Cuando Marcelino Domingo, en los primeros años de la República del 31 afirmó en «La Escuela y la República» que el deber primordial de toda democracia consistía en «resolver plenamente el tema de la instrucción pública, estaba muy lejos de sospechar que apenas cinco años más tarde, en 1936, casi el 50% de los niños en edad escolar no gozaban aún de los beneficios de la escolaridad, y que el índice de analfabetismo ascendía al 28%, cifra importante si se compara con otros países. La República del 36, sucesora de la del 31 en tantos aspectos, asumirá esta herencia aunque no sin criticar la actitud de los gobiernos precedentes, tildados de burgueses, que permitieron al pueblo permanecer en su ignorancia secular. La República en guerra se empeñará, sin escatimar medios, en otorgar a todos los ciudadanos una cultura, siquiera fuese tan elemental que comprendiera en muchos casos las destrezas instrumentales básicas por las que se dice que un analfabeto deja de serlo.
Se lucha contra el analfabetismo, se lucha por la cultura porque, por un lado, se parte del convencimiento de que la educación es un derecho más del individuo en la que se deposita la fe para su redención y liberación, y, por otro, porque una guerra de contenido social como se la caracterizó, exige que quienes la sostienen adquieran también una conciencia social; e indudablemente la cultura es un instrumento imprescindible para conseguirlo; además la instrucción es un factor principal para la formación política y para su fortalecimiento.
El pueblo en armas es erigido en protagonista de esta guerra cuyas causas y factores determinantes debe conocer para que, comprendidos y asumidos, sepa por qué lucha y decida conscientemente hacerlo. En el Ejército Popular, expresión armada del pueblo, esta necesidad de saber es más acuciante. Así lo entiende Francisco Antón, Subcomisario del Ejército del Centro, en «El Comisariado en el Ejército Popular», editado por el Partido Comunista, cuando dice:
«Para que un ejército eleve su eficacia necesita también saber, cada día mejor, que su lucha le lleva por caminos de cultura y bienestar. Su fuerza aumenta en la medida en que la justicia de la causa por la que lucha es mejor comprendida, para la mayor cultura de sus soldados».
De hecho, Enrique Castro, Subcomisario General de Guerra, en «Las relaciones del comisario con el mundo militar», relaciona el «trabajo político cultural sistemático» con importantes éxitos militares. Para el General Miaja, la cultura en el ejército es imprescindible ya que es el medio de estar identificado con el pueblo.
Pero ¿Qué se entiende por culturización del soldado? Cultura Popular lo ve de este modo:
«Elevar la cultura del soldado significa fortalecer su conciencia política. Porque para nadie puede ser un secreto que nuestro Ejército Popular ha de ser un conjunto de hombres conscientes del ideal por el que luchan y mueren si es necesario (…) Efectivamente, pero teniendo en cuenta que el analfabetismo no consiste solamente en no saber leer y escribir, sino en carecer de conceptos claros de las cosas y en permanecer alejado de los grandes conflictos morales y de justicia social que nos agobian». (2 de junio de 1937 en Cultura Popular y el Ejército)
Sin embargo, Ministra Pilar Alegría, de poco sirve educar políticamente al soldado, o al ciudadano analfabeto, si la mayoría de ellos no conoce ni las primeras letras como le pasa a usted que es una «alfa beta política», con una simple diplomatura en educación para niños que no le sirve para instruir en las más elemental educación y urbanidad a sus compañeros de gobierno como queda demostrado; es decir, sabe leer y escribir pero ni entiende lo que lee ni sabe lo que escribe; dificilmente podrá transmitir saberes a nadie.
¡Ni un solo analfabeto en el Ejecutivo del Pueblo¡
Enrique Area Sacristán.
Teniente Coronel de Infantería. (R)
Doctor por la Universidad de Salamanca.