Según Oscar López, senador del PSOE por la Junta de Castilla-León, “no identificarse plenamente con la España actual, con sus símbolos, su cultura, su historia y su integridad territorial es también un error para una izquierda democrática” que parece no existir y que tendría que tener una vocación de mayoría por sí sola y no compartiendo extremos marxistas-leninistas cuya única vocación es destruir para volver a construir tomando modelos del pasado que se han demostrado y se siguen demostrando en el presente auténticas dictaduras de unas minorías. Y no sólo porque la España moderna es en gran parte obra de esa izquierda democrática y mayoritaria en determinados momentos sino porque la mayoría de los españoles ama a su país y se siente español sin ser nacionalista, ni franquista, ni fascista, ni centralizador.
En el lenguaje cotidiano, se entiende como símbolo a aquello que representa y encarna determinados valores. De esta manera puede hablarse de los símbolos nacionales (como lo puede ser la bandera, el escudo y el himno), que suponen el estandarte de un país. Hasta no hace muchos años e incluso actualmente el símbolo más poderoso que representa la cultura de todo lo español era la cruz cristiana que lucía bien como tal, bien como signo en espada en todos las Banderas, estandartes y escudos.
Se hace necesario recordar a este Senador para que se lo transmita a sus correligionarios, algo de Historia de los símbolos españoles desde tiempos remotos: desde Provincia de Roma a los de la Reconquista.
El origen de la cruz como símbolo de la fe cristiana está en un hecho biográfico del Emperador Constantino II “El Grande” que vivió entre 280 y 337. El Imperio Romano, después de las reformas de Diocleciano estaba dividido en dos, Imperio Romano Occidental y el Oriental con capital en Constantinopla, habiendo a su vez dos emperadores. En plena guerra civil entre Constantino y Majencio por el control del Imperio para unificar y controlar todo el Imperio, se iba a producir la decisiva batalla del Puente Milvio. Al parecer Constantino tuvo un sueño en el que se aparecía Cristo y le decía “In hoc signo vinces” (Con este signo vencerás) y así fue, Constantino mandó grabar en todos sus estandarte y escudos la cruz de Cristo y ganó la batalla.
A partir de entonces, todas las tropas romanas llevarían este símbolo y se legalizó la religión cristiana con el Edicto de Milán en 313 y celebrando el Concilio de Nicea en el 325 bajo presidencia del Emperador, donde se declara la religión cristiana como oficial del Imperio.
Hasta aquí la parte mítica de la historia, pues es sabido que Constantino utilizó a los cristianos para hacerse con el poder, ya que sus asociaciones eran muy fuertes y estaban cada vez más presentes en los resortes del poder. La mujer de Constantino era cristiana y seguro que influyó en la toma de estas decisiones.
Haciendo un paréntesis por motivos de espacio del significado y utilización de la cruz en los reinos visigodos, de entre los símbolos más importantes utilizados durante los primeros tiempos de la Reconquista destaca la cruz de brazos trapeciales e iguales, llegada a nuestros días como principal emblema heráldico de Asturias, y primitivo lábaro de la reconquista, adoptado por los reyes asturianos como emblema de la monarquía junto a otros modos y costumbres visigóticas «pues en mostrarse heredera de estos visigodos residía su más prestigiosa razón de ser».
Como indica Menéndez Pidal «…las cruces conservadas “de los ángeles”, de Santiago y de la Victoria –o la llamada «cruz del secreto» tal como aparece figurada en un pilar visigodo, similar a la de la victoria, con el alfa y el omega– «se nos ofrecen como supervivencias que testifican de qué manera aquella costumbre visigótica, según la cual los reyes ofrecían como dones cruces preciosas a sus iglesias, siguió siendo practicada por los reyes asturianos deseosos de persistir en los modos toledanos», costumbre que pervivirá al menos hasta el siglo XIII. Por su parte, el Liber ordinum en sus diversas ediciones nos describe con todo detalle como el rey visigodo-asturiano era recibido por el obispo y el clero en la iglesia pretoriana, recepción en la que era protagonista la cruz como estandarte victorioso de combate, y en la que acabado el ceremonial los caballeros recibían de manos del sacerdote los estandartes. «De donde resulta que la cruz era lábaro de los reyes visigodos y lo siguió siendo de los asturianos, acorde con lo cual quedan bien justificadas las inscripciones de las cruces de Alfonso II y Alfonso III».
Terminando con Gonzalo Menéndez Pidal recordemos que «La cruz como lábaro del ejército real fue adoptada por reyes de Asturias y Aragón (utilizada como emblema de León hasta el siglo XII y por Castilla hasta el XIII). Para ello hay que admitir una mínima continuidad, pues sólo los visigodos entre todos los pueblos germánicos, habían tenido la cruz por insignia; y el que las huestes asturianas se lanzasen al combate bajo el mismo estandarte de los ejércitos reales del Toledo visigótico, habla bien a las claras de cómo en Oviedo alentaba un ansia de continuidad. Las minuciosas rúbricas del Liber Ordinum seguían rigiendo las ceremonias con que, en el aula regia del Naranco, a las afueras de Oviedo, se despedía al ejército reconquistador, igual que antes de la invasión musulmana habían regido la despedida del ejército hispanogodo en la basílica pretoriana de los arrabales toledanos.
Los hijos del primitivo reino visigótico de Asturias, organizados luego en León y posteriormente en Castilla, como también los no menos originalmente visigodos de Aragón, Navarra y Cataluña, siguieron utilizando años después la cruz visigoda como lábaro en la Reconquista europea de la península ibérica, constatando orgullosamente con ello al modo germánico cuales eran sus gloriosos orígenes, y cuales sus objetivos. La cruz fue sustituida por leones y castillos, las ceremonias y escritura visigótica fueron tenazmente abolidas por las autoridades religiosas desvisigotizadas, aunque no muchos otros modos y costumbres bien arraigadas en la población hispano-goda, pero las viejas piedras de los templos, los antiguos estandartes y las armas de los guerreros que hicieron posible la recuperación de la tierra que había sido del reino de Toledo mantuvieron bien visible para el que quisiera verlo, cuáles y de qué origen fueron los símbolos que animaron la Reconquista. Símbolos que todavía hoy, ocultos entre la confusión y el olvido, nos muestran un legado y una herencia que algún día habrá que recuperar, para poder iniciar una cada vez más necesaria nueva Reconquista.
¿Por qué le explico esto? Lo primero que ha sido atacado por la izquierda, separatista o no, han sido los símbolos. Y, por lo tanto, son lo primero que deben ser defendidos. Sin dudar. Siempre.
Hay un símbolo central en la historia de España, así como de cualquier nación: su bandera. La actual todos la conocemos, aunque ni tú, Pedro, ni algunos de tus socios lo demuestren; y, otra vez, vuelve a ser la izquierda la que lo demuestra ondeando una Bandera anticonstitucional por republicana o por otras separatistas; pero al hilo de lo que nos precede debemos preguntarnos ¿Y la anterior? La bandera que ondeó sobre los Tercios de Flandes, a lado y lado del océano fue la Cruz de Borgoña. Las Aspas. La Cruz de San Andrés. Fíjate, Pedro, que vuelve a aparecer la cruz y no la media luna, aparece un símbolo de una civilización cristiana y europea y no un símbolo del Islam y de otra civilización que no tiene nada que ver con Europa y su cultura hasta que apareció el multiculturalismo de fracasado intento de integración en países como Francia, Alemania, Italia y rechazado por varios países de Europa del este.
En la actualidad, la bandera de Borgoña está vinculada casi exclusivamente al movimiento carlista –surgido en el siglo XIX a favor del pretendiente al trono Carlos Javier de Borbón-Parma. No en vano, cabe recordar que durante la primera guerra carlista de 1833-1840, la borgoñona aún seguía siendo la bandera del Ejército, o sea, de las fuerzas regulares de Isabel II (el Ejército no adoptó la rojigualda hasta 1843). Por tanto, aunque muchas unidades carlistas emplearon la bandera borgoñesa durante el conflicto, su vinculación como enseña oficial del bando carlista es muy posterior.
El 24 de abril de 1935, coincidiendo con la reorganización del Requeté, se estableció su vigencia, y durante la Guerra Civil Española distintos regimientos tradicionalistas y requetés carlistas la usaron dentro del bando nacional. Además, a día de hoy, muchas unidades militares mantienen esta enseña en su escudo, lo que indica que siendo los Ejércitos depositarios de una larga tradición, es eso y precisamente eso lo que debes defender: los símbolos tradicionales de la cultura de la Nación española. Cultura, tradición y progreso deben ir de la mano y complementarse.
Con esta pequeña lección de historia me despido; hasta mañana que tocaré tu relación con la fiscalía del Estado español, Pedro y la fiscalia.
Enrique Area Sacristán
Teniente coronel de Infantería (R)
Doctor por la Universidad de Salamanca