ISRAEL, ISRAELÍES Y JUDIOS: LA PERSISTENCIA DE PREJUICIOS Y ESTEREOTIPOS (por Jan Doxrud)
Por alguna razón tenemos el hecho de que el caso de los palestinos despierta una gran pasión no solo en el llamado “Medio Oriente”, sino que también a nivel internacional. Esto, en sí mismo, no tienen nada de malo, pero no deja de llamar la atención la rápida reacción que existe cada vez que ocurre algo entre Israel y los palestinos. Esto es algo que no ocurre con otros casos, como, por ejemplo, el de los uigures en Xingjiang. Estos musulmanes han sido continua y sistemáticamente reprimidos por la dictadura China y enviados a campos de “reeducación” en donde se les fuerza a apreciar y valorar las bondades del régimen, del pensamiento de Mao y de Xi Jinping.
Tampoco generó mayor atención el caso de los yazidíes quienes fueron asesinados y esclavizados por el ISIS (Islamic State of Iraq and Syria), o la persecución de los rohingya por la dictadura birmana o la masacre de la población africana en Darfur (Sudán) por la Rapid Support Forces (RSF). Los testimonios de las mujeres víctimas incluyen violencia, violaciones masivas y ser vendidas como esclavas
Tampoco se han escuchado mayores reclamos sobre los miles de refugiados afganos que están siendo forzados por los pakistaníes a regresar a su país de origen bajo la opresión de los talibán. Poca compasión ha causado las víctimas de los talibanes en Afganistán, en especial la población femenina que viven como en calidad de seres inferiores sin acceso a derechos básicos que les permitan desarrollarse como seres humanos. Al parecer a Black Lives Matters no le interesa la situación de la población negra en el Medio Oriente y el norte de África (por ejemplo Mauritania), puesto que no hay “blancos occidentales” a quienes acusar. Si los hechos no coinciden con su relato, entonces hay ignorar los hechos, como es el caso de la. discriminación de la población negra en el norte de África.
Pero, frente a lo anterior, puede suceder que simplemente esta solidaridad internacional hacia el “pueblo palestino” se explica por una sensibilidad especial y exclusiva hacia la situación de esa colectividad. Pero sucede que no se escucharon los apasionados reclamos cuando miles de palestinos han muerto producto de las políticas del régimen de Bashar al-Asad en Siria los cuales encuentran sobre los 4 mil de acuerdo con la Action Group for Palestinians of Syria. Por último, tenemos el régimen de represión que ha impuesto Hamas desde que se hizo con el poder y expulsando por medio de la violencia a la Autoridad Palestina. Esta organización ha sido acusada de torturas, abducciones y ejecuciones extrajudiciales de palestinos (que supuestamente habrían colaborado con Israel)
Al parecer, el derramamiento de sangre palestina solo es noticia y objeto de indignación internacional cuando el otro protagonista es el Estado de Israel (como dice la frase “No Jews no News”). Tampoco se escuchan voces de indignación sobre la situación de los palestinos en otros países donde son prácticamente ciudadanos de segunda categoría como en el Líbano y la falta de solidaridad de los demás países árabes, quizás con la excepción de Jordania. En Irak, y tas la caída de Sadam Hussein, la situación de los palestinos se ha visto amenazada por los musulmanes chiítas que han amenazado, atacado y asesinado a palestinos por el hecho de ser sunitas y han causado una drástica disminución de su presencia en dicho país. Pero esto no parece importar, porque el relato necesita mostrar que existe una suerte de lucha entre un mundo musulmán (y palestino) unido en contra del Estado de Israel (y los Estados Unidos).
Existe, en suma, una suerte de fijación y obsesión, por parte de diversos grupos, por Israel. Solo Israel – no Corea del Norte, Siria, China, Cuba, Afganistán, Yemen o Sudán – ha sido objeto de presiones económicas por parte del movimiento de boicot, desinversión y sanciones (BDS). A Israel no se le perdona absolutamente nada y no se le deja pasar igualmente nada. Tal como escribió el intelectual francés Pascal Bruckner en su libro “La tiranía de la penitencia” : (…) “cuando el judío oprime o coloniza, se transforma en seguida en nazi, sin medias tintas”. Más adelante en su libro agrega:
“A Israel no se le concede ninguna gradación, ninguna jerarquía a la hora de hacer evaluaciones: está prohibido andarse con matices: con este país ¡se pasa instantáneamente de un extremo a otro!”
Regresemos al tema de los estereotipos que están lejos de ser simples moldes rígidos en los cuales situamos a individuos y colectividades, puesto que tienen consecuencia en el mundo real. Las razones de odio hacia los judíos son múltiples de manera que existen varios estereotipos en torno a ellos y que han justificado su persecución y asesinato. Tenemos que, a lo largo de la historia, los judíos han sido hostigados, perseguidos y asesinados producto de prejuicios y estereotipos firmemente arraigados.
El judío ha sido el “pueblo deicida” (asesinos del Hijo de Dios), así como aquellos quienes sacrifican a niños cristianos para llevar a cabo rituales con su sangre (los “libelos de sangre”). Los judíos fueron culpables de envenenar los pozos y de la Peste Negra en el siglo XIV. Tenemos también al judío “usurero” (Shylock de Shakespeare), “capitalista”, “materialista”, amo y señor del mundo de las finanzas. Pero no bastando esto, a su vez, el judío fue asociado con los comunistas bolcheviques (después de todo Marx y Trotsky eran judíos).
Dolchstoblegende: teoría conspirativa que culpa a los judíos de que el Imperio alemán de Guillermo II perdiera la La Primera Guerra Mundial en 1918. Lo que en realidad sucedió es que el ejército recibió una “puñalada en la espalda” por politicos y socialistas revolucionarios judíos.
Como veremos, para Hitler y sus seguidores, el judío encarnaba los dos polos opuestos – comunismo y capitalismo – , de manera que estos simplemente no tenían salvación alguna dentro del hitlerismo. El judío es también visto como algo extraño y artificial ahí donde habita. En otras palabras, es visto como una apátrida (el “judío cosmopolita” o el “judío internacional”) que no establece lazos con la nación en que vive ya que su solidaridad y lealtad solo va dirigida exclusivamente hacia su grupo. Esto lo podemos apreciar en Hitler cuando ve a los judíos como unos verdaderos extraños en lo que él considera como suelo “alemán” (y actualmente son los extraños o el Estado artificial presente en Medio Oriente).
Como escribió el diplomático e historiador israelí, Shlomo Ben Ami, en su libro “Israel. Entre la guerra y la paz” (1999), la representación del judío como un extranjero se forma, además, sobre el telón de fondo de una argumentación teológica e histórica. En palabras del autor:
“En los libros de texto, en estudios académicos y en comentarios de prensa, se cuestionan los lazos de los judíos con Abraham, con la raza semítica y con el derecho divino sobre la tierra prometida. El periódico egipcio Al-Akhbar decía en agosto de 1977 que “los judíos no tienen ningún derecho sobre Palestina porque no son descendientes de Abraham, Isaac y Jacob; Jacob no es Israel; Israel es una persona diferente que nada tiene que ver con los patriarcas o los profetas”
En la actualidad estamos viendo emerger nuevos estereotipos y otros no tan nuevos como veremos en el caso de Hamas. El nuevo estereotipo está relacionado con el conflicto árabe-israelí y, ahora específicamente, con los palestinos. ¿De qué nos tratan de convencer estos nuevos estereotipos? De que el judío es el nuevo colonizador “blanco” (sionista), que Israel es un Estado-nación artificial (como si Jordania y otras creaciones europeas fuesen más “naturales”) y un verdadero cáncer dentro de Oriente Medio. El judío representa así al Occidente racista, imperialista, colonizador y opresor, el gran enemigo de la extrema izquierda, de los marxistas recalcitrantes, de los fanáticos de la política identitaria y de los estudiosos poscoloniales.
No bastando esta acusación de “judío colonialista” se suma una aún más absurda y deshumanizadora: el judío es el nuevo nazi y campeón del apartheid. Esta constituye una estrategia en virtud de la cual el judío se ha transformado en su antiguo verdugo de manera que pierde su estatus de víctima la cual es transferida a la figura del palestino. Ahora el judío no tiene nada que protestar, no puede invocar el Holocausto puesto que ellos estarían cometiendo su propia “Shoá” (extermino) contra los palestinos. Cualquier judío que haga alusión al Holocausto es un cínico que solo busca instrumentalizar la palabra para silenciar cualquier crítica. En cambio, el palestino pasa a ser, como colectividad, la víctima y, como tal, está facultada para hacer lo que estima conveniente contra el opresor.
Es por ello que vemos numerosas personas han justificado el pogromo de Hamas, señalando que tal acto habría sido fruto de décadas de opresión y humillación. No podemos pasar por alto aquellas palabras de la célebre teórica del género, Judith Butler, quien afirmó que Hezbolá y Hamas, entendiéndolas como organizaciones sociales, eran progresistas y partes de la izquierda global. Más adelante añadía que lo anterior no impedía que se pudiese ser críticos con “determinadas dimensiones” de ambos movimientos. Lo paradójico de esto es que una persona como Butler junto con las ideas que defiende no podría siquiera existir en un mundo gobernado por Hamas o Hezbolá.
Estas personas parecen no haber leído como mínimo la carta fundacional de esta organización y para hacerse de una idea sobre cuál es su visión de mundo. Se cae en una mirada paternalista e indulgente por parte de intelectuales del mundo occidental respecto a los palestinos o se cae en lo que Einat Wilf denomina como “westplaining”, es decir, dar una explicación (o más bien interpretación) occidental de lo que los palestinos claramente dicen. En suma, tenemos la elaboración de dos estereotipos: uno que busca deshumanizar y otro que busca idealizar sin matices, westplaining.
Las personas que representan a Israel como colonizadores “blancos” no se molestan en corroborar sus afirmaciones. A ellos no les interesa saber sobre la existencia de judíos sefarditas, mizrajíes o de origen etíope, puesto que la idea es representar a Israel como un país colonialista “blanco”, de manera que se pone el énfasis en los judíos ashkenazi (como si fuesen mayoritarios), aquellos provenientes de europea oriental y que se instalaron en territorio otomano en la década de 1880 (cabe preguntarse si acaso esa parte de Europa cabe dentro de aquel cómodo rótulo de Occidente).
En el libro ya mencionado, Shlomo Ben Ami, señala que propagandistas y simpatizantes árabes insistieron en acusar a Israel de ser un enclave occidental, “una sucursal de intrusos europeos creada por supervivientes de la brutalidad nazi”. Añade que tal argumento es falaz puesto que más del 50% de la población israelí es descendiente de judíos que vivían en países árabes y que fueron expulsados de estos (el mismo autor nació en Marruecos en 1943). Y si sucede que en Israel existan casos de racismo (¿qué país está libre de este mal?), sería bueno que los críticos viesen como está la situación en los países circundantes y en el continente africano donde aún existe el comercio de esclavos.