En Reykjavík se encuentra el ‘Icelandic Phallological Museum’ un peculiar museo dedicado a albergar alrededor de trescientos penes pertenecientes a un gran número de especies de animales (sobre todo autóctonos de Islandia), aunque también tiene expuestas en sus vitrinas algunas reproducciones que son, según Hjörtur Gísli Sigurðsson (director de la galería), réplicas del miembro que podría pertenecer a elfos y trolls islandeses.
Todos, o casi todos, sabemos que Islandia es un país en el que se escucha la tierra respirar y desperezarse en un bostezo permanente, que cuenta con una catarata a cada paso, géiseres emanando vapores y volcanes de nombre impronunciable capaces de paralizar el espacio aéreo de toda Europa. Turísticamente hablando es un país donde los viajes de naturaleza atraen al 100% de las personas que llegan a la isla. Pero no tanta gente conoce que en Islandia uno puede visitar este museo dedicado por completo al pene y ver prácticamente trescientos miembros expuestos como si se tratase de la Gioconda. En Reykjavik, se encuentra uno de los museos más extraños y extravagantes del mundo, una faloteca islandesa en la que parece que el tamaño sí que importa.
El museo abrió sus puertas en 1997 en la pequeña localidad de Húsavík y fue a Sigurður Hjartarson (padre del actual director) a quien se le ocurrió congregar en un solo lugar toda la representación fálica de mamíferos marinos y terrestres del país. En 2011, tras hacerse cargo Hjörtur Gísli Sigurðsson de esta curiosa Faloteca, la trasladó hasta un local mucho más grande de Reykjavík.
Sigurður Hjartarson había iniciado la colección (a modo de hobby) en la década de 1970 y tras jubilarse en 2004, como profesor de Historia Latinoamericana en la Universidad de Edimburgo (Escocia), decidió emplear su tiempo y dinero en hacer más grande e impresionante este singular museo.
La pieza de mayor tamaño que posee esta Faloteca es un pene de cachalote que mide 170 centímetros y tiene un peso de 75 kilos. La más pequeña es el miembro de un hámster que apenas alcanza los dos milímetros.
¿Y hay penes humanos? Son bastantes los que se hacen esta pregunta cuando entran a tan estrambótica exposición de falos. La respuesta es que sí. Aunque hicieron falta muchos años, recientemente llegaron las primeras donaciones a la causa. El anciano Pall Arason, un auténtico latin lover a la islandesa, que falleció con 95 años, se había comprometido a satisfacer los deseos de Hjartarson de contar con el espécimen de un humano. Pero sólo cuando estuviese muerto. Desde entonces otras promesas no han tardado en llegar e incluso se conoce que ha habido quien se ha ofrecido a hacer su donación en vida. Sin duda hay gente para todo… El problema es que cuando murió el señor Arason ya tenía 95 años de edad y el miembro no lucía demasiado, por lo que en el Icelandic Phallological Museum siguieron esperando unos años la generosa donación de algún pene que estuviera en mejores condiciones y fuera más lustroso. Quizás alguno de los suyos, Marlasca e Iceta, sea más lustroso. Aprovechen la ocasión de ser imperecederos para las generaciones futuras donando una parte de su cuerpecillo al Museo o, caso de que no quieran por vergüenza torera, que estos parece que sí tienen un buen paquete, vayan a deleitarse viéndolos y satisfaciendo sus necesidades más perentorias.