Los españoles debemos «Luchar a brazo partido».

La pobreza, situación en la que las personas carecen de suficiente dinero o bienes para mantener un nivel mínimo de salud y decencia, suele ser la condición normal a la que nos ha abocado a los españoles que trabajaban en diferentes sectores económicos pero muy generalizados por la mala gestión; lo que queda patente en las famosas colas del hambre: el Real Decreto 93/2024 de 23 de enero de 2024, que puede haber pasado desapercibido, producirá graves daños a los tres millones y medio de personas en situación de exclusión social que viven en España. 

Hasta el pasado 30 de abril, los Bancos de Alimentos distribuían entre asociaciones y organizaciones benéficas de muy diferente signo, los alimentos adquiridos para este fin con fondos procedentes de la UE (85 %) y del país destinatario (15%).

Los 54 Bancos de Alimentos existentes en España, a través de, aproximadamente, 6.500 organizaciones sociales privadas, hacían llegar los víveres adquiridos por el procedimiento indicado a casi 1.200.000 usuarios. 

Distribución que se realizaba sin coste alguno para la Administración, por medio de los 78.000 voluntarios que colaboran con los Bancos de Alimentos y los incontables de las asociaciones que reparten las ayudas a los necesitados cada día. Además, distribuyen víveres procedentes de donaciones particulares y de empresas. 

Hay que añadir inmediatamente, que el Consejo Territorial de las CC.AA. aprobó por unanimidad el nuevo procedimiento, uso de tarjetas monedero, cuyo objetivo es mejorar la “autodeterminación de las personas y su dignidad”

Otros países de la UE prefirieron continuar con el sistema de recepción de alimentos, España optó por eliminar las llamadas colas del hambre: más dignidad y libertad, pero menos cantidad.

En la exposición de motivos del Real Decreto al que me he referido al principio, está presente uno de los objetivos de la fastuosa Agenda 2030: “Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible.”

Actualmente se ha extendido la idea de que, por lo menos en los países industrializados, existe lo suficiente para cuidar de todos y de que nadie debería de ser desesperadamente pobre. Sin embargo y teniendo en cuenta los efectos de las decisiones económicas de «la Yoli» en el sistema productivo de España y en los masivos despidos que se van que se van a producir por la disminución de la jornada de trabajo, la pobreza sera una de las características de la sociedad española.

De momento, la gente, que come cada día, acude a las asociaciones benéficas que, con desolación, tienen que mostrarles sus despensas semivacías desde hace unas semanas. Y les derivan a Cruz Roja, que durante lo que queda de año, se encargará de implementar el nuevo sistema.

Pero, ¿quiénes son los pobres? Muchos de ellos, hasta ahora adjetivados con este calificativo, eran personas que vivian al margen de la sociedad, y muchos padecían desventajas mentales, sociales o físicas. Muchos de ellos eran niños, y un desproporcionado número de mujeres. Tenemos leyes sobre el salario mínimo, pero un trabajo seguro con un salario mínimo no sostiene a una familia. El gobierno, me rio, y la caridad privada ayudan a los impedidos mental y físicamente o con problemas de adaptación a la sociedad, pero no con la suficiencia que cabria esperar. A las personas que tienen otros problemas, como los despidos masivos que se van a producir, por su cantidad, va a ser difícil ayudarles a salir de la pobreza a la que se ven abocados, aun cuando España tuviera la mejor de las Instituciones y se encontrara con las arcas saneadas.

Es probable que el problema social empeore para las familias desintegradas, casi siempre encabezadas por una madre con poco o ningún apoyo del padre que, por otra parte, estará en el paro y sin posibilidades reales de recuperar el trabajo a corto plazo.

Así, con todo lo dicho, no queda otra a todos los españoles que «luchar a brazo partido» contra lo que se nos viene encima, con pocas posibilidades con este gobierno de orientar las actividades profesionales hacia la inversión de esos ahorrillos que muchos trabajadores y autónomos tenían, y a algunos algo les queda, para iniciar otro negocio.

Sin ánimo de parecer frívolo, sino sólo para entender el significado de esta forma de encarar mentalmente la situación, voy a explicar las distintas versiones de este dicho que, por otra parte, se ajustan a nuestra realidad y vida cotidiana actual.

Para Covarrubias, “luchar a brazo partido es proceder igualmente, sin ventaja de uno a otro”. Así viene a decirlo Francosini en su Vocabulario: “lottare del par, cioé, igualmente a corpo a corpo.

La Academia atribuye dos significados al modo adverbial a brazo partido: el uno “con los brazos solos sin usar de armas”, y el otro figurado, “a viva fuerza, de poder a poder”.

Según Rodríguez Marín, la versión más acertada es la del maestro Correas, cuando dice en su Vocabulario: “A brazo partido”. (Así será los que luchan en paz)

Julio Casares en su introducción a la lexicografía, escribe:

“La más remota significación que se supone a este modismo es equivalente a “sin armas”. Después tomó la acepción de “sin ventaja”, por lo cual, “luchar a brazo partido” era tanto como hacerlo en condiciones de igualdad. Hoy, según el Diccionario, a brazo partido es lo mismo que “a viva fuerza”, que es la forma que hemos de emplear todos los españoles para salir de este pozo, sin fondos económicos.

A juicio de Iribarren, Casares, tomando en un sentido literal lo del “brazo partido”, piensa en el forcejeo a pulso, donde unos de los “pulseadores” puede dejar al otro con el brazo partido (caso dificilísimo).

Iribarren, se figura que el modismo a brazo partido es como lo de, “a pedrada limpia”, “a grito pelado”, “al punto crudo”, “a pendón herido”…, donde los apelativos pelado, limpio, herido, crudo, no han de tomarse literalmente.

En las primeras ediciones del Diccionario de la Academia se cita la lucha brazo a brazo: “reñir con iguales armas”, y la expresión a brazo partido, “que significa luchar o reñir uno con otro con los brazos, sin usar de armas”.

Para Iribarren resulta indudable que el luchar a brazo partido no es el forcejeo a pulso o el pulsear, sino el abrazarse los contendientes, y asirse con los brazos, y luchar cuerpo a cuerpo por ver quién de ellos derriba en tierra a su contrario.

Así lo entendieron Correa, Covarrubias y Franciosini. Y así lo entendió Cervantes en el pasaje del Quijote antes mencionado: “arremetiendo a su amo, se abrazó a él a brazo partido, y echándole una zancadilla, dio con él en el suelo boca arriba”.

En la comedia La Lena, que escribió a finales del siglo XVI Velázquez de Velasco, vi empleada la frase a brazo partido en sentido erótico, como unión carnal del hombre con una mujer.

En el acto 2º, escena 6ª, el barbero Ramiro dice que no quiere ser alcahuete del viejo e impotente Aries, que pretende a una viuda, y añade: “Es lo bueno que cuando yo pudiese ponerlos a brazo partido, al viejo y a la viuda, le tendría a Aries por la misma castidad; porque cuando más un viejo presume hacer el valiente, es para perder antes con antes el pellejo”.

Sea «luchar a brazo partido» una forma de encarar la vida o en el sentido amoroso o erótico de la comedia La Lena, lo que queda claro es que, por esta última, hasta los viejos deben hacerse los valientes antes de perder el pellejo en esta situación en que, desgraciadamente, nos ha tocado vivir. Sólo confíen en sus fuerzas, no esperen que un gobierno socio-comunista les proporcione migajas suficientes como para mantener a su familia y estas estarán siempre condicionadas por los presupuestos del Estado que dependen de las aportaciones del resto de los españoles trabajadores.

Enrique Area Sacristán.

Teniente Coronel de Infantería. (R)

Doctor por la Universidad de Salamanca.

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