ORIGENES DEL ANTISEMITISMO-SIONISMO SOVIÉTICO
Si bien en principio las diferencias entre ambos conceptos son claras, cabe destacar que existen definiciones de “antisemitismo” que borran la frontera entre este y el “antisionismo”. Así, por ejemplo, la definición que da la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA) incluiría como “antisemita” el negar la legitimidad del Estado de Israel a existir. Esta ha sido adoptada por Gobiernos como el británico o el alemán, y está en vías de ser implementada en Francia también.
No obstante, el ser crítico con las acciones políticas de Israel no tendría siquiera por qué ser considerado antisionista siempre que dicha crítica no conlleve rechazar la propia existencia del Estado. En este sentido, acusaciones como las proferidas por la ONU de que Israel viola los derechos humanos al adoptar ciertas políticas no deberían ser consideradas antisionistas, sobre todo teniendo en cuenta las reiteradas ocasiones en que las Naciones Unidas han reconocido el derecho a existir del país, miembro además de la organización.
Por lo tanto, el antisemitismo sería el prejuicio o la discriminación mantenida contra las personas judías por el hecho de serlo, ya analizado en todos los capítulos anteriores. El antisionismo, por su parte, consistiría en rechazar la ideología sionista y, por tanto, la legitimidad del Estado israelí a existir como nación judía. Finalmente, la crítica a las acciones del Gobierno israelí no tendría necesariamente por qué ser ni una ni otra, siempre y cuando no incurra en estereotipos o prejuicios acerca de la población judía —lo que sería antisemita, o rechace el proyecto sionista, lo que sería antisionista.
Sionismo y antisionismo: origen y significado
El sionismo fue un movimiento político nacionalista -fundado por Theodor Herzl- que nació en Europa a finales del siglo XIX y que proponía el establecimiento de un Estado para el pueblo judío en Palestina. Este movimiento fue, en gran medida, responsable de la fundación del Estado de Israel y su objetivo principal, fue, desde sus orígenes, la libre autodeterminación del pueblo judío
En principio se pensó en la posibilidad de crear su «tierra prometida», como la consideran los fieles de la Torá, en lugares como Argentina, Uganda, Chipre, Kenia o Mozambique, se eligieron las tierras comprendidas entre el río Jordan y el Mediterráneo por motivo histórico y religiosos: es la zona que Yavé prometió a Abraham y su descendencia.
En Oriente Próximo vivieron israelíes, asirios, babilonios, persas y también los romanos, que fueron los que bautizaron a esas tierras como Palestina y expulsaron a los judíos. Después vinieron los cristianos en sus cruzadas, los turcos hasta la 1ª Guerra Mundial y después británicos que otorgaron durante su Mandato el derecho judío a fijarse allí. Aquí es donde entra el «antisionismo», que cuestiona el derecho del pueblo judío a conformar un Estado nacional en esas tierras.
Sionista, por lo tanto, no es sinónimo de judío. De hecho, mucho antes de la proclamación del Estado de Israel en 1948, hubo oposición judía al movimiento sionista. También hoy existen grupos judíos antisionistas como los Neturei Karta, un grupo religioso de judíos jaredíes que abogan por un «desmantelamiento pacífico» del Estado de Israel bajo la creencia de que el pueblo judío tiene estrictamente prohibido restablecer la soberanía en la Tierra de Israel hasta la llegada del Mesías.
Los judíos en el Imperio ruso y Polonia
El surgimiento de las organizaciones socialistas que pretendían representar a la población judía del Imperio ruso y Polonia, se dio sobre la base de una gran transformación de la población. Siguen algunos datos que permiten situar el lugar de los judíos en este marco: 5.19 millones de judíos habitaban el Imperio ruso, 4,13% de la población total. El 93.9 % de estos vivía dentro de la así llamada Zona de Asentamiento. El 96.9% de los judíos del Imperio tenía al Yiddish como primer idioma. En Polonia había un porcentaje de aculturación levemente mayor que en otras zonas: 3.5% de los judíos hablaba polaco como primer idioma. En Polonia, los judíos correspondían al 14.1% de la población, pero conformaban el 44% de la población urbana, teniendo así una incidencia considerablemente mayor a su porcentaje total en las ciudades, donde concentraba su actividad el movimiento socialista de la época. De los trabajadores asalariados judíos en toda la Zona de Asentamiento, la inmensa mayoría (85%) estaba concentrada en pequeños talleres de trabajo artesanal de oficio (tales como carpintería y sastrería). El 15% restante trabajaba en la industria. Una de las trabas importantes para el acceso de los judíos a los trabajos industriales era el problema del descanso en el Shabbat (Zimmerman 2004).
El surgimiento del Bund y la disputa por su posición en la Social Democracia Rusa (1897 – 1903)
Los orígenes del Bund se remontan al surgimiento del llamado Grupo de Vilna, agrupación de judíos Social Demócratas que luego se expandió desde esa ciudad a otras ciudades de la Zona de Asentamiento, incluyendo Varsovia. En un primer momento, los objetivos del Grupo de Vilna implicaban agitar entre los trabajadores judíos y formar parte del movimiento Social Demócrata Ruso. En su plataforma programática, no se encuentran demandas relacionadas con la población judía, sino que se centraron en demandas fundamentalmente económicas. Sin embargo, a partir de 1893 se dio un cambio en la política del Grupo de Vilna. A partir del panfleto de Kremer y Martov, “Sobre la agitación”, se puso en discusión un cambio en la táctica del movimiento Social Demócrata con el objetivo de masificar las luchas y la organización. Se apeló a una política de agitación y propaganda de demandas políticas y económicas, en el idioma de los trabajadores judíos, el Yiddish (Kremer y Martov 1896).
En octubre de 1887 se llevó a cabo el primer congreso de socialistas judíos, que dio lugar a la fundación del “Bund General de Trabajadores Judíos de Rusia y Polonia”. Dentro de las resoluciones del congreso, se declaró al Bund como defensor de los derechos civiles de los judíos y se planteó la voluntad de unificarse con el movimiento Social Demócrata de Rusia (Zimmerman 2004). También, se destacó como una tarea importante continuar con la distribución de la literatura socialista en Yiddish, y se oficializó al Di arbeytershtimme como prensa del Bund, que sería controlada por Kossovsky, Mutnik y Kremer, quienes también formarían parte del comité central. Además, se eligió a Minsk como el nuevo centro político en donde, al año siguiente (en marzo de 1898), tuvo lugar el Congreso de fundación del partido del Partido Obrero Social Demócrata Ruso (RSDRP).
Tal como querían los bundistas, el congreso resolvió que el Bund forme parte del RSDRP manteniendo cierta autonomía. Sobre ese punto, la resolución del Congreso estableció lo siguiente:
“El Bund General de Trabajadores Judíos de Rusia y Polonia entra al Partido como una organización autónoma, independiente únicamente en las cuestiones que afecten específicamente al proletariado judío” (RSDRP 1898).
La interpretación de este párrafo sería motivo de grandes disputas en los años posteriores. Al poco tiempo de la fundación del partido, el Bund sufrió un ataque represivo que implicó la confiscación de gran parte de sus materiales editados y el arresto de muchos de sus militantes, entre ellos los participantes del Comité central (Zimmerman 2004). Ante esta situación, en diciembre de ese año, algunos miembros del partido se exiliaron y formaron un Comité Central del Bund en el extranjero, particularmente en Ginebra. Allí establecieron al Der yidisherarbeyter como órgano oficial de la organización, a través del cual se empezarían a difundir algunos debates sobre la cuestión nacional y judía, promovidos por el editor del periódico, John Mill.
En el tercer congreso del Bund en Knovo en 1899 se visualizaron dos tendencias en torno a la cuestión nacional: el ala nacional, liderada por el Comité de Ginebra, que proponía algo similar a lo resuelto por el partido Social Demócrata de Austria: transformar a Rusia en una federación de nacionalidades con igualdad de derechos y donde cada una tenga autonomía cultural; la otra postura, sostenida por el Bund de Varsovia, se oponían a que el partido tome una definición en torno a la cuestión nacional. Este primer debate no tuvo consecuencias en este Congreso sobre la línea oficial del partido (Zimmerman 2004:117).
Posteriormente, una serie de hechos llevaron al fortalecimiento de la tendencia nacionalista. Por un lado, los viejos miembros del primer comité central salieron de prisión y se posicionaron a favor de la línea de Ginebra; por otro lado, el surgimiento de las organizaciones sionistas y del PPS, le impusieron al Bund la necesidad de elaborar una posición oficial sobre la cuestión nacional y judía. Esto se manifestó en el Cuarto Congreso del Bund, en Bialystok en 1901, donde resolvieron que:
El congreso sostiene que un Estado como Rusia, que contiene muchas nacionalidades, debería, en el futuro, reestructurarse como una federación de nacionalidades donde cada una tenga completa autonomía nacional, independientemente del territorio en el que se encuentra. La conferencia sostiene que el término “nación” es, también, aplicable al pueblo judío. Sin embargo, considerando prematuro por el momento levantar la demanda de autonomía nacional para los judíos, el Congreso encuentra suficiente (…) luchar por el rechazo de todas las leyes espaciales contra los judíos y protestar contra casos de opresión de la nación judía, al tiempo que evitamos inflamar el sentimiento nacional, que es capaz únicamente oscurecer la conciencia de clase del proletariado y de llevarlo al chauvinismo (Bund 1901).
Hacia el Segundo Congreso de la Social Democracia Rusa Las nuevas posiciones sobre la cuestión nacional del Bund irían decantando en una disputa teórica y organizativa con otros sectores del RSDRP. La disputa comenzaría desde antes de que celebrara el Congreso y tendrían gran influencia en el desarrollo de este.
Una primera polémica con Lenin surgiría a partir de la publicación de dos artículos en el órgano del comité del Bund en el extranjero, Poslednie Izvestiia. El primero criticaba al Comité de Ekaterinoslav por publicar una proclama contra el sionismo, la cual criticaba la idea de un pueblo judío unificado sin hacer ninguna referencia a la existencia del movimiento obrero judío, y en particular al Bund. De esto concluían que: “nuestros camaradas en el comité de Ekaterinoslav todavía no han digerido la idea de la necesidad de una organización separada para las fuerzas del proletariado judío” (Poslednie Izvestiia 1903).
El segundo artículo criticaba que el Bund haya sido excluido de las reuniones del Comité Organizador del próximo Congreso del RSDRP, y que éste hubiese publicado una declaración sin consultarles; incluso aunque el anuncio del Comité planteara que las razones de la ausencia del Bund eran incidentales y que esperaban que se incorporaran luego (Poslednie Izvestiia 1903).
En el mismo artículo, planteaban la posición de que el próximo Congreso del RSDRP debía ser considerado como un Congreso fundacional del partido, dada la falta de funcionamiento centralizado desde el primer Congreso; y que al mismo debían invitarse representantes de todas las nacionalidades de Rusia (Poslednie Izvestiia 1903).
Lenin rechazó la acusación del Bund en relación a las maniobras para evitar su participación, y planteó que la declaración sobre las nacionalidades de Rusia, en el sentido de incorporar nuevas organizaciones, dependía, en primer lugar, de que se logre la consolidación de un núcleo sólido de partido a partir de las organizaciones participantes, que pudiera después ampliarse hacia otras organizaciones; esto, a su vez, dependía del éxito del Comité Organizador, al que el Bund no hacía más que ponerle “palos en la rueda”. También denunciaba que esta polémica tenía el objetivo de plantear una relación federativa entre el Bund y el RSDRP (Lenin 1903).
En un nuevo artículo, Lenin criticó, a su vez, el anterior artículo de Poslednie Izvestiia, en particular el planteó de que el Bund era una organización independiente del proletariado judío. Contraponía esta “independencia” federativa, con la “autonomía” planteada en el Primer Congreso del RSDRP: La “autonomía” instituida en los estatutos de 1898 asegura al movimiento obrero judío todo lo que este puede requerir: propaganda y agitación en Yiddish, literatura y congresos propios, el derecho a plantear sus propias reivindicaciones especiales, que serán incluidas en un solo programa socialdemócrata general (Lenin 1903).
Lenin complementó sus posiciones sobre estos planteos del Bund con una discusión más general sobre el problema nacional, defendiendo la consigna a favor de la auto determinación nacional como parte fundamental del programa del partido:
En nuestro proyecto de programa del partido formulamos la reivindicación de una república con una Constitución democrática, que asegure, entre otras cosas, “el reconocimiento del derecho de autodeterminación a todas las naciones que formen parte del Estado” (…) Pero el reconocimiento incondicional de la libertad de autodeterminación no nos obliga en absoluto a apoyar todas las exigencias de autodeterminación nacional (…) Debemos aspirar, siempre e incondicionalmente, a la más estrecha unificación del proletariado de todas las nacionalidades (…) La maldita historia de la autocracia zarista nos ha dejado como herencia el enorme distanciamiento entre los obreros de diferentes nacionalidades, oprimidos por esta autocracia (…) no debemos tratar de justificar este mal, de santificar esta anomalía con ningún tipo de “principios” acerca de la singularidad o el carácter “federativo” de los partidos. Lo más simple y lo más fácil, por supuesto, es seguir la línea de la interior resistencia, meterse cada cual, en su rincón, de acuerdo con la regla de ‘“eso no me incumbe a mí”, como trata de hacer ahora el Bund (Lenin 1903).
En esta disputa, el planteamiento de un partido unificado nacionalmente tendía a amalgamarse con la posición a favor de la auto-determinación nacional, mientras que la posición del Bund a favor de la autonomía nacional cultural tendió a cristalizar en una posición federalista en relación a la organización partidaria. Así, el V Congreso aprobó una serie de resoluciones dirigidas al próximo Congreso del RSDRP sobre este punto:
Artículo 2. El Bund es la organización Social Demócrata del proletariado judío, no restringida en su actividad por ningún límite geográfico, y entra al partido como único representante del proletariado judío (…)
Artículo 4. El programa del Bund es el programa común al conjunto del partido, al cual tiene el derecho de suplementar en las cuestiones emergentes de la posición especial del proletariado judío en Rusia y la interrelación de fuerzas sociales en el seno de la nación judía, a través de puntos especiales que no sean contrarios al programa común (…)
Artículo 8. El Bund tiene el derecho publicar sin limitaciones, tanto en Yiddish como en otras lenguas. El Bund tiene el derecho de dirigirse al proletariado de otras nacionalidades sólo con el acuerdo de los órganos de las correspondientes secciones del Partido (…). Otras secciones del partido tienen el derecho de dirigirse al proletariado judío sólo con el acuerdo del Comité Central del Bund.
Artículo 11. En caso de necesidad el CC del Partido tiene el derecho de lidiar directamente con secciones particulares del Bund, pero sólo con la aceptación del CC del Bund (…).
Artículo 12. Todos estos puntos deben ser considerados fundamentales y sólo pueden ser cambiados, incorporarse agregados o ser cancelados por mutuo acuerdo entre las secciones del partido (Pearce 1978).
Al comenzar el cuarto día del Congreso, Liber introduciría la posición del Bund:
¿Por qué necesitamos una organización para el proletariado judío? Podría ser justificado, en primer lugar, por aquellas condiciones legales particularmente duras bajo las cuales vive la totalidad del proletariado judío, más allá de qué lengua hable; en segundo lugar, por el hecho de que la relación de fuerzas sociales en la nación judía es muy particular, en la cual, por ejemplo, no hay nobles, ni terratenientes, ni campesinos. Y por esta razón cualquier idea de transformar el Bund en una organización territorial (por no hablar del hecho de que estamos en general contra las organizaciones territoriales, dado que llevan a la descentralización) no tiene sentido (Pearce 1978).
Liber no consideraba el asunto del lenguaje como un justificativo fuerte para la autonomía, al ser un asunto “puramente técnico”. En términos organizativos concretos la propuesta implicaba que el partido se divida en dos conjuntos de secciones locales distintas: una perteneciente al partido en general, y la otra al Bund:
¿Cuál debería ser la relación entre las diferentes secciones del Partido? Yo digo que debería estar basada en el principio de la federación. Una sección del partido debería representar la totalidad de los comités rusos, mientras que la otra debería ser el Bund, organizado como una Unión separada. Usualmente se objeta que estas dos secciones son desiguales, inconmensurables, y por tanto su unificación sobre la base de principios federales sería extremadamente difícil de arreglar. En Austria, sin embargo, ha sido muy posible formar una unión federal de organizaciones nacionales Social Demócratas bajo un principio de igualdad (…) Nuestros oponentes piensan que la federación y la descentralización son sinónimos. Esto no es así. En nuestra visión no hay forma más alta de centralización que la federación (Pearce 1978).
Numerosos delegados del Cáucaso intervinieron cuestionando centralmente este aspecto, al igual que Martov. En particular los delegados del Cáucaso enfatizaron como en sus organizaciones locales se agrupaban obreros de todas las nacionalidades del lugar (Pearce 1978). A su vez, Lenin atacó directamente la idea de una organización federal:
La federación es nociva porque legitima la segregación y el aislamiento, los eleva a la categoría de principio, los convierte en ley. Es verdad que existe entre nosotros un aislamiento total, pero lo que hace falta (…) [es] luchar contra él, reconocer y declarar con decisión la necesidad de marchar firmemente y sin flaquear hacia la más estrecha unidad. Por eso rechazamos por principio (…) la federación, por eso rechazamos cualquier barrera obligatoria que sirva para dividirnos (…) ¿¡Acaso no es evidente que el centralismo exige la ausencia de toda barrera entre el centro y los sectores más alejados, más remotos del partido!? (Lenin 1903).
La resolución que finalmente se adopta en el Congreso fue el absoluto rechazo a federalizar el RSDRP. Ante esto, los delegados del Bund abandonaron el Congreso y el RSDRP. Sin embargo, “antes de que abandonen el Segundo Congreso, los delegados bundistas fueron capaces de introducir algunas modificaciones sobre la cuestión nacional en las resoluciones del RSDRP” (Gechtman, 2008), en las cuales se incluyó el siguiente párrafo, que planteaba: “el derecho de la población a recibir instrucción en su idioma vernáculo, el derecho de todo ciudadano a hablar su lengua materna en las reuniones y en las instituciones estatales y sociales.” (Lenin1903).
La lucha del Bund por un nuevo modelo organizativo, adolecía de un problema fundamental: pretendía organizarse como una sección nacional autónoma, al estilo del partido austríaco, en un país donde predominaban las organizaciones locales y generales multinacionales, estructuradas en un partido único. Así, su argumentación en el Congreso debió valerse de argumentos sobre la especificidad del estatus nacional judío que no resultaron convincentes, y abroquelaron al conjunto de los delegados en un repudio al Bund cuya causa principal, a partir del análisis que hacemos de las minutas del Congreso, fue el rechazo a la división de las organizaciones locales Social Demócratas y al solapamiento de organizaciones locales separadas del Bund con otras pertenecientes al conjunto del Partido.
Esto unificó a delegados que terminarían estando en veredas opuestas en otros debates del Congreso, tal como Lenin y Martov. Luego del debate sobre el lugar del Bund en el partido, el Congreso presenció la división del grupo de Iskra, que daría origen a las fracciones bolchevique y menchevique. La causa inmediata de la división fue un debate sobre los estatutos, en la parte que definía quien era un miembro del partido: Lenin presionó por una definición que implicara que los miembros debieran pertenecer a una organización de partido reconocida por el Comité Central, mientras Martov sostuvo una definición que implicaba que era miembro quien adhiriera a su programa y cotizara para el partido.
Si tradicionalmente se ha interpretado esto como la confrontación de dos modelos de partido (uno más fuertemente centralizado y de cuadros, y otro de masas y laxo) una nueva interpretación, más ajustada a la evidencia en nuestra opinión, subraya que la causa fundamental detrás del planteo de Martov era permitir que organizaciones locales como Iuzhni Rabochi (Obrero del Sur), los partidarios de Rabocheie Dielo (Causa Obrera) y los “economistas” de la “Unión de socialdemócratas rusos en el extranjero” no tuvieran que disolverse en organizaciones oficialmente reconocidas; es decir, que tuvieran el derecho a mantener organizaciones preexistentes que pudieran solaparse con las organizaciones oficiales.
Martov buscaba evitar escisiones y acumular apoyo para un rol de liderazgo, para lo cual estaba dispuesto a defender el derecho de estos grupos a no fusionarse con las organizaciones oficiales (Mullin 2015). Este planteamiento podría haberse aplicado al Bund también, que en principio podría haber sido más proclive a esta forma de organización; sin embargo, Martov se había opuesto al estatus del Bund como organización nacional autónoma, y los delegados del Bund se habían retirado al término de este debate en el Congreso. Martov parecía más dispuesto a aceptar la autonomía de ciertas organizaciones por motivos ideológicos y de preexistencia, pero no a aceptar un estatus especial para el Bund por motivos de distinción nacional.
De alguna manera, esto resultó poco estratégico para su proyecto organizativo: si hubiera logrado el apoyo de los delegados del Bund, habría amasado una mayoría en el Congreso con relación al problema organizativo.
Después del Congreso, Lenin siguió publicando artículos contra la propuesta federalista del Bund (Lenin 1903). A su vez, Lenin tomó posición sobre el estatus nacional de los judíos, a favor del asimilacionismo: esta idea sionista es totalmente falsa (…)“Los judíos han dejado de ser una nación, la cual no puede concebirse sin determinado territorio”, dice uno de los más destacados teóricos del marxismo, Karl Kautsky (…) Y estudiando recientemente el problema de las nacionalidades en Austria, este mismo autor procura dar una definición científica del concepto de nacionalidad, y establece dos criterios fundamentales:
la lengua y el territorio (…)La idea de una nacionalidad judía se halla en contradicción con los intereses del proletariado judío, pues provoca en él, directa o indirectamente, un estado de ánimo hostil a la asimilación, el estado de ánimo del “ghetto” (…)La hostilidad hacia las capas no nativas de la población sólo podrá ser eliminada cuando estas capas de la población dejen de ser extrañas y se fundan con la masa general de la población. Es esta la única solución posible del problema judío (…) (Lenin1903).
De la escisión del Bund a la reunificación con el RSDRP (1903 – 1906)
A pesar de la salida del Bund del RSDRP, su disputa con Lenin no cesó. Numerosos artículos publicados tanto en Iskra como en Arbeiterstimme pueden dar cuenta de ello. No obstante, en el período que corre de 1903 a 1905 el Bund había conseguido posicionarse como una de las organizaciones de trabajadores más grandes de Rusia, llegando a alcanzar 30.000 miembros (Zimmerman 2004). Este crecimiento se expandió enormemente a partir del estallido de la Revolución Rusa de 1905. La manifestación pacífica que comenzó el 5 de enero en San Petersburgo fue acompañada por una agitación política y económica que llevó a que miles de obreros se movilicen a través de la participación en huelgas y motines. Es por esto por lo que la gran mayoría de los partidos acrecentaron sus miembros, y el Bund no fue la excepción.
Sin embargo, la Revolución de 1905 también permitió la consolidación del movimiento sionista y el reflorecimiento de la cultura judía que se expresó en “el rápido crecimiento de la prensa diaria en Yiddish, y en la emergencia de un consenso entre los partidos políticos de judíos a favor del derecho a la autonomía” (Zimmerman 2004).
Dentro de las organizaciones social-Sionistas que se gestaron en esta época, adquirieron relevancia tres de ellas: la primera, surgió en 1905 bajo el nombre de Partido de Trabajadores Socialistas Sionistas (SS), de orientación territorialista, fue una de las organizaciones judías más grandes después del Bund. Su principal demanda era solucionar el problema territorial de los judíos, aunque no necesariamente en Palestina. En esta línea, enfatizó una orientación hacia el Yiddish – antes que hacia el hebreo-.
Otro partido Sionista que emergió en 1906 fue el Partido de Trabajadores Socialistas Judíos (SERP), de orientación autonomista, ponía en primer lugar la lucha por la autonomía nacional de los judíos en Rusia, posponiendo las definiciones sobre la cuestión territorial y Palestina para cuando existiera un Parlamento Nacional Judío en Rusia.
En ese mismo año, se formó un tercer partido sionista llamado Partido Social Demócrata de Trabajadores Judíos – Poale Zion. Su principal objetivo era conseguir la autonomía territorial de los judíos en las tierras de Palestina (Zimmerman 2004).
El crecimiento de las organizaciones “socialistas sionistas” implicó una pérdida de hegemonía del Bund en el seno del proletariado judío (Zimmerman 2004: 229). Hacia el interior del Bund, se había generado un proceso de unificación de las distintas tendencias sobre la cuestión nacional. En ese contexto fue Vladimir Medem quien más desarrollaría una posición explícita sobre el tema. Sostenía que la Social Democracia debía mantenerse “neutral” en la discusión sobre la cuestión del futuro de la cultura judía, lo que implicaba oponerse a la imposición de la cultura dominante sobre la minoría judía (Zimmerman 2004). Al mismo tiempo, proponía que el Bund adopte el programa de autonomía nacional-cultural como principal demanda política de las clases trabajadores de las nacionalidades oprimidas. El argumento principal que sostenía era que, para impedir la opresión nacional, la lucha por la igualdad por los derechos civiles no era suficiente, sino que debía ser acompañada por leyes garanticen el libre desarrollo de todas las culturas a partir del derecho a usar su propia lengua en las instituciones públicas (escuelas, parlamento, reuniones públicas).
Finalmente, este principio se adoptó como política oficial del Bund, incorporándose a su programa en 1905 en el marco del Sexto Congreso de la organización, que planteaba: la lucha por la igualdad civil; el derecho de usar la lengua nativa en las Cortes e instituciones públicas; y, por último, la autonomía nacional-cultural (Zimmerman 2004).
Mientras tanto, al interior del RSDRP las diferencias entre los bolcheviques y los mencheviques se agudizaron; los mencheviques fueron corriendo a los bolcheviques paulatinamente de los organismos de dirección. Ante esta situación, los bolcheviques llamaron a un nuevo Congreso en 1905, al que asistieron en soledad, reafirmando una escisión de hecho entre las facciones (Mullin 2015).
El estallido de la Revolución llevó a que se planteara la necesidad de una reunificación del RSDRP mediante la aceptación de los mencheviques de las reformas de los estatutos adoptadas en el Segundo Congreso. Finalmente, eso ocurrió en el Congreso de unificación que se llevó a cabo en Estocolmo en 1906, cuando había comenzado una fuerte avanzada represiva por parte del gobierno de Rusia.
La reunificación implicó también la readmisión del Bund al interior del partido, renunciando (más de palabra que de hecho) a la idea de la organización federativa del mismo:
Recientemente se ha celebrado el VII Congreso del Bund (…) Según los informes de este Congreso, el número total de miembros del Bund asciende a 33.000, agrupados en 257 organizaciones. (…) Representantes del Comité Central del Bund se han incorporado al CC del RSDRP (…) (Lenin 1906).
Creemos que dentro de las razones que llevaron al Bund a reincorporarse al RSDRP, incluso cuando eso significó someterse a los estatutos votados en el II Congreso, tenía que ver con la situación que había generado la Revolución de una relativa pérdida de poder del Bund en el seno del proletariado judío ante la emergencia de las organizaciones sionistas y la necesidad de afianzar alianzas con otras organizaciones socialistas contra el sionismo. En este marco, el Bund se plantea continuar con medidas de acción revolucionaria, entroncando más con la posición de los bolcheviques, tal como fue reconocido por Lenin: El VII Congreso del Bund estableció los lineamientos generales de nuestra táctica. Ésta consiste en lo siguiente: la disolución de la Duma ha demostrado nítidamente a amplios sectores de la población que es imposible conquistar la tierra y la libertad por la vía pacífica, y que la única salida es la insurrección armada. Lo cual no significa, ni mucho menos, que las elecciones a la nueva Duma impliquen un cambio de la táctica revolucionaria (…) Nuestra tarea en las elecciones consiste en (…) convertir las propias elecciones en palestra para la movilización de las masas revolucionarias del pueblo (Lenin 1906b).
Hacia la Primera Guerra Mundial (1907-1914)
A partir de 1907 el gobierno Zarista busca terminar con las organizaciones socialistas a través de una avanzada fuertemente represiva, y restablecerse en el poder. En este marco todos los partidos sufren un retroceso muy grande a causa de la represión a los activistas. Particularmente, el Bund se ve fuertemente atacado: el gobierno cerró la prensa legal en Yiddish, Folkstsaytung, que había comenzado a circular con la Revolución, y muchos de sus miembros emigraron o se retiraron de las actividades del partido:
“mientras que a la altura de la revolución en 1906, el Bund representaba a 274 organizaciones locales en Rusia y a una membresía de 33.890 personas, sólo 10 organizaciones locales estaban representadas en la conferencia del partido en 1910 con un total de no más de 2.000 miembros” (Zimmerman 2004).
Al mismo tiempo, al interior del RSDRP las tensiones entre las diferentes fracciones se intensificaron a raíz de que los mencheviques propusieron un cambio en la táctica del partido con el objetivo de reducir las pérdidas al mínimo: propusieron abandonar las actividades clandestinas e intensificar las acciones legales, uniéndose con los partidos de la burguesía liberal para ganar espacio en el parlamento. Por su parte, Lenin va a llamar a esa tendencia como “liquidacionista” (Broué 1973).
En este escenario, emerge Trotsky con un planteo de reunificación de todas las tendencias –incluyendo a los liquidacionistas-, que logra efectuarse en una sesión plenaria del Comité Central en 1910. La unidad también significó la unificación de la prensa del RSDRP en el Social-Demócrata, que fue dirigido por representantes de la tendencia bolchevique y menchevique (Broué 1973).
El debate sobre la legalidad o ilegalidad de las acciones de los partidos se replicó al interior del Bund, que se inclinó por la posición legalista (Zimmerman 2004). La decisión del Bund estaba relacionada con el reflorecimiento de la cultura judía y de la literatura en Yiddish que había propiciado la Revolución.
Desde 1906 en la Zona de Asentamiento habían surgido muchas organizaciones culturales de judíos donde el Bund había comenzado a tener inserción: la Sociedad Literaria Judía, la Sección Yiddish de la Universidad Popular en Varsovia, la sociedad de música dramática en Łódź, y las escuelas nocturnas para judíos adultos en Vilna y Varsovia (Zimmerman 2004).
El objetivo era enfatizar la lucha por el reconocimiento del Yiddish y educar a la población judía en su lengua materna. Esto último estaba vinculado a las teorías sobre “educación nacional” de Frumkim, quien planteaba la creación de escuelas modernas que eduquen sólo en Yiddish, como parte del programa de la autonomía nacional-cultural. A su vez pensaba que este tipo de educación, llevada adelante desde una postura socialista, fortalecía la consciencia de clase de los jóvenes judíos de clase trabajadora (Zimmerman 2004).
Este giro político e ideológico del Bund despertó algunos cuestionamientos vinculados a la cuestión nacional, que se pusieron de manifiesto a partir de una serie de publicaciones de algunos activistas del partido que discutían con el “neutralismo” planteado por Medem. Un ejemplo es la nota que escribió y publicó Frumkin en 1908, donde se preguntaba:
“¿cómo puede un partido ser oficialmente “neutral” sobre la cuestión del futuro de la lengua y la cultura Yiddish, o sobre el futuro del pueblo judío, cuando está activamente promoviendo la cultura nacional?” (Zimmerman 2004).
Esto puso de manifiesto la necesidad de una nueva conferencia, la cual tuvo lugar en 1910 en Lemberg. La decisión de mayor relevancia de la Octava Conferencia manifestaba que si bien el objetivo del Bund era alcanzar la autonomía cultural-nacional del pueblo judío, bajo el estado actual de las cosas, era necesario plantearse una serie de reivindicaciones, que estaban vinculados a la lucha por el reconocimiento y los derechos del Yiddish: abolir cualquier tipo de limitación a hablar en la lengua materna de cada grupo nacional en espacios públicos, y establecer escuelas estatales de cada grupo donde se enseñe en el idioma de cada nacionalidad (Zimmerman 2004), adoptando una posición claramente anti-asimilacionista:
La sociedad de Rusia y Polonia (…) [y] las masas populares de todas las naciones deberían saber que el pueblo judío se esfuerza por una existencia cultural independiente; que ellos no pueden ser “rusificados” o “polonizados”; que ellos necesitan escuelas de Judíos en las que la lengua Yiddish sea reconocida igualitariamente (Di shtime fun buns, Nº 3, 1910, citado en Zimmerman 2004).
En 1910 también comienza a darse un proceso de intensificación y restablecimiento del movimiento obrero en Rusia. A partir de entonces, las diferencias entre fracciones no hacen más que agudizarse, llegando incluso a una nueva escisión que se puso de manifiesto en la Conferencia en Praga en 1912, a la que acuden los bolcheviques y los “mencheviques del partido”, una fracción cuyo referente era Plejánov. En la Conferencia se “expulsa a los liquidadores y se recomienda la creación de “núcleos social-demócratas ilegales rodeados de una red tan extensa como sea posible de asociaciones obreras legales” (Broué 1973). A raíz de esto, Trotsky convoca a una conferencia en Viena con el objetivo de lograr la reunificación partidaria; los bolcheviques y los mencheviques del partido se ausentaron de ella. No obstante, los sectores que participaron (entre los que se encontraban los mencheviques) conformaron el llamado ‘Bloque de Agosto’, el cual se opondría a los bolcheviques.
En la Conferencia de Viena se aceptó “la visión de los delegados de la Social Democracia Caucásica, que afirmaban que la autonomía nacional-cultural no contradecía el ‘preciso significado’ del artículo 9 de programa del RSDRP aprobado en el Congreso de 1903 (que planteaba la fórmula del derecho a la autodeterminación nacional)” (Gechtman, 2008). Ante este hecho, Lenin retomó su polémica contra el programa de la autonomía nacional cultural:
Rusia es un país heterogéneo en lo que a las nacionalidades se refiere. La política gubernamental, que es una política de los terratenientes apoyados por la burguesía, está impregnada de nacionalismo centurionegrista (…) Y junto a esto tenemos el nacionalismo burgués de otras naciones (polaca, judía, ucrania, georgiana, etc.), que está levantando cabeza y pretende desviar a la clase obrera de sus grandes tareas de alcance mundial, orientándola hacia una lucha nacional o una lucha por la cultura nacional. El problema nacional debe ser considerado y resuelto con claridad por todos los obreros con conciencia de clase (…) Los obreros con conciencia de clase son partidarios de la total unidad entre los obreros de todas las nacionales, de todas las organizaciones obreras de cualquier tipo: culturales, sindicales, políticas, etc. (…) Los obreros no permitirán que se los divida mediante discursos empalagosos sobre la cultura nacional o la “autonomía cultural” (…) Los obreros de todo el mundo están creando su propia cultura internacionalista que han venido preparando hace mucho los defensores de la libertad y los enemigos de la opresión” (Lenin 1913).
Lenin continuó su crítica al Bund planteando que habían ignorado deliberadamente resoluciones sobre la unidad a nivel local de las organizaciones Social Demócrata que se habían aprobado en 1906 y confirmado en 1908 (Lenin 1913). También destacó que incluso “el menchevique neutral Plejanov” había reconocido que la aceptación oficial del programa de la autonomía nacional-cultural implicaba una concesión al nacionalismo (Lenin 1913).
Lenin también atacó la idea de escuelas judías separadas que venía desarrollando el Bund: La manifestación extrema del nacionalismo contemporáneo es la nacionalización de las escuelas judías (…) ¿qué significa esa nacionalización? Significa aislar a los judíos en escuelas judías (…) el rasgo más pernicioso es el esfuerzo por atizar las llamas del nacionalismo, por aislar una nacionalidad de otra dentro del Estado (Lenin 1913).
Lenin consideraba la posición sobre las escuelas separadas por nacionalidad como “la esencia” del plan de la autonomía cultural nacional (Lenin 1913f: 262). En medio de estos debates, una reunión del Comité Central en el verano de 1913 aprobó unas tesis que confirmaban y precisaban la posición enunciada por Lenin en sus artículos:
1) En la medida en que es de alguna manera posible la paz nacional en una sociedad capitalista basada en la explotación, el lucro y la discordia, dicho objetivo sólo es accesible bajo un sistema de gobierno republicano consecuente y profundamente democrático, que garantice la plena igualdad de todas las naciones e idiomas, que no reconozca un idioma oficial obligatorio, proporcione a la población escuela en las que se enseñe en todos los idiomas nativos; y cuya constitución incluya una ley fundamental que prohíba todos los privilegios de cualquier nación y toda violación de los derechos de una minoría nacional. (…)
3) Los intereses de la clase obrera exigen la fusión de los obreros de todas las nacionalidades de un Estado en organizaciones proletarias unidas: políticas, sindicales, cooperativas, educativas, etc. (…)
4) Por lo que se refiere al derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas por la monarquía zarista, es decir, el derecho a separarse y formar Estados independientes, el Partido Social Demócrata debe indiscutiblemente apoyar este derecho. (…)
5) El derecho de las naciones a la autodeterminación (…) no debe ser confundido bajo ninguna circunstancia con la conveniencia de que se separe determinada nación. El Partido socialdemócrata debe decidir esta última cuestión en cada caso particular de modo absolutamente independiente (Lenin 1913).
Conclusión
Convergencias y divergencias internacionales en torno a la cuestión partidaria y nacional
En torno a la cuestión nacional judía, las organizaciones e intelectuales analizados oscilaron entre tres posturas principales: el asimilacionismo, el neutralismo, y el levantamiento de una identidad nacional judía. A su vez, estos planteamientos tenían relaciones cambiantes con dos trazados nacionales generales: la consigna de la autodeterminación nacional y la autonomía cultural nacional.
Por último, estas polémicas normalmente estaban atadas a una concepción sobre la organización partidaria socialista: independencia organizativa para las naciones (que podía o no extenderse a los judíos) u organizaciones unificadas por territorio.
En cuanto a las posiciones de la Social Democracia Rusa, está claro que una de las motivaciones esenciales de la lucha contra el Bund tenía que ver con la negación al reconocimiento de una organización nacional separada. No obstante, en un primer momento, esto estaba interpretado en términos amplios, otorgándole al Bund derecho a tener sus propios Congresos y agitación en su idioma. Conectado con esto, el Congreso de 1903 postuló que el RSDRP apoyaba el derecho a la autodeterminación de las naciones, así como el derecho de éstas a tener escuelas propias y a usar su idioma en sus relaciones con la administración pública.
Lejos de quienes interpretan que esto implicaba, meramente, un reconocimiento de un derecho abstracto (planteo que comparten el historiador moderno Gechtman (2008) desde un punto de vista sionista, y Luxemburg (1908) desde un punto de vista anti-nacional extremo), esta posición implicaba, en nuestra opinión, un reconocimiento principista de derechos nacionales junto a una necesaria flexibilidad táctica. En cuanto a la valoración sobre el futuro de la nacionalidad judía, Peled (1987) sostiene que la posición de Lenin y otros líderes del RSDRP, se basó no sólo en consideraciones organizativas sino en una teoría nacional general que sostenía una gradual desaparición de las diferencias nacionales como resultado del desarrollo del capitalismo. En este sentido, creemos que las posiciones generales de la RSDRP no pueden desprenderse de este juicio, ya que el partido era bien consciente de la posibilidad de que una nación se reafirmara como resultado de una situación de opresión. Fue específicamente hacia los judíos que Lenin lanzó un pronóstico asimilacionista, primero en el curso de su lucha contra la autonomía del Bund en 1903, y más adelante en su crítica a un sistema escolar separado para los judíos. Junto a esto, desarrolló una fuerte crítica al sistema de la autonomía cultural-nacional proveniente del socialismo austríaco por considerarlo un nacionalismo disimulado, además de ser altamente ineficaz en términos organizativos. Así, se creó un cuadro que fue identificando progresivamente las posturas a favor de la autodeterminación nacional con la de un partido único multinacional, sostenido en muchos casos por posturas asimilacionistas (como la de Lenin), aunque sobre este último punto no existió una postura oficial del RSDRP. Frente a esto, el Bund, en primer lugar, planteó la postura de establecer una organización separada de los judíos (que no se extendía al resto de las nacionalidades de Rusia), para luego adherir a la teoría de la autonomía nacional cultural y, finalmente, dar el salto del neutralismo a una postura proclive a la afirmación de la nacionalidad judía. En este marco, cabe destacar la evolución del Bund sobre estas cuestiones. Sus posiciones tempranas sobre la cuestión nacional judía, que se limitaban a la necesidad de agitación en su idioma, y a una formulación “neutralista”, son poco objetables desde una postura favorable al Programa sobre las nacionalidades de 1903 de la Social Democracia Rusa; sin embargo, al unirse con posiciones afines a la Social Democracia austríaca, de sostener la separación por nacionalidad de las organizaciones socialistas y la autonomía culturalnacional como programa (que consideramos que fracasaron históricamente), crearon un divorcio con gran parte del resto de la Social Democracia Rusa que les impidió tener eficacia política.
A su vez, estas posiciones fueron sostenidas en un ambiente acostumbrado a la organización socialista multinacional unificada, que llevó al Bund a sostener esta separación organizativa sólo para los judíos, siendo que era claro que esta posición fuera derrotada, en un marco donde se valoraba altamente la unidad organizativa por las condiciones de clandestinidad que la represión zarista imponía.
Sin embargo, en un escenario donde el Sionismo ha alcanzado una preponderancia inusitada en la actualidad, creemos que los elementos internacionalistas y su lucha contra el Sionismo son elementos que merecen ser revalorizados, al tiempo que criticamos las posiciones políticas concretas en que la organización fue derivando.
En el socialismo polaco, la postura nacionalista del PPS implicó, en un primer momento, un planteamiento asimilacionista polaco sobre los judíos, en contradicción con la propia resistencia del PPS ante la Social Democracia Rusa. Esto condujo a una interesante paradoja para el socialismo polaco, ya que debía defender su propio derecho a una independencia organizativa a la vez que negaba la de los judíos, lo cual los condujo a varios giros tácticos en torno a ese tema, antes de la ruptura del partido. Consumada la misma, el ala izquierda del partido continuó con el desarrollo de una postura favorable a la concesión de derechos autónomos para los judíos en Polonia, postura que puede ser considerada asimilacionista suave, en tanto reconocía la necesidad de derechos nacionales públicos para los judíos junto con una expectativa de asimilación por vía pacífica. Mientras que, el ala derecha del PPS, tuvo un giro crecientemente anti socialista acompañado por un asimilacionismo duro hacia los judíos polacos.
En cuanto a la SDKPiL, social democracia de Lituania y Polonia, sus miembros combinaron una postura clara en favor de la unidad organizativa socialista de todas las naciones por región (que conlleva cierta contradicción con sus demandas de autonomía frente a la Social Democracia Rusa) con una postura anti-nacional extrema opuesta tanto al enfoque de la autodeterminación nacional, como al de la autonomía nacional cultural. Sus posturas oficiales eran de un asimilacionismo suave, que enfatizaba la lucha contra el antisemitismo, a la vez que los escritos de Rosa Luxemburg contienen planteos bastante despectivos contra la cultura Yiddish. Así, tanto en sus versiones nacionalistas como anti-nacionalistas, el socialismo polaco osciló entre distintos matices de asimilacionismo, y tuvo distintos giros en torno al problema de la organización partidaria que oscilaron entre el intento de absorción y la aceptación de la independencia organizativa del Bund. En Austria, la postura de Otto Bauer hacia la cuestión judía puede considerarse típica del partido Austro-alemán.
El reconocimiento de un programa general sobre la autonomía cultural nacional concebida de forma extra territorial, junto a su negación para los judíos, constituía una contradicción aplastante, compartida, aunque desde un enfoque teórico distinto, por Kautsky. El intento de desarrollar un partido Social Demócrata Judío, que incluyera la lucha por la autonomía nacional cultural, hecho completamente “ortodoxo” en términos organizativos en Austria, no fue reconocido simplemente por la alianza de los elementos nacionalistas de la Social Democracia Austro-alemana y el PPSD y, en el caso de este último, por su identificación con las políticas del PPS. A su vez, al tomar el rumbo de organizar un partido separado dentro del área polaca (cuyos militantes tenían una posición más internacionalista e izquierdista que la media de su partido), coincidimos con Kuhn (1998; 2007) en que se perdió una oportunidad para desarrollar una oposición multiétnica a la orientación del PPSD en Galitzia. En general, consideramos que el sistema de partidos separados por nacionalidad, que resultaba la forma organizativa natural de las organizaciones que sostuvieran el programa de la autonomía cultural-nacional, resultó un fracaso en Austria ya que fue incapaz de solucionar las contradicciones entre las nacionalidades, y condujo a varias rupturas entre partidos socialistas nacionales que culminaron definitivamente en la ruptura de 1911 del Partido Pan-Austríaco.
Cabe preguntarse si esta postura pro asimilación de los principales intelectuales de los partidos Social Demócratas Ruso, Polaco, Austro-Alemán y Austro-Polaco, no se correspondía socialmente con la intelligentsia asimilada que participaba, en grandes proporciones, en dichos partidos y en su liderazgo, reflejando cierta desconexión con la realidad del artesanado y la clase trabajadora que hablaba Yiddish de los países de Europa Oriental. En particular, estuvo carente el análisis de que la particular experiencia de opresión nacional y carencia de libertades democráticas básicas, llevó a un florecimiento de una consciencia nacional en los judíos de Europa Oriental.
En este sentido se plantea el debate de si era posible combatir la forma sionista de canalizar este florecimiento sólo mediante una postura asimilacionista, o esto implicaba la necesidad de conducir un florecimiento de la cultura nacional Yiddish en un sentido nacionalista, o si era posible una postura favorable al desarrollo cultural del Yiddish y los elementos nacionales judíos junto con un rechazo del aislacionismo y la organización nacional separada, postura que no fue asumida por ninguna organización.
El trabajo, al comparar varios casos, permite analizar en forma novedosa estos conflictos, revelando elementos que recorren todos los casos. Para los socialistas, el tema crucial que fomentó las grandes polémicas fue la unidad organizativa, que tenía una relación dialéctica con la situación de distinción nacional particular de la población judía de la zona, con cada factor reforzando al otro. El proyecto de partidos judíos en uniones federales fue rechazado por las organizaciones socialistas en todos los casos por motivos distintos: en Rusia, por su asociación con la autonomía nacional cultural y su separatismo organizativo; en Polonia, por las contradicciones de estos partidos en torno a la cuestión nacional y sus consecuencias organizativas; en Galitzia, por los elementos chauvinistas que tenían peso en los partidos socialistas nacionales de Austria. A su vez, la Segunda Internacional tampoco brindó un reconocimiento separado a las organizaciones judías en sí. De esta forma, el impulso de las organizaciones judías separadas terminó en el aislamiento político y organizativo de sus miembros, a la vez que alcanzaban un gran desarrollo numérico y en inserción de masas.
Por otro lado, los principales referentes del pensamiento marxista de la época (Bauer, Kaustky, Luxemburg, Lenin) tuvieron dificultades para pronosticar adecuadamente el futuro del despertar nacional Yiddish, ya que identificaron correctamente las causas de su existencia en las condiciones económicas y sociales de atraso y pervivencia de formas no capitalistas o proto capitalistas en Europa del Este, pero no advirtieron que, por la dinámica particular del desarrollo desigual y combinado de estas zonas, ese despertar se daba en un momento de desarrollo del capitalismo, combinando varios factores: en primer lugar, se dio en la era del imperialismo, que agudizaba el conjunto de las contradicciones nacionales; en segundo lugar, en sociedades que no resolverían rápidamente los aspectos contradictorios de su desarrollo social; y, en tercer lugar, en marcos estatales de severa opresión contra los judíos que le daban a este despertar nacional una profundidad muy grande, al no existir un acceso fácil al asimilacionismo para la masa de la población judía trabajadora de estas zonas, vía que sí fue posible para los miembros de la intelligentsia. La demostración del carácter estructural de este despertar nacional Yiddish, es que continuó largamente en décadas posteriores. Hizo falta el golpe del Holocausto, que asesinó a muchos de los hablantes de este idioma y la desterró casi totalmente de Europa, y la presión del sionismo en contra de este idioma y cultura, para sacarla de su lugar principal en la cultura judía de Europa del Este; y, aun así, no alcanzaron a borrarla del todo, ya que tuvo continuidad fuera de Europa.
De esta manera, ni en el plano de la organización y la militancia práctica, ni en el plano teórico, se dieron los elementos que permitieran la combinación de un acercamiento favorable al despertar nacional de las masas trabajadoras judías con su canalización en un sentido antiaislacionista e internacionalista.
En Manuel Quiroga – Mariana Massó: La cuestión nacional judía en el socialismo de Europa del Este: disputas partidarias e internacionales (1892-1914), Izquierdas, 35, septiembre, 2017, pp. 124- 166