Los oficiales de carrera han aceptado la idea de la disuasión como estrategia. Muchos creen que las grandes guerras no son inevitables y reconocen la amplia gama de misiones politicomilitares que se les están asignando y que probablemente se les asignarán. Subrayan que la disuasión es eficaz gracias a que hay hombres preparados para luchar. En este espíritu de lucha hay muy poco sentimiento gung ho, lema adoptado por una parte de las fuerzas estadounidenses destacadas en Asia durante la segunda guerra mundial que hace referencia al entusiasmo por una tarea común, excepto entre algunos oficiales maduros; más bien se trata de una respuesta de imitación. La idea de una fuerza policial, la noción de que un soldado puede desarrollar una carrera eficaz sin haber participado nunca en una operación multinacional, ha llegado a nuestros días, principios del siglo XXI, como algo casi imposible en los Ejércitos Españoles, aunque antes tenia una aceptación amplia, aunque superficial. Pero sólo una reducida minoría, el núcleo de oficiales más innovadores, comprende plenamente las consecuencias de este punto de vista profesional. Esta minoría está convencida de que es posible reunir, tanto en un militar individual como en una Institución militar concreta, los potenciales de combate, de control de armamento y de salvaguarda de la paz.
Los oficiales que aspiran a ser altos mandos creen que el desarrollo de un soldado profesional eficaz requiere, al menos, cierta experiencia de combate. La decidida aspiración a un mundo sin guerras se considera todavía irresponsable y profesionalmente autodestructora. Los conflictos de baja y media intensidad de los últimos tiempos han fortalecido esta opinión, pero, aunque estos conflictos no se hubieran producido, se hubiera mantenido el predominio del espíritu de combate.
En último lugar, los limites del ejército como organización social son algo más que las definiciones creadas por sus miembros. Las realidades de la estrategia militar, la mezcla de armamento y las reglas politicomilitares para emplearlos han servido paulatinamente desde la II Guerra para limitar la inclinación civil. Una estrategia de defensa nacional basada en el armamento nuclear produce una fuerza cuyos límites son cada vez más claros.
En el centro de la espiral destructiva, las armas nucleares de destrucción masiva deben de estar a cargo de una fuerza permanente y profesional.
Se está en la disuasión nuclear o no se está. En pocas palabras, las armas nucleares, ante la necesidad de hacer frente a lo imprevisto en el ámbito geográfico de los Países árabes y Magreb, crean un clima organizativo que es militar y su carácter deriva de su mera existencia, aunque no lleguen a utilizarse.
España, ante la disminución tan drástica de su potencial de capacidades militares, y ante el aumento de las capacidades convencionales y operativas de sus posibles adversarios en el norte de Africa, parece podría necesitar una fuerza permanente nuclear limitada a la disuasión de esas amenazas para desalentar a estas naciones en su convencimiento de que el empleo de la fuerza para «reconquistar» Plazas que nunca fueron suyas les puede salir tan caro como barata es el arma nuclear en comparación con los Sistemas de Armas convencionales.
Enrique Area Sacristán.
Teniente Coronel de Infantería. (R)
Doctor por la Universidad de Salamanca