Varias eran las aficiones que tenía el presidente estadounidense Lyndon B. Johnson, pero entre ellas destacaban los automóviles y la pasión que sentía con todo lo relacionado con navegar, motivos más que suficientes para adquirir a mediados de los años 60 un ‘Amphicar’, un curioso automóvil anfibio fabricado en Alemania Occidental y del que tan solo se comercializaron 3.878 unidades.
El Amphicar era un coche de aspecto normal pero que si se introducía en el agua flotaba y se desplazaba como si de una lancha se tratara.
Jugando con la ventaja de que casi nadie conocía la existencia de este tipo de vehículos, el presidente Johnson aprovechaba las visitas que le hacían a su rancho ‘Haywood’ en Texas para gastar una broma a sus conocidos.
Les invitaba a montar en su nuevo auto y decía que les iba a dar un paseo por la finca. Una vez tomado el camino que hacía pendiente e iba a parar directamente al embarcadero del lago, el presidente Johnson comenzaba a gritar y hacer aspavientos como si los frenos del coche se hubiesen estropeado.
Como es de imaginar, aquellos que iban montados en él (solía ser el propio Lyndon al volante más un par de acompañantes) entraban en pánico, sobre todo cuando el auto impactaba en el agua. Pero inmediatamente comenzaba a flotar y se deslizaba como una lancha, momento en el que el presidente comenzaba a reírse a carcajadas.
Evidentemente esta broma no le hacía gracia a casi nadie, por lo que rápidamente empezó a correr la noticia entre sus conocidos para que no picasen.
Uno de los momentos anecdóticos de esta broma fue cuando en el verano de 1965 se la gastó a su recién nombrado asistente para asuntos presidenciales, Joseph Califano, quien al ver que el auto iba a impactar contra el lago intentó saltar en marcha, algo que aprovecharía Lyndon B. Johnson para reprochárselo ante su secretaria Vicky McCammon (que también iba montada en el Amphicar):
‘Vicky ¿has visto lo que ha hecho Joe? A él le importa un comino su presidente. Solo quería salvarse y salir del coche’
Por Alfred López