Verus Israel III. Rusia. (6)

PERSECUCIÓN DE LOS JUDIOS DURANTE LA REVOLUCIÓN

Los judíos en el cambio de siglo.

 Además del incipiente movimiento sionista, muchos jóvenes judíos se adhirieron a formaciones de orientación socialista. Hubo migraciones a Palestina y se crearon los primeros asentamientos. En 1897 se fundó la Unión de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia, conocida como BUND  (federación o unión, en alemán), con la intención de unir a todos los trabajadores judíos del imperio ruso en un solo partido socialista. Pero también judíos en otras formaciones políticas, como el Partido Social Revolucionario o el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia.

Pável Axelrod (1850-1928) y Yuli Martov (1873-1923) fueron destacados militantes de la fracción menchevique, minoría,  de este último partido. Pero el dirigente revolucionario más conocido fue Lev Bronstein, más conocido como Trotski, que presidió el soviet de San Petersburgo durante la revolución de 1905 y en 1917 se incorporó a la fracción bolchevique del partido. A pesar de sus orígenes judíos, en lo tocante a la religión estos dirigentes estaban profundamente secularizados. Su educación en lengua rusa, sus lecturas y su cosmopolitismo les habían alejado de las formas de vida tradicionales vigentes en las aldeas de la Zona. Es más, consideraban esa mentalidad como el símbolo más evidente del atraso y la opresión que había que combatir. Pero esa mentalidad y esas creencias arraigadas durante siglos eran las que habían sostenido en pie a las comunidades judías ante toda clase de adversidades y abusos. La firme creencia en la voluntad de Dios y en su presencia inmutable y el pensamiento judío, en el que la comunidad siempre sobreviviría al individuo, no era siempre compatible con las nuevas ideas que estaban recorriendo Europa y Rusia. 

La entrada de Rusia en la Primera Guerra Mundial precipitó la caída de la dinastía Romanov. Fue un desastre sin paliativos que superó las posibilidades de supervivencia del régimen zarista. Ya la derrota contra Japón en 1905 había provocado un intento revolucionario que puso en evidencia la fragilidad del sistema político ruso. No faltó quien aconsejase al zar sobre la necesidad de introducir reformas profundas y poner al día de tanto las instituciones nacionales como la forma de gobernar.

Nicolás II hizo algunas concesiones, aunque siempre escasas. Entre ellas la constitución de una Duma o parlamento, que careció de poder efectivo, mantuvo una autonomía escasa y fue disuelta por el propio zar cuando este pensó que se había disipado la amenaza revolucionaria. Fue un punto final para casi todo. Las continuas derrotas militares acabaron con la moral del ejército, quebraron la imagen del zar y generaron inmensas privaciones en la retaguardia.

La escasez de alimentos provocó disturbios en 1915 y evidenció la escasa predisposición de los soldados a reprimir las revueltas. En busca de responsables, la gente echaba la culpa como siempre a especuladores y comerciantes, identificados muchas veces con alemanes y judíos. Siguiendo la estela difamatoria y mendaz ya comentada de Los protocolos, durante el periodo prebélico había crecido un vasto corpus “literario” sobre crímenes rituales, vampirismo y trata de blancas a cargo de mafias judías. Como muestra de esta obsesión difundida entre la sociedad rusa, el caso Beilis marcó un antes y un después. 

Durante la retirada de verano de 1915 las tropas rusas cometieron numerosos actos de pillaje, saqueo y destrucción sobre bienes de judíos. Muchos combates se desarrollaron en las zonas de asentamiento donde estos residían por decreto. Con frecuencia se acusó sin pruebas a las comunidades judías de espiar a favor de los alemanes y se las reprimió de forma contundente. La cifra de refugiados, huidos y deportados superó los seiscientos mil. Simultáneamente, se desató una oleada de inmigración hacia Estados Unidos, Argentina y Palestina. 

Esta situación alentó la ideologización de la juventud hebrea, que al paso que se alejaba de la religión y de las formas tradicionales de vida, se iba adhiriendo de forma creciente a movimientos revolucionarios y sionistas.  La zona de residencia quedó oficialmente abolida por el Gobierno Provisional ruso en marzo de 1917. No obstante, durante el caótico periodo de la guerra civil rusa (1917-1923) gran parte de ese espacio pasó a formar parte de la renacida Polonia que en 1920 también se anexionó, aunque temporalmente, amplios territorios bielorrusos y ucranianos. 

Un millar de disturbios

Veidlinger, catedrático de Historia y Estudios Judaicos en la Universidad de Michigan, parte para su libro de una cita de Anatole France de 1919:

«En el corazón de la mismísima Europa civilizada, en el amanecer de una nueva era de la que el mundo espera el establecimiento de la libertad y la justicia, la existencia de toda una población está amenazada. Estos crímenes no solo deshonran al pueblo que los comete, sino que atentan contra la racionalidad y la conciencia humanas». 

Y ciertamente, eso es lo que ocurrió, en concreto, entre las fechas que señalan el título: 1918-1921, en las que se registran, en más de quinientas localidades, en un área que correspondería a la actual Ucrania, más de un millar de disturbios antisemitas, lo que se conocería con el término ruso «pogrom».

Este investigador estadounidense, tras una ardua búsqueda en materiales de archivo, testimonios de testigos, registros de juicios y órdenes oficiales recientemente descubiertos, arroja luz sobre unos acontecimientos menos conocidos que el propio Holocausto pero que, de hecho, derivarían en esto mismo.

Para empezar, el autor habla de un libro de memorias sobre la ciudad ucraniana de Proskuriv, «Khurbn Proskurov», que acababa con los nombres de los mártires en una lista que ocupaba treinta páginas. Había sido escrito un año antes de que Pla dijera que los judíos estaban integrados: en 1924, nueve años antes de que Hitler llegase al poder y quince años antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. 

Era, ni más ni menos, que el auténtico comienzo del Holocausto: «La destrucción de Proskuriv se llevó a cabo un año después de la creación de un estado ucraniano que prometió amplias libertades y autonomía política a su minoría judía, y tres meses después del armisticio del 11 de noviembre de 1918 que acabó con la Gran Guerra», señala Veidlinger.

Un baño de sangre en Europa

Los datos son escalofriantes; justo en las postrimerías de la contienda bélica, el 15 de febrero de 1919, soldados ucranianos asesinaron a uno mil civiles judíos. 

«Esta no fue la primera oleada de pogromos en la zona, pero su alcance eclipsó los ataques violentos anteriores por la cantidad de participantes, el número de víctimas y el calado de su barbarie. Campesinos ucranianos, ciudadanos polacos y soldados rusos asaltaron impunemente a sus vecinos robándoles propiedades que creían que les pertenecían por derecho». 

Los ataques salvajes a esta población incluyeron arrancar las barbas a los varones judíos, destrozar pergaminos de la Torá, violar a niñas y mujeres judías y torturar a ciudadanos judíos en las plazas de los mercados, haciéndoles andar hasta las afueras de la ciudad para acabar fusilándolos.

En total, se calcula que, en esos tres años mencionados, la cantidad de muertos relacionados con los pogromos contra la comunidad judía supera los cien mil. Todo lo cual lleva a la obvia deducción de que «el asesinato de seis millones de judíos en Europa no solo era algo concebible, sino algo temido como una clara posibilidad desde al menos veinte años antes de que se convirtiera en una realidad», apunta Veidlinger.

Éste cita una noticia del 8 de septiembre de 1919, del «New York Times» dio, en que se comunicaba que se había celebrado en Manhattan una convención «para protestar por el baño de sangre que se estaba llevando a cabo en la Europa del Este». El titular era contundente: «Los judíos ucranianos piden parar los pogromos». Además, unos pocos meses antes de esta advertencia sobre el exterminio de los judíos, otra publicación, «Literary Digest», divulgó un artículo sobre los disturbios de Rusia, Polonia y Ucrania con el titular «¿Será una masacre de judíos el próximo horror europeo?».

El catedrático Jeffrey Veidlinger publica en Galaxia Gutenberg «En el corazón de la Europa civilizada. Los pogromos de 1918 a 1921 y el comienzo del Holocausto«.

Transcribo la entrevista que con ocasión de la publicación de este libro se realizó y publicada en https://librujula.publico.es/los-pogromos-de-1918-1921-antecedentes-del-holocausto/

“¿La verdad? Fue difícil escribir este libro. Las vivencias que leí y escuché eran muy  dramáticas, la gente se suele centrar en detalles perturbadores. Me desgasta personalmente oír estas historias, pero creo que deben contarse”, comenta Jeffrey Veidlinger, desde Michigan, vía Google Meet. Jeffrey, catedrático de Historia y Estudios Judaicos en la Universidad de Michigan y ganador del National Jewish Book Award, el Bernard Hewitt Award, entro otros, ha publicado con Galaxia Gutenberg En el corazón de la Europa civilizada. Los pogromos de 1918 a 1921 y el comienzo del Holocausto, un magnífico ensayo que pone el foco en los pogromos acontecidos hace 100 años en una Ucrania sumida en los salvajes coletazos de la guerra civil rusa.

“Una deriva histórica muy común es considerar que el Holocausto se inició con la ascensión de Hitler al poder en 1933 y la persecución de los judíos dentro de la propia Alemania y en los territorios que conquistó el Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial. Pero algunos investigadores vemos una continuidad, sin disrupción, entre los acontecimientos de 1918-1921 y la ‘solución final’”, asegura Jeffrey, que no duda en calificar estos pogromos como genocidio: “Es cierto que hay algunos problemas con este término; aunque basándonos en la definición oficial, es un genocidio”.

En el libro recoge una cita de Arnold Hillerson que, en referencia a la violencia contra los judíos desatada en Óvruch, dice así: “En este caso, el pogromo tuvo lugar bajo la consigna ‘golpeemos a los judíos porque son bolcheviques’, pero la actitud de las masas ucranianas hacia los judíos es tal que cualquier eslogan hubiera valido también para un pogromo”. ¿De dónde nacía ese odio a los judíos?

En la mentalidad de muchos ucranianos había un antisemitismo latente, y Arnold Hillerson lo sabía. Ucrania no era un caso particular, en muchas otras partes de Europa los judíos no eran bien recibidos. Sin embargo, en Ucrania, algunos políticos encendieron la llama y avivaron la violencia antisemita. La sociedad tenía prejuicios hacia los judíos y, sin duda, estaban dispuestos a creer todas las acusaciones que se vertían en su contra. Una de ellas, esa asociación ficticia entre los bolcheviques y los judíos, la instrumentalizó una élite temerosa de perder el poder. Por eso, y ante el avance del comunismo con su promesa de ‘pan, paz y tierra’, las élites tacharon ese eslogan de mendaz y ya de paso acusaron a los judíos de ladrones y mentirosos.

¿De dónde nace la asociación entre judíos y bolcheviques?

Algunos líderes comunistas, aunque a sí mismo no se consideraran judíos, contaban con ancestros que sí lo eran, por lo tanto, el resto de personas los consideraron judíos. La figura más representativa de la revolución, quien fuera ministros de Asuntos Exteriores y dirigiera al Ejército rojo, León Trotski, es el ejemplo más claro. Las personas tomaron la imagen de unos cuantos líderes bolcheviques que eran judíos y la universalizaron; así, de pronto, transformaron a toda una comunidad en bolchevique.

La Rada Central de Ucrania aprobó la Ley de Autonomía Nacional que mejoraba la vida de los grupos étnicos en general y, muy en particular, de los judíos. Su libro muestra esta ambivalencia entre el Gobierno republicano y la sociedad. Partiendo de la idea de que los Gobiernos los conforman las personas, ¿cabe responsabilizar de algún modo a la República Popular Ucraniana y al Directorio por los pogromos?

No lo fueron. Los líderes de la República Popular Ucraniana apelaban a la multiculturalidad, al pluralismo y a la apertura de mentes, y sobre estos principios asentaron las bases de su Gobierno. Los judíos de todo el mundo se alegraron y se vieron representados en un Estado que les permitía ocupar altos cargos, les dotaba con un porcentaje anual del presupuesto estatal para sus escuelas y orfanatos y convertía al yiddish en una lengua oficial. Aunque se les culpó de los pogromos porque se produjeron bajo su jurisdicción, realmente no los promovieron.

¿Y qué me dice de Symon Petliura, primero secretario de Asuntos Militares y después presidente del Directorio de Ucrania?

A Petliura se le puede culpar de no haber hecho lo suficiente para frenar los pogromos, pero no de instigarlos, al menos no encontré ninguna evidencia de ello. El ejército había sido formado unas semanas antes del inicio de los pogromos y Petliura no supo controlarlo. Mantuvo una relación distante con los soldados, entre otras cosas, por la falta de disciplina y entrenamiento de los reclutas. Los soldados no sintonizaban con los ideales de la República Popular Ucraniana. Además, Petliura estaba en Kiev, lejos de los sucesos del frente, de algunas cosas no se enteró. En fin, podía haber hecho más por pararlo, pero no los incitó.

Comenta que los civiles ayudaron a los militares a extender la violencia contra la comunidad judía, ¿por qué?

Muchos judíos regentaban tiendas de manufacturas o primeras necesidades. Entonces, los campesinos, y hasta el propio ejército, si requerían de algo lo robaban en las tiendas de los judíos. El pillaje de dinero, zapatos o comida, para un judío, es también un pogromo. La otra razón, ya hicimos alusión a ella, es la acusación de que los judíos son bolcheviques. Con el paso del tiempo, esta asociación se asienta a nivel social y hace creer a las personas que los judíos van a quemar sus iglesias, robarles sus tierras…

¿Qué papel jugó la iglesia ortodoxa en los pogromos?

No hubo una respuesta unívoca. La iglesia ortodoxa tomó varias posiciones, dependiendo de la región. En algunos casos, el sacerdote toleraba la violencia, en otros frenaba los pogromos. Se podría asemejar a la responsabilidad de Petliura: no los hostigaron, pero podrían haber hecho más para detenerlos.

Su libro contrapone dos propuestas de gobernanza en Europa del Este: una de ellas, ya la hemos comentado, la representa la República Popular Ucraniana; la otra, una propuesta etnocentrista, encuentra su mayor defensor en el Gobierno polaco de Ignacy Jay Paderewski, ¿es así?

Sí, así es. Aun así en Polonia también existían voces que pedían un Estado más inclusivo; pero no las escucharon. En cierto modo, a causa de la historia geográfica de ambos países: mientras Ucrania formó parte de diferentes reinos e imperio y albergó una mayor variedad étnica, Polonia fue más homogénea. Hasta 1919, cuando se constituyen los dos nuevos países, no hay una percepción sobre lo condicionante que es la geografía.

En la guerra civil rusa, ¿en qué bando podía encontrarse más seguro un judío?

Al comienzo de la guerra, los judíos se encontraban por toda Ucrania. Unos se acercaron a los blancos porque creían que esta asociación les triaría orden y ley, otros se aproximaron a los bolcheviques en busca de la igualdad que propugnaban, y el resto se unieron a los polacos o los ucranianos según de qué nacionalidad se sintieran. El tiempo y los pogromos les obligaron a unirse al Ejército rojo, ya que los altos mandos prohibieron cualquier actividad violenta contra los judíos. Los bolcheviques fueron de pueblo en pueblo expulsando a los ejércitos rivales y atrayendo a las comunidades judías, quienes los consideran unos libertadores, a sus filas. Claro, esto hace que en el imaginario colectivo la asociación judío-bolchevique se intensifique.

Durante los pogromos, aconteció la Conferencia de Paz de París, ¿cuál fue la respuesta internacional a la violencia desmedida contra los judíos?

La comunidad internacional se tomó los pogromos muy en serio y el resultado de ello es que lograron convencer a Polonia y a Rumania de que dieran asilo y protección a las minorías judías que huían a estos países. La posibilidad de una intervención militar, a pesar de que había unidades militares en la zona, se descartó debido al temor a que la guerra se intensificara y se desatara más violencia antijudía.

Como ha cambiado Europa, ¿verdad? Hoy, hemos abierto los brazos a los refugiados ucranianos cuando hace 100 años hicimos todo lo contrario con los refugiados judíos.

Tiene que ver con quien controla el Gobierno. Ahora, Ucrania es un país democrático y occidentalizado, y nos vemos reflejados en los refugiados, ellos huyen de un país con ideales semejantes a los nuestros. En 1921 los Gobiernos europeos temían que los refugiados judíos fueran agentes de los bolcheviques y extendieran el comunismo a lo largo del continente.

¿Le parece adecuada la reacción que tuvo la Europa Occidental ante la crisis de refugiados judíos de los años 20 del siglo pasado?

Entre 1918 y 1919, se les permitió entrar en la mayoría de países, pero unos meses después la oposición a los refugiados tomó fuerza, alimentándose del cansancio de la gente. En 1923, la Unión Soviética ganó la guerra y, en respuesta, los movimientos antijudíos, que ya contaban con un peso importante, intentaron expulsar a los judíos de sus países.

¿Haría alguna crítica a los judíos que se encontraban en la diáspora?

No necesariamente. Debido a la guerra, los propios judíos no pudieron ir en auxilio de quienes se habían quedado en Ucrania. Acusaron a los polacos de algunos brotes de violencia antisemita, y, aunque ciertamente el Gobierno polaco hizo de las suyas contra las comunidades judías, los pogromos se deben analizar dentro de un contexto más amplio y con la guerra de fondo, ya que la situación era mucho más compleja. El asesinato de Petliura dejó a la vista este sesgo. La comunidad judía internacional justificó este asesinato porque estaban convencidos de la responsabilidad del presidente del Directorio en los pogromos, cuando no era así. Buscaron respuestas simples a los problemas.

¿Cree que la guerra que estamos viviendo ahora puede hacer que estos hechos históricos sean silenciados?

Los pogromos de 1918-1921 ya se han olvidado en Ucrania. De todos modos, la guerra puede hacer que los ucranianos se den cuenta de lo compleja que es su historia. La gente comenzará a mirar con más detalle su pasado y tal vez lleguen a reconocer sus fallas, como en Estados Unidos estamos haciendo con nuestro pasado racial. Ucrania es un Estado nuevo que nace tras la descomposición de la URSS en 1991. En estos 30 años ha sufrido dos revoluciones, sigue aprendiendo de sí misma e intenta hacer las paces con su pasado conflictivo. Estados Unidos es un país estable y reciénte estamos cuestionando la historia y a nuestros héroes. Este es un proceso largo, debemos darles tiempo.

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