ver que el conflicto ocurre en un asentamiento cultural específico. Ver el conflicto como una conducta cultural nos puede ayudar a explicar por qué las soluciones estructurales, de organización del Estado en Autonomías, no ha servido para encauzar el mismo, sino para enconarlo. Las interpretaciones que hacemos de las soluciones estructurales tampoco son convergentes y sirven para dirigir y orientar procesos psicoculturales que defienden las tesis de los grupos contendientes.

    La cultura perfila lo que la gente considera de valor y digno de luchar por ello; en esto se encuadra la inversión en determinados bienes, el status social, los cargos, etc. Las diferencias culturales pueden dar razón de por qué la gente, en un determinado marco, siente que sus intereses están amenazados por una cierta circunstancia, mientras que en otro lugar, los individuos enfrentados a lo que parece ser una circunstancia idéntica, no creen ni por asomo que sus intereses estén en peligro. De aquí la utilización con todo su potencial de la herramienta Análisis Factorial con la que compararemos los resultados en distintas Autonomías.

    “El conflicto está compuesto por una conducta interpretativa y unas disposiciones psicoculturales. Aunque los contendientes no tienen dificultad para citar las bases objetivas del litigio, lo que de verdad sorprende es el número de diferentes patrones culturales de respuesta a la misma supuesta acción provocadora”[3]. De esta afirmación, podemos deducir que las situaciones objetivas por sí solas no causan el conflicto, las interpretaciones juegan un papel fundamental.

    El impacto de la cultura en el conflicto aparece, como hemos dicho antes, en varios niveles. En el ámbito social puede apreciarse en las diversas normas, prácticas e instituciones presentes en la sociedad vasca. En el ámbito individual, la cultura influye en la elección de las estrategias y tácticas por parte de los contendientes.

    Aunque todas las sociedades tienen una cultura del conflicto que le es propia, el análisis pretende concentrarse sobre los patrones generales de las sociedades de las distintas Autonomías y provincias que configuraban la antigua RM. PIROCC. Las peculiaridades de cada uno de esos patrones nos dirán como la cultura afecta al conflicto y nos mostrarán como el conflicto es instrumentalmente visto como una conducta cultural que refleja lo que las personas valoran, los conceptos que esta gente tiene de los amigos, de los enemigos, y los medios de los que se valen los grupos y los individuos para conseguir sus propósitos. De esta manera podremos entender mejor por qué motivo las Fuerzas Armadas (FA,s.) no son valoradas en esta Región. Para ello utilizaremos, también, el Análisis Factorial.

    Si queremos entender los resultados de una posible manipulación del conflicto, es imprescindible que seamos capaces de reconocer la importancia tanto de las disposiciones psicoculturales, como de los intereses que subyacen en la estructura social. Dado que tanto la teoría psicocultural como la estructural explican de forma diferente el conflicto, implícitamente recomendarán estrategias distintas.

    El argumento que se defiende en este estudio, apoyado en la teoría intercultural de Marc Howard Ross, es que la cultura del conflicto desarrollada en esta Región posee patrones típicos de escalada, de redefinición de nuevos bandos, que tiene componentes tanto estructurales como psicoculturales. Redefinición que tiene su expresión, entre otras, en la negación individual y colectiva de la Defensa Nacional que es una característica intrínseca al sentimiento de pertenencia a un grupo o colectividad. De esta manera podemos ver que la negación de la Defensa Nacional militar en todas sus vertientes es una consecuencia de una divergencia de intereses, por un lado, y de percepciones o interpretaciones por otro. Lógicamente, cada uno de esos dos factores o grupo de ellos tendrá su peso y, por tanto, las estrategias que se habrán de aplicar en la resolución del conflicto tendrán éxito en la medida en que se preste atención a ambos. De hecho, la intensidad de los factores psicoculturales es tan grande que, hasta que no sean dirigidos en la consecución de interpretaciones que, al menos, no sean antagónicas, no podrán salvarse las diferencias de índole estructural que separan a los adversarios.

    El motivo de preocupación no debe ser los Ejércitos o las Fuerzas Armadas desde el punto de vista profesional. Éstas son, técnicamente hablando y en tiempos de paz, un lugar donde se experimentan tácticas y estrategias a desarrollar en periodos de conflicto. Los Ejércitos de paz no están destinados a hacer la guerra. Son los Ejércitos “movilizados” los que la hacen.

    Sin embargo, los Ejércitos han sido, desde la creación de los Estados Nacionales, una herramienta social de integración, un pilar de la Nación. Son una herramienta sociotécnica que va más allá de la superficial concepción de entender a los mismos como una gran masa de hombres dirigiéndose hacia un enemigo en un campo de batalla. Con la supresión del Servicio Militar obligatorio desaparece uno de los factores que incide directamente sobre la identificación Nacional, y un mecanismo de control, muy importante, de los procesos que se están desarrollando en determinadas Comunidades Autónomas.

    Samuel P. Huntington cita a un demagogo nacionalista veneciano que aparece en una novela de Michel Dibdin, “Dead Lagoon”, que expresaba lo siguiente: “No puede haber verdaderos amigos sin verdaderos enemigos. A menos que odiemos lo que no somos, no podemos amar lo que somos. Éstas son las viejas verdades que vamos descubriendo de nuevo dolorosamente tras más de un siglo de hipocresía sentimental. ¡Quiénes las niegan, niegan a su familia, su herencia, su cultura, su patrimonio y a sí mismos!. No se les perdonará fácilmente.” Para pueblos que buscan su identidad y reinventan la etnicidad, dice Huntington, los enemigos son esenciales. La funesta verdad de estas palabras describe en toda su profundidad la gravedad del conflicto que estamos analizando.

[3] Ross, “La cultura del conflicto.”
 
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