Posiblemente sea el cumplimiento del «deber ser» uno de los valores más menguados actualmente entre la clase política española y la razón quizás haya que buscarla en la desmedida explosión de los derechos que se han dado a sí mismos los politiquillos, existiendo, en cambio, una verdadera aversión a reconocer o hablar de todo lo que suene a deberes o más exactamente al concepto deber. Se prefiere, sin duda, buscar palabras sinónimas o equivalentes, aunque por cierto no siempre sean tales. Se habla de obligaciones, tareas, cometidos, funciones, etc., pero se nota una cierta resistencia a hablar directamente del deber que tienen de defender el bienestar y la concordia en la sociedad que los ha elegido. Así en singular y que dan ganas de escribir con mayúscula, para diferenciarlo de esos sinónimos, que no lo son, que son antítesis de lo que entendemos los militares por «deber». El artículo primero de las Reales Ordenanzas dice que éstas:
«Constituyen el marco que define las obligaciones y derechos de sus miembros, así como que su objeto preferente es exigir y fomentar el exacto cumplimiento del deber…»
Con lo que nos presentan tres conceptos: derechos, deberes y obligaciones, acerca de los cuales, aunque perfectamente conocidos de todos, quizás convenga hacer alguna puntualización, especialmente sobre los dos últimos. Como ya se ha dicho, es frecuente que, en la conversación normal, se use indistintamente ambos conceptos lo que produce en muchas ocasiones confusión o identificación entre ellos, por lo que parece oportuno recordar qué debe entenderse por «deber» y qué por «obligación». Ciertamente ambos conceptos implican algo que es preciso hacer o realizar en virtud de la imposición de un precepto o norma, que para el primero es de orden «religioso, natural o positivo», en definitiva, inculcado por Dios en la conciencia del hombre, mientras que la segunda es de índole humana, al tratarse de normas dictadas por el hombre.
El deber, por consiguiente, Diccionario de la Lengua Española, no puede «contabilizarse con medidas de tipo contractual ni con criterios de eficacia». Yo creo que «el deber» sólo se puede medir con criterios de amor y generosidad, y en esta misma línea se manifiesta Martínez Bande cuando llama: «Hombre moral al que sujeta sus actos al cumplimiento del deber y afirma que no basta seguir la regla del mínimo esfuerzo sino que hay que entregarse al deber con los brazos abiertos hasta llegar a ser hombres de honor, a quienes, por otra parte, considera como el «primer juez de sus actos”; y puesto que estamos hablando del deber del militar, considero que podríamos definirlo como aquello que cada uno se siente obligado a hacer por su Patria, en función de su amor y generosidad hacia ella, con independencia de lo que las leyes y demás preceptos señalen. Según lo anteriormente dicho, parece surge un problema, aunque yo no lo considero como tal, y es que, si bien las obligaciones para con la Patria son las mismas para, todos a igualdad de condiciones, los deberes no lo son ya que estos son función de la conciencia y generosidad de cada uno. Como creo que un ejemplo vale más que 1.000 palabras, voy a tratar de explicar lo que quiero decir con un sencillo ejemplo. El amor a la Patria o patriotismo, se ha comparado tradicionalmente con el amor filial o a los padres, y así como observamos que en las familias de varios miembros, las respuestas de, cada uno de ellos ante las diversas circunstancias de la vida y necesidades de los padres, son distintas en función del grado de generosidad de cada uno, a pesar de que todos ellos en principio tienen el mismo deber en relación con sus padres, exactamente igual sucede en relación con la Patria, en que cada ciudadano responde de diferente forma, también en función de su mayor o menor amor y generosidad hacia ella. No ocurriendo lo mismo con las obligaciones, pues al estar estas determinadas por normas o acuerdos, suelen ser las mismas a igualdad de circunstancias.
Ya se ha señalado anteriormente, que las Reales Ordenanzas, aún sin especificarlo, señalan la diferencia entre el deber, vinculo de naturaleza moral, y las obligaciones, contractual y humano, dedicando tres artículos a exaltar el cumplimiento del deber, en los que apela:
«Al sentimiento del honor inspirado en una recta conciencia, a la honrada ambición y al patriotismo…, primero y más funda mental deber de todo militar. Refiriéndose a las obligaciones en dos ocasiones: cuando señala que el cabo debe infundir en el soldado o marinero mucha exactitud en el desempeñe de sus obligaciones y al oficial que llegar tarde a su obligación, aunque sea de minutos … son pruebas de gran desidia e inaptitud para la carrera de las armas, aspectos estos de exactitud y puntualidad medibles humanamente y no los anteriores de honor, honrada ambición o patriotismo.» Quizás sea este el momento de referirnos a la tan conocida y a veces manoseada frase de «satisfacción del deber cumplido», «tesoro del soldado» a decir de Martínez Bande, ya que de lo dicho anteriormente se desprende que sólo uno mismo puede saber si ha cumplido o no con su deber y en consecuencia sólo uno mismo puede satisfacerse con su cumplimiento. Para el general Montero Romero dicha expresión:
«Casi constituye un lugar común, para una sociedad sin más norte que la ambición de bienes materiales. A este respecto, el comandante García Llarena opina que esa satisfacción es como una realimentación que se produce en la realización de un trabajo, de forma que puede multiplicar el rendimiento obtenido hasta niveles insospechados.» Con el que por supuesto estoy de acuerdo en lo fundamental aunque no me acaba de gustar la palabra «trabajo» recoge las ideas contenidas en las RROO en un lacónico artículo cuarto, que dice: «Ser fiel cumplidor de su deber y exacto en el servicio.» Más en línea con lo que se viene exponiendo, el ideario paracaidista señala:
«Cumpliré con mi deber y no esperaré el juicio de los hombres, corroborando de esta forma cuanto anteriormente se dice respecto de la interiorización del cumplimiento del deber, remachando a continuación, por si fuera poco, o necesario que cuando mis superiores no me vean, ni me vigilen, cumpliré aún mejor que en su presencia. No cabe duda de que este tipo de cumplimiento del deber logra más héroes que el valor y de ahí la institución universal de la tumba al soldado desconocido».
Así, tenemos que entre el «ser» de los políticos y el «deber ser» que asumen moralmente las FFyCC de Seguridad del Estado, los Ejércitos, los Bomberos, el personal sanitario…y todos aquellos que arriman el hombro entre empresarios grandes y pequeños, autónomos y ciudadanos voluntarios que de una u otra manera aportan lo que pueden y más para salir de esta pandemia, los que se quedan estoicamente en sus casas para evitar una catástrofe entre nuestros padres y abuelos, son los verdaderos patriotas solidarios que, no me cabe ninguna duda, al finalizar este despropósito de los politicastros, les pedirán cuentas.
Apoyado en Francisco Berrio Álvarez-Santullan
Enrique Area Sacristán.
Teniente Coronel de Infantería.
Doctor por la Universidad de Salamanca