Los nacionalismos surgieron en todo tipo de escenarios socioeconómicos y sistemas sociales. En su acepción más amplia, teniendo en cuenta el sin fin de variedades regionales y culturales concomitantes al desarrollo, el concepto de modernización se fragmenta en toda una serie de trayectorias y procesos que varían históricamente de un Estado a otro y de una comunidad étnica a otra. El intento de imponer un único tipo puro de modernidad y hacerlo casar con la riquísima variedad de procesos históricos para arrojar luz sobre la lógica subyacente a la diferencia y transición entre un Estado basado en la tradición y otro basado en la modernidad, lleva a exagerar la dimensión del abismo histórico existente entre ambos tipos de Estado y niega importantes continuidades y coexistencias entre elementos propios de cada uno de ellos.
El principal concepto novedoso utilizado por Gellner es el de cultura avanzada, es decir una cultura pública, escrita, inculcada por medio de un sistema educativo de masas, estandarizado y académicamente supervisado como ocurre en Vascongadas y Cataluña, llevado por especialistas. Surge para crear personal urbano cultivado y puede así ser identificado como una cultura de jardín donde se cultiva a las masas por el boca a boca. Para Gellner, la identidad nacional simplemente es la identificación de los ciudadanos con una cultura avanzada urbana y pública, y la nación no sería así sino la expresión de esa cultura avanzada en la esfera de lo social y político. El nacionalismo, a su vez, puede concebirse como la aspiración a obtener o retener un tipo de cultura avanzada como ésta y hacerla congruente con el Estado; es decir, repito, inculcando mediante un sistema educativo de masas estandarizado y liderado por especialistas una cultura pública, como se ha realizado en determinadas Comunidades Autónomas.
Obviamente la educación pública está estrechamente vinculada al desarrollo personal, pero los lazos que se establecen entre las carreras individuales y la lealtad, por no hablar de la autoinmolación en aras de la nación, distan mucho de ser evidentes. Ni siquiera el hecho de que una intelligentsia invierta en su educación lingüística permite explicar totalmente el ardor del nacionalismo, pero es un factor esencial del mismo.
Enrique Area Sacristán
Teniente Coronel de Infantería.
Doctor por la Universidad de Salamanca