Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que existen dos conflictos en España, de difícil solución, que afectan a su integridad y soberanía aunque algunos no lo quieran reconocer: el conflicto vasco y el conflicto catalán.
Los métodos para resolver conflictos entre grupos se encuentran en una de estas tres categorías: apartar los grupos entre sí, lo que es imposible dada la heterogeneidad ideológica y socio-cultural de las regiones así como la fractura realizada por los dirigentes nacionalistas que han dividido a la sociedad a un 50% en la elección de bandera; llevarlos a un enfrentamiento, como parece y se deduce de los dirigentes nacionalistas, o movilizar las dos facciones en una operación de acercamiento entre “nosotros”.
Los métodos que están en las dos primeras categorías tienden a ser de naturaleza temporal y ejercen muy poca influencia sobre el aprendizaje y, además, pueden producir consecuencias residuales que son peores que el conflicto original. Los Gobiernos central y Autonómicos deben ponderar cuidadosamente las implicaciones para resolver esta disputa entre estos grupos. Aunque las soluciones que se engloban en las primeras pueden parecer convenientes y relativamente fáciles de aplicar con el concurso de las Fuerzas Armadas, la decisión de utilizarlos puede ejercer efectos más profundos y persistentes en estas sociedades y en la Nación en general y sus procesos.
Respecto al tercer mecanismo, acercamiento de las partes, parece el más conveniente y el más difícil de llevar a cabo dado el marco legal en el que nos movemos y en el enconamiento social que existe entre las partes, previo a un enfrentamiento civil.
Otra cuestión que tienen que tener en cuenta los gobernantes es que, tanto en el interior de estas regiones como en el resto de España, se va a producir una resistencia al cambio como se desprende de la toma de postura de todos los partidos políticos a favor o en contra de este cambio que se avecina. Al respecto, y en una primera aproximación, cabe distinguir a raíz de la argumentación de sociólogos conocidos y reputados, entre la forma sistémica y la del comportamiento de resistencia al cambio. La primera proviene de la falta de conocimientos adecuados, información, habilidad y capacidad de gobernar y es responsabilidad de quienes dirigen al País. La segunda describe aquella que deriva de las reacciones o percepciones de los grupos en lid. En consecuencia, una es cognoscitiva y la otra emocional. De este modo la resistencia del comportamiento, tal como la falta de confianza, es mucho más difícil de dirigir que la que procede de falta de información o de comprensión de determinados hechos.
Con referencia a las fuentes de resistencia al cambio, podemos diferenciar entre las que tienen un origen individual, residentes en las características humanas básicas como las percepciones, la personalidad y necesidades, y las grupales, que tienen su fundamento en la inercia conservadora de éstos en cualquiera de los sentidos que se le quiera dar: ni los grupos que se sienten españoles quieren reformas ni los independentistas están por la labor de cambiar sus pretensiones.
A raíz de esto es fácil asimilar que la identificación de las circunstancias que originan una resistencia al cambio es el primer paso para tomar, posteriormente, acciones correctoras.
En esta oposición al cambio por ambas partes se dan las siguientes circunstancias:
1º.- La naturaleza de la modificación de las posturas no es evidente para la gente sobre la que se va a influir.
2º.- Individuos distintos dan un significado diferente al cambio que se propone por ambas partes.
3º.- Las personas influidas se ven aprisionadas en un conflicto entre fuerzas que las impulsan a realizar el cambio y otras que se lo impiden.
4º.- Existe una presión real para aceptar la alteración y no se emplea la participación, sino la manipulación.
5º.- Se realiza el cambio por razones no colectivas ni por exigencias institucionales.
6º.- Se pasan por alto ciertas tradiciones y costumbres y relaciones entre ambos grupos.
Por lo que se refiere a los mecanismos para superar la resistencia al cambio, se pueden enumerar los siguientes:
En primer lugar, la coacción, que consiste en dirigir amenazas o presiones directas contra quienes se resisten como está sucediendo.
En segundo lugar la manipulación y cooptación, instintos encubiertos para influir en otros, tergiversar los hechos para que la solución propuesta parezca más atractiva, rumores falsos en el caso de la manipulación y la “compra” de líderes de los grupos, concediéndoles un papel fundamental en la decisión de cambio; en tercer lugar, la negociación, tratando de ofrecer compensaciones a cambio de que se reduzca la oposición; en cuarto lugar, la comunicación, intentando explicar a los grupos cuál es la situación real y cuál va a ser la mecánica de los cambios que se han de realizar en los mismos; en quinto lugar, la participación ciudadana, ya que es muy difícil oponerse a los cambios cuando se participa de ellos.
Directamente relacionado con todo esto, está el aspecto de la formación y educación necesarias para poder llevar a efecto el cambio. No estamos hablando de soluciones rápidas y sencillas a tomar por los grupos, sino de soluciones a largo plazo en el que la educación de los grupos y su cultura de grupo debe cambiar. El apoyo y el tiempo que le presten los gobiernos del color que sean y las Instituciones a este proceso es tan importante que los resultados lo verán nuestros nietos.
Caso contrario, veremos bombardeada Barcelona cada 50 años como dijo un insensato.
Enrique Area Sacristán.
Teniente Coronel de Infantería.
Doctor por la Universidad de Salamanca.