¿Qué pasará tras las elecciones? ¿Cuáles son las urgencias nacionales? ¿Es viable el actual modelo político? ¿Qué debemos esperar del futuro? Me planteo estas y otras cuestiones como doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Salamanca, autor de varias publicaciones sobre el papel de las Fuerzas Armadas y profesor multidisciplinar en la Escuela de Guerra del Ejército de Tierra.
Y tras las elecciones catalanas, ¿qué?
En la sociedad actual española ocurren demasiadas cosas, demasiado rápido y se hace necesario poder recapacitar para intentar acertar de cara al futuro, aunque sólo sea para no repetir los errores.
Hoy España tras la recuperación económica del gobierno popular y la tragedia socioeconómica posterior producida por la pandemia y la mala gestión de un gobierno socialcomunista, la crisis arroja un crecimiento muy negativo, aunque los factores sean globales; pero las rebajas salariales producidas en parte por la mano de obra barata de una excesiva inmigración que es imposible asimilar parcialmente, no digamos ya en su totalidad, por el mercado y culturalmente, la precarización del empleo y los recortes sociales han provocado que exista un grave problema de pobreza, paro y desigualdad. El Producto Interior Bruto ha vuelto a caer, y, como consecuencia, no crecen los salarios ni se alargan los contratos, ni siquiera hay más horas trabajadas como consecuencia del COVID 19. El consumo no se recuperará a corto plazo, y sigue habiendo un problema importantísimo sobre endeudamiento público y privado. Además, queda demostrado a lo largo de la historia que se repiten cíclicamente las crisis económicas y que llegarán nuevas burbujas y nuevos estallidos y que habrá nuevos fraudes y abusos provocados por una corrupción política tremenda.
¿Qué sería lo más urgente en el contexto político actual?
Es muy importante en la vida atender lo urgente, pero no es menos urgente hacerse cargo de lo importante.
El día a día devora a los Gobiernos y trata de dar soluciones a los nuevos problemas que ellos mismos crean y los que surgen a diario sin evaluar cómo se resolvieron, si se resolvieron en el pasado. Todos no sabemos, como queda demostrado con la Ley de la Memoria Histórica, que la mejor manera de volver a tropezar en la misma piedra es olvidar dónde estaba la piedra de ayer, además del deber de hacerse cargo de la piedra de hoy que es la más olvidada por la izquierda y a la que se hace frente con discursos anticuados, obsoletos y faltos de realidad y aspiraciones nacionales futuras.
Lo urgente es el paro, la pobreza, los derechos y deberes sociales y las libertades civiles, la lucha contra el terrorismo internacional, contra la corrupción, fuente de desunión nacional fomentada por parte de la supracitada izquierda revanchista de un suceso que hizo historia en el siglo XX y que ninguno de los que estamos viviendo ahora lo ha padecido en sus carnes. La igualdad real entre hombres y mujeres, la atención racional a los refugiados y la integración de los inmigrantes en una España que se define socialmente como cristiana en una gran mayoría, la lucha contra el tráfico de seres humanos o el narcotráfico. La protección del medio ambiente, la creación de empleo de calidad, la atención a personas dependientes.
Lo importante es que la política pueda hacer frente a esos retos y para eso el camino es la plena integración de las diferentes y artificiales diferencias culturales en España en una común y natural, nacional, fruto de una historia común en España que viene desde las monarquías visigodas y que bien podría tomarse como ejemplo en la toma de decisiones en unos momentos de crisis sociosanitaria desde el gobierno de España, unificando criterios.
¿Pero es viable el modelo actual para hacer frente a esos desafíos que se mencionan?
Lo importante es España, porque el modelo actual no se ha demostrado viable mientras la política siga siendo localista y aldeana frente a una economía global. Mercado y Estado alcanzaron un equilibrio en el siglo XX que está saltando por los aires en el XXI fruto de los nacionalismos excluyentes y de la ineptitud y complicidad de los Gobiernos centrales. Salvo que queramos un futuro de consumidores gobernado por grandes corporaciones multinacionales, debemos centralizar la toma de decisiones políticas que garanticen nuestra forma de vida como ciudadanos plenos. Es evidente que estamos muy lejos de conseguir un gobierno central fuerte y por lo tanto es imprescindible empezar por aquello que está a nuestro alcance: la unión de las distintas regiones de España bajo unos principios y nación común cuyo gobierno y presupuestos puedan hacer frente a los retos que afrontamos como españoles. Porque trocear España es el camino mejor para volver al pasado mientras que unirla es la única garantía de que nuestras sociedades avancen y no retrocedan a ejemplos que se dieron en el Este de Europa y que se dan ahora en Países de la América Hispana.
¿Por qué no surge una auténtica opinión pública española?
Sólo cuando las decisiones se tomen en clave nacional nacerá una auténtica opinión pública española como se ha demostrado en las elecciones a eso que llamamos “Generalitat”. Las elecciones al Parlamento de Cataluña son buena prueba de ello y del problema. Baja participación como consecuencia de la pandemia y voto en clave nacional.
Salvo que nacionalicemos la política, vamos a un futuro de consumidores satisfechos y ciudadanos indignados. Adoradores de un mercado que provee rápido y barato de cualquier cosa, aunque sea inmoral, pero que olvida el “deber ser” y se centra en el “ser”.
¿Se percibe que la indignación de los ciudadanos europeos es la expresión de la ruptura con el viejo mundo?
El Brexit del Reino Unido y el gobierno de Syriza en Grecia hasta 2019, la irrupción de un conflicto socio institucional en EE.UU con dudas sobre la legalidad de las elecciones o de Macron en Francia han sido la expresión de la ruptura con el viejo mundo provocado por la indignación y, sobre todo, por la mala gestión política de la crisis mundial. En España fue el fin del bipartidismo y el bloqueo político provocado por el 15 M y el Procés independentista de Cataluña que, no les quepa la menor duda, se extenderá a Vascongadas, como se extendieron las Guerras Civiles en la época del Carlismo en las mismas regiones donde tuvo éxito el mismo.
¿Y qué deberíamos hacer?
España debería estar discutiendo ya sobre el País que ha de surgir tras una década de crisis que hizo temblar los cimientos del edificio, pero parece que, de nuevo, lo pequeño está ganando a lo importante y perdemos el tiempo discutiendo de viejos problemas como la Guerra Civil o la exhumación de cadáveres en lugar de hablar de nuevos retos como la unificación de ciertas materias importantísimas para la supervivencia de la Nación como la educación, la justicia, la economía, sus usos y costumbres y su propia mentalidad.
Corregir errores y combatir injusticias, ¡desde luego! Ser conscientes de todo lo logrado y no echar tierra sobre ello despertando viejos fantasmas, ¡también!
España reunía antes de la pandemia todas las condiciones para ser uno de los motores en Europa y está perdiendo el tiempo que debe dedicar a esta tarea discutiendo sobre cuántas naciones, reinos y marquesados la forman.
Enrique Area Sacristán.
Teniente Coronel de Infantería.
Doctor por la Universidad de Salamanca.