CATALAN NATIONALISM: MYTHS
Enrique Area Sacristán
Doctor por la Universidad de Salamanca. Teniente Coronel de Infantería.
RESUMEN: El federalismo, como veremos, se vierte en el Catalanismo, siguiendo un cauce, generalmente tenido por único en razón de su importancia: el Particularismo de Almirall.
El tradicionalismo, de modo diferente, penetra en Cataluña, partiendo de diversas fuentes, a través de cauces muy varios. Fenómeno, en consecuencia, más complejo y difícil de percibir.
Su raíz, histórica y política, es vieja y honda. Tenaz y dilatadamente, con las ideas y con las armas, venía luchando contra el uniformismo y la centralización liberales.
La lógica e inevitable coincidencia de Tradicionalismo y Catalanismo, en los primeros tiempos del segundo, parecería total a una mirada simple, según Pabón.
De los cauces principales del catalanismo, uno es el Carlismo. En las familias Carlistas, acabada la contienda civil, los hijos continúan, a veces, rigurosamente fieles a las ideas y disciplina de sus padres; otras veces y frecuentemente, en la crisis política general y en la particular catalana, determinadas ideas y diversos acontecimientos, les hacen desplazarse hacía el catalanismo creciente. Llevan consigo, como ocurre con el nacionalismo vasco parte de la ideología heredada.
Tres figuras nos muestra Pabón como ejemplo que simboliza, por la edad y la significación, el desarrollo del Catalanismo: un jurista, un político y un intelectual; Verdaguer i Callís[1], nacido en un hogar carlista, que se suma a un Catalanismo confesionalmente católico, políticamente inoperante y tradicionalista en su base. Pasante de su bufete es Cambó, que también pertenece a una familia carlista y cuyo Canovismo paterno le aparta del carlismo encuadrándose en el Catalanismo político pero persistiendo en él las ideas básicas del Tradicionalismo, en sus afirmaciones y en sus negaciones.
Juan Estelrich nace y crece en un ambiente tradicionalista y tradicionalistas son sus escritos en “Cruz y Espada”, revista que publica en Menorca. Fundamentalmente intelectual, ocupa un tercer escalón en el Catalanismo. No obstante, las vetas tradicionalistas aparecen inconfundibles y llenan páginas enteras de sus libros.
Una primera corriente del regionalismo tradicionalista es ésta. Nace del Carlismo y se aparta en el doble abandono de la disciplina y de la ortodoxia que las viejas familias carlistas mantuvieron en Cataluña.
La segunda corriente es más difícil de registrar. Conforme al patrón europeo, alberga dos grandes partidos, liberal y liberal-conservador. Y en “lo conservador”, dice Pabón, hay algo que doctrinal e históricamente, pertenece al Tradicionalismo.
Esa moderación, en Cataluña, supone una resistencia al liberalismo abstracto y central, en lo religioso, en lo político, en lo jurídico y en lo económico. Hallará su base en un regionalismo, moderado también.
En los orígenes del Catalanismo, la persona que simboliza esta corriente es Juan Mañé y Flaquer,[2] tarraconense, perteneciente a una familia liberal que heredó una invariable prevención respecto al carlismo. Este regionalismo, que Mañé denomina también “provincialismo”, se apoya en bases tradicionalistas. Mañé escribe a Mosén Jaime Collel: “Nosotros, usted y yo, fundamos el provincialismo en el espíritu conservador; que es la defensa, es la resistencia que la organización cristiana político social de la Edad Media opone a la conquista revolucionaria, a la corriente panteísta, que soltó contra la sociedad europea el renacimiento pagano”.
Sin reparo alguno se puede calificar de tradicionalista a la corriente formada por las ideas y las personas que defienden las instituciones civiles catalanas contra los sucesivos intentos de unificación jurídica.
La pugna es vieja. Y ni más ni menos que la sostenida por los proteccionistas de Barcelona contra los librecambistas de Madrid, hubo de contribuir a la formación de una conciencia pública catalana.
Lo más característico e importante de este movimiento está protagonizado, como en el caso vasco, por la Iglesia en el llamado “filó vigatá”, el filón vicense, correspondiente a una Diócesis, obispos, sacerdotes, “escolania”, seminario, y se beneficia, lógicamente, de la autoridad y de la continuidad de esta Institución eclesiástica: Balmes, cura de Vich; Verdaguer, cura de Vich; Collell, cura de Vich. Filosofía, literatura y política que, en la vieja Diócesis, contribuyen florecientes a la Renaixenca catalana.
Realizadas estas pinceladas sobre el regionalismo cultural, vamos a pasar a presentar el regionalismo político y los mitos sobre los que se sustenta.
PALABRAS CLAVES: Nacionalismos, autodeterminación, pluralismo cultural, independencia.
ABSTRACT: as we will see within this text, the Federalism, influence the Catalanism following a particular stream, considered as unique because of the importance of the Particularism of Almirall.
Of different way, the Traditionalism penetrates in Catalonia, from various sources and through various channels which made therefore this phenomenon, , more complex and difficult to perceive. Its historical and political roots areold and deep. Thus, persistent through the time, with ideas and with weapons, the tradisionalism had been fighting against liberal uniformity and centralization.
The logical and inevitable coincidence of Traditionalism and Catalanism, in the early stages of the second, seem to be complete to a simple look, as Pabón stated.
Within the main currents of the Catalanism, it is worth highlight the “Carlismo”. At the end of the civil war, some of the Carlistas family members follow rigorously to the ideas and discipline of their parents; others, even more often, and due to the general the political crisis and in particular in Catalonia, those members are moved into the growing catalanism. They carry, like Basque nationalism inherited from the ideology.
Pabón shows three figures who symbolizes for its significance the development of the Catalanism; a lawyer, a politician and intellectual. Verdaguer i Callis, was born in a Carlist home, and represent the calalanism confessional Catholic, politically ineffective and traditionalist at its basis. Cambó, who was assistant in his firm also belongs to a Carlist family. I that case, the influence of Canovas ideas of his father derives Cambó into an active political catalanism while maintaining the basic ideas of the traditionalism in his statements. Finally Juan Estelrich, who was born and grown in a traditional atmosphere. Traditionalist are as well his writings in the «Cross and Sword» journal, published in Menorca. Primarily intellectual, took a third step in the Catalanism. However, traditionalists ideas spark and fill the whole pages of his books.
That model set up the first think stream of the regionalism. Finding its roots within the carlismo, it move away from the Carlista discipline and orthodoxy of the old families from Catalonia.
The second think stream is more difficult to register. Under the European pattern, hosts two major parties, the liberal and the liberal-conservative. And as stated by Pabon, within the conservative there ara always something doctrinal and historically belonging to the traditional.
That moderation in Catalonia, is understood as a resistance to centralist and abstract liberalism in all fields, religious, political, legal and economic finding its basis in a moderate regionalism. .
The person who better symbolizes this trend In the origins of Catalanism is John Mañe and Flaquer, Born in Tarragona, belonging to a liberal family,inherited a invariable regard to the Carlismo with extreme prevention. This regionalism, which Mañé also called «provincialism» is based on traditional foundations. Mañé wrote to Mosen Jaime Collel: «We, you and I, founded the provincialism in the conservative spirit, which is the defence, is the resistance that the political and social organization of the Christian Middle Ages opposed to the revolutionary conquest, to the pantheistic current ,that sprang from the pagan Renaissance European society. «
Without consideration, the think stream formed by the ideas and persons who claim for the civil Catalonian institutions against the juridical unification, shall be defined as traditionalist. The struggle is old. And neither more nor less than the one held by protectionists against free trade Barcelona for Madrid, was to contribute to the formation of a Catalan national consciousnessThe most important characteristic of this movement is led , as in the Basque Country by the Catholic Church, with the well-known «filo Vigatà”, corresponding to a diocese, bishops, priests,» Escolania «, wich take benefits, from the authority and continuity of this ecclesiastical institution: Balmes, pastor of Vich, Verdaguer, Vichy cure; Collell, Vichy cure. Philosophy, literature and politics, in the old Diocese, contribute to the flourishing of the “Reinaixenca” of Catalonia. .
KEY WORDS: Nationalisms, autodetermination, cultural pluralism, independence, right of self
El Catalanismo Político
El profesor Pabón sintetiza con trazos magistrales las cuatro corrientes originarias del catalanismo político[3], según Palacio Atard[4]:
a.- La Reinaixenca cultural, que se basa en la lengua y es la primera que aparece en el tiempo. Se menciona la Oda a la Patria de Carlos Aribau en 1833 como la proclamación de la lengua catalana, símbolo vivo de su cultura. En el Romanticismo europeo se da este tipo de movimientos restaudadores de las lenguas locales: el bretón de los “Academi Ureiz” en 1989, se concreta con Rubio i Ors un movimiento literario consciente en torno al periódico Reinaixenca (Milá[5], Rusinyol, Juan Maragall[6], Victor Balaguer[7], Antonio Bufarrull, Jacinto Berdaguer), movimiento que se ratifica en torno a los juegos florales iniciados en 1859, como ocurre en la otras dos Regiones objeto de la investigación.
b.- El proteccionismo económico, en pugna con el librecambismo, en cuya larga polémica Cataluña adquiere conciencia de su personalidad económica, sobre todo en el periodo 1840-1868, con las reformas arancelarias de 1849 (proteccionista) y de 1862 (liberalizante). El triunfo del liberalismo económico en la Revolución de 1868 y el arancel de 1869 provoca entre las clases empresariales de Cataluña una reacción proteccionista, fundándose el Fomento de la Producción Nacional, llamado a constituir un activo grupo de presión.
Las rectificaciones parciales al arancel[8] librecambista entre 1876- 1881 en la primera fase de la Restauración, no son mantenidas por Sagasta en base a los tratados comerciales bilaterales (tratado hispano-francés de 1882, modus vivendi con Inglaterra en 1884). Posteriormente, la conversión de Canovas al “proteccionismo” se plasma en el arancel de 1891, y la polémica a favor del mismo ganará terreno, a semejanza de lo que ocurre en otros países de Europa, hasta que el arancel de 1906 refuerce la línea proteccionista. Inicialmente se había perfilado, pues, el catalanismo sobre estas dos realidades señaladas por Pabón: la poesía, la realidad cultural; y el arancel, la realidad económica.
c.- La tradición regionalista. Es una corriente de derechas, que se apoya en la historia y en la defensa del derecho catalán: la raíz foralista del catalanismo. Los carlistas y los grupos confesionales católicos son sus principales receptores. El obispo de Vich, Monseñor Torras i Bagés es su figura más representativa. Luego, Manuel Durán i Bas encabeza la escuela del derecho catalán.
d.- El federalismo, corriente de izquierdas, basada en la filosofía política, a diferencia de la anterior que buscaba fundamentos en la historia, distinción que estableciera en su tiempo Rovira i Virgili. De las tesis abstractas de Pi y Margall saldrán dos líneas diferentes: una la del federalismo, que desembocó en el cantonalismo primero y finalmente en la F.A.I en el s. XX; otra puramente federalista, sobre la base autonómica de las regiones presuntamente históricas. Valentín Almirall pasó del federalismo abstracto al catalanismo político concreto al formar en 1882 el Centre Catalan.
Durante la mayor parte del s. XIX el catalanismo había sido, pues, fundamentalmente económico y literario. Sólo más tarde, con el Centro Catalá y luego con la primera Lliga de Catalunya, en 1887, toma cuerpo el catalanismo político. Esta Lliga la formaba un grupo juvenil de la burguesía ilustrada, con Duran i Ventosa[9], Prat de la Riba[10], Puig i Cadafalch.[11]
Las diversas corrientes del catalanismo político inicial se refunden en el manifiesto de la Unió Catalana el 16 de marzo de 1897: “Queremos la lengua catalana con carácter oficial y que sean catalanes todos los que en Cataluña desempeñen cargos públicos; queremos Cortes catalanas….; queremos, en fin, la facultad de poder contribuir a la formación del Ejército español por medio de voluntarios o dinero, suprimiendo en absoluto las quintas y levas en masa, y estableciendo que la reserva regional forzosa preste servicio solamente en Cataluña.”[12]
Después del desastre del 98, el catalanismo creció vertiginosamente, pero, también caóticamente, según Pabón, hasta que Prat de la Riva puso orden al fundar el 25 de Abril de 1901 la nueva Lliga, en la que se incorporaba la Unión Regionalista fundada en 1900 por el Doctor Robert. En ella se integraban grupos heterogéneos de intelectuales, económicos, los tradicionalistas de Vich, castelaristas y la masa neutra movilizada a la política. En las elecciones a Cortes de mayo de 1901, sacaron triunfantes sus cuatro candidatos por Barcelona. Era la primera réplica al sistema de partidos políticos “oficiales” de turno y la materialización en programas políticos del primer catalanismo oficial en el que estaban representados desde los tradicionalistas Carlistas de Vich hasta los federalistas, es decir, todas las corrientes catalanistas.
Después de esta breve pincelada, pasemos a analizar los mitos y, dejaremos para posteriores artículos las cuatro corrientes del catalanismo mencionadas en párrafos precedentes:
Los mitos[13]. La verdadera historia del 11 de septiembre de 1714.[14]
Todos saben que la Diada, el día que los catalanes declararon emblemático de su lucha histórica, conmemora una derrota: el asalto a la ciudad de Barcelona por las tropas borbónicas, al mando del inglés Mariscal-Duque de Berwick, el 11 de septiembre de 1714. Lo que ya no es tan sabido[15] es que la guerra de Sucesión a la Corona de España era la que así concluía.
El 1 de noviembre de 1700 moría en Madrid el último rey español de la casa de Austria, Carlos II, a quien la historiografía borbónica ha presentado con las tintas más negras, “el Hechizado”, un cretino, vástago de una familia degenerada que habría dejado hundirse a España en la postración de la que dice la habrían sacado luego el esplendor y la ilustración de la Casa de Borbón; su parecido con la realidad es escaso o nulo.
La verdad es que, como lo señaló en sus estudios Pierre Vilar[16], el reinado de Carlos II marca el inicio de una recuperación económica, que hubiera sido sensiblemente mayor y más sólida sin la guerra de sucesión y su desgraciado final. Ese reinado dispensó protección a los intereses económicos españoles, teniendo un efecto de prosperidad principalmente en Cataluña, no por favoritismo alguno, sino por ser ésa la región más industrializada y comerciante de España.
Al carecer de herederos, Carlos II, bajo la presión de la aristocracia redactó, estando ya moribundo, un testamento ilícito, inválido y semi-secreto[17], que legaba el Trono a un nieto de Luis XIV, el duque Felipe de Anjou, al que le corresponderá reinar con el título de “Felipe V”; testamento que los pretendientes del Archiduque Carlos consideraron nulo no sólo porque no se hizo según las formas correctas, sino sobre todo porque esa legación vulneraba lo dispuesto en el Tratado de los Pirineos[18] de 1659 y en todos los demás preceptos vigentes del derecho internacional.
Fueron varias las razones por las que el pueblo catalán vio con enorme recelo y temor la llegada al Trono de la Casa de Borbón. No sólo los catalanes: en general una parte del pueblo español, principalmente en los territorios de la Corona de Aragón.
La Casa de Borbón en opinión de los defensores de la Casa de Austria perpetraba un despojo, un atropello que transgredía las normas jurídicas españolas e internacionales.
La Casa de Austria tenía sobradas razones para oponer a la de Borbón su propia candidatura al Trono de España. Contaba con las “simpatías” de buena parte del pueblo español.[19]
A la casa Borbón la apoyó la mayoría de la nobleza castellana, así como una buena parte de la población de Castilla, bajo la inducción del clero secular y en particular de la Compañía de Jesús y comarcas pertenecientes al antiguo reino de Aragón como Castellón, Alicante, el valle de Arán, el interior de las provincias de Barcelona y Valencia, Calatayud o Tarazona.
El Duque de Anjou hacía su entrada por Irún el 23 de enero de 1701. El 18 de febrero de ese año llegaba a Madrid y el 8 de marzo era entronizado por los cortesanos. Perfectamente consciente de la inclinación de los catalanes a mantener su lealtad a la Casa de Austria, acude a Barcelona y celebra allí Cortes el 8 de septiembre de 1701, recibiendo el agasajo de la aristocracia.[20]
El 13 de septiembre de 1703 es proclamado en Viena el Archiduque Carlos de Austria como Rey Carlos III de España.
El 14 de octubre de 1705 el pueblo de Barcelona, impulsado por el estudiantado universitario, se alza a favor de la causa de Austría, adhiriéndose al Archiduque. El 16 de diciembre lo hace Valencia. El 27 de junio de 1706 entra Carlos en Madrid, recibiendo una tardía adhesión de quienes momentáneamente lo creyeron ganador. El 29 de junio es jurado Rey en Aragón.
La contraofensiva borbónica, pese a una segunda y fugaz entrada de Carlos en Madrid en septiembre de 1710, es propiciada por la traición de Inglaterra, que abandona su causa para entenderse con la Casa de Borbón. El 29 de enero de 1712 se inaugura el Congreso de Utrecht. Hasta el 19 de marzo de 1713 mantiene su corte en Barcelona la esposa de Carlos, la Reina Isabel Cristina. Sin embargo, en una asamblea de los «Brazos» el día 9 de julio de 1713 se decide resistir a las tropas borbónicas.
En 1713 Felipe y su esposa, MªLuisa de Saboya, declaran que los catalanes son “forajidos y pillastres”. El 6 de marzo de 1714 se firma el Tratado de Rastadt[21] entre Francia y Austria: el gobierno de París, en nombre del Duque de Anjou, renuncia a los territorios españoles de Bélgica, Luxemburgo e Italia.
Barcelona es sometida a asedio y bombardeo. Berwick, que manda las tropas borbónicas, a título de “Generalísimo de las dos Coronas’”, tras haber lanzado un ataque a la misma, da orden de asalto el 11 de septiembre de 1714, habiendo amenazado con pasar la población a cuchillo si se prolongaba la resistencia antiborbónica. Mallorca resiste a los borbónicos hasta el 2 de junio de 1715 en que es tomada Palma.
Destacaron en aquella contienda civil muchos patriotas de una Casa y de otra que veían en la causa de Carlos y la de Felipe la de una España más justa y más libre, no sometida al despotismo político o económico de uno u otro bando, una España en la que se cumplieran las leyes, un estado de derecho en el que el rey no pudiera disponer del reino a su antojo, caprichosamente, nombrando sucesor a quien le diera la gana, sin sujeción a la normativa vigente.
Entre esos patriotas mencionaremos aquí: Rafael Casanova y Coma[22] (1660-1743), Consejero jefe de la Generalidad, Doctor en Derecho; Salvador Feliú de la Penya; los guerrilleros Antonio Desvalls, Pere Barceló (Carrasclet), Bach de Roda; el General Josep Moragues, decapitado luego por los borbónicos, que hicieron que su cabeza pendiera 14 días, expuesta a la intemperie, junto a una puerta de la muralla de Barcelona; Antonio de Villarroel, General jefe de Cataluña y comandante de la plaza de Barcelona. Éste último proclamó: “Combatimos por toda la nación española”.[23]
Frente a ellos militaron, en las filas borbónicas, otros patriotas, hombres honestos, que querían ver a España, imitando a Francia, seguir su destino, y aquellos para el que el principio de la «obediencia debida» al mandato regio, el testamento de Carlos II, pasaba por encima de cualquier consideración jurídica sobre su validez o invalidez; militaron también en su mayoría las clases altas atemorizadas por el «cariz populista» que desde el comienzo se señaló en el partido austriacista.
Los catalanes que intentan mantener la dignidad y la honradez intelectual, los que creen que la nación española es un conjunto de leyes, fundamentadas en una Constitución aprobada por todo el pueblo español, que nos iguala a todos en derechos y deberes, los que no están dispuestos a inventarse el pasado, conmemoran que el 11 de septiembre de 1714:1.- Los catalanes se levantaron en armas en nombre de España.
Los habitantes de algunas ciudades catalanas se levantaron en armas contra una oligarquía comercial barcelonesa que imponía sus intereses y en nombre de la libertad de España y de todos los españoles. Ferrán Soldevila, historiador nacionalista catalán, dice:
“Hasta el último momento de la lucha los objetivos habían sido los que se hacían constar en el documento dirigido al pueblo: salvar la libertad del Principado y de toda España; evitar la esclavitud que espera a los catalanes y al resto de españoles bajo el dominio francés; derramar la sangre gloriosamente por su rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España” (F. Soldevila, Moments crucials de la Història de Catalunya).
¿Por qué los nacionalistas de hoy han tergiversado los hechos que los nacionalistas de ayer reconocían como ciertos? ¿Por qué historiadores radicalmente nacionalistas como Soldevila coinciden en su explicación de los hechos de 1714 con historiadores no nacionalistas, mientras hoy difieren totalmente e inventan unos hechos que no sucedieron?
2.- No hubo enfrentamiento entre regiones:
Al revés de lo que inventan hoy los nacionalistas, la guerra de Sucesión no supuso el enfrentamiento entre Cataluña- Austria y España (o Castilla)-Francia. Ciudades y comarcas pertenecientes al antiguo reino de Aragón como Castellón, Alicante, el valle de Arán, el interior de las provincias de Barcelona y Valencia, Calatayud o Tarazona, fueron partidarias de Felipe V, el rey Borbón. Y lugares como Madrid, Alcalá o Toledo se declararon fieles al aspirante austriaco, el archiduque Carlos. El enfrentamiento interterritorial de 1714 es otra patraña más inventada por el nacionalismo para negar el carácter de guerra civil que tuvo aquella sucesión al trono.
3.- Ningún ejército español tomó Barcelona.
Las fuerzas que integraban el ejército de Felipe V estaban formadas por soldados procedentes de varias regiones españolas y aun de países europeos. De él formaban parte varios miles de soldados nacidos en Cataluña. En cuanto al bando supuestamente catalán, los soldados que se enfrentaron a Felipe V y fueron derrotados el 11 de septiembre de 1714 estaban mandados por un general, Antonio de Villarroel, que en su última arenga recordó a las fuerzas bajo sus órdenes que estaban luchando “por nosotros y por toda la nación española”.
4.- Los vencedores no destruyeron la identidad nacional de nadie.
El fin del sistema foral que había estado vigente hasta 1714 fue abolido sin que en tal medida existiera la menor voluntad de acabar con una “identidad nacional” que solo se inventaría doscientos años después con personajes como Prat de la Riba. Es otra muestra más de supina ignorancia histórica, cuando no de mala fe y de manipulación, sostener que semejantes argumentos podían encajar en la mentalidad y las estructuras políticas y jurídicas del siglo XVIII.
Felipe V juró en 1702 fidelidad a las leyes de Cataluña, cosa que no siempre habían hecho sus predecesores. Pero los sublevados de 1714 cometieron un delito de lesa majestad. Habían traicionado su juramento de fidelidad y eran culpables del peor de los pecados políticos de la época.
No hay aquí relación jurídica entre estados, solo existía uno, sino una traición a la lealtad debida expresada a través de compromisos personales y colectivos con la dinastía. De modo que los privilegios de las zonas derrotadas fueron abolidos como castigo a la traición dinástica, en modo alguno como procedimiento para destruir una nación que no existía.
5.- Nadie persiguió la lengua catalana.
Los decretos de Nueva Planta, a través de los cuales se articuló el Estado adaptándolo a los mismos criterios modernizadores que se estaban aplicando en otros países y que se consideraban esenciales para organizar con mayor eficacia el único país que existía, es decir, España, en ningún momento prohibieron el uso de la lengua catalana. Los nacionalistas no pueden mencionar ni una sola línea de aquel texto en que se prohíba el uso del catalán. Por la sencilla razón de que no era esa la intención de los decretos. Además el catalán no se utilizaba en la documentación administrativa, jurídica, etc., de las instituciones catalanas. La lengua de la administración, en Cataluña como en toda España, era el latín. Mal podía pues prohibirse el catalán.
Lo único que legislan en este sentido los decretos de Nueva Planta[24] es que los documentos de la Audiencia de Barcelona debían abandonar el latín para usar el castellano. Y esa norma se adoptó en toda España. Se puede argumentar que fue una medida injusta. Pero eso también será falsear la realidad porque supone juzgar con criterios actuales los códigos que regían hace 300 años.
6.- No hubo una reacción “nacional” catalana porque no hubo agresión españolista.
Tras el 11 de septiembre de 1714 nadie en Cataluña lamentó los hechos en el sentido en que se plantea hoy. No hubo una reacción de carácter nacionalista, catalanista, frente a la toma de Barcelona[25]. No existe un solo documento, del tipo que sea, que recoja la queja de un pueblo agredido, de una nación vejada y sometida, o la lamentación por la supuesta prohibición del catalán.
7.- 1714 supuso el despegue económico de Cataluña.
Con el desmantelamiento de los últimos residuos feudalizantes de la arcaica sociedad española de la época gracias a leyes importadas de Europa como los decretos de Nueva Planta, la economía catalana quedó lista para iniciar su despegue y pudo convertir el Principado en la región más próspera de España. Las medidas políticas del rey Borbón sentaron las bases del desarrollo económico catalán de los siglos XVIII y XIX. Sin el fin de los arcaicos privilegios de la monarquía austriaca tanto en Cataluña, como en el País Vasco, como en el resto del país, España hubiera permanecido anclada quién sabe cuánto tiempo más en el pasado.
8.- No hubo mártires en 1714.
La represión que siguió a la toma de Barcelona fue del mismo tipo y alcanzó la misma intensidad que la desatada en cualquier otro episodio de guerra civil[26], con independencia de la región que lo viviera. La brutalidad de las represalias resulta espantosa contemplada desde nuestro actual punto de vista, pero no fue más sanguinaria por estar dirigida a los sublevados de Barcelona.
Ni siquiera su supuesto líder, Rafael Casanova, se comportó como el héroe y mártir que hoy nos presenta el nacionalismo. Casanova, que no quería resistir frente al ejército de Felipe V sino negociar la entrada de las tropas en la ciudad, no mostró el menor ardor patriótico y falsificó el certificado de su propia defunción para huir de la ciudad disfrazado de fraile. Se instaló a pocos kilómetros, en Sant Boi de Llobregat, y ejerció tranquilamente su profesión de abogado. No perdió ninguno de sus bienes y a los pocos años fue perdonado públicamente por el rey Felipe V[27].
Este es el héroe de la sin igual resistencia frente al ejército invasor castellano que acabó con la independencia de Cataluña tal día como el 11 de septiembre de 1714.[28] Esta es la historia que se han inventado los nacionalistas que se reúnen en Barcelona para conmemorar una patraña de este calibre.
CONCLUSION:
Si 1714 fue una derrota de la “nación” catalana frente a España, ¿por qué ningún contemporáneo lo proclama? ¿Tal vez el miedo, la represión? Pero tampoco lo proclaman los hijos de los derrotados. Ni sus nietos. Durante 150 años nadie se queja del episodio del 11 de septiembre. De hecho no existe la menor protesta hasta que llegan los inventores del nacionalismo, a finales del siglo XIX. La fiesta del 11 de septiembre no se establece hasta 1901, es decir, cuando cuatro extraviados que defienden los intereses económicos de las clases dirigentes catalanas se han inventado ya lo de que Cataluña es una nación. ¿Dos siglos sin sentirse agraviados como nación? ¿No será que no hubo agresión nacional?
BIBLIOGRAFÍA:
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García de Cortázar, Fernando. «Los mitos de la historia de España»,. Planeta, Barcelona, 2003, p. 15
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Pabón, J, “Cambó”, 1876-1918, Barcelona, Alpha, 1952, vol.I, capítulo III, pp., 97-163.
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Palomar Baró, Eduardo, Barcelona. Carta al director de El País, edición de Cataluña. Citado en José Luis Vila-San-Juan, «Mentiras históricas comúnmente creídas», pp. 235-236. Planeta, Barcelona, 1996
http://www.ellibrepensador.com/2009/09/11/la-verdadera-historia-del-11-de-septiembre-de-1714/, Mayo 2010.
[1] (Vic, 1863-Barcelona, 1918) Abogado y político español. En 1882 fundó en Vic LÁlmogàver y, en 1891, La Veu de Catalunya en Barcelona. Creó el Centre Escolar Catalanista, que sería la base de la derecha nacionalista catalana. Fue uno de los fundadores de la Lliga Regionalista de Catalunya. Aunque su precario estado de salud le alejaba del primer plano político, desempeñó diversos cargos locales, como el de concejal (1909-1910) y diputado provincial (1911-1913) por Barcelona y a Cortes por Vic (1914-1916). Fue autor de La primera victòria del catalanisme (1914).
[2] (1823-1901) Periodista y escritor español, n. en Torredembarra (Tarragona) y m. en Barcelona. Inició su carrera periodística como crítico teatral del Diario de Barcelona (1841); pero, interesado en la política, transformó este periódico en órgano del conservadurismo español. A partir de 1863 fue director de La Época de Madrid sin dejar por ello de colaborar en el Diario, cuya dirección asumió dos años más tarde. Católico ferviente, fue, sin quererlo, figura descollante en el palenque político de su época. Favorecido con la confianza de Pío IX, Alfonso XII y Cánovas del Castillo, se enfrentó a éste al defender los fueros de las Provincias Vascongadas y Navarra (1878). Con tal motivo escribió El oasis: viaje al país de los fueros. Otras obras suyas fueron El regionalismo y Cartas provinciales.
[3] Pabón, J, “Cambó”, 1876-1918, Barcelona, Alpha, 1952, vol.I, capítulo III, pp., 97-163.
[4] Palacio Atard, V, “Manual de Historia de España”, “Edad Contemporánea I”, Madrid, Espasa Calpe, 1978, pp. 539 y ss.
[5] (Vilafranca del Penedès, España, 1818-id., 1884) Filólogo y escritor español en lenguas castellana y catalana. Licenciado en filosofía y letras y en derecho, en 1846 obtuvo la cátedra de literatura en la Universidad de Barcelona, donde llevó a cabo importantes estudios sobre la literatura catalana medieval, de la que fue un destacado historiador. Presidente de la Academia de las Buenas Letras de Barcelona entre 1861 y 1878, intervino en las polémicas sobre la unificación de la ortografía catalana. Autor de varios poemas en castellano y catalán, cultivó también la crítica literaria y de arte. Entre sus obras destacan: De los trovadores en España (1861), Ressenya històrica i crítica dels antics poetes catalans (1865) y De la poesía heroico-popular castellana (1874). Impulsó la restauración de los Juegos Florales en 1859, que tendrían una importancia crucial a la hora de relanzar la cultura catalana.
[6] (Barcelona, 1860 – 1911) Poeta español en lengua catalana. Durante su juventud se debatió entre su vocación literaria y la carrera de derecho a la que parecía destinado, en gran parte debido a las presiones familiares. Escribió sus primeros versos, en castellano y catalán, durante sus estudios de derecho, al mismo tiempo que realizó diversas traducciones, sobre todo de Goethe, que ejerció en él una gran influencia.
En 1894 ganó los Jocs Florals con una composición que se hizo muy popular, La sardana, y un año después apareció su primer volumen poético, Poesías (Poesies, 1895), que incluía uno de sus más célebres poemas, La vaca ciega (La vaca cega).
En sus artículos publicados en el Diario de Barcelona llevó a cabo una crítica constante de la sociedad burguesa catalana, en un complicado equilibrio entre su anticonvencionalismo romántico y su conciencia de los problemas y la realidad del país. El desastre colonial de 1898 le impulsó por corrientes afines a las de la Generación del 98, manteniendo a partir de 1900 una intensa relación epistolar con Unamuno.
Su Elogio de la palabra (Elogi de la paraula, 1903) propone una concepción de la poesía de raíz romántica y basada en la inspiración y la espontaneidad. En Visiones y cantos (Visions i cants, 1900) aparece el comienzo de su poema extenso El conde Arnau (El comte Arnau), de tema legendario con reminiscencias del Fausto, de Goethe, que significó su consagración y por el que, a la muerte de Verdaguer en 1902, fue declarado su heredero y el mayor poeta en lengua catalana.
[7] (1824-1901) Político y escritor español, n. en Barcelona y m. en Madrid. Fue diputado, ministro de Fomento y Ultramar (1869), presidente del Consejo de Estado y del Tribunal de Cuentas del Reino y miembro de las academias de la Lengua (1875) y de la Historia. Como historiador dedicó gran parte de su actividad a la exaltación de las glorias de la Cataluña medieval: Historia de Cataluña, Lecciones de Historia, Historia de los trovadores, etc. Fue además uno de los propulsores del renacimiento literario catalán (la «Renaixença») del s. xix, al que contribuyó con sus trabajos de historia y sus libros de poesía en lengua catalana: Lo trobador de Montserrat y Esperances i records. Formó parte del primer consistorio de los Juegos Florales de Barcelona (1859).
[8] Tarifas oficiales que determinan los derechos que se han de pagar en varios ramos como el de costas judiciales, aduanas, etc.
[9] Barcelona, 1870- id., 1954) Político español. Fue un activo político del movimiento catalanista y militó en diversos partidos de este signo. Nombrado secretario de la Lliga regionalista (1901), fue concejal del ayuntamiento de Barcelona (1906-1910, 1916-1920, 1934-1936), senador (1919, 1920 y 1923) y diputado del parlamento catalán (1932). Es autor de numerosas obras teóricas sobre el nacionalismo catalán, entre las que destaca Regionalismo y federalismo (1905).
[10] Cataluña y España para Prat de la Riba : “España no es cuestión de lengua ni de corazón, sino de vientre. Para los que viven de ella, España es una realidad providencial indiscutible; para los demás es una expresión geográfica o bien la denominación impropia de una sola de las nacionalidades españolas, la nacionalidad castellana (…)”.
1 de abril de 1896.
[11] Nacido en Mataró (El Maresme) en 1867. Siendo todavía estudiante, entró en 1887en el Centre Escolar Catalanista y formó parte del grupo de la Renaixença (Renacimiento) y se puso a trabajar en su ciudad natal. Mas tarde se desplazó a Barcelona, donde finalizó sus estudios de arquitectura en 1891. Nombrado Profesor de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, (Especialidades de Hidráulica y de Resistencia de materiales), desarrolló ampliamente sus cualidades como arquitecto. Además de su actividad profesional como arquitecto, desarrollo una amplia actividad política en el campo del catalanismo. En 1917, al morir Enric Prat de la Riba, le sustituyó como Presidente de la Mancomunitat de Catalunya creando escuelas e instituciones culturales (Junta de Museus, nuevos museos del Parc de la Ciutadella de Barcelona, impulso de las excavaciones de Empuries), vías de comunicación y mejora de la explotación agraria en Catalunya.
[12] Fernández Almagro, O, “Los orígenes del régimen constitucional en España”, Madrid, 1929. Cito por la reedición de Barcelona, 1976, vol. III, p190.
[13] Díaz Villanueva, Fernando, «Per la patria y per la llibertat de toda Espanya», PASAJES DE LA HISTORIA DE ESPAÑA, artículo del 7-9-2007 en www.libertaddigital.com /
[14] Basado en http://www.ellibrepensador.com/2009/09/11/la-verdadera-historia-del-11-de-septiembre-de-1714/, Mayo 2010.
[15] Porque lo ha venido ocultando la historiografía borbónica.
[16] Uno de los principales exponentes de la historia total marxista. Sus primeros contactos con tierras catalanas datan de dos estancias en Barcelona los años 1934-36 y 1945-47 donde compaginó la preparación de su tesis doctoral sobre la Cataluña moderna y sus clases en el Instituto Francés de Barcelona. Catedrático en la Sorbona desde 1965 hasta su retirada. En mayo del año 2000, con la edad de 93 años, recibió el tardío, pero justo reconocimiento a su labor histórica por parte de Cataluña, al serle concedida la «Medalla d´Or de la Generalitat de Catalunya». En un breve discurso pronunciado en la Maison de Catalogne de Paris afirmó: Podría pasarme cinco horas hablando sobre la importancia que para mí tuvo el descubrimiento de Cataluña y el papel que ha desempeñado en mi vida. Nada más. Estas escuetas y significativas palabras se hallan ampliadas por su obra.
[17] Aprobado por el Consejo de Estado.
[18] El tratado preveía la boda entre Luis XIV de Francia y María Teresa de Austria, hija de Felipe IV de España, cuya dote se fijó en medio millón de escudos de oro, a cambio de renunciar a sus derechos sucesorios al trono de España. Esta compensación no se pagará jamás, sirviendo de excusa a Luis XIV para anular el tratado e iniciar nuevas hostilidades, siendo uno de los factores que llevará a la Guerra de Sucesión Española en 1702.
[19] El gobierno del archiduque en Cataluña no fue nada satisfactorio: represión implacable contra los contrarios, malversación, favoritismo y detalles absolutistas; todo ello fue provocando el desencanto de muchos catalanes. (Antoni Ferret. «Compendi d’Història de Catalunya». Claret, Barcelona, 1989. Citado en José Luis Vila-San-Juan, «Mentiras históricas comúnmente creídas II», Planeta, Barcelona, 1996, p. 227).
[20] Una vez en el trono [fue proclamado rey de España el 16 de noviembre de 1700, en Versalles], Felipe V no tardó en anunciar su visita a Aragón y Cataluña, convocando sus Cortes (…) Las Cortes catalanas se reunieron del 12 de octubre de 1701 al 14 de enero de 1702 (…) Felipe V se mostró sumamente comprensivo y político para atraerse a los catalanes; a tal punto que un testigo de la época, Macanaz, escribía en sus memorias: «Los catalanes consiguieron todo lo que deseaban, porque ni a ellos les faltó cosa por pedir, ni al rey cosa que concederles, y así vinieron a quedar más independientes del rey que lo es el Parlamento de Inglaterra». (Marcelo Cap de Ferro. «Historia de Cataluña». MES Euroliber, Barcelona, 1967. Citado en José Luis Vila-San-Juan, «Mentiras históricas comúnmente creídas II», pág. 219. Planeta, Barcelona, 1996) -[Los catalanes] obtuvieron la esperada concesión de poder comerciar con América, el establecimiento de un puerto franco en Barcelona y la organización de un Tribunal de Contrafueros [cuya misión era examinar las denuncias sobre las extralimitaciones de los funcionarios reales]. (JL VSJ, op. cit., 219) -Hasta que se firmó el secreto Pacto de Génova, el 20 de junio de 1705, el principado de Cataluña, con todos los beneficios que le había adjudicado Felipe V (…), no abandonó al rey que gobernaba desde Madrid. (JL VSJ, op. cit., p. 223) El mencionado pacto fue suscrito por Mitford Craw, embajador en Italia de la reina Ana de Inglaterra, y los catalanes Antoni de Peguera i Aymerich y Domingo Perera. VSJ afirma -p.225- que era «un verdadero tratado de adhesión de Cataluña a la Gran Alianza, o sea, la declaración de guerra del principado a Felipe V». «(…) para el buen amante de la Historia -añade líneas más adelante VSJ- ninguno de ellos [Peguera, Perera y sus compinches] significaba nada: ni Generalitat ni Consejo de Municipio, que eran las dos instituciones autonómicas con que, entonces, contaba Cataluña (o Barcelona)».
[21] Austria reconoce a Felipe V como rey de España y de las Indias y, este renuncia a la posible herencia de la Corona de Francia, obtiene Bélgica y Luxemburgo; el Milanesado, Nápoles y Cerdeña (después Sicilia).
[22] En contra de todas las tergiversaciones surgidas sobre la figura de Casanova, hay que decir que fue un gran español que creía mejor y más libre la España de los Austrias que la de los Borbones, y con ese convencimiento lanzó un manifiesto -cuidadosamente ignorado por los manipuladores de turno- el 11 de septiembre de 1714 a las tres de la tarde, en el que, entre otras cosas, decía: «Se confía en que todos, como verdaderos hijos de la patria, amantes de la libertad, acudirán a los lugares señalados con el fin de derramar gloriosamente su sangre y su vida por el rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España».
[23] Como dice Pierre Vilar, el patriotismo desesperado de 1714 no es únicamente catalán, sino español.
[24] Los Decretos de Nueva Planta son un conjunto de decretos con los cuales cambió la organización territorial de los reinos hispánicos de Castilla, Aragón, Valencia y Navarra, creando el moderno Reino de España. Fueron promulgados por Felipe de Anjou pretendiente de la Casa de Borbón, tras su victoria en la Guerra de Sucesión Española sobre el Archiduque Carlos de Austria, pretendiente de la Casa de Austria. La Corona de Aragón había sido partidaria de este último y los reinos de Castilla y Navarra apoyaron al pretendiente borbónico.
Los Decretos de Nueva Planta terminaron con la tradición confederalista que habían tenido los monarcas de la Casa de Austria en España y tuvieron el efecto de castigar a los que se habían alineado en contra del pretendiente borbónico, que pasó a reinar con el nombre de Felipe V. Abolieron los antiguos fueros propios de los reinos y condados de la Corona de Aragón y extendieron la organización administrativa del Reino de Castilla y el uso del castellano a estos territorios, siguiendo el modelo centralista de los Borbones franceses.
Los decretos de Valencia y Aragón se publicaron el 29 de junio de 1707, teniendo como resultado la abolición de todo el derecho civil y privado de los reinos de Valencia y de Aragón. Si bien con éste último fueron más benévolos, en Valencia se prohíbe la lengua valenciana, se reprime toda manifestación sociocultural propia, y se crean agravios comparativos con la instauración de alcabalas, alojamientos, y otros impuestos. Dicha revancha se extiende posteriormente a Cataluña y Mallorca.
El 13 de abril de 1711 se dictó un segundo decreto por el que se restablecía parte del derecho aragonés otorgándose una nueva organización planta a la Audiencia de Zaragoza. En el caso de Aragón la asimilación castellana fue más fácil, puesto que el idioma propio ya había sido absorbido por aquel entonces por el castellano en la parte sur del territorio.
El tercero, el de Mallorca, se publicó el 28 de noviembre de 1715, siendo más complaciente y fruto de una actitud más negociadora.
El cuarto decreto que afectaba sólo a Cataluña se dictó el 16 de enero de 1716 y como fue el territorio que mostró más resistencia fueron también los más duros. Abolían la Generalitat de Cataluña, las Cortes, el Consell de Cent. Además se sustituía al virrey por un capitán general y se dividía Cataluña en corregidurías, como Castilla y no en las tradicionales vegueries. Se estableció el catastro gravando propiedades urbanas y rurales y los beneficios del trabajo, el comercio y la industria. Igualmente, el idioma oficial del Principado fue sustituido por el castellano, aplicándose desde entonces obligatoriamente en las escuelas y juzgados. También se cerraron las universidades catalanas que apoyaron al archiduque Carlos.
Con este proceso unificador, España se configura como un solo reino. Así mismo, Felipe V se convirtió en el primer rey oficial de España, usando la numeración de los reyes de Castilla y el escudo de Castilla como propio de toda España hasta 1868, cuando tiene lugar la revolución de septiembre, que prepara el advenimiento, en 1873, de la I República.
[25] La tozuda resistencia que opuso Barcelona a los ejércitos de Felipe V tampoco fue la lucha heroica y popular que celebran cada 11 de septiembre los nacionalistas catalanes. La nobleza y el clero no mostraron ningún entusiasmo por seguir amurallados contra Felipe V, y las masas, entre gritos ahogados y casas arrancadas de cuajo, no pedían sino que se acabara la resistencia, y con ella el hambre y las bombas. Las peleas entre los líderes barceloneses también fueron frecuentes. Villarroel y Rafael de Casanova, dos de los héroes más celebrados, lucharon hasta el último momento, pero ambos se opusieron rotundamente a la resistencia final y se inclinaron por una solución negociada. La resistencia entre murallas, la resistencia entre barrios y calles muertas, no fue cosa ni latido natural del pueblo, sino empeño de unos grupos muy reducidos abandonados por la mayoría de los catalanes y tan carentes del sentido de la realidad como los que en 1641 habían hecho a Luis XIII conde de Barcelona para arrepentirse después y desangrar parte de Cataluña con la ocupación del ejército francés. Tan alejados de la realidad que todavía el 24 de septiembre de 1714, días después de que las tropas del duque de Berwick hubieran entrado en Barcelona, los embajadores catalanes desplazados a Londres continuaban alentando la resistencia, porque «lo cierto es que el rey Jorge I, el príncipe y su hijo y la corte de Hannover están inclinados a vuestro alivio y beneficio […] sólo falta que de aquí se influya con eficacia y que Barcelona se mantenga así». Fernando García de Cortázar. «Los mitos de la historia de España», Planeta, Barcelona, 1996; pp. 147-148.
[26] Como ejemplo contrario, y no es el caso de fomentar el enfrentamiento ni faltar a la verdad histórica, es necesario decir que durante la guerra de sucesión se produjeron actos inhumanos por ambas partes: El Regimiento León, nº 38, es denominado “El Arcabuceado” por haber sido vilmente fusilados casi todos sus soldados en el Castillo de Genebret (Cataluña) por los partidarios del Archiduque, en el año 1714, después de haber sido prisioneros.
[27] Otras fuentes dicen: El 11 de septiembre Rafael Casanova, portando la bandera de Santa Eulàlia, patrona de Barcelona, fue herido de un tiro en una pierna. Posteriormente se refugiaría en San Baudilio, para en 1719 volver a Barcelona, donde siguió ejerciendo la abogacía, sin ser molestado hasta su muerte, en el año 1743(…)El día 19 llegó el nuevo gobernador, Juan Francisco de Bette, marqués de Lede, que no respetó, en absoluto, las condiciones de rendición estipuladas por Berwick, procediendo a la detención (con engaño) de los principales dirigentes austrófilos. Varios fueron ejecutados y aprisionados. Casanova se salvó porque, temiéndose lo peor, un amigo suyo médico firmó un parte de defunción, y su supuesto cadáver fue registrado en el hospital de la Santa Cruz.[…]
En 1719 (…) debió de haber una amnistía, porque Casanova reapareció en público y volvió a ejercer tranquilamente su carrera de abogado. […]Recordemos que fue un excelente conseller en cap [en cursiva, en el original], héroe cuando debió serlo y pacifista cuando tuvo que ceder. Luchó por su patria (Cataluña y España) y se rindió con honor. Pero no fue un mártir de la independencia catalana. Eduardo Palomar Baró, Barcelona. Carta al director de El País, edición de Cataluña. Citado en José Luis Vila-San-Juan, «Mentiras históricas comúnmente creídas», pp. 235-236. Planeta, Barcelona, 1996
[28] Fernando Gª de Cortázar. «Los mitos de la historia de España»,. Planeta, Barcelona, 2003, p. 15: Cataluña cicatrizó sus heridas y descubrió pronto la rentabilidad económica que había detrás de los decretos de Nueva Planta y del absolutismo de los Borbones. El siglo XVIII, sobre todo tras la llegada de Carlos III al trono, contemplaría la escalada de los grandes comerciantes catalanes y el esplendor del puerto de Barcelona, abierto al inmenso negocio de América. Lo que muchos catalanes de hoy tienden a recordar como una época de opresión fue, en realidad, una época de prosperidad, con una burguesía interesada en colaborar con la monarquía y un pueblo que recibe afectuosamente a Carlos III y toma una actitud favorable al rey durante el motín de Esquilache.