Se utiliza el término ‘caray’ a modo de exclamación y con intención de indicar algún tipo de emoción o sentimiento (de sorpresa, admiración, enfado…) sin utilizar una palabra malsonante (muy en la línea de otras como ‘caramba’, ‘¡ostras!’, ‘jolines’ o las desfasadas ‘cáspita’ o ‘canasto’).
No es un vocablo que surgió de la nada sino que tiene tras de si un origen etimológico de lo más curioso, ya que pocas son las personas que conocen que el término ‘caray’ es un eufemismo que surgió para sustituir a otra exclamación malsonante: ‘carajo’ (que, como sabréis, se utiliza como sinónimo de ‘pene’).
En realidad caray no es más que el resultado final de la catalanización del término carajo. Inicialmente se decía en la forma ‘carall’ y con el tiempo se modificó a ‘carai’ e incluso podemos encontrarlo en la forma ‘carat’. Estos tres términos están recogidos por los diferentes diccionarios de la lengua catalana dándoles como acepción a todos ellos el de ‘interjección y eufemismo de carajo’.
Las primeras referencias en castellano, recogidas en los diccionarios, de este eufemismo las encontramos por un lado en la 10ª edición del Diccionario de la RAE de 1852 en la forma ‘caray’ y con la acepción: ‘Interjección semejante a las de caramba, cáspita, canasto y otras’. Ese mismo año (1852) aparece recogida en el Gran diccionario de la lengua española de Adolfo de Castro y Rossi en la forma ‘carai’ y con la acepción: ‘Interjección de sorpresa, o extrañeza, o dolor. Es voz nada decorosa’.
Cabe destacar que en los diccionarios podemos encontrar también que se le da una segunda acepción al término caray que es el de ‘tortuga de mar’, pero hay que señalar que este caray no proviene del mencionado carajo sino que es una variación de ‘carey’ que es como realmente se denomina la citada tortuga de mar.
Por Alfred López. «El listo que todo lo sabe».