La propensión a considerar superficialmente todo lo que no afecta de modo directo a la vida profesional, hace suponer a los militares que política es cabalmente ese embrollar, zurcir, engañar, urdir trapisondas y prevaricar sin escrúpulo, que, pese a las mejores voluntades, es la circunstancia de la vida política de un Estado en descomposición donde algunas regiones ni siquiera acatan las demandas constitucionales. El militar siente un rechazo hacía todo esto y de rechazo hacía la misma esencia de la verdadera política que no acierta ni siquiera a entrever una aversión profunda y sin recato.
El militar ha tenido ocasión de presenciar como una mala política puede producir el desquiciamiento de una Nación y de su sistema constitucional, con la inminencia de su ruina. Y así, sin deber formularse, quizá, todo género de justificaciones para basar su intromisión, como sucedía en las guerras civiles del XIX y XX, ésta queda plenamente justificada en el Artº 8º de nuestra Constitución.
Y de una en otra abstención, y de uno en otro acto de constricción subsecuente, al margen de la política, el Ejército ve como se desmiembra España.
Será en la hora de la paz irreparable el daño que pudiera causar una irreflexiva inhibición, de nuevo, ante los problemas que nos plantean determinadas Comunidades: problemas esencialmente políticos y que requieren soluciones políticas. España, ciertamente se puede morir pero viene muriéndose de un mal que pudo haberse cortado no hace muchas tiempo con una buena política de Estado. Si no se hubiera conocido y no se hubieran dado cuenta de sus consecuencias inevitables, como ya Lintz proclamó recién aprobada nuestra Constitución, de la gravedad de los nacionalismos, especialmente el catalán según este autor, acaso se evitarán muchos dolores. Pero esto exige conocer de política a la que los Ejércitos les ha sido vedada durante lustros; haber conocido los principios sobre los que se basa la verdad política y, esto, evitaría dejar que el daño llegue tan a lo hondo y tan al borde de lo irreparable, como para que se haga imprescindible la aplicación del supracitado por todos Artº 8º e , incluso, el 155º como medida menor, pero que, indudablemente iría acompañado de uno de los estados de alarma, excepción o sitio, dado que el problema político se ha trasladado a lo social y que ello puede dar como resultado alteraciones graves del orden establecido.
Es de esperar que esta conmoción que han producido ciertas comunidades no sea inútil. No hay ningún miembro de la Institución que no haya tenido conocimiento de las innovaciones introducidas en la organización militar por los enemigos de la misma como la suspensión del Sistema militar de recluta Mixta, moneda de cambio para dejar gobernar al Ex-presidente Aznar en la 1ª legislatura del Partido Popular que ha traído consigo la quiebra ideológica y el adoctrinamiento de los RRHH de la Nación, sin ninguna traba institucional, por aquellos que ahora exigen soberanía.
Se hace evidente ahora, todo según Jorge Vigon, para nosotros, la posible necesidad de que los Oficiales de todos los grados se conviertan en Comisarios Políticos de sus Unidades, siempre en el más benevolente sentido del término; que sepan cómo se pone a punto el espíritu de sus hombres para la realización de las misiones que les confían o que presumiblemente les van a confiar. Y todo ello hecho desde tiempo de paz. Esto requiere que se forme con unidad de doctrina, la conciencia política de la oficialidad. Este cometido debe llevarse a cabo desde las Academias y desde las Escuelas, en todas las Unidades en las que será preciso conceder el tiempo y la atención que requieren al estudio y a la exégesis de los principios inmutables en que se asienta la doctrina política que conviene a la salud de España, que es una, como es una La Verdad.
Sólo así podrá el Ejército servir debidamente esa función que le compete como salvaguarda de la Unidad de España
Enrique Area Sacristán
Teniente Coronel de Infantería
Doctor por la Universidad de Salamanca