Habéis extendido excesivamente, no ya en ocasiones pasajeras, el concepto de necesidad nacional para evitar un peor resultado de la pandemia, aprovechándola para otros menesteres que nada tenían que ver con ella; y se han mirado a través de este prisma deformador los derechos de vuestros conciudadanos. Se han creado artificialmente necesidades legales no justificadas, en ocasiones, por las exigencias que te has impuesto de carácter estratégico para manteneros en el poder. Habéis dado una amplitud desmedida a ciertas palabras, que como la de requisa o nacionalización, pierden su verdadero significado cuando el acto no se rodea de las formalidades prescritas por la legalidad vigente; es un fenómeno que, como tantos otros, de orden social y moral se producen en todas las situaciones de calamidad colectiva. Es quizás la consecuencia de la mayor tensión adquirida por unos resortes morales a expensas de otros que se catalogan, erróneamente, como de menor urgencia. Durante la guerra europea, esta plaga de la requisa castigó a todos los ejércitos; pudorosamente cada uno le daba un nombre distinto, diferentes todos ellos, a su vez, de los que emplean el Diccionario y el Código penal. Los franceses, por ejemplo, designaban el procedimiento con el nombre de sistema D; no se ha recordado siempre al formular exigencias para el alojamiento y empadronamiento de los ciudadanos que viven legalmente en el territorio nacional a cada uno durante la paz social que, estoy seguro, la vas a dilapidar.
Precisamente, por ello es preciso que se extreme, ahora que la crisis social volverá, la corrección en las relaciones con el mundo militar y de las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado a los que tanto odio exterioriza tu partido de viaje.
Y tanto más cuanto más elevado sea el puesto que se ocupe en la jerarquía política.
Cuando tres meses de crisis han llenado de dolor tantos hogares, y determinará la situación económica venidera tantos sacrificios nacionales por parte de los ciudadanos de a pie, tantas estrecheces y tantas ruinas, no parece ni es lícito a nadie derivar de ello satisfacciones políticas ni provechos que parecerían una injuria a los atribulados y empobrecidos. Pero ya que no todos sois capaces de comprenderlo, sería preciso hacérselo entender por los medios de comunicación a todos los ciudadanos, por razón de esa acción docente y de información veraz y rigurosamente objetiva de la que carecen muchos de los comprados con dinero de las arcas públicas o vaya usted a saber.
Fuera de aquellas ventajas que pueden derivarse de los pingues beneficios, de una falsa lealtad a los “líderes políticos” sin tener en cuenta el beneficio de la ciudadanía de la Nación, no ha de estimarse aceptable ningún perjuicio al nivel de vida, o a la propiedad, de uso corriente o de carácter suntuario, ni siquiera, parece ocioso decirlo, por donación de empresas particulares, de asociaciones o de pueblos.
Como parecería fuera de lugar y de ocasión un afán inmoderado de exhibición y de fiesta a las 20:00 horas todos los días de la pandemia, en unos medios en el que tantos lutos y tantos dolores piden una silenciosa delicadeza, y en una hora en la que la futura reconstrucción futura de la Nación pide menos ferias que trabajos.
Si ha de servir de ejemplo el personal sanitario, los bomberos, protección civil, policías locales, autonómicas, nacionales, Guardia Civil, Ejércitos, camioneros, comerciantes…, si ellos han de dar el tono a la vida nacional, cada uno habrá de cuidar de su propio porte y conducta con una exigencia dura y estricta; y habrá de imponerla en torno suyo sin debilidades y sin complacencias.
Solo a este precio podrá mantenerse la Nación, y ello es absolutamente imprescindible, en la estimación y respeto del País que vosotros ordeñáis económica y socialmente. Solo así podrán aspirar a que se forme en la Nación ese estado de conciencia que, elevando tácitamente de condición a quienes visten cualquier tipo de uniforme, entre los que se encuentran todos aquellos que no son propiamente militares como la bata blanca, les paga en consideración social, lo que no puede de otro modo retribuirles el Estado.
No seas, aunque es muy difícil que lo entiendas, como aquellos que por pensar que se lo saben todo, aunque lo copien, quieren medir los cielos a palmos y contar las estrellas por los dedos.
Enrique Area Sacristán.
Teniente Coronel de Infantería.
Doctor por la Universidad de Salamanca.