BASQUE NATIONALISM: MITHS
Enrique Area Sacristán
Doctor por la Universidad de Salamanca. Teniente Coronel de Infantería.
RESUMEN:
Extinguidas las Diputaciones forales a lo largo de 1877 éstas se negaron a prestar el solicitado consentimiento foral a la nueva Ley, procediéndose el 28 de febrero de 1878 a establecer con las nuevas Diputaciones provinciales el “concierto” económico que se preveía en el artículo 4 de la ley abolitoria, para fijar la cuota contributiva de las provincias y las facultades administrativas de las nuevas Diputaciones.
No faltó quién en el Senado denunciara lo impolítico de esta medida. El General Ignacio del Castillo[1], defensor liberal de la Villa de Bilbao contra los carlistas, advirtió: “No se piense que producirá resultado material favorable a sus intereses la supresión de los fueros. Día vendrá en que la decisión de este asunto lo probará así y aplazo la contestación para ese día”.[2]
El movimiento sentimental foralista, además de refugiarse en la nostalgia carlista, había de generar la irrupción de un “nacionalismo radical”, repentinamente formulado por Sabino Arana y Goiri[3]. Así, en contraste con el regionalismo Catalán y otros regionalismos aparecidos en España en estas fechas, el nacionalismo vasco no tiene una fase preliminar literaria, sino que aparece desde el primer momento como una formulación política. Esto se debe a que el euskera, salvo algunas formas folclóricas de poesía popular, no había sido usada como vehículo intelectual ni poético culto. Al nacionalismo vasco, igualmente, le faltó la solidez de una escuela histórica como la catalana.
El nacionalismo de Sabino Arana se apoyará en unos hechos diferenciales: la raza, la lengua, las costumbres, las convicciones religiosas, la historia, etc., algunas de ellas, como la lengua, en franca regresión como consecuencia de la incipiente urbanización de la zona y la recepción a lo largo de todo el siglo XIX de emigrantes como ha quedado demostrado en artículo publicado el 17 de Mayo de 2011; la raza, también tratada en el mismo artículo en el que se demuestra que no existe tal o, al menos, no en la ubicación actual de las Provincias Vascongadas; en todo caso formaban un conjunto pluriétnico de sociedades tribales; el territorio histórico de un presunto Estado Medieval, mito desentrañado por los expresivos mapas histórico-geográficos de artículos anteriores.
Para finalizar esta introducción y, antes de pasar a analizar el mito más importante del nacionalismo vasco, es necesario decir que la atracción proselitista basada en el catolicismo frente al liberalismo y en la identidad vasca frente a la centralización se confundía con las bases doctrinales del carlismo por lo que, para diferenciar ambos movimientos, Sabino Arana publicó “El partido carlista y los fueros vasco-navarros”, en el que se define como antimonárquico y antiespañol, única diferencia sustancial con los principios carlistas de la época que, como se sabe llegaran a unirse para intentar aprobar por el Gobierno de Madrid el Estatuto de Estella durante la segunda República.
PALABRAS CLAVES: Nacionalismos, autodeterminación, pluralismo cultural, independencia.
ABSTRACT :
Once the Provincial Councils were extinguished throughout 1877, they refused to provide the requested foral consent to the New Law, proceeding on February 28, 1878 to establish new provincial governments, the economical «concert» than envisaged in article 4 abolitoria Act, to set the share contributed by the provinces and administrative powers of the new Councils.
There are those who in the Senate denounce this measure as impolitic. General Ignacio del Castillo, liberal defender of the town of Bilbao against Carlist warned: «Do not think that the removal of privileges will produce results favorable to their material interests . There will be a Day when the decision on this issue will prove so and I postpone the reply for that day.
The provincial sentimental movement, in addition to shelter in the Carlist nostalgia, was to generate the emergence of a «radical nationalism, made suddenly by Sabino Arana and Goiri. Thus, in contrast to the Catalan and other regional regionalism appeared in Spain at this time, Basque nationalism has no literary preliminary stage, but it appears from the outset as a politic formulation. This is because Euskera, except for some popular forms of folk poetry, had not been used as a vehicle for intellectual or poetic worship. All Basque nationalism, also lacked the strength of a historic school like the Catalan.
The nationalism of Sabino Arana will be based on differential facts: race, language, customs, religious beliefs, history, etc., Some of them as language, on the decline as a result of the burgeoning urbanization of the area and reception throughout the nineteenth century immigrants, also treated in the same article which shows that there is no or at least not in the current location of the Basque provinces and in any case were a set multi-ethnic tribal societies, the historical territory of a State alleged Medieval, expressive myth unrevealed by historical and geographical maps of previous articles.
To end this introduction and, before moving to the most important myth of Basque nationalism, we must say that the proselytist attraction based on Catholicism against liberalism and the Basque identity before centralization was confused with the doctrinal foundations of Carlism therefore to distinguish between the two movements, Sabino Arana published The Carlist Party and Basque-Navarrese charters «, which is defined as anti-monarchist and anti-Spanish, only substantial difference with the principles of the Carlist era, as we know they will join to attempt the Statute of Estella to be approved by the government in Madrid during the Second Republic.
KEY WORDS: Nationalisms, autodetermination, cultural pluralism, independence, right of self
Los mitos.
La era de los reinos germánicos fue la época en que los vascones disfrutaron de una pseudo-independencia y eso, junto con la falta de fuentes, ha convertido aquellos años en un periodo mitificado y, en muchos casos, tergiversado y adaptado a intereses políticos no siempre bienintencionados.
Según Besga Marroquín[4], cuyo trabajo sintetizado y de síntesis[5] de su obra se presenta en este epígrafe, es necesario aclarar que las fuentes no proporcionan información alguna sobre la conquista romana de Vascongadas peninsular. Esto significa que su incorporación al Imperio Romano, que debió de ser progresiva, no produjo resistencia, al menos, digna de mención. Tampoco consta que sus habitantes crearan problemas a las autoridades durante el medio milenio largo de dominación romana. Al contrario, se sabe que sirvieron en el Ejército romano, en el que se crearon algunas unidades militares con efectivos procedentes de Vascongadas. Todo esto ha hecho que desde el siglo XII se haya hablado de la amistad vasco-romana, tópico que refleja con cierta exageración las buenas relaciones entre los pobladores de Vasconia y los romanos. Ciertamente, la parte montañosa de Vascongadas fue una de las menos romanizadas del Imperio, pero esto no debe interpretarse como resultado de alguna resistencia de los indígenas a un proceso de asimilación, sino consecuencia del escaso interés de Roma hacia ese territorio, que sólo ofrecía algunos recursos mineros y reclutas para el Ejército. Como es sabido, continúa este autor, los romanos no pretendieron romanizar: la romanización fue, ante todo, consecuencia de los atractivos que ofrecía la cultura romana a la población indígena. De hecho, la parte meridional de Vascongadas conoció una romanización que cabe calificar como normal. Basta un dato para darse cuenta de la magnitud de este proceso: si Quintiliano y Prudencio fueron Vascones, como parece, puede afirmarse que ningún otro pueblo Hispano realizó una contribución mayor a la cultura romana que el vascón.
Desde el siglo IV, la cristianización obró en el mismo sentido.
Pese a que cierta historiografía ha propagado desde los años 60 del siglo XX la hipótesis de la insumisión o independencia de los habitantes del Norte de Vascongadas y del resto de la cornisa Cantábrica, lo cierto es que no existe el menor testimonio que pueda avalar una hipótesis que, por otra parte, resulta inverosímil. Es más, gracias al testimonio contemporáneo del historiador Paulo Osorio sabemos que con motivo de la invasión de las Galias por suevos, vándalos y alanos, los campesinos, que cabe pensar procedían de las inmediaciones, fueron movilizados para proteger el paso por los Pirineos occidentales.
Con la entrada de suevos, vándalos y alanos en Hispania cambió radicalmente la situación de Vascongadas. Los habitantes de su parte montañosa se encontraron con una independencia por la que no habían luchado, y que se sumó sin problemas a la independencia social que ya disfrutaban. Fue simplemente resultado del cese de la acción del Estado romano, que a partir de esa época se vio desbordado por múltiples problemas en los que se jugaba su propia existencia. Desde el siglo VI el antiguo nombre de los vascones, aplicado en época romana a los habitantes de Navarra y algunas comarcas vecinas de La Rioja y Aragón, se utilizó para designar a los pobladores de las montañas vascas, que desde fines de esa centuria, por las guerras que mantuvieron con visigodos y francos, alcanzaron una celebridad que no habían tenido los primitivos vascones ni el resto de los pueblos prerromanos de Vascongadas (várdulos, caristios, autrigones y aquitanos del Pirineo vasco-francés). Pero no todo cambió: las diferencias entre el Norte y el Sur no sólo continuaron, sino que se agudizaron y dieron lugar a dos historias opuestas. En el Sur, tras el 409[6], el dominio romano, como en otras partes de Hispania, se mantuvo por inercia de la llegada de los visigodos, que se apoderaron de Pamplona en el 472.
La etapa iniciada por las invasiones es un periodo muy importante en la historia de Vascongadas. Sin embargo la escasez de las fuentes ha provocado que la época haya sido poco estudiada por los historiadores. Esta circunstancia, que permite dar un mayor juego a las facultades de la imaginación, y, sobre todo, el hecho de que la época de los reinos germánicos constituya la era de la independencia en la historia de vascongadas han hecho que la mayoría de las páginas que se han publicado hayan sido realizadas por escritores nacionalistas, lo que ha contribuido a generar gran confusión. Un ejemplo de esta situación es la extensión del tópico del domuit vascones, frecuente en los libros de éstos, y que aparece también en las obras de síntesis de historiadores. Valga como muestra, por ser reciente (1997) y aparecer en un voluminoso libro dedicado a la Alta Edad Media, el siguiente texto:
Todos los cronicones de la vida de los Reyes Godos o Visigodos terminan con esta frase lapidaria: “Domuit vascones”, “dominó, venció, subyugó a los vascos(…)”.
Si cada rey visigodo se jacta de haber subyugado a los vascos, señal es que nunca los subyugaron; siendo la cosa de otro modo, no haría falta repetir siempre la misma cantinela de “domuit vascones”.[7]
Pues bien: no sólo no poseemos, desgraciadamente, cronicones de las vidas de los Reyes visigodos, sino que la expresión “domuit vascones” no aparece una sola vez en las crónicas de la época. Este hecho es muy significativo, pues indica que en muchas ocasiones se ha escrito la historia sin tener idea de las fuentes. Y esto es grave porque sólo puede provocar errores. En este caso se desfiguran los conflictos que mantuvieron vascones y visigodos, pues no fueron estos los que atacaron a aquellos, sino todo lo contrario.[8]
El asunto no acaba aquí, en creer lo que no fue[9], pues puede dar lugar finalmente a interpretaciones torticeras, como así ha sido, cuya trascendencia está por estudiar, como ésta de Mark Kurlansky, realizada en su reciente libro “La historia vasca del mundo”:
De este momento en adelante[10] las crónicas de las vidas de los monarcas visigodos concluyen con dos palabras: “domuit vascones”. Todos los gobernantes de la Península hasta el actual ejecutivo español han abrigado la misma intención: “Hay que controlar a los vascos”.[11]
Es evidente que sin fuentes, continúa Besga, ni debe ni puede escribirse la historia. Pero también es cierto que con fuentes escasas y tan problemáticas como las de la época de los reinos germánicos referidas a vascongadas es muy difícil hacerlo. Basta un ejemplo para dar cuenta de la magnitud del problema. Se trata de la definición de los vascones que dio San Isidoro en Las Etimologías, la auténtica enciclopedia de la Alta Edad Media:
La ciudad de Vacca estuvo cerca de los Pirineos, de la que recibieron el nombre los vacceos, de quien se cree escribió el poeta[12]: “Y los vacceos que se extienden ampliamente”. Estos habitaban toda la amplia soledad de los montes Pirineos. Después fueron llamados vascos por mutación de la “c” en “s”.
Pompeyo, una vez sometida España y deseando volver a Roma para recoger el triunfo, obligó a los vascos a abandonar los montes Pirineos y los reunió en una ciudad, que por esto se llamó ciudad de los convenas.[13]
Según las fuentes Francas, que adolecen de los mismos problemas que las anteriores, extienden a los vascones o wascones al Sudoeste francés, lo que no les impide distinguir a los montañeses vasco-parlantes de los descendientes romanizados de los aquitanos prerromanos.[14]
La escasez de textos permiten, en cada caso, diversas interpretaciones, encontrándose una afirmación y su contraria. Hasta tal punto es así que ha terminado por desaparecer el más importante de los consensos que existían: la independencia de los vascones en este periodo, que parecía una evidencia. Esto se ha producido en el seno de la tesis doctoral sobre la historia de Navarra defendida por Juan José Larrea, en la que el autor propone que los conflictos políticos provocados por los vascones son consecuencia de la miseria de un campesinado empobrecido o de su instrumentalización por una aristocracia revoltosa. De ahí que su autor haya llegado a calificar a los vascones como “pobres diablos”.[15]
La historia militar entre visigodos y francos, según las fuentes, comienza en el 581, cuando por primera vez los vascones atacaron tanto a los visigodos, que se hallaban en plena guerra civil por la rebelión de San Hermenegildo, como a los francos. A partir de entonces sus ataques se alternaron a uno y otro lado del Pirineo. En el Reino Visigodo la guerra se reproduce cada década hasta que San Isidoro concluyó su Historia Gothorum hacia el año 625. La última guerra nos es conocida por fuentes árabes que al narrar la conquista islámica de la península Ibérica indican que en el momento del desembarco de Tariq, en España Rodrigo se hallaba en Pamplona combatiendo a los vascones.
Las fuentes visigodas sólo narran victorias contra los vascones. No hay razón alguna para suponer que los vascones tuvieran el potencial suficiente para enfrentarse a un Ejército movilizado por un Monarca. Frente a estos contingentes armados, cita Besga, los vascones debían retroceder y no tenían más alternativa que la emboscada a una parte del Ejército, lo que consta hicieron en Francia. No otra cosa fue Roncesvalles, su victoria más famosa, lograda en el 778 a costa de la retaguardia del Ejército de Carlomagno.
Poco antes, los vascones más occidentales (Álava y Vizcaya), habían entrado en relación con Alfonso I, 739-757, probablemente para aprovechar las expectativas creadas por las guerras civiles de Al-Andalus, lo que significó el inicio de su integración en el Reino de Asturias.[16]
La belicosidad de los habitantes de esta zona geográfica, que no coincide con el actual País Vasco, es uno de los aspectos que permite insertar al mismo como independiente en la época de los reinos germánicos.
La independencia es el fenómeno más llamativo de la historia de los vascones en esta época. Pero no es el hecho más trascendente en aquellos siglos, pues no se produjo la unificación política de una población dividida en vascones, várdulos, caristios, autrigones y aquitanos, ni mucho menos dio lugar al primer Estado vasco de la Historia, Ducado de Wasconia[17], que tampoco tiene nada que ver con la formación posterior del Reino de Pamplona ni se habría extendido entre el Ebro y el Garona como afirma José Miguel de Azaola[18]. Ni el Ducado de Vasconia existió en esta época, ni de haber existido podría haberse enfrentado a los musulmanes en los siglos VI y VII.[19]
Tampoco dejó herencia alguna que pudiera cristalizar en el Reino de Pamplona, y menos a fines del siglo VIII. Ni existieron otros estados vascos, ni de haber existido se hubieran incorporado a un reino que probablemente no apareció hasta el año 905, pues Álava, Ayala y Vizcaya formaron parte del reino asturleonés hasta principios del siglo XI, y una desunida Guipúzcoa mantuvo su independencia hasta esa fecha. La Rioja no era un territorio vasco en esta época.[20]
CONCLUSIONES
1º.- No existe una España sin romanizar, ya que España, realmente es una creación de los romanos[21], pues no tenía unidad alguna antes de la conquista y, por tanto, no existía. Y no podía existir porque no había tenido una historia común, que es lo que crea una comunidad, que es ante todo una comunidad histórica.
2º.- El País Vasco sí ha sido romanizado, pues, de otra forma no podría formar parte de Occidente. Que a finales del Imperio Romano continuara hablándose una lengua no latina en las montañas vascas no constituye un caso singular, pues está testimoniada la pervivencia de otras lenguas indígenas en Occidente.
3º.- La independencia que tuvieron los vascones durante los reinos germánicos interrumpió el proceso de romanización e incluso lo hizo retroceder.
4º.- La época de los reinos germánicos es el único periodo de la historia de Occidente que falta en la del País Vasco, o mejor dicho, en el País Vasco de entonces, el de los vascones, que no es el actual.
5º.- Los romanos, que entendían bastante de geografía y la utilizaron con acierto para cimentar un imperio que ha causado tanta admiración, no distinguieron nunca un pueblo o pueblos vascos[22]. Hablaron, eso sí, de vascones, nombre con el que designaron a los habitantes de una Navarra algo más grande que la actual.
6º.- Actualmente está claro que, como ha quedado demostrado a lo largo de todo el trabajo que estoy presentando, ni todos los vascones pueden considerarse vascos, ni siquiera la mayoría, ni todos los que podrían calificarse entonces como vascos eran vascones.
7º.- Los vascones, cuyo nombre después de muchas peripecias ha servido para designar a los vascos, eran una comunidad poliétnica[23], como lo demuestra la antroponimia y teonimia conservada en la epigrafía y la toponimia registrada en las fuentes antiguas, en las que los nombres de origen vasco son muy minoritarios.
8º.- En la época de los reinos germánicos el concepto vascón dejó de incluir a los habitantes del Sur de Navarra y de la antigua Rioja vascona.
9º.- Al designar el término “vascón” a unas poblaciones que tenían en común destacadamente el euskera, la palabra pasó a tener un contenido étnico que no había poseído en época romana.
10º.- Si en época romana el territorio estaba dividido entre vascones, várdulos, caristios, autrigones y aquitanos e incluso cántabros y berones, la fragmentación era aún mayor en la segunda mitad del siglo VIII: el País Vasco francés había iniciado su integración en el reino de los Francos; Vizcaya y Álava, en el Reino de Asturias, que había repoblado las Encartaciones; Pamplona y el Sur de Navarra formaban parte de Al-Andalus; y Guipúzcoa y el Pirineo navarro permanecían independientes y divididos en pequeñas unidades.
11º.- A modo de ejemplo, cabe concluir con que en el centro de Álava se encuentra el conjunto arqueológico más importante de la España visigoda. Se trata de los eremitorios rupestres alaveses, una serie de grutas artificiales que constituye el conjunto de arquitectura rupestre más importante de Occidente. El contraste no puede ser mayor y confirma la idea de que la inclusión del tercio Sur del País Vasco en el Reino Visigodo es la conclusión coherente de la historia precedente, que desde el Paleolítico Superior había venido diferenciando a sus vertientes atlántica y mediterránea. Las diferencias entre el Norte y el Sur son demasiado grandes como para poder caber en un mismo país.
Por todo ello se puede considerar que el País Vasco de entonces no era el actual. Buena prueba de ello son los importantes orígenes hispanogodos, que son sobre todo romanos, del Reino de Pamplona, “una monarquía isidoriana a la que nada esencial distinguía de otros reinos y condados de la España cristiana”.[24]
BIBLIOGRAFÍA
Arrinda, Anastasio, “Los Vascos, de la caída de Roma al cristianismo: s. V-X, Bilbao Bizkaia Kutxa, Bilbao, 1997, p. 122
Azaola, J.M, “Los vascos ayer y hoy”, “Vasconia y su destino”, vol. 1, Madrid, Revista de Occidente, p 18.
Besga Marroquín, A, “Domuit Vascones. El País Vasco durante la época de los reinos germánicos. La era de la independencia (siglos V-VIII)”, Librería Anticuaría Astarloa, Bilbao, 2001.
Virgilio, “Eneida” 4, 42.
Etymologiarum,IX, 2. p.107-108.
García de Cortazar, F., y Lorenzo Espinosa, J.M, “Historia del País Vasco”, 1996, San Sebastián, Txertoa, p.30.
García de Cortazar, F., y Lorenzo Espinosa, J.M, “Historia del País Vasco”, 1996, San Sebastián, Txertoa, p.41 y ss
Larrea, Juan José, “La Navarre du IVe au XIIe siècle Peuplement et sicieté.” De Boeck Université, Paris-Bruselas, 1968.
Palacio Atard, “Manual de Historia de España”, Edad contemporánea I, Volumen I, Madrid, Espasa Calpe, p.544.
[1] Palacio Atard, “Manual de Historia de España”, Edad contemporánea I, Volumen I, Madrid, Espasa Calpe, p.544.
[2] Desgraciadamente la verdad de sus palabras las estamos sufriendo las generaciones de la segunda mitad del siglo XX con el nacionalismo secesionista que ha surgido en las Provincias Vascongadas.
[3] Arana era de familia carlista; su padre, Santiago, fue militante muy activo en las filas de Don Carlos.
[4] Vease Besga Marroquín, A, “Domuit Vascones. El País Vasco durante la época de los reinos germánicos. La era de la independencia (siglos V-VIII)”, Librería Anticuaría Astarloa, Bilbao, 2001.
[5] Revista de “Historia”, año XXVI, nº 314.
[6] Véase mapa Histórico-geográfico mostrado en artículos precedentes.
[7] Arrinda, Anastasio, “Los Vascos, de la caída de Roma al cristianismo: s. V-X, Bilbao Bizkaia Kutxa, Bilbao, 1997, p. 122
[8] Vease Besga Marroquín, A, “Domuit Vascones. El País Vasco durante la época de los reinos germánicos. La era de la independencia (siglos V-VIII)”, Librería Anticuaría Astarloa, Bilbao, 2001.
[9] Cuya trascendencia se limita al reducido e inofensivo ámbito de los que desean conocer el pasado.
[10] Que en su ignorancia, que es mucha según Besga, fecha en el año 400.
[11] Editorial Planeta, Barcelona, 2000, p. 44; el autor, que imagina que hubo 20 campañas visigodas contra los vascones protagonizadas por 20.000 soldados, contrapone así la dominación visigoda a la romana: “En la larga memoria de los vascos, el del Imperio romano es considerado un periodo favorable. En el contexto de la historia vasca un periodo favorable es aquel en el que hay un invasor razonable, un intruso con quien se puede tener tratos. Hoy, los vascos siguen poniendo este momento como ejemplo de cómo les gustaría convivir pacíficamente con poderes superiores”. El que este libro no tenga de historia más que el título, según Besga Marroquín, no ha impedido que haya sido uno de los más vendidos en Vascongadas durante semanas.
[12] Virgilio, “Eneida” 4, 42.
[13] Etymologiarum,IX, 2. p.107-108. Este es uno de los textos más extensos y uno de los pocos que no se refieren a las guerras de los vascones, pero desgraciadamente no da una información fidedigna, aunque confirma la idea de que era un pueblo montañés. El texto contribuyó a hacer sinónimos en esta época los términos de “vascon” y “vacceo”.
[14] Gascuña, que proviene de wasconia, debe precisamente su nombre a este fenómeno. En época prerromana, el territorio comprendido entre los Pirineos y el Garona tenía el nombre de Aquitania. Con la conquista romana, el corónimo englobó también al territorio comprendido entre el Garona y el Loira. En época tardo romana, la primitiva Aquitania pasó a denominarse Novempopulania. Y, finalmente, en el s. VII, Wasconia.
[15] Véase Larrea, Juan José, “La Navarre du IVe au XIIe siècle Peuplement et sicieté.” De Boeck Université, Paris-Bruselas, 1968.
[16] Véase mapas Histórico-geográficos de anteriores artículos..
[17] Veáse García de Cortazar, F., y Lorenzo Espinosa, J.M, “Historia del País Vasco”, 1996, San Sebastián, Txertoa, p.41: “La demarcación conocida como ducado de Vasconia, sobre cuya verdadera extensión se especula sin demasiado fundamento, bien pudo corresponder a una marca militar creada por los francos y utilizada también por los godos en busca del dominio de la zona”.
[18] Véase Azaola, J.M, “Vasconia y su destino”, volumen I, 1976, Madrid, Revista de Occidente.
[19] En época merovingia, cuando el reino franco no estuvo dividido en Ducados, sólo consta la existencia de dos duques francos impuestos por los monarcas merovingios a los wascones tras importantes victorias en las primeras décadas del siglo VII. Además, esos duques, no fueron la expresión de una soberanía, sino un instrumento para su integración en el reino franco, que utilizaron con mayor fortuna los reyes carolingios.
[20] Su toponimia vasca, que ha servido para defender semejante proposición, proviene de la repoblación que se produjo a partir del siglo X.
[21] El término Hispania es latino, el término Iberia es exclusivamente griego. Decir español por iber o por hispanus es cometer una falta de pertenencia pues lleva consigo diferencias de época y de ambiente. En los textos que se conservan de los romanos éstos emplean siempre el nombre de Hispania (citada por primera vez hacia el 200 adC por el poeta Quinto Ennio), mientras que en los textos conservados de los griegos éstos emplean siempre el nombre de Iberia.
Se sabe que los fenicios y los cartagineses llamaron a la Península con el nombre de Span o Spania, con el significado de oculto (país escondido y remoto). Existe otra versión de que el nombre proviene del término fenicio I-shphanim que literalmente significa: ‘de damanes’, (shphanim, es la forma plural de shaphán, ‘damán’, Hyrax syriacus) que fue con este vocablo con el que los fenicios decidieron, a falta de un nombre mejor, denominar al conejo, Oryctolagus cuniculus, animal poco conocido por ellos y que abundaba en extremo en la península. Otra versión de esta misma etimología sería Hi-shphanim, ‘Isla de conejos’ (o, de nuevo literalmente, damanes). Por otra parte no era el único bicho que llamaba la atención por su abundancia. Los griegos llamaron a la Península Ophioússa que significa ‘tierra de serpientes’, y lo cambiaron por Iberia, pues iber era una palabra que escuchaban constantemente entre los habitantes de la península. Es un término geográfico pero no se le puede asignar en concreto al río Ebro pues se encontraba esta palabra también por toda la Andalucía actual. Algunos lingüistas piensan que significaba simplemete río. En realidad no se sabe bien.
Gran parte del conflicto entre cartagineses (fenicios) y romanos tuvo como escenario las tierras de Iberia, la Península. El conflicto se manifestó en lo que se llamaron guerras púnicas y que terminaron con el triunfo de Roma. Entonces los romanos tomaron contacto con Iberia, pero para denominarla eligieron el nombre que ellos oían a los cartagineses, Ispania, al cual más tarde añadieron una H, como también añadieron una H a Hiberia. Además de la H utilizaron el plural, Hispanias, como utilizaron el plural en las Galias. Fue la primera provincia donde los romanos entraron y la última acabada de dominar por Augusto.
Los romanos dividieron al principio las Hispanias en dos provincias (197 ad.C, regidas por dos pretores, la Citerior, al norte del Ebro, y la Ulterior al sur. Las largas guerras de conquista duraron dos siglos; es lo que se conoce como romanización.
[22] Azaola, J.M, “Los vascos ayer y hoy”, “Vasconia y su destino”, vol. 1, Madrid, Revista de Occidente, p 18: “En castellano, el uso extensivo del vocablo “vasco” se ha generalizado hace relativamente poco, pues hasta el siglo XIX, solía aplicarse únicamente a los vascos de Francia.”. La iniciativa de la extensión a territorios peninsulares parece, pues venir de Francia, según Agustín Chaho, de cuya fantasía mitológica se sirvió Navarro Villoslada en “Amaya o los vascos en el siglo VIII”. Fue en el s. XIX cuando empezó a generalizarse la costumbre de unir al adjetivo “vasco” el sustantivo “país”, para formar una expresión paralela a la francesa.
[23] Véase García de Cortazar, F., y Lorenzo Espinosa, J.M, “Historia del País Vasco”, 1996, San Sebastián, Txertoa, p.30: “Las fuentes que se ocupan de la descripción de los pueblos vascos en este periodo corresponden a los nombres de autores como Estrabón, Plinio, Ptolomeo, muchas de cuyas referencias son indirectas o breves(…).Por ellos, sin embargo, sabemos que mientras hay un pueblo o una tribu que específicamente es conocida con el nombre de vascones, a su vez está rodeada por otros pueblos como los autrigones, caristios o várdulos, que ocupan los territorios de las actuales Vizcaya, Guipúzcoa, etc. A partir de ahí, cualquier tipo de referencia que hagamos no sería otra cosa que reseñar un estado de la cuestión diverso y poco claro entre los distintos especialistas”.
[24] Larrea, J.J, op.cit., p.16. Juicio corroborado por A.J. Martín Duque y J. Carrasco Pérez, que han afirmado “la Hispanidad radical, sustantiva indeclinable desde sus lejanos prolegómenos antiguos hasta sus últimos destinos modernos” del Reino de Navarra “Navarra, reino medieval de las Españas”, en Las Españas medievales, Universidad de Valladolid, 1999, p45; todo el estudio está dedicado a probar esta afirmación.