Estimado Teniente General,
Muchas gracias por su artículo. Me ha resultado educativo. El saber que comparte debe conocerse, y hoy escasean sus fuentes.
Agradezco que cuando al principio menciona las quejas que los militares jóvenes suelen expresar respecto a sus superiores, también incluya la situación contraria, las carencias que los altos mandos encuentran en las generaciones noveles. Siempre he preferido a soldados (cualquier persona, en realidad) al menos veinte años mayores que yo, dado que son casi los únicos que poseen «espíritu de unidad», un poso de valores castrenses. Gravedad y solemnidad. Eso ha de ser el Ejército. Si no, no es.
He escuchado a militares (también policías y guardias civiles) lamentar que sus superiores se encuentren desapegados de los problemas reales diarios de sus subordinados, que se muestren pasivos e indolentes ante sus dificultades. El compañerismo y la lealtad deben existir hacia arriba y hacia abajo. A veces pienso que los cargos más altos de los Cuerpos de Seguridad, son a menudo políticos en su naturaleza: psicópatas que sólo velan por su carrera y cartera, traidores de la Patria, y de sus subordinados. Respecto al lamento de altos mandos de que sus futuros sustitutos carecen de los principios y valores que ellos poseen: qué esperar, si la Academia parece tener como objetivo desnaturalizar la profesión: permite la presencia de profesores civiles, no incide en Historia militar, su moral, la soberanía de España, etc., y se la tecnifica para acabar convirtiéndola en un tipo de escuela de funcionariado o Ingeniería. Un súbdito de organismos internacionales. Es otra forma de matar a España, de desfigurar y debilitar las Naciones, para que sean tomadas por el globalismo.
Sobre la reforma del Ejército: el ejecutor sólo podría ser el gobierno, dado que desafortunadamente la institución castrense se encuentra a él sometida. Pero qué ideas van a guiar su mano, si, como usted indica, la casta política, como el resto de España, se encuentra vergonzosa y peligrosamente desmilitarizada. Si han convertido España en una marca, la puta de Marruecos, y en un asilo de tercermundistas, zánganos con subvención, y turistas borrachos.
Considero que el homicidio y desaparición de España, comenzó con la eliminación de la asignatura de Formación del Espíritu Nacional (todo nace y muere con una idea), y continuó con la supresión del Ejército como garante del orden y vigilancia del Gobierno. Éste ha tomado el poder Judicial, y aunque esté arruinando España, haciéndola desaparecer, el Ejército parece no puede hacer nada. Empero, muchos siguen hablando de democracia y libertad… Llevamos muchos años encarnando el Antiguo Régimen, porque no parece existir defensa contra los enemigos de España, políticos que la utilizan para la consecución de sus ambiciones. El peor enemigo, es el interior. No obstante, como continúa el pan y el circo, y a los medios de comunicación (comprados por el gobierno) no interesa generar histeria colectiva al respecto, emitiendo esa noticia 24 horas al día con tono apocalíptico (como ya se hizo durante la dictadura sanitaria), el rebaño no levanta la cerviz. No parece haber moros en la costa. Como tantos problemas, un día cercano estallará en nuestra cara, y miles se limitarán a poner cara de sorpresa. La Patria, primero. Después, el resto. Olvidarlo es suicidarse. Existe tanto odio e indiferencia a España por sus propios ciudadanos, tanta lobotomía progresista, que prefieren lo segundo.
En alguna ocasión he leído acerca de los fallos operativos que existen en nuestro Ejército. Supongo se deben, entre otros motivos, a falta de presupuesto (mientras que para sandeces, siempre hay recursos), incompetencia (falta de meritocracia) en ciertos mandos, e insuficiencia de formación, exigencia y disciplina en algunos subordinados. Usted apunta a que esos fallos no se solventan porque no se perciben de forma manifiesta, dado que apenas participamos en conflagraciones. Yo añado, puesto que el gobierno está empeñado en convertir el Ejército en ONG, olvidando la razón de su existir: hacer la guerra, para lograr la paz.
Desconocía que se produjeran más muertos en nuestras filas, pese a no entrar en combate, que en la de aquellos países que sí lo hacen. Ello supone una traición (que es el peor pecado, junto con la soberbia) por parte del Estado, a ese soldado y a España. Ojalá la vida de un soldado español importase en España tanto como el fútbol y las rebajas, y la llegada de «pobres» invasores; esos que apedrean a guardias civiles, con los que nadie se «solidariza», a los que nadie se acerca con manta y ojos misericordiosos.
Me ha sorprendido que mencione a Israel como «un Ejército que reúne casi todas las características ideales», meramente que un militar considere que existe uno que cumpla ese adjetivo. Quiero pensar que está en lo cierto, pero temo pecar de candorosa.
Siento curiosidad, y al tiempo miedo, de cuál sería el resultado de ese posible informe externo que usted menciona de las FAS españolas, de su capacidad, rendimiento, y coordinación. Tal vez sólo entonces, como usted sugiere, cuando fuera rotunda nuestra inferioridad militar respecto a otros ejércitos vecinos en un posible enfrentamiento, se tomarían medidas para subsanar ineficiencias y errores.
Si una Nación aspira a la fortaleza y el desarrollo, primero ha de velar por la formación humana de sus miembros. Nuestros jóvenes no necesitan apremiantemente conocer el IPC o el posicionamiento SEO, sino qué significa “Patria”, sus deberes con ella, y las consecuencias de no cumplir con la familia común: su debilitamiento, que a todos pone en peligro. El patriotismo de cada ciudadano (y político) es el primer requisito para la Defensa nacional, la supervivencia frente a la amenaza de naciones vecinas y el globalismo. El amor a España es condición para el crecimiento y grandeza de nuestra nación; porque es nuestra, de cada español que lleva décadas pagando impuestos, de los descendientes de quienes asentaron los cimientos de España. La salvación de España, por tanto de nosotros, parte de la Formación del Espíritu Nacional, cuyos mayores maestros deben ser militares. Nace de un auténtico dirigente, una nueva Isabel de Trastámara.