La era de los reinos germánicos fue la época en que los vascones disfrutaron de una pseudo-independencia y eso, junto con la falta de fuentes, ha convertido aquellos años en un periodo mitificado y, en muchos casos, tergiversado y adaptado a intereses políticos no siempre bienintencionados.
Según Besga Marroquín , cuyo trabajo sintetizado y de síntesis de su obra se presenta en este epígrafe, es necesario aclarar que las fuentes no proporcionan información alguna sobre la conquista romana de Vascongadas peninsular. Esto significa que su incorporación al Imperio Romano, que debió de ser progresiva, no produjo resistencia, al menos, digna de mención. Tampoco consta que sus habitantes crearan problemas a las autoridades durante el medio milenio largo de dominación romana. Al contrario, se sabe que sirvieron en el Ejército romano, en el que se crearon algunas unidades militares con efectivos procedentes de Vascongadas. Todo esto ha hecho que desde el siglo XII se haya hablado de la amistad vasco-romana, tópico que refleja con cierta exageración las buenas relaciones entre los pobladores de Vasconia y los romanos. Ciertamente, la parte montañosa de Vascongadas fue una de las menos romanizadas del Imperio, pero esto no debe interpretarse como resultado de alguna resistencia de los indígenas a un proceso de asimilación, sino consecuencia del escaso interés de Roma hacia ese territorio, que sólo ofrecía algunos recursos mineros y reclutas para el Ejército. Como es sabido, continúa este autor, los romanos no pretendieron romanizar: la romanización fue, ante todo, consecuencia de los atractivos que ofrecía la cultura romana a la población indígena. De hecho, la parte meridional de Vascongadas conoció una romanización que cabe calificar como normal. Basta un dato para darse cuenta de la magnitud de este proceso: si Quintiliano y Prudencio fueron Vascones, como parece, puede afirmarse que ningún otro pueblo Hispano realizó una contribución mayor a la cultura romana que el vascón.
Desde el siglo IV, la cristianización obró en el mismo sentido.
Pese a que cierta historiografía ha propagado desde los años 60 del siglo XX la hipótesis de la insumisión o independencia de los habitantes del Norte de Vascongadas y del resto de la cornisa Cantábrica, lo cierto es que no existe el menor testimonio que pueda avalar una hipótesis que, por otra parte, resulta inverosímil. Es más, gracias al testimonio contemporáneo del historiador Paulo Osorio sabemos que con motivo de la invasión de las Galias por suevos, vándalos y alanos, los campesinos, que cabe pensar procedían de las inmediaciones, fueron movilizados para proteger el paso por los Pirineos occidentales.
Con la entrada de suevos, vándalos y alanos en Hispania cambió radicalmente la situación de Vascongadas. Los habitantes de su parte montañosa se encontraron con una independencia por la que no habían luchado, y que se sumó sin problemas a la independencia social que ya disfrutaban. Fue simplemente resultado del cese de la acción del Estado romano, que a partir de esa época se vio desbordado por múltiples problemas en los que se jugaba su propia existencia. Desde el siglo VI el antiguo nombre de los vascones, aplicado en época romana a los habitantes de Navarra y algunas comarcas vecinas de La Rioja y Aragón, se utilizó para designar a los pobladores de las montañas vascas, que desde fines de esa centuria, por las guerras que mantuvieron con visigodos y francos, alcanzaron una celebridad que no habían tenido los primitivos vascones ni el resto de los pueblos prerromanos de Vascongadas (várdulos, caristios, autrigones y aquitanos del Pirineo vasco-francés). Pero no todo cambió: las diferencias entre el Norte y el Sur no sólo continuaron, sino que se agudizaron y dieron lugar a dos historias opuestas. En el Sur, tras el 409 , el dominio romano, como en otras partes de Hispania, se mantuvo por inercia de la llegada de los visigodos, que se apoderaron de Pamplona en el 472.
La etapa iniciada por las invasiones es un periodo muy importante en la historia de Vascongadas. Sin embargo la escasez de las fuentes ha provocado que la época haya sido poco estudiada por los historiadores. Esta circunstancia, que permite dar un mayor juego a las facultades de la imaginación, y, sobre todo, el hecho de que la época de los reinos germánicos constituya la era de la independencia en la historia de vascongadas han hecho que la mayoría de las páginas que se han publicado hayan sido realizadas por escritores nacionalistas, lo que ha contribuido a generar gran confusión. Un ejemplo de esta situación es la extensión del tópico del domuit vascones, frecuente en los libros de éstos, y que aparece también en las obras de síntesis de historiadores. Valga como muestra, por ser reciente (1997) y aparecer en un voluminoso libro dedicado a la Alta Edad Media, el siguiente texto:
Todos los cronicones de la vida de los Reyes Godos o Visigodos terminan con esta frase lapidaria: “Domuit vascones”, “dominó, venció, subyugó a los vascos(…)”.
Si cada rey visigodo se jacta de haber subyugado a los vascos, señal es que nunca los subyugaron; siendo la cosa de otro modo, no haría falta repetir siempre la misma cantinela de “domuit vascones”.
Pues bien: no sólo no poseemos, desgraciadamente, cronicones de las vidas de los Reyes visigodos, sino que la expresión “domuit vascones” no aparece una sola vez en las crónicas de la época. Este hecho es muy significativo, pues indica que en muchas ocasiones se ha escrito la historia sin tener idea de las fuentes. Y esto es grave porque sólo puede provocar errores. En este caso se desfiguran los conflictos que mantuvieron vascones y visigodos, pues no fueron estos los que atacaron a aquellos, sino todo lo contrario.
El asunto no acaba aquí, en creer lo que no fue , pues puede dar lugar finalmente a interpretaciones torticeras, como así ha sido, cuya trascendencia está por estudiar, como ésta de Mark Kurlansky, realizada en su reciente libro “La historia vasca del mundo”:
De este momento en adelante las crónicas de las vidas de los monarcas visigodos concluyen con dos palabras: “domuit vascones”. Todos los gobernantes de la Península hasta el actual ejecutivo español han abrigado la misma intención: “Hay que controlar a los vascos”.
Es evidente que sin fuentes, continúa Besga, ni debe ni puede escribirse la historia. Pero también es cierto que con fuentes escasas y tan problemáticas como las de la época de los reinos germánicos referidas a vascongadas es muy difícil hacerlo. Basta un ejemplo para dar cuenta de la magnitud del problema. Se trata de la definición de los vascones que dio San Isidoro en Las Etimologías, la auténtica enciclopedia de la Alta Edad Media:
La ciudad de Vacca estuvo cerca de los Pirineos, de la que recibieron el nombre los vacceos, de quien se cree escribió el poeta : “Y los vacceos que se extienden ampliamente”. Estos habitaban toda la amplia soledad de los montes Pirineos. Después fueron llamados vascos por mutación de la “c” en “s”.
Pompeyo, una vez sometida España y deseando volver a Roma para recoger el triunfo, obligó a los vascos a abandonar los montes Pirineos y los reunió en una ciudad, que por esto se llamó ciudad de los convenas.
Según las fuentes Francas, que adolecen de los mismos problemas que las anteriores, extienden a los vascones o wascones al Sudoeste francés, lo que no les impide distinguir a los montañeses vasco-parlantes de los descendientes romanizados de los aquitanos prerromanos.
La escasez de textos permiten, en cada caso, diversas interpretaciones, encontrándose una afirmación y su contraria. Hasta tal punto es así que ha terminado por desaparecer el más importante de los consensos que existían: la independencia de los vascones en este periodo, que parecía una evidencia. Esto se ha producido en el seno de la tesis doctoral sobre la historia de Navarra defendida por Juan José Larrea, en la que el autor propone que los conflictos políticos provocados por los vascones son consecuencia de la miseria de un campesinado empobrecido o de su instrumentalización por una aristocracia revoltosa. De ahí que su autor haya llegado a calificar a los vascones como “pobres diablos”.
La historia militar entre visigodos y francos, según las fuentes, comienza en el 581, cuando por primera vez los vascones atacaron tanto a los visigodos, que se hallaban en plena guerra civil por la rebelión de San Hermenegildo, como a los francos. A partir de entonces sus ataques se alternaron a uno y otro lado del Pirineo. En el Reino Visigodo la guerra se reproduce cada década hasta que San Isidoro concluyó su Historia Gothorum hacia el año 625. La última guerra nos es conocida por fuentes árabes que al narrar la conquista islámica de la península Ibérica indican que en el momento del desembarco de Tariq, en España Rodrigo se hallaba en Pamplona combatiendo a los vascones.
Las fuentes visigodas sólo narran victorias contra los vascones. No hay razón alguna para suponer que los vascones tuvieran el potencial suficiente para enfrentarse a un Ejército movilizado por un Monarca. Frente a estos contingentes armados, cita Besga, los vascones debían retroceder y no tenían más alternativa que la emboscada a una parte del Ejército, lo que consta hicieron en Francia. No otra cosa fue Roncesvalles, su victoria más famosa, lograda en el 778 a costa de la retaguardia del Ejército de Carlomagno.
Poco antes, los vascones más occidentales (Álava y Vizcaya), habían entrado en relación con Alfonso I, 739-757, probablemente para aprovechar las expectativas creadas por las guerras civiles de Al-Andalus, lo que significó el inicio de su integración en el Reino de Asturias.
La belicosidad de los habitantes de esta zona geográfica, que no coincide con el actual País Vasco, es uno de los aspectos que permite insertar al mismo como independiente en la época de los reinos germánicos.
La independencia es el fenómeno más llamativo de la historia de los vascones en esta época. Pero no es el hecho más trascendente en aquellos siglos, pues no se produjo la unificación política de una población dividida en vascones, várdulos, caristios, autrigones y aquitanos, ni mucho menos dio lugar al primer Estado vasco de la Historia, Ducado de Wasconia , que tampoco tiene nada que ver con la formación posterior del Reino de Pamplona ni se habría extendido entre el Ebro y el Garona como afirma José Miguel de Azaola . Ni el Ducado de Vasconia existió en esta época, ni de haber existido podría haberse enfrentado a los musulmanes en los siglos VI y VII.
Tampoco dejó herencia alguna que pudiera cristalizar en el Reino de Pamplona, y menos a fines del siglo VIII. Ni existieron otros estados vascos, ni de haber existido se hubieran incorporado a un reino que probablemente no apareció hasta el año 905, pues Álava, Ayala y Vizcaya formaron parte del reino asturleonés hasta principios del siglo XI, y una desunida Guipúzcoa mantuvo su independencia hasta esa fecha. La Rioja no era un territorio vasco en esta época.
En conclusión:
1º.- No existe una España sin romanizar, ya que España, realmente es una creación de los romanos , pues no tenía unidad alguna antes de la conquista y, por tanto, no existía. Y no podía existir porque no había tenido una historia común, que es lo que crea una comunidad, que es ante todo una comunidad histórica.
2º.- El País Vasco sí ha sido romanizado, pues, de otra forma no podría formar parte de Occidente. Que a finales del Imperio Romano continuara hablándose una lengua no latina en las montañas vascas no constituye un caso singular, pues está testimoniada la pervivencia de otras lenguas indígenas en Occidente.
3º.- La independencia que tuvieron los vascones durante los reinos germánicos interrumpió el proceso de romanización e incluso lo hizo retroceder.
4º.- La época de los reinos germánicos es el único periodo de la historia de Occidente que falta en la del País Vasco, o mejor dicho, en el País Vasco de entonces, el de los vascones, que no es el actual.
5º.- Los romanos, que entendían bastante de geografía y la utilizaron con acierto para cimentar un imperio que ha causado tanta admiración, no distinguieron nunca un pueblo o pueblos vascos . Hablaron, eso sí, de vascones, nombre con el que designaron a los habitantes de una Navarra algo más grande que la actual.
6º.- Actualmente está claro que, como ha quedado demostrado a lo largo de todo el trabajo que estoy presentando, ni todos los vascones pueden considerarse vascos, ni siquiera la mayoría, ni todos los que podrían calificarse entonces como vascos eran vascones.
7º.- Los vascones, cuyo nombre después de muchas peripecias ha servido para designar a los vascos, eran una comunidad poliétnica , como lo demuestra la antroponimia y teonimia conservada en la epigrafía y la toponimia registrada en las fuentes antiguas, en las que los nombres de origen vasco son muy minoritarios.
8º.- En la época de los reinos germánicos el concepto vascón dejó de incluir a los habitantes del Sur de Navarra y de la antigua Rioja vascona.
9º.- Al designar el término “vascón” a unas poblaciones que tenían en común destacadamente el euskera, la palabra pasó a tener un contenido étnico que no había poseído en época romana.
10º.- Si en época romana el territorio estaba dividido entre vascones, várdulos, caristios, autrigones y aquitanos e incluso cántabros y berones, la fragmentación era aún mayor en la segunda mitad del siglo VIII: el País Vasco francés había iniciado su integración en el reino de los Francos; Vizcaya y Álava, en el Reino de Asturias, que había repoblado las Encartaciones; Pamplona y el Sur de Navarra formaban parte de Al-Andalus; y Guipúzcoa y el Pirineo navarro permanecían independientes y divididos en pequeñas unidades.
11º.- A modo de ejemplo, cabe concluir con que en el centro de Álava se encuentra el conjunto arqueológico más importante de la España visigoda. Se trata de los eremitorios rupestres alaveses, una serie de grutas artificiales que constituye el conjunto de arquitectura rupestre más importante de Occidente. El contraste no puede ser mayor y confirma la idea de que la inclusión del tercio Sur del País Vasco en el Reino Visigodo es la conclusión coherente de la historia precedente, que desde el Paleolítico Superior había venido diferenciando a sus vertientes atlántica y mediterránea. Las diferencias entre el Norte y el Sur son demasiado grandes como para poder caber en un mismo país.
Por todo ello se puede considerar que el País Vasco de entonces no era el actual. Buena prueba de ello son los importantes orígenes hispanogodos, que son sobre todo romanos, del Reino de Pamplona, “una monarquía isidoriana a la que nada esencial distinguía de otros reinos y condados de la España cristiana”.
Enrique Area Sacristán.
Teniente Coronel de Infantería.
Doctor por la Universidad de Salamanca