Resumen de la expulsión y conclusiones, consecuencias
1º.- En 1492 los Reyes Católicos decretaron la expulsión de los judíos de sus reinos. Esta medida, que a veces se presenta como extraordinaria, era sin embargo algo común en la Europa de la época. En otras regiones ya se habían producido estas expulsiones desde el siglo XIII, de manera que si algo llama la atención es la fecha tardía de expulsión. Los judíos nunca habían estado realmente integrados, eran tolerados sencillamente porque no se podía prescindir de ningún «capital humano», si se me permite el anacronismo, en una época de guerra y Reconquista. Quizá su época de oro se produjo bajo la protección de Pedro I de Castilla, a quien la propaganda Trastámara presentaba como hijo de un judío llamado Pero Gil —de ahí el nombre de «emperejilados» a los partidarios de Pedro—. También resulta esclarecedor observar como la propaganda afín a Enrique de Trastámara presentaba a los judíos sistemáticamente como una clase rica y poderosa, usurera, que apegada al poder esquilmaba al pueblo. La llegada al trono de Enrique II significó un fuerte cambio de suerte para los judíos, y en 1391 se producirían los terribles pogromos contra esta minoría. Este sería un punto de no retorno, que marcaría en adelante la suerte de los judíos sefardíes.
2º.- La hostilidad hacia los judíos se explica por el rechazo religioso, así como por la percepción de una imagen distorsionada: la del judío usurero, taimado, rico y avaricioso, que al mismo tiempo envenenaba pozos y secuestraba niños cristianos para perpetrar sangrientos rituales. En épocas de bonanza, este odio estaba latente; pero en momentos de crisis la violencia estallaba en forma de asaltos a las juderías, asesinatos y rapiña. En estos acontecimientos, en la actuación de muchedumbres desbocadas se entremezclaba el odio de clase con el religioso. Así ocurrió en 1391, al final de un siglo de crisis marcado por la guerra, elevadas imposiciones tributarias y la irrupción de la devastadora peste de 1348. La violencia se inició en Sevilla, donde el arcediano de Écija, Fernán Martínez, soliviantó en sus sermones a las masas contra los judíos. Desde allí, los asaltos a las juderías se extenderían rápidamente por toda Castilla, llegando rápidamente a Toledo, ciudad Real y Cuenca. El principal efecto que esto tuvo es que un importante número de judíos, aterrorizados, decidieran convertirse al cristianismo. Así, en las crónicas hebreas el año 1391 es recordado por los pogromos, mientras que el periodo que va desde 1391 a 1415 es el de la conversión y la apostasía. En Aragón, las conversiones al cristianismo alcanzarían su cénit por medio de un acontecimiento: la célebre Disputa de Tortosa (1413), un supuesto debate libre entre teólogos cristianos y rabinos que no pasó de ser un intento de los primeros por imponer sus creencias a los segundos. El segundo gran efecto es que se produjeron las primeras migraciones de judíos, huyendo de las matanzas, ya un siglo antes del decreto de expulsión. Tal y como nos dice Joseph Pérez:
3º.- Nunca había llegado tan lejos la violencia contra los judíos. Éstos, como es natural, quedaron horrorizados. Algunas familias, en Mallorca, por ejemplo, prefirieron salir de los reinos de España; se fueron al norte de África, A Trípoli, Túnez, Argel, Orán, Marrakech… Muchos más hebreos — ¿unos cien mil?— decidieron renunciar a su fe y convertirse, espontáneamente o bajo amenaza, para evitar a sus familiares y a sí mismos nuevas persecuciones, dando así un impulso extraordinario a un movimiento que parece haberse iniciado en años anteriores.
4º.- No obstante, la conversión no solucionaba nada y en el imaginario colectivo los conversos eran considerados unos falsos cristianos. No se establecía distinción entre judío y converso, y los términos «limpieza de sangre», «cristianos viejos» y «marranos» demostraban que la discriminación persistía. También persistían las leyendas sobre asesinatos de niños cristianos. Por ejemplo, en 1454 unos ladrones asesinan a un niño para robarle una cadena de oro que lleva al cuello: fray Alonso de Espina, famoso por sus diatribas contra los enemigos de la fe cristiana, afirmaría en sus sermones que el niño en realidad habría sido asesinado por unos judíos, quienes a continuación le habrían extraído el corazón para cocerlo y comérselo. A estas afirmaciones, generadoras de odio, hay que asociar frecuentes atropellos y vejaciones sobre la población judía. Luis Suárez Fernández recoge una buena muestra de tales vejaciones, y concluye que contribuyeron a crear en lo judíos de la Península una sensación de miedo y resignación que les conduciría a refugiarse en ideas mesiánicas de salvación.
5º.- Los Reyes Católicos tomaron conciencia de este problema de convivencia en Andalucía, en 1477-1479, cuando se descubrió en Sevilla focos de los llamados «judaizantes» o «cripto-conversos». Se obtuvo entonces del Papa Sixto IV permiso para crear un tribunal especial que investigase, identificase y sancionase a los falsos conversos. De esta manera se constituía en 1478 la Nueva Inquisición. Si bien, los monarcas no aprovecharon inmediatamente esta prerrogativa, y durante dos años algunos de sus consejeros más cercanos, como el cardenal Mendoza o fray Hernando de Talavera, confesor de la reina y famoso por sus respetuosos y pacientes métodos de persuasión, mostraron su rechazo al prever lúcidamente acciones violentamente represivas contra los judeoconversos a los que se quería investigar. Efectivamente, la primera actuación inquisitorial en Sevilla fue tan expeditiva, con varios centenares de muerto, que el Papa quiso dar marcha atrás, aunque sin ningún éxito. En definitiva, se acabó consolidando institucionalmente, organizándose un Consejo específico presidido por un inquisidor general —el primero sería el dominico fray Tomás de Torquemada— elegido por el monarca.
Sin embargo, el problema continuó latente, pese a las drásticas acciones de los inquisidores. Se argumentaba que los conversos seguirían contaminados a menos que se les separase de sus antiguos correligionarios judíos. En este clima, y teniendo presente que unos de los objetivos fundamentales de Isabel y Fernando en el plano religioso era obtener la unidad doctrinal de sus súbditos, se tomó la decisión de expulsarlos. Después de la toma de Granada, el 31 de marzo de 1492, se ordenó la expulsión de aquellos judíos que no se bautizasen en un plazo de cuatro meses. La orden afectó tanto a la corona de Aragón como a la de Castilla. Una minoría optó por la conversión, pero la gran mayoría —entre 125.000 y 165.000 según distintos autores— optó por el exilio. Atendiendo a la sociología de los exiliados, encontramos personajes que habían encontrado altos cargos —por ejemplo, Isaac Abranel, hombre de Estado y filósofo—, así como arrendadores de alcabalas, mercaderes, médicos, y personas que ejercían distintos oficios: zapateros, curtidores, plateros…
6º.- Este exilio judío español tuvo como destinos diversas regiones de Europa, África y Asia. Un nuevo número fue acogido en Portugal, aunque tuvieron que abandonar este país poco después cuando Manuel I ordenó su propio decreto de expulsión en 1497. También fue importante como destino Italia y Holanda, donde fueron a parar numerosos judíos portugueses —y entre ellos, los antecesores de ese personaje fascinante que fue Baruch Spinoza—. Un buen número (unos 20.000 según las estimaciones de Vicente Llorens) pasarían a Marruecos, aunque serían tan mal tratados y recibidos que aproximadamente la mitad resolvería volver a España y aceptar el bautismo. Pero la mayor parte recalarían en el Imperio Otomano, que practicó una política de «tolerancia»; de tolerancia de la época, obviamente, que se puede resumir literalmente en soportar a aquel al que se rechaza religiosamente, y dejarle mantener sus ritos a cambio de que se someta a una onerosa fiscalidad. La capital sefardí del Oriente sería Salónica, y la comunidad judía exiliada perviviría allí hasta que los nazis le pusieron punto final al practicar allí en 1943 sus políticas de deportación y aniquilamiento.
7º.- Hay dos aspectos que historiográficamente han dado lugar a fértiles discusiones en torno a la expulsión de los judíos de España en 1492. El primero, que no tiene una respuesta clara ni simple, es el de las motivaciones que llevaron a Fernando e Isabel a tomar esta decisión; asunto que de momento no abordo, sino que dejo para las conclusiones. La otra problemática es el efecto demográfico y económico que tuvo la expulsión. Se defendió durante mucho tiempo una tesis, por ejemplo, por Werner Sombart o Claudio Sánchez Albornoz, que aseguraba que los judíos eran los motores del capitalismo castellano; y que al irse acabaron con toda posibilidad de que Castilla continuase por una senda de desarrollo económico. Esta tesis ha sido muy discutida, y no resiste el examen documental de la época. Dicho crudamente, la Castilla de finales del siglo XV, en una coyuntura demográfica y económica favorable, «se podía permitir» la expulsión. Además, la tesis partía del extendido prejuicio relativo a la figura paradigmática del judío-capitalista, y tendía por tanto a sobrevalorar el peso económico de los judíos españoles de finales del siglo XV:
Los judíos no formaban en el momento de la expulsión una poderosa clase media; la inmensa mayoría se componía de modestos artesanos, buhoneros, pequeños prestamistas. La ecuación judíos igual a burguesía carece de fundamento. Se basa en la teoría ya superada por la investigación histórica sobre el papel de los judíos en los orígenes del capitalismo y de la economía monetaria. En el caso de España, se apoya en una pretendida incapacidad de los españoles para las actividades económicas. No todos los judíos y conversos eran burgueses, ni mucho menos, y los que lo eran no eran los únicos.
8º.- Posiblemente, los judíos pertenecientes a la comunidad sefardí en Salónica fueron los más afortunados entre todos los exiliados. Aquí observamos una tendencia general que hemos de retener en relación con la cuestión que nos ocupa, por mucho que suene a Perogrullo: la suerte de los exiliados depende directamente del lugar al que llegan.
Resumen de las consecuencias de la expulsión
A continuación, se presenta un resumen de las consecuencias económicas, religiosa, sociales y culturales de la expulsión de los judíos.
Económicas
La marcha de los judíos tan solo fue especialmente relevante en el ámbito de los negocios y la economía en los lugares donde habitaba un gran número de ellos. Aunque también es cierto que algunos historiadores defienden que con ellos se fue la posibilidad de que la sociedad española recogiera el impulso de un primer capitalismo. La expulsión se convirtió en un próspero elemento financiero de la Corona y la Inquisición por motivo de las expropiaciones consecuencia del decreto. Muchos judíos encarcelados en Sevilla fueron liberados a partir de 1510 bajo el pago de miles de ducados, cantidad que se duplicaba cada término hasta llegar a 40.000 ducados. Esto ocasionó una crisis entre la Corona y la Iglesia, quienes se peleaban por adquirir estos bienes decomisados o explotados. Por medio de pagos les fue posible a muchos forzados y judíos escapar incluso hacia las Américas. Los edictos de Barcelona de 30 de octubre de 1492 y de 30 de marzo de 1493 muestran los marcados intereses económicos por parte de los reyes Fernando e Isabel por enriquecerse con los bienes de los sefardíes. Precisamente la paradójica fórmula de no poder llevar oro y valores consigo al abandonar sus propiedades ocasionó la avidez del pueblo por allegarse estas riquezas, las cuales pretendió la corona acaparar como monopolio y tuvo que canalizar a través de comisionistas y notarios.
Socioreligiosas
Aumentó el número de conversos y se consolidó una división social entre cristianos viejos (sin antepasados judíos) y cristianos nuevos (judíos convertidos al cristianismo o sus descendientes), división que se vería plasmada en los estatutos de limpieza de sangre. La obsesión de los españoles por la «limpieza de la sangre», noción que los visigodos introdujeron sin el elemento cristiano en principio, pero que, en conjunción con la posterior conversión de los mismos al cristianismo, formaron las condiciones perfectas para la gestación de la persecución perpetrada por la Inquisición española, y dio pábulo a formas larvadas y expuestas del antisemitismo y xenofobia exportado a los dominios coloniales.
Culturales
La expulsión supuso que las sociedades castellana y aragonesa perdieran a figuras tan ilustres del mundo cultural y científico como Abraham Zacuto (astrónomo y cosmógrafo), Salomón ben Verga (escritor), Isaac Abravanel (hijo de un consejero de los Reyes y escritor), además de otros muchos. Traducciones de la santa Biblia como la Biblia de Alba o la de Ferrara, que llevaron a muchas otras como la de Reina y Valera o la inglesa de King James, no pudieron seguir siendo desarrolladas. La investigación científica no sufrió excesivamente, puesto que no existía casi entre los cristianos, y a pesar de la expulsión de algunos elementos destacados, siguió, aunque marginalmente, por algunos descendientes de conversos, llegó a su máximo, merced a la incipiente y a la vez tardía inserción del renacimiento, a partir de mediados del siglo XVI, principalmente en la Escuela de Salamanca. En cuanto a la cosmografía y ciencias de la navegación, la preponderancia de Castilla, junto con Portugal, en los mares durante los siglos siguientes habla suficientemente de que no sufrieron demasiado.