Carta a Pedro Sánchez.

Leí no hace mucho tiempo en los medios de comunicación que, propuesto por su sequito de independentistas y del PSOE, se había aprobado en el Parlamento una moción para investigar la ideología de los miembros de las Fuerzas Armadas en su día por estar relacionados con la ideología conservadora. Han salido de su embocadura, toda clase de improperios y mentiras sobre la actuación de los Mandos de los Ejércitos  y de la tropa, en el mismo panfleto, calumnias, imputaciones falsas de un delito de los que dan lugar a procedimiento de oficio, que se ha dado, sirviéndose de algo como la libertad de expresión mal entendida, todas ellas sin demostrar o demostradamente falsas como se fundamenta en las resoluciones que han hecho los Tribunales de Justicia, entre ellos el Tribunal Supremo y en muy pocas ocasiones, lo que indica la menudencia estadística del problema que usted quiere demostrar. Pero más allá de la retorcida imaginación enfermiza que tacha de fascistas a un montón de profesionales, entre ellos a mí, su único fin es la difamación o la apología de una determinada ideología trasnochada como es el comunismo y superada por la social democracia a finales del siglo pasado sin detenerme a alabar o criticar esta, que abandonó en su día el marxismo ahora recuperado de facto en el presente de la mano de sus socios y de usted mismo.

La subordinación, que usted desconoce, y a la que uno se somete voluntariamente con el ingreso en los Ejércitos, ha sido para usted una humillación continúa debido a su soberbia por no aceptarla de buen grado, por significar orden en una de las máximas Instituciones de la Nación, se paga, al no aceptarla, con un sentimiento continuo de indignidad.

“La virtud de la obediencia, escribió García Morente, será fácilmente practicada por el español, cuando el jefe a quien deba obedecer no tenga en su persona cualidades reales, individuales, que lo impongan naturalmente como Jefe. El español se somete con gusto y entusiasmo a otro yo real, en quien perciba fuerza, energía, poder de mando, dureza y superioridad de carácter. No se inclina ante la autoridad puramente metafísica de un concepto”.


Fuera de esto, todas las consideraciones que hace usted de las infinitas limitaciones de su ilustración, de sus desconocimientos extra-profesionales o de sus maneras, son pecado de soberbia; tratar de evitarlo sería un saludable ejercicio de perfeccionamiento espiritual, no muy difícil para otros si se piensa que nadie está seguro de no tener que mandar un día en condiciones parecidas, teniendo subordinados más cultos o más ágiles mental o físicamente, pues no tengo ninguna duda que en alguna ocasión, en su caso en la generalidad dados los comentarios injuriosos a los que nos sometió, son fruto de la observancia de los defectos de nuestros profesionales que sólo debe servir para enseñar a rehuirlos y evitarlos, no a utilizarlos como tema de murmuración.

Lo mejor, pues, que puedo recomendarle, si fuera usted soldado, no de Podemos como dice su queridísima Vicepresidenta. Yolanda Díaz, es a abstenerse de toda crítica negativa; donde no haya que alabar, lo mejor es callarse.

Todo usted rezuma, por el contrario, como una sorda, interminable murmuración, que le ha servido de apoyo y de pretendida justificación a su disgusto de ser español, al que quiere reintegrarse como se deduce de su boca chancla, sobre la que hace recaer, a vuelta de no pocos circunloquios, la nota de servil a los miembros de la milicia; el servicio militar, voluntario u obligatorio, le apunto, lejos de sujetar a los hombres al yugo de la voluntad ajena, los deja independientes y libres para que obren fuera del ámbito profesional sin intervención ninguna de sus superiores. Vallecillo, que comentó arduamente las Reales Ordenanzas de Carlos III, recuerda que a quien le preguntaba cuál sería el medio para que un reino se mantuviese en orden y quietud, había contestado: “Que los ciudadanos obedezcan a sus superiores y éstos a las leyes”. Usted se sirve de ambos para justificar su odio al ejército y a sus Mandos, pretendiendo convertirse en el guardián y salvador de una ciudadanía que jamás le entenderá porque son buenos españoles, y, si no lo fueran, lo que no parecen ser es cobardes como usted pretende demostrar aduciendo una defensa de sus subordinados, que todavía lo son por ser usted Vicepresidente de este Gobierno, que en nada les favorece.

Si para comer tiene que mentir y cobrar de la mano de los antis-sistemas, señal es que no sirve usted ni para, dignamente, barrer los Cuarteles o limpiar sus letrinas. Modifique su monserga. Los Ejércitos, como Institución, han demostrado ser mucho más respetuosos con la Ley que todos y cada uno de los miembros de su Gobierno y acólitos del Parlamento.

Enrique Area Sacristán

Teniente Coronel de Infantería.

Doctor por la Universidad de Salamanca

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