“Algunos vascos y catalanes mal nacidos están consumidos por un odio invencible hacia España y los españoles”

Algunos vascos y catalanes mal nacidos están consumidos por un odio invencible hacia España y los españoles. Sus escritos y manifestaciones en los medios de comunicación y en sus reuniones de masas están plagados de menciones en este sentido: “nación más abyecta de Europa (…); nación mil veces maldita (…); raza más vil y despreciable de Europa…”.

A España achacan todos los males de Cataluña y Vascongadas y cualquier desgracia que le sobrevenga la declaran bien recibida:

“Si a esta nación latina la viésemos despedazada por una conflagración intestina o una guerra internacional, nosotros lo celebraríamos con verdadero jubilo y fruición…”.

Tiempo después de estas afirmaciones de Arana en Vizcaya, un siglo después, Federico Krutwig repetiría idénticas reflexiones:

“¿Qué se hunde España? Pues que se hunda, ¡cuánto antes mejor ¡Como que a nosotros nos van a hacer derramar una sola lágrima porque el tirano que oprime a nuestra patria desaparezca, por que el Estado que le chupa la sangre y le come la cañada de los huesos… se anegue ¡Ojalá cuanto antes¡”.

Y consideran la llegada de trabajadores de otras regiones de España como una invasión más malvada que la de los bárbaros que destruyeron el Imperio Romano y, aún más que los cientos de inmigrantes de razas africanas y musulmanes a los que tratan como salvadores de sus “patrias”.

Esta curiosa acepción del español de otras regiones como individuo naturalmente amoral, vago y criminal lo han compartido vascos y catalanes y no han sido repudiadas por una institución que lleva por bandera la misericordia y el amor al prójimo como es la Iglesia de estas regiones.

Este rechazo a España es la causa y el motivo de propugnar el aislamiento de la «raza» catalana y vasca para que se desarrolle libre y sin el pernicioso influjo de la nación odiada, pero no pasa por el mismo rasero a toda esa serie de inmigrantes de las distintas áfricas musulmanas a los que se les aprueba una renta mínima de 1200 euros por vaguear durante dos años seguidos en estas “patrias” sin tener en cuenta la raza; eso si, a cambio del voto independentista.

La pretensión de Otegui de intercambiar libertad de presos por apoyo a presupuestos sólo es el culmen de una serie de indignidades que ha aceptado el Gobierno de la Nación. Cierto es que, quizas, la determinación del Central de delegar la gestión de las cárceles a estas regiones pueda ser un tema de Estado en cuanto pueda servir a solucionar el problema como lo fueron las Guerras Carlistas y el abrazo de Vergara.

No creo, personalmente, sin embargo, que el espíritu de aquel acuerdo tenga nada que ver con este. El insulto a las victimas está servido por la expresa razón de que los asesinos y violentos no cumpliran sus penas integras en las carceles, sean estas las que fueren, ni en Vascongadas, ni en Cataluña.

No obstante, tampoco el abrazo de Vergara logró pacificar ni el Norte, ni el Maestrazgo y Cataluña como demostró el paso del tiempo, cuyas guerras se trasladaron hasta el primer tercio del siglo XX, como partícipes de la Guerra Civil.

Enrique Area Sacristán
Teniente coronel de Infantería
Doctor por la Universidad de Salamanca

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