Según Restrepo Domínguez, leo en un artículo sobre la mentira política, hasta hace poco algunos jefes políticos se reclamaban amos y señores de la conciencia del “pueblo”, ahora son simplemente señores, no necesitan dar órdenes, porque con el peso del tiempo y la persistencia en su manera de mentir quieren parecer modernos y no amos medievales. Ahora comunican recomendaciones, con trinos y entrevistas, sus verdades a medias, útiles para confundir y desviar la atención de los grandes problemas del país, resumidos en paro, mala gestión, desigualdad y exclusión, crisis económica y crisis sanitaria entre otros muchos. Estos jefes ocultan la verdad al “pueblo” y, según ellos, lo hacen para protegerlo de que caiga en el vacío u otras manos y guiarlo hacia su salvación. Para ellos la mentira política es “el arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables con vistas a un buen fin” (Swift, J. El arte de la mentira política). Estos jefes, actúan como si fueran la medida de todo y se creen facultados para orientar el destino del país. Creen que el pueblo no tiene derecho a la verdad, ni la justicia, ni tampoco a poseer bienes, tierras y derechos como oímos decir a los Ministros, a los que no solo no desmiente su protector Sanchez sino que adolece de ser el máximo mentiroso compulsivo.
Ridiculizan a la verdad como bien público y riqueza saludable y colectiva y la asumen como su propiedad privada, que no puede ser tocada, buscada y menos publicada. Las falsas movilizaciones de la “extrema derecha”, VOX y PP con los inexistentes y presuntamente planificados atentados al orden constitucional como declaró en el Congreso Iglesias que falsamente lo deja caer con el beneplácito del PSOE, la impunidad de altos cargos y funcionarios del estado y otros que han sido traducidos a simples escándalos mediáticos, que sirven para bloquear la justicia y promover el anuncio de catástrofes posibles que vendrán, que sirven para atemorizar a la gente común con un futuro sombrío, del que hacen creer que es preferible el irremediable y trágico presente al futuro incierto.
La clase política, de carrera en los partidos, carrera de chupópteros y mediocres que no han trabajado en nada que no sea vilipendiar y adulterar, salvo mínimas excepciones, usa la mentira como principio, estrategia y valor. Rechaza la verdad y miente para sostener su poder. Sustraen las mentiras a cualquier verificación o refutación y logran diversificar los temores por la tragedia que podría ocurrir si no aceptan que solo ellos podrán remediarlas o impedirlas. Es común oír que llamen buen político, al más diestro en el arte del engaño, al artista de la ilusión, la prestidigitación y el espejismo, que con perfección lleva cada historia al límite de lo creíble, calcula la mentira, la sopesa, la dosifica. El “buen político” de hoy, es totalmente contrario a lo que debiera ser, se burla de la ética y destroza la política. Es el que mejor miente, el cínico, el cafre. Este político en singular, promueve al sistema de la mentira, que para su reproducción incuba y mantiene, aprueba (in situ y de facto), hechos y marañas de corrupción. Cuando este político dice defender lo público es porque está defendiendo lo privado y cuando señala un crimen ajeno es para ocultar el que él mismo ha cometido.
El sistema social español, forjado entre mentiras, le enseñó al pueblo a creérselas. La masa de crédulos está creada y dispuesta a repetir, diseminar, difundir y distribuir por canales y redes las falsas noticias y anuncios y extenderá la mentira como si dijera su propia verdad, porque no tiene la menor duda de la casa matriz que produce mentiras de prueba y mentiras de verdad. Unas sirven para dilatar rápidamente algo que puede crearle problemas al sistema político manipulado por ellos y las otras sirven para garantizar la gobernabilidad por un tiempo prolongado. En estos días un ejemplo como mentira de prueba tenemos en la del ministro Marlaska en el caso de la Guardia Civil personificada en el Coronel Pérez de los Cobos, que señaló con el dedo la intromisión en el Poder Judicial.
El sistema social forjado entre mentiras y cebado con clientelismo y corrupción, está probado y le permite apartar de la vida política, primero a todos sus adversarios y después a aquellos de los suyos, de quienes tenga alguna sospecha de que pueden ser sinceros, éticos u honestos o que logren el éxito político, no basados en la mentira, sino en la verdad. De los jefes políticos, hoy solo señores, ya no amos, nunca podrá beber la democracia real, ni llamarse políticos a secas, siempre tendrán la mancha de ser los responsables de la mentira que mata y produce daño y destrucción. Judicialmente hoy estos señores tienen, además de la Fiscalía y Abogacía del Estado, bufetes disponibles para pasar factura. Son supuestos defensores de la moral (cuestionados moralmente) o doctos en leguleyismo exacerbado, a la manera del emblemático doctor mata, que con artimañas y mentiras vendió la idea del hombre respetable, del que finalmente se supo que sus títulos de abogado eran falsos como los de Luis Roldán y su riqueza la había robado a las víctimas que defendía.
Cuando el político del sistema se descarrila y “pierde prestigio” es porque “se advierte que al soltar una mentira se sonroja, pierde la compostura o falla en algo exigido, entonces debe ser excluido y declarado incapaz”. El principio nodal del poder sostenido con falsedades es hacer de la mentira una obligación y producir mentirosos imperturbables. Así funciona la clase política, que engaña para tratar de volver al espíritu de guerra, para desgracia del país entero, de su democracia y de sus anhelos de paz, de diálogos abiertos y de convivencia pacífica. Sin embargo, hay que advertir que hay cientos de ejemplos de que la mentira no es eterna y que, por tal razón, los “jefes políticos” y sus comisarios no pueden hacer creer que la historia no cambia o que la verdad nunca triunfa. Deben saber que más de medio país duda y está cansado de odios y mentiras y que más temprano que tarde llegará a poner su lógica de verdad por encima de la mentira y de los mentirosos, adalides de la manipulación y la falsedad, que serán los primeros derrotados. La verdad y la justicia conducen a la paz y la tranquilidad, la mentira a la muerte.
Enrique Area Sacristán.
Teniente Coronel de Infantería.
Doctor por la Universidad de Salamanca.