La palabra ‘paja’ presenta diversas acepciones derivadas del bajo latín palea, que se palataliza en lenguas romances como el italiano (paglia), el portugués (palha) o el catalán (palla), mientras que en castellano antiguo sigue evolucionando hacia su velarización, para convertirse en paxa, ‘paja’ en su ortografía actual. En su sentido más primitivo ‘paja’ alude a la caña del trigo y demás gramíneas que, una vez seca, se separa del grano. Por tratarse de la parte menos sustanciosa de la espiga, paja se ha utilizado como metáfora de algo inútil, desechable, insustancial o de escasa entidad. Es lo que ocurre con la expresión ‘quítame allá esas pajas’, hoy de escasa presencia coloquial, y que se aplica a algo de poca dificultad o importancia que se hace rápidamente, en un periquete o en un pispas. En algunas regiones de la América latina ‘paja’ se interpreta a veces como tontería, fanfarronería, e incluso una mentira. También se usa para indicar que uno está cansado (‘andar con pajas’), le da pereza hacer algo (‘darle paja’) o dice cosas sin sentido (‘hablar paja’).
Cuando alguien ‘ve la paja en el ojo ajeno’ lo que en realidad hace es referirse a la parábola bíblica de la paja y la viga, recogida en el Evangelio de San Lucas (6: 41-42), cuando Jesús censura a los hipócritas que quieren quitar la paja en el ojo ajeno, cuando en realidad no ven la viga en el suyo propio. Aquí se hace referencia, por tanto, a quien a menudo juzga o critica a quien tiene las mismas faltas que uno mismo e incluso mayores. Por su parte, el dicho ‘limpio de polvo y paja’, aplicado a lo que se obtiene tras descontar los gastos y a la persona que está libre de culpa, hace alusión a la parte de cosecha que el agricultor entregaba en concepto de pago al dueño de la tierra, generalmente grano que se daba trillado y aventado, esto es limpio de polvo y de paja, listo para ser llevado al molino directamente. Además está la expresión ‘hombre de paja’, sobre quien sustituye a otro en una actividad en la que no quiere figurar en primer plano, algo similar al testaferro (cabeza de hierro, en italiano), término habitual en el lenguaje jurídico.
Sin embargo, en español existen otras expresiones que utilizan la voz ‘paja’ con un matiz bien diferente. Todo el mundo sabe que «hacerse una paja» es la forma coloquial más usual para expresar la práctica esencial del onanismo. En cambio, pocos saben por qué se utiliza la paja con ese sentido malsonante.
¿Qué tiene que ver esta paja de matiz carnal con la otra paja de las gramíneas? Nada, ni semántica ni etimológicamente hablando, a pesar de que el DRAE haga derivar a ambas de la palea latina. Hoy sabemos casi con total seguridad que ‘paja’, en su sentido masturbatorio, procede igualmente del latín, pero esta vez del verbo pascere (apaciguar, calmar, satisfacer, dar gusto), que en un extraño capricho de mestizaje árabo-romance se convirtió en el verbo paššaša (halagar, acariciar), con una clara interferencia de otra voz romance andalusí, pišša (pene), origen de las actuales ‘picha’ y ‘pija/o’, que algunos relacionan con la onomatopeya producida por la orina cuando se micciona, esto es al hacer ‘pis’. El arabista Federico Corriente propone la voz mudéjar pašša como origen directo de esta paja de matiz sexual. Curiosamente, en gallego se conserva el verbo apaxar, con el sentido de acariciar, manosear, fiel al significado que tuvieron antaño estas voces de origen andalusí.
Por efecto aumentativo, ‘picha’ se transforma fácilmente en ‘pichorra’. Su aféresis ‘chorra’ es otra de las muchas formas que el castellano tiene para referirse al órgano sexual masculino, e igualmente puede aludir tanto a la casualidad o buena suerte, como también a alguien extremadamente necio, tonto, huevón o acarajotado, cuanto se desprende de quien hace ‘chorradas’.
Que alguien se lo haga llegar al Presidente en la parte final que le corresponde, por favor, que hace muchas chorradas o necedades.
Enrique Area Sacristán.
Teniente Coronel de Infantería. (R)
Doctor por la Universidad de Salamanca