Se conoce como rubor al enrojecimiento de las mejillas (o el rostro en general) provocado por un momento de vergüenza que podemos sentir o por una situación embarazosa en la que nos encontremos. Esto ocurre debido a que nuestra piel cuenta con numerosas terminaciones nerviosas y vasos sanguíneos para irrigar la misma, cuando algunas personas se avergüenzan o se enfadan se les acelera el ritmo cardíaco produciéndose una vasodilatación en los capilares de la cara que origina ese característico enrojecimiento.
El término ‘ruborizarse’ proviene directamente del latín ‘rubor’ y hace referencia a la acción de ponerse rojo, ya que este vocablo significa literalmente ‘rojo/encarnado’. Del mismo también nacen otras palabras, como por ejemplo la usada para referirse a la piedra preciosa conocida como ‘rubí’ o la enfermedad infecciosa conocida como ‘rubeola’.
Pero no siempre se utilizó el término ‘rubor’ (y sus variantes) para hacer referencia al enrojecimiento que aparece por timidez o bochorno, sino que antiguamente también se usó la expresión ‘dar rubor a alguien’ para expresar el color en el que se le quedaba la piel a alguien después de haberle dado una paliza. De hecho el comediógrafo romano Tito Maccio Plauto, que vivió entre los siglos III y II a.C., la utiliza en su famosa obra ‘Captivi’: ‘In ruborem te totum dabo’ cuya traducción venía a decir: Te haré salir los colores, moleré a palos o zurciré a latigazos (tal y como recoge el Diccionario universal latino-español de Manuel de Valbuena)
Fue posteriormente (a partir del siglo I a.C.) cuando otros autores clásicos como Ovidio o Cicerón utilizaron el término rubor con el sentido que hoy en día ya le damos.
Por Alfred López. «El listo que todo lo sabe»