La ideología marxista considera la desigualdad sexual como un aspecto de la explotación de clases y afirma que no puede acabarse con el sexismo sin una revolución socialista. Pero los antiguos revolucionarios marxistas consideraban los derechos de las mujeres como trivialidades que no deberían distraerlos de los serios asuntos de la revolución. Siempre fueron hostiles al movimiento feminista antes y después de la revolución rusa. Más tarde, allá por los años 1970/80, la primera revista feminista de la Unión Soviética, The Women and Russia, terminó su corta y turbulenta vida con el arresto y el exilio de sus editores en 1980.
De hecho, la revolución rusa aportó a las mujeres determinados aspectos de igualdad legal, en aspectos legales como la igualdad de derechos a la educación, la propiedad, el matrimonio y el divorcio. Las mujeres se entregaron prácticamente a todas las actividades laborales. Sin embargo, son demasiados los autores que han aceptado de manera totalmente crítica las declaraciones sobre la igualdad de las mujeres. En sus viajes por varios países de la antigua URSS, cuando lo era, advirtieron la forma en que prácticamente todas las labores serviles que el turista puede apreciar eran realizadas por mujeres. Es prácticamente seguro que el conductor de un tractor será un hombre y que una mujer estará a cargo del aseo del aparato.
Para la inmensa mayoría de las mujeres rusas, la aportación de la revolución se tradujo en una duplicada carga de trabajo. Las funciones masculinas permanecieron, prácticamente sin cambios, al paso que se agregaba un empleo extenso a las responsabilidades hogareñas femeninas. Las mujeres desempeñaban las tareas domésticas y llevaban a cabo la mayor parte de las compras, actividad muy morosa en la Unión Soviética. Prácticamente todas las mujeres soviéticas trabajan, y la mayor parte lo hacen en labores serviles. La diferencia entre el ingreso masculino y femenino es aproximadamente el mismo que en EE.UU. Un sociólogo polaco, en la actualidad en EE.UU, concluye que “los datos estadísticos disponibles no arrojan evidencia sobre la situación que la situación de la mujer sea sustancialmente diferente en los países capitalistas y socialistas”. Al margen de sus propósitos, la retórica marxista sobre la igualdad de los sexos tuvo el efecto de liberar a las mujeres para desempeñar dos trabajos. Es posible que el incremento de la fuerza laboral haya constituido el objetivo primario de la política comunista y no el logro de la igualdad entre los sexos.
Debe destacarse que muchos intelectuales marxistas de la actualidad no consideran a la Unión Soviética como sociedades genuinamente marxistas, sino como traidores al marxismo. Por ello, pueden criticar acerbamente a la URSS y argumentar que nada de lo que ocurriera en ese país o sus satélites constituiría un indicador sobre las bondades o debilidades de la doctrina marxista.
¿Qué hay acerca de las otras sociedades marxistas? Sabemos poco del status de las mujeres en la República China. Los tratos brutales como el infanticidio de las niñas, la venta para la prostitución y la atadura de los pies, empezaron a desaparecer luego de que China se convirtiera en república en 1912. Las victorias comunistas en 1949 aumentaron los derechos de las mujeres, como respecto al divorcio, no igualmente fácil, sino igualmente difícil de obtener, y derechos iguales en el matrimonio. Ello trajo un mayor aumento de empleo de mujeres, pero ningún cambio sustancial en los roles sexuales o en la división del trabajo. Se sabe que todas las mujeres trabajaban y trabajan y que las abuelas se retiran poco después de los cincuenta años para ayudar con el cuidado de los niños a las madres que trabajan. Se dice que las guarderías diurnas reducen la sobrecarga de las madres trabajadoras, pero no se dispone de estudios detallados de tiempo-trabajo. Los hombres acaparan prácticamente todos los puestos elevados. Se supone que las mujeres obtienen igual paga por igual trabajo, pero casi todas ocupan los puestos de bajos salarios. Puesto que no hay suficiente información que pueda verificarse, no podemos estar seguros de cuál es el status de las mujeres en China.
Es evidente que las revoluciones socialistas no ofrecen garantías de igualdad sexual. La experiencia de dos de los ejemplos de igualdad económica que han tenido mayor éxito en el mundo contradice completamente la teoría marxista de que la igualdad sexual y la igualdad económica deben ir de la mano. Los hutteritas, que comprenden numerosas comunidades agrícolas religiosas, proporcionan quizá el ejemplo más perfecto en el mundo de completa igualdad económica; sin embargo, son una de las sociedades más completamente dominadas por los varones en toda la historia. El kibutz israelí buscaba establecer la igualdad económica y sexual más completa en sus comunas agrícolas. Aunque obtuvo la igualdad económica con bastante buen éxito, la tendencia en los últimos años está muy lejos de la igualdad sexual, y ha reemplazado un sistema igualitario original por una creciente diferenciación en los roles sexuales.
Los roles sexuales futuros en las naciones modernas se dirige con toda claridad hacia una mayor igualdad sexual, pero, ¿qué forma de igualdad sexual? El modelo necesitaría ir más allá de “igual paga por igual trabajo”, lo que dejaría a la mayor parte de las mujeres en los trabajos con bajos salarios como estadísticamente está ocurriendo. Requeriría “igual paga por mérito comparable” y una evaluación del mérito de cada clase de trabajo. Éste es un cálculo complicado y todavía no ha sido aplicado para pagar niveles dentro de los sexos. Las feministas favorecen evidentemente el modelo andrógino. ¿Es ésta una esperanza realista? Yo creo que no.
Enrique Area Sacristán.
Teniente Coronel de Infantería. (R)
Doctor por la Universidad de Salamanca.