Muchas son las expresiones en las que se utiliza el nombre o apodo de algún personaje (real o de ficción) para hacer mucho más personificado dicho modismo. Nos podemos encontrar con dichos en los que se nombra a un tal Fulano, Mengano o Zutano, a Rita la Cantaora, a la madre del Tano y así un buen número de individuos.
Uno de esos personajes a los que las expresiones populares suelen incluir es el conocido como ‘el Tato’, pudiéndonos encontrar frases hechas como ‘No ha venido ni el Tato’, la más conocida y usada de todas, que preveo será el comentario generalizado en las mesas de votación, ‘No está ni el Tato’, ‘No va a venir ni el Tato’, ‘Esto no se lo salta ni el Tato’ y ‘Como no venga el Tato y lo haga’, que es los que decimos lo que somos conscientes de que ya, desde antes de las votaciones, había un pronóstico de alta abstención, como históricamente ha sido para las europeas, era suficiente indicio del porcentaje de electores que van a ir a votar.
El Tato era el apodo que recibió un torero llamado Antonio Sánchez y que fue sumamente popular durante la segunda mitad del siglo XIX. Famoso por su manera de torear y encarar al toro, el diestro participó en un gran número de eventos taurinos y era invitado a todo tipo de saraos y festejos.
En 1869 una desgraciada cogida hizo que le tuvieran que amputar la pierna derecha, pero a pesar de la discapacidad volvió a vestirse el traje de luces para seguir toreando con una pierna ortopédica. La diferencia con los «profesionales de la política» es que, ni es tan peligrosa ni las consecuencias de un desastre de la gestión gubernamental del referéndum en lo que se refiere a resultados de participación producirá una lesión que obligue a los ínclitos a inyectarse neuronas cerebrales ortopédicas demostrada su inepto y amoral comportamiento.
Lo que hizo especial a este hombre, al Tato, fue que no se perdía ninguna corrida ni ningún evento social al que podía asistir, de hecho ni cuando fue alcanzado por un toro y le amputaron una pierna lo consiguieron apartar de los ruedos y los eventos sociales ya que en todos los que podía aparecía.
Era tal su empeño por demostrar que seguía sirviendo para torear que se presentaba a todo aquellas corridas de toros con la esperanza de poder volver a los ruedos. A pesar de tener un par de oportunidades no supo (pudo) aprovecharlas, debido a su limitación física y quedó relegado en el olvido como torero, pero no como personaje popular ya que el apodo de ‘el Tato’ pasó a la posteridad gracias a utilizarse como modo de alusión en un buen puñado de expresiones.
Aunque como todo tiene su fin, llegó el día en el que el Tato no podía asistir a todos los eventos que asistía anteriormente y se empezó a decir “no ha venido ni el Tato” dando a entender como que ese evento no tenía importancia dado que el Tato asistía a todos.
Sin embargo, el evento de unas elecciones europeas era de suma importancia para el futuro de la Nación y menos para Cataluña por ser manifiesto el resultado si tenemos en cuenta la teoría de la consistencia según la cual los elementos más radicales en sufragios y eventos peligrosos son las minorías mayoritarias más identificadas con una ideología separatista y de izquierdas radicales, más proclives a realizar el voto. Han supuesto bien los sociólogos al afirmar que a las votaciones no aparecería ni el Tato , asiduo a todo tipo de saraos y festejos, no habiendo evento al que no acudiese y, al que no acudiría, entre otras razones por estar empadronado en Sevilla donde nació y murió en el siglo XIX, presumiendo de su españolidad, única e importantísima razón por la que habría que ir a votar.
Enrique Area Sacristán.
Teniente Coronel de Infantería. (R)
Doctor por la Universidad de Salamanca.