El lenguaje del patriotismo moderno fue construido sobre el legado de los antiguos. Los filósofos modernos, historiadores y poetas tomaron de las fuentes griegas y romanas tanto el contenido religioso como el político del patriotismo. La palabra “patria” significaba “terra patria”, tierra de los padres. La tierra natal de cada hombre era aquella parte del suelo que su religión doméstica o nacional había santificado, el lugar en que los restos de sus antecesores estaban depositados, y que ocupaban sus almas. Su pequeña tierra natal era el recinto familiar con su tumba y su hogar; su tierra natal grande era su ciudad, con su recinto sagrado y su territorio delimitado por la religión. La tierra natal era un terreno sagrado habitado por dioses y ancestros y santificado por la oración. Por esta razón el patriotismo de los antiguos era un sentimiento enérgico, la suprema virtud a la que todas las otras virtudes tendían. Lo que el hombre consideraba más precioso estaba relacionado con la idea de patria , porque en ella estaba su propiedad, su seguridad, sus leyes, su fe, su dios. Perderla significaba perderlo todo.
Sin embargo, además de, y estrictamente entrelazado con el patriotismo religioso, la Antigüedad clásica transmitió a la modernidad un patriotismo político basado en la identificación de patria con república, libertad común, bien común. Quintiliano en Institutio oratoria, hace una distinción entre natio, que él toma con el significado de costumbres de un pueblo, y patria, entendida como las leyes e instituciones de la ciudad. En “De civitate Dei”, San Agustín condensa y transmite a la Edad Media la ecuación republicana entre patria, república y Dios común.
La patria entendida como república debe exaltar un tipo de amor, es decir, pietas o caritas, que puede ser traducido como respeto y compasión. Esta era la otra característica principal del patriotismo republicano romano. Los ciudadanos deben a su patria un amor benevolente similar al afecto que sienten por sus padres y familiares, un amor que se expresa en actos de servicio, officium, y cuidado, cultus.
El lenguaje del patriotismo republicano romano sobrevivió en las obras de los filósofos escolásticos. En su Summa theologiae, Santo Tomás de Aquino se refiere muchas veces a Cicerón para recalcar que el amor a la patria es una forma de piedad que consiste “en actos de amor cuidadoso y servicio benevolente para con los conciudadanos y los amigos de la patria”.
Para los humanistas del Quattroccento lo opuesto al patriota que sirve a la libertad común es el corrupto ciudadano que favorece sus intereses o los de su partido. Mientras que los “hombres de estado” utilizan las instituciones públicas como propiedades privadas suyas, al buen ciudadano le importa más el bien común que sus intereses o los de su facción.
Al igual que los humanistas, Maquiavelo repite el tema ciceroniano de que servir a la patria es la obligación moral más importante del hombre honrado. “Yo siempre he servido con mucho gusto a mi patria”, señala al comienzo de Discorso o dialogo intorno allá nostra lingua, “hasta cuando era oneroso y peligroso, porque ninguna obligación es más importante que aquella que tenemos con nuestra patria”. Hasta si un ciudadano es ofendido por su patria, sería de lo más ignominioso para él convertirse en su enemigo. Tiene que perdonar y olvidar, porque su deber para con su patria no se acaba por el maltrato que ha recibido. Si la voz del deber no es lo suficientemente fuerte, el amor a la patria le dará fuerzas para perdonar y olvidar.
Cuando el amor a la patria desaparece, queda la virtud, pero se convierte en fuerza bruta, coraje, resolución; se convierte en una virtud que ya no sostiene la libertad, sino que la destruye. Como ejemplo, Maquiavelo menciona los conflictos entre los plebeyos y el senado por las Leyes Agrarias.
Mientras patria es una palabra clave, nación tiene una importancia insignificante en las obras de Maquiavelo. Maquiavelo apenas utiliza el término nación. En los Discursos habla de nación en referencia a Francia, España e Italia, para señalar costumbres comunes, y específicamente las corruptas.
Las costumbres de las naciones deben ser estudiadas y comprendidas ya que son de una importancia política fundamental; no deben ser amadas. El amor es para la Patria, entendida como las instituciones políticas y la forma de vida particular de la república. A Maquiavelo no le preocupa en absoluto la protección de la homogeneidad cultural de la república y aún menos la protección de la pureza lingüística. Ve la asimilación de palabras foráneas como un enriquecimiento, no como la corrupción del lenguaje.
Para Maquiavelo, instituciones y valores políticos no pueden ser separados de costumbres y formas de vida. En la famosa frase que Maquiavelo escribió a su amigo Vettore en una de sus últimas cartas, “Amo a mi patria más que a mi alma”, se podría reemplazar patria por «vivere libero» sin alterar el significado de la frase; reemplazar nazione por patria sería absurdo.
El amor a la patria es aquel que estimula a compartir. Hace a los hombres subordinar su vinculación con bienes que son distintivamente suyos propios a su vinculación con bienes que poseen en común con otros. No hay un bien que pueda ser más de uno mismo que el alma; pero el amor a la patria nos la hace subordinar a la libertad común; esto es, a una libertad que es tan nuestra como de ningún otro. Es un amor que sólo almas magnánimas experimentan, tales como la de Cosimo Rucellai, al que está dedicado el “Arte della guerra”: “No sé que podría ser tan suyo, no exceptuando ni tan siquiera su alma, que no dispensase voluntariamente por sus amigos; ni sé qué empresa le hubiese desalentado una vez que sabía que era por el bien de la patria”.
El amor a la patria es una fuerza moral que hace a los ciudadanos ordinarios capaces de llevar a cabo grandes hazañas contra la tiranía y la corrupción, dignas de permanecer en la memoria. Para Maquiavelo, un ciudadano que ama a su patria es aquel que siente compasión por ella, que comparte sus sufrimientos y que la cuida. Que quiere ver a su propia gente viviendo libre porque le es querida.
Nunca estuvo mejor definida la entrada en una Casa Cuartel de la Guardia Civil y de los Ejércitos, como con ese lema que tanto molesta a determinada gente de “Todo por la Patria” en cualquier sistema político que haya habido ni que habrá.
Enrique Area Sacristán.
Teniente Coronel de Infantería.
Doctor por la Universidad de Salamanca.