General, tú comportamiento es repugnante

General:

Después de saber que son ciertas y se acomodan a la realidad las afirmaciones que hizo y que fueron aplaudidas por esa caterva de ineptos al día siguiente de las mismas, y que fueron apoyadas en papel leído, he de hacerle las mismas puntualizaciones que ya hice a otros que, como usted, se desviaron de los Códigos de honor que deben regir en toda Institución Militar y que vienen contemplados en la Cartilla del Guardia Civil y en las Reales Ordenanzas..
Parece que el problema que le inquieta más vivamente es el de las exigencias del deber obedecer cualquier orden emanada de la autoridad, desautorizada, por ilegal ejercicio de la misma, y de sus límites.
En el mejor compuesto de los relatos de Servidumbre y grandeza de las Armas, el titulado Laurette o el sello rojo, se plantea el conflicto espiritual que se le presenta a un militar al recibir una orden que le repugna a su conciencia como me repugna a mí tú comportamiento. Estamos ante el caso de que el hábito no hace al monje aunque éste sea cardenal, General en tú caso. Para algunos en este momento entra en juego una fuerza moral poderosísima, la abnegación, que impone inexorablemente el cumplimiento de la orden; “aquella abnegación del soldado sin compensación, sin condiciones, que conduce más de una vez a funciones siniestras”.
En realidad, dice Jorge Vigón, ni la abnegación es eso, ni siempre ha de tener el conflicto, cuando se presente, la misma solución; tú parece que te lo crees y no es por otra cosa que porque el desarreglo espiritual que padeces pone límites a tú imaginación.
Cuando la pravedad de un comportamiento como el tuyo  aparece evidente, el que lo recibe queda moralmente desligado de toda obligación de respeto hacía usted. Es en este momento en que se presenta el conflicto entre el deber de conciencia y la obligación militar, entre la claudicación, o las consecuencias de desobedecer, escribiendo acogiéndome a la Ley de Derechos y Deberes del Militar de Carrera, que tú tampoco has respetado por mucho que te avalen fiscales militares que incumplen sus obligaciones de procesarte de oficio. Los caudillos de La Legión tebana, que acertaron a resolverlo rectamente, sufrieron el martirio, pero alcanzaron la santidad.
La verdad es que no solían ser frecuentes tan graves aprietos en la vida militar. La regla de conducta fijada por el padre Francisco de Vitoria pone límites a la tentación de plantearlos demasiado a menudo como lo haces tú. “En la evidencia de una injusticia, dice, no se debe obedecer”; y la evidencia la has presentado esta vez.
Si se quiere ver más claro este desarreglo mental, es necesario referirse a los conceptos elementales.
Subordinación, sub ordinatio, es la disposición espiritual de quienes se someten a una ordenación superior; en este concepto debe ser una cualidad de cuantos integran un Ejército, desde su Jefe Supremo hasta el último soldado. Tú te has saltado las leyes y los Reglamentos claramente.
La ordenación a que se ajusta el estado militar contaba, para asegurar la subordinación, con el mecanismo de la jerarquía en cuya cúspide están las leyes que tú no respetas. La disciplina es el medio de hacer jugar este mecanismo al poner tensión el resorte de la obediencia. Disciplina que viene de discere, aprender, es un género de relación que supone la existencia de discípulos y maestros. Esta es la razón de que la obediencia del subordinado en grado al superior sea el principio esencial de la subordinación.
Te puedes saltar la ley pero la obediencia  para quien, como el hombre español, tiene, fluente de la Historia, una concepción religiosa de la vida, trasciende a otros ámbitos de mayor intimidad. “El oficial, se lee en cierta instrucción militar cristiana de fines del siglo XVIII, revestido de la autoridad regia, manda de parte del Rey; el poder real procede del mismo Dios; y así, no obedecer al Rey es desobedecer a Dios; por consiguiente, el soldado no obedeciendo a su superior, digo yo, desobedece al Rey y ofende a Dios”. San Gregorio, en su carta a los soldados napolitanos, citada por Juan Ginés de Sepúlveda, les escribe: “la mayor alabanza de la milicia es ésta: el mostrar obediencia a la utilidad pública y sujetarse a cuanto para ésta se mande”; que no se manda en España nada que no se atenga a la leyes que emanan del Parlamento y del Gobierno que se debe atener a éstas, establecido legítimamente, cosa que obvias en tú comportamiento.
General, su comportamiento es repugnante.

Enrique Area Sacristán.

Teniente Coronel de Infantería.

Doctor por la Universidad de Salamanca.

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