Cuando uno ama a la patria, no se le roba como están haciendo bajo su gobierno un conjunto de sinvergüenzas en «representación de no sé qué pueblo». En realidad, algo parecido ha venido diciendo reiteradamente la parte del pueblo que no les vota.
Se entendió, desde el caso de los ERE en Andalucía, hasta el caso de sedición de los dirigentes catalanes, como en otros y múltiples abusos al español de a píe, por profesionales del pillaje de todas las ideologías, que la justicia sería apoyada en una portentosa y decidida acción desde el gobierno para investigar, denunciar y enjuiciar, para obtener duras sentencias, contra el «conjunto de sinvergüenzas»: sus amigos y colegas políticos de dudosa honradez y menor lealtad a las Instituciones.
Es difícil, sino imposible, que, jugando en el lodazal, retozando en una piara, el lodo o la bazofia no ensucien o manchen. En las dos décadas pasadas la corrupción fue un sistema que subsiste, sino campa en la actualidad, tanto en el orden político-económico como en lo moral por parte de esta caterva de sinvergüenzas.
O roban o reciben tajada del robo a las arcas del Estado. O guardan cómplice, cobarde y cínico silencio. O exigen a la ciudadanía lo que no transmiten con el ejemplo. Corrupción en todas sus formas, acción, complicidad, omisión.
Las palabras, y ni de eso hay por su parte porque está metido en el guisote, señor presidente, no reemplazan las acciones. Hasta hoy, no ha demostrado más que connivencia en relación con la descomunal corrupción de sus coidearios, a quienes aplauden y vitorean cuatro estómagos agradecidos, aun sabiendo, como saben, de los atracos; es casi una burla para seguir espantándose con lo que pasa: más espanta e indigna lo que deviene en encubrimiento.
Pero le voy a recordar un dicho fundamentado en la historia de Madrid antes de que la cambie uno de sus ministros. En el Madrid de los Austrias del último cuarto del siglo XVI, había una taberna en la Cava Baja que era regentada por un matrimonio compuesto por Alonso de Zayas y su esposa María Morena. No queda claro si ‘Morena’ era el apellido o un simple mote por el posible color de su cabello, algo así como María ‘la morena’.
Esta pareja fue famosa en el año 1579 debido a un proceso judicial, que se abrió contra ellos dos, por una trifulca que se armó en el establecimiento, tras negarse a servir su mejor vino a un grupo de soldados que hasta allí habían llegado sedientos y con ganas de tomar unos tragos.
Ese caldo de mejor calidad era guardado para servir a clientes de mayor abolengo, ya que la cantina era asiduamente visitada por ilustres funcionarios y miembros de la Corte.
Tras negarse a servir en buen vino, comenzó en el local una trifulca y, por lo que los escritos de entonces explican, la que repartió más leña fue la propia tabernera, conocida por todos los lugareños como Mari Morena.
Son varias las fuentes que apuntan que lo que realmente se negó a vender fueron las botas de vino (por aquel entonces también conocidas como ‘cueros de vino’), indicando que el motivo fue el mismo que el señalado anteriormente.
María Morena era una mujer de armas tomar, de las que no se recataban a la hora de llamar la atención o montar un follón a aquellos clientes que pretendían marcharse sin pagar o habían bebido más de la cuenta; por lo que su fama la precedió, llegando hasta nuestros días la famosa expresión “se armó o armarse la marimorena” como sinónimo de riña o bronca.
No será de extrañar que se monte la Mari Morena con su irresponsabilidad de servir el buen vino, como los fondos europeos que están al caer, sólo a sus acólitos y allegados políticos y se le abra un proceso judicial desde las propias Instituciones.
Y ya cercana la Navidad, no debemos confundir a la Marimorena de esta expresión con la que es nombrada en el popular villancico navideño, ya que esa otra es la forma en el que en algunos lugares es conocida la Virgen María (La Virgen Morena, La María Morena, La Moreneta…)
Enrique Area Sacristán.
Teniente Coronel de Infantería.
Doctor por la Universidad de Salamanca.