El Gobierno admite que el recibo de la luz que pagan los 10 millones de hogares sometidos a la tarifa regulada eléctrica (PVPC o precio voluntario para el pequeño consumidor) se incrementará en 2021 un 25,8%: llegará hasta los 644 euros anuales frente a los 512 euros que abonaron de promedio en el ejercicio anterior. Pese a esta escalada de precios que, según todas las previsiones, va a continuar, el Ejecutivo ha declarado que no intervendrá los precios finales de la electricidad que paga el consumidor a través de la fijación de topes máximos ni modificará el sistema de pool con el que se fijan los precios mayoristas de la electricidad.
El secretario general del PP, Teodoro García Egea, aseguró que la culpa de la subida de la luz “no la tienen ni el PP, ni Putin, ni los embalses”, porque “la única responsable” es la ministra de Transición Ecológica, a la que acusó de aceptar crear una comisión en el Congreso de los Diputados sobre este problema “porque no sabe qué hacer o porque no quiere hacer nada”.
El problema de la luz, según Egea, es que las soluciones hasta ahora del Gobierno son “que planchemos a las dos de la madrugada, un estatuto del consumidor electrointensivo que llega con retraso de dos años, la minirrebaja del IVA o una subasta de renovables que ha tardado tres años en llegar”.
Y en esto llegan las puertas giratorías para el PSOE. Sí, es muy fácil criticar a Carmona desde la comodidad del sofá desvencijado, ¿pero renunciaría usted a 1.600 euros a la semana por principios? Mientras España responde a esa pregunta, Carmona lleva unos días bajo tierra por si acaso…
Vamos a meternos en la mente del exalcaldable socialista de Madrid: “¿A qué viene tanto escándalo? ¿Qué he hecho yo para merecer esto?”, se pregunta quizá ahora Carmona, al que imaginamos paseando nervioso en batín mientras repite los siguientes nombres en alto: Jordi Sevilla, Miguel Boyer, Beatriz Corredor, Ángel Acebes, José María Aznar, Luis de Guindos, Narcís Serra, Miquel Roca, Felipe González… que atravesaron antes las puertas giratorias eléctricas.
Se podría acusar a Carmona, eso sí, de no tener el don de la oportunidad. La factura eléctrica está en máximos históricos, Gobierno y energéticas escenifican el choque de trenes… y Carmona irrumpe en la fiesta haciendo un trenecito.
Dado que las relaciones de Carmona con Moncloa son reguleras (fue uno de los susanistas achicharrados cuando Sánchez resucitó), cabría pensar que el fichaje es una provocación de Iberdrola para poner en entredicho a los políticos en plena tormenta de mierda, aunque la explicación oficial también tiene miga: Iberdrola ha fichado a Carmona para «mejorar su imagen en España». En efecto, la imagen de las eléctricas es mejorable, pero que el hombre fichado para recuperar la buena reputación sea recibido con escandalera, no parece el mejor comienzo.
También podría pensarse que al consumidor le trae al pairo la imagen de las eléctricas. Los españoles no quieren que suba la imagen, sino que bajen las facturas, y si el Cartel de Medellín ofrece energía a mitad de precio este invierno, no nos importará mirar hacia otro lado. Nos saldría más barato y nos quitaría de problemas.
Antonio Miguel Carmona sí tenía precio, porque un buen dinerete por un trabajo que no es precisamente una mina de sal siberiana, ya es otra cosa.
Es de uso común utilizar el término ‘clavada’ para referirnos al hecho de que en algún establecimiento nos han cobrado más de lo que esperábamos y era justo por alguna consumición o algo que hubiésemos adquirido.
Curiosamente no es un vocablo que haya surgido de ninguna jerga ni es de reciente creación, ya que existe constancia de su utilización durante la Edad Media.
Este término surgió de una picaresca trampa que en aquel periodo realizaban algunos herreros. Dicha argucia consistía en hincar uno de los clavos de la herradura de un caballo de tal manera que le causara cierta molestia al animal. Esto se hacía a los equinos de buena raza que llevaban algunos viajeros. De este modo, unos kilómetros más allá, después de haber partido del lugar de donde había sido herrado el caballo, el viajero se vería obligado a parar y pasar noche en la primera fonda del camino que encontrase. Tras él habría salido un compinche del herrador que se haría el encontradizo, preguntaría por lo que le ocurría al animal y en un intento desinteresado por ayudar, le ofrecería cambiarse los caballos para que pudiese seguir su viaje.
Evidentemente el caballo ofrecido era de mayor edad y no tan bueno como el otro. Carmona parece el compinche del herrador y se ha quedado con parte de los beneficios de las clavadas energéticas a los españoles.
“El dinero no es nada, pero mucho dinero, eso ya es otra cosa.” Frase de George Bernard Shaw a punto de salir del top 10 mundial de aforismos crematísticos para hacer sitio a dos recientes glorias retóricas celtibéricas:
1) “[A Florentino] me sale más barato matarle y me quito de problemas” (exjefe de Seguridad de Iberdrola, mientras planificaba con Villarejo una encerrona a Florentino; la eléctrica buscó información comprometedora de Florentino Pérez para forzarlo a renunciar al asalto a su consejo y se planteó incluso orquestar un montaje para involucrarlo en un escándalo ).
2) “Hay personas que tienen valor y personas que tienen precio. Yo no tengo precio” (Antonio Miguel Carmona, ‘diez’ minutos antes de fichar de vicepresidente de Iberdrola).
Ese acto de clavar un clavo en la pezuña del caballo, malintencionadamente, fue lo que dio origen al vocablo clavada como sinónimo de engaño y así lo ha recogido el diccionario desde su edición de 1895, aunque el lexicógrafo Sebastián de Covarrubias ya escribió sobre ello en su ‘Tesoro de la lengua castellana o española’ de 1611 a que podemos hacer referencia ahora con la aceptación de un dirigente del PSOE de la «regularización» de las clavadas en la factura eléctrica.