EL ANTISEMITISMO SOCIALISTA A TRAVÉS DE TROTSKY
Voy a resumir en este capítulo, con este extracto del artículo de Mario Kessler, historiador alemán, autor de «Sobre el antisemitismo y el socialismo», el sionismo a través del otro ideólogo de la revolución rusa, opuesto a Lenin, Trotsky. El trabajo que presento aquí está basado en el capítulo de ese libro dedicado a Trotsky, y apareció en la revista New Interventions, Vol.5 No.2, 1994. Hace poco tiempo, Kessler, junto a otros trece historiadores, dirigieron una protesta contra la editorial Suhrkamp para evitar que ésta publicara en alemán la biografía de Trotsky escrita por el sovietólogo británico Robert Service, por considerarla una obra injuriosa, calumniosa y desprovista de todo rigor científico.
Mario Kessler (1955) es un historiador que nació y desarrolló su actividad académica inicialmente en la antigua República Democrática Alemana. Sus principales temas de investigación giran en torno a las relaciones entre antisemitismo, sionismo y movimiento obrero y fue profesor en las universidades de Leipzig, FU-Berlín y la de Potsdam. Entre sus últimos libros figuran biografías de los comunistas alemanes Ruth Fischer y Arkadi Maslow, y los trabajos Leo Trotzki oder: Sozialismus gegen Antisemitismus (Berlín, Karl Dietz Verlag, 2022) y Sozialisten gegen Antisemitismus. Zur Judenfeindschaft und ihrer Bekämpfung (1844–1939), Hamburgo, VSA Verlag, 2022. El presente texto fue publicado en 1994 en la revista New Interventions.
La relevancia de Trotsky hoy
El antisemitismo, el sionismo y la cuestión judía no constituyeron un tema central en los escritos de León Trotsky. Sin embargo, su actitud ante este problema es de importancia para los lectores actuales con respecto a las principales posiciones dentro de la izquierda sobre este tema y a la preocupación de Trotsky por la cuestión nacional en general.
La actitud de Trotsky sobre la cuestión judía era la de la mayoría de los revolucionarios judíos asimilados de Rusia hacia el año 1900. Por esa época, predominaba la visión de que una transformación mundial del capitalismo hacia el socialismo, posible en un futuro no lejano, podría eliminar en Rusia (y en otros países de la “diáspora” judía) todas las barreras sociales que segregaban a judíos de no-judíos. El proceso de asimilación impuesto por el capitalismo debe alcanzar un nivel superior en una sociedad socialista, como parte de un proceso mundial de asimilación. Este proceso no debería excluir a ninguna nación. En consecuencia, Lenin consideraba la mejor integración posible de los judíos en las filas del movimiento socialista como un requisito previo y como parte de una política revolucionaria eficaz para resolver la cuestión judía.
Por el contrario, la Unión General de Trabajadores Judíos de Rusia, Polonia y Lituania (el Bund), negaba la posibilidad de una integración de los judíos de Europa Oriental por medio de la asimilación. Lo único factible sería el desarrollo nacional de los judíos, tanto dentro como fuera del movimiento obrero. Desde ese punto de vista, el Bund se oponía fuertemente al sionismo, incluso con más fuerza que otros socialdemócratas. Cabe señalar que no fue la concepción nacional del Bund en sí misma, sino la actitud separatista en cuanto a la organización del partido, la razón del conflicto con los bolcheviques y sobre todo con Lenin. Estos diferentes puntos de vista se basaban en la concepción de que había que resolver la cuestión judía en los países donde vivían los judíos, no en Palestina. La emigración propuesta por los sionistas no podía sustituir la lucha por la emancipación de los judíos en sus respectivos países.
El sionismo
Quienes criticaban al sionismo desde el socialismo interpretaban que las diferencias fundamentales dentro del movimiento sionista hacia el año 1903 mostraban la crisis definitiva de este último. En ese momento, el sexto congreso sionista en Basilea se caracterizó por las profundas contradicciones existentes entre la mayoría de los participantes, que veían a Palestina como el único territorio donde se podía resolver la cuestión judía, y la minoría, que veía como alternativas al África Oriental Británica o a la Argentina. Al igual que los bundistas, Trotsky pronosticaba el final y la derrota definitiva del sionismo. El 1° de enero de 1904 escribió en el órgano del partido, Iskra, que el santo y seña sionista de una patria judía había quedado desenmascarado como lo que era: el sueño reaccionario de un “aventurero desvergonzado” (Herzl). “Herzl prometió Palestina -pero no cumplió su promesa, a los sionistas”. El efecto de la propuesta en el congreso sionista fue, de hecho, sumir al movimiento en una crisis de la que no podría recuperarse. “Es imposible”, señaló Trotsky, “mantener vivo al sionismo mediante este tipo de artimañas. El sionismo ha agotado su contenido miserable…. Decenas de conspiradores y cientos de ingenuos todavía pueden seguir apoyando las aventuras de Herzl, pero el sionismo como movimiento ya está condenado a perder todo su derecho a la existencia en el futuro”. Para Trotsky todo esto estaba “tan claro como el mediodía”.
Pero Trotsky predecía que una izquierda sionista encontraría inevitablemente su camino hacia las filas del movimiento revolucionario; por lo demás, el Bund se convertiría en su hogar político. Esta organización, a pesar de ser anti-sionista, se parecería cada vez más a los sionistas en su énfasis sobre el tema judío. Tal vez, el Bund heredaría las ideas sionistas.
Casi noventa años después, vemos que esta predicción era equivocada. El Bund siguió siendo un ferviente crítico del sionismo. Trotsky no podía prever el hecho de que una futura izquierda sionista (en particular, una parte del Poale Zion) adoptaría la posición bundista anti-sionista y de “nacionalismo de la diáspora”. La cuestión de si, en condiciones diferentes, el Bund debería haber hecho algunas concesiones al sionismo con el fin de absorber algunos sionistas desencantados sigue sin respuesta. Pero en ese momento era casi impensable.
Stalin y el antisemitismo
Tendrían que pasar tres décadas para que Trotsky le volviera a prestar la misma atención al sionismo. Hasta ese entonces, algunas veces había tenido que involucrarse en problemas judíos: durante la revolución de 1905, en el asunto Beilis (cuando un obrero judío fue acusado de un asesinato ritual en Kiev) en 1913, y durante los disturbios antisemitas en Rumania en ese mismo año. Siendo comandante del Ejército Rojo, reprimió los pogromos durante la Guerra Civil, y siempre se opuso a los restos del viejo antisemitismo ruso y a la aparición de un nuevo antisemitismo soviético. Por ese motivo, se sintió abrumado cuando en 1926 se dio cuenta de los primeros indicios de que se tomaba en cuenta su propio origen judío, particularmente en las luchas al interior del partido. Parte de los procedimientos con que Stalin derrotó a la Oposición Unificada fue visibilizar el hecho de que sus principales figuras eran judíos. En una carta a Bujarin, el 4 de marzo de 1926, Trotsky protestó contra el trasfondo antijudío de una campaña de rumores: ¡¿Es cierto, es posible, que, en nuestro Partido, en Moscú, en las CÉLULAS OBRERAS, se lleve a cabo agitación antisemita con impunidad?!” Bujarin, aunque se sorprendió seriamente, no contestó.
Tras las revueltas de agosto de 1929 en Palestina, y especialmente después de que el fascismo se estableció en Alemania, y con la nueva ola de emigración a Palestina, Trotsky se enfrentó a las nuevas dimensiones de la cuestión judía y con las diversas propuestas para solucionarla, incluyendo el sionismo. En febrero de 1934 concedió una entrevista al periódico trotskista norteamericano The Class Struggle. Ante la pregunta de si los disturbios en Palestina, donde se enfrentaban árabes y judíos, representaban un levantamiento de las masas trabajadoras oprimidas árabes, Trotsky respondió que no conocía lo suficiente del tema como para determinar hasta qué punto estaban presentes “elementos que luchan por la liberación nacional (antiimperialistas)” y en qué grado estaban involucrados “musulmanes reaccionarios y pogromistas antisemitas “.
También se le preguntó si el antisemitismo del fascismo alemán debería obligar a los comunistas a adoptar un enfoque diferente sobre la cuestión judía. Trotsky dijo que tanto el Estado fascista en Alemania, así como la lucha entre árabes y judíos volvían a mostrar con mucha claridad el principio de que la cuestión judía no se podía resolver en los marcos del capitalismo:
Yo no sé si los judíos se reconstruirán como una nación. Sin embargo, no puede haber ninguna duda de que las condiciones materiales de la existencia de los judíos como una nación independiente solo podrán ser efectivas por medio de la revolución proletaria. En nuestro planeta no hay tal cosa como la idea de que uno tiene más derecho a la tierra que otro. El establecimiento de una base territorial para los judíos en Palestina o en cualquier otro país solo es concebible con la migración de grandes masas humanas. Solo un socialismo triunfante puede acometer esa tarea.
Trotsky añadió que:
El callejón sin salida en el que se encuentran los judíos alemanes, así como el callejón sin salida en el que se encuentra el sionismo están inseparablemente ligados al callejón sin salida del capitalismo mundial, como un todo. Solo cuando los trabajadores judíos vean claramente esta relación podrán evitar caer en el pesimismo y la desesperación.
Trotsky en México
Después de su llegada a México en enero de 1937, Trotsky hizo varias declaraciones sobre el sionismo, la cuestión de Palestina y el tema judíos en medio del auge mundial del antisemitismo. En una entrevista con varios corresponsales de la prensa judía, dijo que:
El conflicto entre los judíos y los árabes en Palestina adquiere un carácter cada vez más trágico y amenazante. No creo en absoluto que la cuestión judía se pueda resolver en el marco de la podredumbre del capitalismo y bajo el control del imperialismo británico.
En julio de 1940, un mes antes de su asesinato, Trotsky advirtió, frente al giro crecientemente anti-sionista de la política de la administración británica en Palestina, que:
El intento de resolver la cuestión judía a través de la migración de los judíos a Palestina hay que verlo como lo que es: una burla trágica al pueblo judío. El gobierno británico, interesado en ganarse la simpatía de los árabes, que son más numerosos que los judíos, ha alterado drásticamente su política hacia los judíos, y, de hecho, ha renunciado a su promesa de ayudarlos a encontrar su “hogar propio” en un país extranjero. El desarrollo futuro de los acontecimientos militares puede llegar a convertir a Palestina en una trampa sangrienta para cientos de miles de judíos. Nunca se vio tan claro como hoy en día que la salvación del pueblo judío está ligada inseparablemente al derrocamiento del sistema capitalista.
Durante el apogeo del terror estalinista en 1937, las esperanzas de Trotsky de una solución justa de la cuestión judía al menos en la Unión Soviética se esfumaron. En su ensayo “El Termidor y el antisemitismo” señaló que la burocracia, como la fuerza social más regresiva y reaccionaria, se aprovecharía de los peores prejuicios, incluyendo el antisemitismo. En la búsqueda de chivos expiatorios, la burocracia seguiría el camino de las Centurias Negras zaristas. En cuanto a los juicios-farsa y las campañas de represión, donde se resaltaban los nombres judíos de numerosas víctimas, Trotsky señaló: “No hay un solo ejemplo en la historia en el que la reacción que le sigue a un levantamiento revolucionario no venga acompañada por las pasiones chauvinistas más desenfrenadas, entre ellas el antisemitismo”.
Este ensayo permaneció inédito en vida de Trotsky, tal vez con el fin de evitar una ofensiva triunfal de propaganda nazi. Mucho mejor y mucho antes que cualquier otro escritor socialista (con la posible excepción de August Thalheimer) Trotsky vio muy claramente la naturaleza de clase y la capacidad destructiva del fascismo de Hitler. Después de la llamada “Noche de los Cristales”, señaló en un pasaje notable y conmovedor de una carta a los camaradas norteamericanos, el 22 de diciembre de 1938:
No es difícil imaginar lo que les espera a los judíos ya desde el estallido de la próxima guerra mundial. Pero incluso sin guerra, el desarrollo subsiguiente de la reacción mundial implicará con certeza el exterminio físico de los judíos.
Enfrentando al nazismo
Ya enfrentando al nazismo, Trotsky lo veía como un fenómeno que sacudía y agrupaba a todas las fuerzas de la barbarie que acechaban bajo la delgada superficie de la sociedad de clases “civilizada”. Tenía una extraordinaria visión de la barbarie que amenazaba con hundir Europa. Pero Trotsky no fue el único que buscaba una solución de lo que se llamó la cuestión judía en un contexto de transformación de la sociedad capitalista en socialista. Esto era desde mucho tiempo atrás el leitmotiv de todos los marxistas, incluyendo los que seguían la línea estalinista de la Tercera Internacional.
La obra de referencia para el público lector de la Internacional Comunista era, desde su publicación en 1931, el libro de Otto Heller, Der Untergang des Judentums (La ruina de los judíos). Su segunda edición alemana apareció inmediatamente antes de que los nazis tomaran el poder. Según Heller, el título, bastante extraño, se refiere a la desaparición del comerciante judío y todo lo relacionado con su existencia, que comenzó con la Revolución Francesa y la victoria del capitalismo en Occidente. Esto, a su vez, destruyó las condiciones para llevar adelante una forma de vida judía separada. A falta de territorio, los judios no eran una nación dentro de los países donde vivían. En la Unión Soviética, todavía eran sin duda los herederos de una nación. La Unión Soviética no se opuso a su asimilación, ni los obligó a establecerse en una región compacta.
Sin embargo, en la península de Crimea, y también, especialmente, en Birobidzhán, cerca del río Amur en el Lejano Oriente soviético, se les ofreció a los judíos la oportunidad de “crear aquí su unidad administrativa socialista autónoma, que aún no existe”, escribía, apologéticamente, Heller. Él, como tantos propagandistas, antes y después, esbozó una imagen idealizada de la situación en la URSS, la imagen de una familia socialista de naciones. A pesar de haberse resuelto, supuestamente, el problema judío en la Unión Soviética, seguía existiendo “una verdadera cuestión judía, actualmente en el este y el sur de Europa, en las áreas socialmente atrasadas“. Heller escribió estas líneas en vísperas de la toma del poder por parte de Hitler. Tenía tan poca idea de las horribles consecuencias de ese acto como el partido al que pertenecía, el Partido Comunista de Alemania (KPD), que no pudo resistir la marcha constante de la reacción y la barbarie que se apoderó del continente.
Durante los primeros años del Partido Comunista alemán
En los primeros años del KPD había muchos intelectuales judíos entre los líderes del partido (Rosa Luxemburg, Paul Levi, August Thalheimer, y poco más tarde Ruth Fischer, Arkadi Maslow, Werner Scholem, Iwan Katz y Arthur Rosenberg), pero esto no era algo que fuera destacado públicamente. A lo largo de todos sus cambios de dirección política, el KPD se aferró al análisis marxista tradicional de la cuestión judía, es decir, apoyó la asimilación como la mejor manera de alcanzar la emancipación de los judíos y se opuso fuertemente al sionismo. También se aferró al axioma de los socialdemócratas alemanes de antes de la Primera Guerra Mundial: “La liberación de los trabajadores de la explotación capitalista y la emancipación de los judíos de la discriminación política son dos caras de la misma moneda”. Pero al pedirles a los judíos que abandonaran sus tradiciones religiosas y culturales, que se asimilaran, dejando de dar sustento al antisemitismo, el movimiento obrero estaba aceptando “la discriminación contra los judíos practicada por los poderes conservadores realmente existentes, porque la Constitución del Imperio alemán solo le garantizaba igualdad a los judíos como individuos, pero discriminando a la religión judía… a diferencia de las iglesias cristianas“.
Aunque esto cambió con la Constitución de Weimar, en la primera democracia parlamentaria alemana la administración del Estado siguió firmemente en manos de una burocracia conservadora, que se opuso con vehemencia no solo a la emancipación judía, sino también a un fuerte movimiento obrero democrático. Las élites tradicionales ahora tenían que utilizar máscaras democráticas, pero en todas las crisis de la República apostaron a las fuerzas anti-democráticas, y en última instancia, en el Partido Nazi. Estas clases y una pequeño burguesía pauperizada y radicalizada estaban vinculadas cada vez más firmemente por un antisemitismo cada vez más cargado de un pensamiento anticomunista y falsamente igualitario. Esta vinculación fue ignorada o subestimada, no solo por los comunistas y socialistas, sino también por la mayor parte de la centroizquierda, con la honrosa excepción del círculo del periódico Die Weltbühne.
El “nacional bolchevismo”
La prensa del partido tomó una posición firme y polémica contra la difusión de las tendencias antisemitas entre la clase media proletarizada después de la Primera Guerra Mundial. Incluso durante su etapa “nacional bolchevique” en 1919, y sus guiños a los forajidos nacionalistas de derecha tras el “discurso Schlageter” de Karl Radek, el KPD se seguía pronunciando en contra de todo tipo de antisemitismo. Sin embargo, al mismo tiempo, dentro del propio partido había signos de sentimientos antisemitas. Una Clara Zetkin preocupada escribió a la IX° Conferencia del KPD en marzo de 1924: “La ‘izquierda’ mayoritaria del Partido combina fraternalmente a muchos que son amigos del KAPD [Partido Obrero Comunista, una organización separada formada a partir de una ruptura de una fracción de “ultraizquierda” del KPD, sindicalistas, anti-parlamentarios y, se ve a la luz – horribile dictu – incluso reformistas y, últimamente, fascistas antisemitas”. Durante la conferencia del partido, un seguidor anónimo de Heinrich Brandler declaró: “Hay una cierta resaca antisemita en el partido”. Pero en ningún momento estas tendencias caracterizaron la actitud del KPD hacia la cuestión judía.
Esto ni siquiera fue así incluso en 1924 cuando levantó cabeza un tipo de antisemitismo lumpen proletario y anti-capitalista entre los comunistas de Baviera y de Alemania central y halló eco en panfletos y periódicos locales como el Klassenkampf (Lucha de clases) de Halle. Por motivos oportunistas de política cotidiana, el partido sentía que debía tener en cuenta el resentimiento antisemita de sectores de la pequeño burguesía y el proletariado que quería ganar para el KPD. En un discurso pronunciado el 25 de julio de 1923 ante comunistas y estudiantes “estrechamente nacionalistas” Ruth Fischer dijo:
¿Ustedes están protestando contra el capitalismo judío, caballeros? Cualquiera que proteste contra el capitalismo judío, señores, ya es un combatiente de su clase, lo sepa o no. Ustedes están en contra del capitalismo judío y quieren barrer a los corredores de bolsa. Me parece bien. Señalen a los capitalistas judíos, cuélguenlos de las farolas, pisotéenlos, a Stinnes, a Klockner.
También hubo ejemplos de pensamiento antisemita en el órgano del partido, Die rote Fahne (La Bandera Roja), como, por ejemplo, asignarle al vicepresidente (judío) de la policía de Berlín, Bernhard Weiss, el nombre de pila de resonancia judía “Isodor”, una práctica que luego sería retomada y ampliada por los nazis.
La única vez antes de 1933 (después de los acontecimientos en Palestina, en agosto de 1929) en que la dirección del KPD habló directamente sobre el sionismo, claramente mostró su falta de familiaridad con los diversos aspectos de la cuestión judía. Al hablar en una reunión del Comité Central, celebrada los días 24 y 25 de octubre de 1929, Hermann Remmele admitió que “dentro del partido (…) se conoce poco el papel desempeñado allí por la Internacional Comunista, el movimiento revolucionario del comunismo. Nuestro partido, el Partido Comunista de Palestina – MK, tiene 160 miembros en Palestina, 30 son árabes, y los otros 130 son sionistas. Es claro que este partido no puede tener el tipo de actitud que exige la ley de la Revolución. Obviamente el pueblo oprimido que, en las condiciones actuales, puede proporcionar el elemento revolucionario, no puede ser otro que los árabes”.
Casi no hay una sola palabra que no esté mal aquí. Además de la utilización indiscriminada de “judíos” y “árabes”, la afirmación de que los miembros judíos del partido eran sionistas era una distorsión completa de los hechos. Esto es algo que el KPD debería saber. De allí se desprende que Die rote Fahne haya interpretado las posiciones, que eran nacionalistas en ambos lados, como una lucha anti-imperialista desde el bando árabe, sin criticar de ninguna manera la política de su dirección feudal-clerical. Sin embargo, otras publicaciones con simpatías comunistas fueron más capaces de diferenciar].
Un año más tarde, en su folleto ¿Sowjetstern oder Hakenkreuz? (“¿La estrella soviética o la esvástica?”), Remmele fue muy crítico con el antisemitismo nazi. Creía, erróneamente, que ese antisemitismo era una farsa, y que Hitler y sus cómplices harían un gran despliegue de antisemitismo, pero a la larga llegarían a acuerdos con los capitalistas judíos y no judíos por igual. Una serie de artículos sostenían esta interpretación, lo que no impidió que el KPD (principalmente a través de la sección alemana del Socorro Rojo Internacional, en el que tenía una influencia considerable) ayudara a las víctimas del antisemitismo, en su mayoría judíos que habían emigrado hacia Alemania desde Europa Oriental.
Después de 1933
El año 1933 se hicieron polvo las ilusiones de los comunistas sobre el alcance y los resultados de la toma del poder por parte de los nazis. El proscripto partido ahora pasaba a condenar la persecución nazi contra los judíos en todas sus formas. Sin embargo, no fue hasta la “Noche de los cristales rotos” del 9 de noviembre de 1938 que la dirección del partido se dio cuenta de que el nazismo era un peligro no solo para los judíos, sino para toda la civilización mundial. Sin embargo, incluso en su declaración “Gegen die Schmach der Judenpogrome” (Contra la vergüenza de los pogromos antijudíos) de noviembre de 1938, el KPD sobreestimó la solidaridad del pueblo alemán con los judíos perseguidos y subestimó la disposición de muchas personas a participar en la persecución y el saqueo de la propiedad judía. Al mismo tiempo, en la prensa de los emigrados, Walter Ulbricht, quien después de la guerra sería el máximo líder del régimen estalinista de Alemania Oriental hasta su muerte, en 1973, tomó partido por el bando judío en el conflicto de Palestina. Este es el mismo Walter Ulbricht que en 1967, en la guerra árabe-israelí, era incapaz de ver divisiones de clase, sino simplemente una lucha entre Estados árabes progresistas contra un Israel dirigido por los imperialistas.
Los pequeños grupos marxistas – el Partido Comunista de Alemania-Oposición (KPDO) [ligado a la fracción comunista de derecha de Bujarin, nota del trad.], el Partido Obrero Socialista (SAP) [ruptura por izquierda del partido socialdemócrata, nota del trad.], y los trotskistas hicieron todo lo posible para abrir los ojos de los alemanes frente a la capacidad destructiva del fascismo de Hitler. Después de la llegada al poder de los nazis, hicieron todo lo posible para denunciar su conducta abominable, sobre todo en lo que respecta a los judíos. Sin embargo, el reformista Partido Socialdemócrata (SPD), y, especialmente, el KPD estalinista, fueron sordos y ciegos a sus advertencias. El KPD y el SPD se dedicaron principalmente a una guerra burocrática entre ellos.
El Holocausto
Nadie había visto con tanta claridad como Trotsky la horrible posibilidad del Holocausto. Ahora, frente al asesinato en masa de los nazis, Trotsky proponía la migración de los judíos de Europa – de un continente cada vez más ensombrecido por la esvástica. Aun así criticaba el método sionista de resolver la cuestión judía como utópico y reaccionario, aunque modificando ligeramente sus argumentos. Él consideraba la existencia de una “nación judía”, que aún carecía de una base territorial. Pero Palestina seguía siendo para él “un espejismo trágico, y Birobidzhán, la “Región Autónoma Judía» soviética- MK, una farsa burocrática. Sin embargo, dentro de una federación socialista podría haber una migración, como escribió Trotsky en “El Termidor y el antisemitismo”. Para Trotsky seguían abiertas las perspectivas y posibilidades de la asimilación judía. A quien esto escribe le parece que su pesimismo respecto a la existencia de los judíos en las sociedades capitalistas se basaba, más que en el “espíritu de su época”, en sus expectativas sobre la revolución mundial con su hipotético próximo derrocamiento del “capitalismo en descomposición”.
Pero el sistema capitalista no se derrumbó después de la Segunda Guerra Mundial. Con todos sus antagonismos se mantuvo poderoso y fue capaz de recuperarse de una serie de crisis económicas y políticas. El nuevo Estado de Israel se convirtió en un ejemplo de expansión y crecimiento del capitalismo en Oriente Medio. En el contexto del conflicto árabe-judío, Israel pasó, de ser un intento de resolver el problema judío, a convertirse en parte de ese problema. Los historiadores actuales han de evaluar si, en las nuevas condiciones, siguen siendo válidas las explicaciones de Trotsky para judíos y árabes, para socialistas y no socialistas que se oponen al antisemitismo y a cualquier forma de discriminación racial y étnica, y para el mundo en general actualmente.