«Fernando Rocha y Castilla hizo carrera en la Guardia Real, donde llegó a ser jefe del Grupo de Honores, y al ascender a coronel fue destinado a dirigir el Grupo de Regulares de Ceuta nº 54. Es amigo personal del rey: entró un año ante que el entonces príncipe en la Academia General Militar de Zaragoza y fue testigo en la boda de don Felipe y doña Letizia en 2004.
Además, el pasado mes de octubre se concedió a Fernando Rocha y Castilla la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. Esta categoría, la máxima en la orden, se puede obtener “por ascenso del Caballero o Dama Placa, cuando se cuenten, al menos, tres años de servicio ostentando esta categoría y se posea el empleo de Oficial General”. Rocha se había convertido en oficial general en agosto.
Carlos Prada Larrea, por su parte estuvo recientemente en Irak. Era aún coronel, pero se le designó temporalmente como general al mando de la ‘Task Force Besmayah’. Es lo que coloquialmente entre militares se denomina “estampillar”; si un mando militar es enviado a una misión internacional en la que tendrá que mandar a militares extranjeros de mayor empleo, se le asciende temporalmente únicamente para esa misión, y sin mejora económica».
Este coronel ocupaba un destino propio de su empleo, director de la Residencia Militar de Acción Social de Mahón (Menorca), de descanso como paso intermedio a su más que previsible designación para el cumplimiento de esta misión.
Sin embargo, ante la sorpresa de un buen número de oficiales y oficiales generales, mal informados digo yo, parece mentira que no se sorprendan de otros acontecimientos gravísimos que están sucediendo en España, el 29 de septiembre el coronel Prada fue ascendido por el Gobierno al empleo de general de Brigada. Fuentes mal informadas por ECD destacan que este ascenso se produjo sin ocasión de vacante, asignándole un puesto en el Estado Mayor de la Defensa, concretamente como Adjunto al Jefe de Estado Mayor del Mando de Operaciones”, lo que no es nada anormal ya que entra dentro de los cupos de defensa; pero tampoco es el caso porque tanto uno como otro eran el 13 y 14 en la evaluación objetiva que se hace para el ascenso y por la que se promueve a General de Brigada a los 14 primeros, puestos entre los que se encuentran ambos Generales.
Pero en todo caso, es necesario recordar a ECD que hasta Jesús, Dios hecho hombre, tenía amigos a los que trataba de forma especial y cuyo culmen se encuentra en la resurrección de su amigo Lázaro. Trato que no tiene nada de especial para quien ha dado toda su vida en una excelente carrera en defensa del Jefe del Estado y no como el chofer del Srto. Ábalos cuyo único merecimiento es ser un analfabeto con capacidad para ser obediente a un ministro de muy dudosa reputación, reputación indiscutible y que es indudable tiene nuestra Majestad Felipe VI para el caso de que él hubiera sido responsable de estos ascensos fuera de los méritos y circunstancias objetivas que son imprescindibles para el ascenso a General, que no es el caso.
Haciendo un símil, los evangelios nos aleccionan sobre cómo se debe de tratar la amistad. La amistad de Jesús es total, incondicional, nunca falla. Siempre cumple con lo que afirmó a sus discípulos: nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos, que en este caso han velado por la seguridad y bienestar de S.M el Rey Felipe VI, a la sazón Jefe del Estado español y símbolo de la Unidad de España y Capitán General de los Ejércitos, conocedor de primera mano de la valía de estos Oficiales independiente, absolutamente, a efectos de ascensos a General de que el trato personal hace el cariño.
Jesús tuvo amigos en todas las clases sociales y en todas las profesiones: eran de edad y de condición bien diversas. Desde personas de gran prestigio social, como Nicodemo o José de Arimatea, hasta mendigos como Bartimeo, que le seguía en el camino después de su curación. En la mayor parte de las ciudades y aldeas encontraba gentes que le querían y que se sentían correspondidas por el Maestro, amigos que no siempre el Evangelio menciona por sus nombres, pero cuya existencia se deja entrever.
En Betania, las hermanas de Lázaro, con el mensaje confiado y doloroso a un tiempo que le hacen llegar a Jesús, dejan bien claro el lazo que unía a aquella familia con el Maestro: Señor, mira, el que amas está enfermo. Jesús amaba a Marta y María y a Lázaro. Cuando llegó el Maestro a Betania, Lázaro había muerto. Y, ante la sorpresa de todos, Jesús comenzó a llorar. Decían entonces los judíos: mirad cómo le amaba. ¡Jesús llora por un amigo!, no permanece impasible ante el dolor de quienes más aprecia ni ante la experiencia del hombre frente a la muerte, la muerte de una persona particularmente amada. Jesús llora en silencio lágrimas de hombre; los que estaban allí quedaron asombrados.
A Jesús le gustaba conversar con las personas que acudían a Él o encontraba en el camino. Aprovechaba esas conversaciones, que en ocasiones se iniciaban sobre temas intrascendentes, para llegar al fondo de las almas. Todas las circunstancias fueron buenas para hacer amigos y llevarles el mensaje divino que había traído a la tierra. Los caminos eran buenos lugares de encuentro y ocasión para nuevos amigos. Jesús buscó y facilitó la amistad a todos aquellos que encontró por los caminos de Palestina.
Los Apóstoles encontraron en Jesús al mejor amigo que pudieran desear. Era alguien que les apreciaba de verdad, a quien podían comunicar sus penas y alegrías, a quien podían preguntar con confianza.
Jesucristo está siempre disponible y espera con el mismo calor de bienvenida, aunque por nuestra parte haya a veces olvido y frialdad. Él ayuda siempre, anima. Los Apóstoles aprendieron de Cristo el verdadero sentido de la amistad.
Jesucristo es el amigo accesible, acogedor, benevolente, desinteresado, generoso, sacrificado; fiel, a pesar de infidelidades y torpezas. No se cansa, espera, consuela, cura las heridas, perdona siempre, anima. Vive en el lugar más íntimo de nuestro ser, donde podemos encontrarlo siempre cuando le buscamos. Escucha con toda atención palabras y silencios: Tú me conoces, sabes cuándo me siento y me levanto; de lejos sabes ya mis pensamientos; contemplas todos mis caminos; no está aún en mis labios la palabra y Tú ya la conoces; por la espalda y de frente me abrazas. Si subo hasta los cielos, allí te encuentro. Si llego a los límites del universo, estoy aún contigo.
Algo parecido manifestó Dios a David por medio del profeta Natán: estuve contigo en todas partes por donde anduviste.
Estos coroneles, hoy Generales de Brigada, han estado en todas partes por donde anduvo S.M Felipe VI. Enhorabuena por vuestra dedicación y lealtad al Rey durante toda vuestra vida militar que ha sido correspondida por S.M el Rey con un más que merecido ascenso en defensa del Jefe del Estado, de la Monarquía y del Estado de Derecho plasmado en la Constitución. Merecimiento del que se hacen acreedores por una hoja de servicios incólume y extraordinaria preparación durante toda su vida profesional independientemente de la amistad que une al primer soldado de España con estos humildes servidores de la Patria.
Que disfrutéis de vuestra merecida resurrección, si es para molestar a los malintencionados de ECD, por lealtad al Rey y a la Corona, espejo del juramento que prestamos ante la Bandera de España cuando ingresamos en el Ejército: fidelidad al Rey y a nuestros Mandos. Y que tengáis la posibilidad de desarrollaros profesionalmente al Servicio a España en vuestros nuevos y merecidísimos destinos y vuestro nuevo empleo como culmen de vuestra carrera.
¡¡¡VIVA ESPAÑA¡¡¡ ¡¡¡VIVA EL REY¡¡¡
Enrique Area Sacristán.
Teniente Coronel de Infantería.
Doctor por la Universidad de Salamanca