San Ciruelo, día del Señor de 30 de febrero
De pocos o muy pocos será conocido este santo imaginario que, sin embargo, dice Maria del Carmen Ugarte en febrero de 2002, tiene una larga tradición en nuestra literatura y en nuestras costumbres y pese a lo que pudiera pensarse ha dejado huellas en la toponimia, los nombres de los lugares de algunos sitios de España entre ellos en el Palacio de la Moncloa, donde uno de sus inqui-ocupas, Pedro Sanchez, cumple años en esta festividad que este año se ha trasladado al martes 30 de julio en el que declarará ante el juez con la promesa o juramento, como testigo, de decir verdad.
El día de San Ciruelo, pagaré lo que debo, decía un antiguo refrán con lo que hacía referencia a la costumbre de no pagar; es patrono San Ciruelo, por tanto, de los malos pagadores. Ya lo decía el maestro Góngora cuando uno de sus personajes prometía a la amada: «Teresa de mis entrañas, no te gazmies (1) ni ajaqueques (2); que no faltarán zarazas (3) para los perros que muerden. Aunque es largo mi negocio, mi vuelta será muy breve, el día de san Ciruelo o la semana sin viernes», es decir nunca, o como diría otro dicho popular cuando san Juan baje el dedo.
Volverse un san Ciruelo era también allá por el siglo XVII volverse invisible o más bien volverse inexistente. Tirso de Molina deja cumplida cuenta de ello cuando le hace decir a uno de sus personajes en la obra Santa Juana:
«LILLO: Mal me quieren sin razón; mas como villanos son, dicen que cuando cazaba don Jorge gangas, andaba tras ellas yo como hurón; y alguna causa han tenido, que no me quiero hacer santo; mas después de convertido y muerto don Jorge, es tanto lo que estoy arrepentido, que, a no importar encubrillo y ser soberbia el decillo, pienso, señor, que algún día verás en la letanía y calendario un san Lillo.
»DIEGO: Págome muy poco yo de gracias; si no pensáis mudar de vida, cesó el salario que ganáis en mi casa.
»LILLO: Aqueso no; todo lo dicho, señor, ha sido burlas; mi humor sabes, yo prometo al cielo ser desde hoy un san Ciruelo.»
Es decir, ante la amenaza de su amo, Lillo se vuelve atrás y deja sus aspiraciones a la santidad reducidas a las de un santo inexistente.
Sin embargo, no para todos san Ciruelo es tan inexistente, dice otro refrán: san Ciruelo es un santo, pero su día se quedó fuera del calendario. Y es que san Ciruelo forma parte de esa corte de personajes creados por el pueblo para personificar algo y que en algunos casos son bastante familiares. Quevedo, y seguimos sin movernos del siglo XVII, reúne a varios de estos personajes populares en aquella época en una escena de El sueño de la muerte:
«Yo quedé confuso, cuando se llegaron a mí Perico de los Palotes, y Pateta, Joan de las Calzas Blancas, Pedro Por demás, el Bobo de Coria, Pedro de Urdemales (así me dijeron que se llamaban) (4) y dijeron:
»-No queremos tratar del agravio que se nos hace a nosotros en los cuentos y en conversaciones, que no se ha de hacer todo en un día.
»Yo les dije que hacían bien, porque estaba tal, con la variedad de cosas que había visto, que no me acordaba de nada.
»-Solo queremos -dijo Pateta- que veas el retablo que tenemos de los muertos a puro refrán. Alcé los ojos y estaban a un lado el santo Macarro, jugando al abejón (5), y a su lado la de santo Leprisco; luego, en medio, estaba san Ciruelo y muchas mandas y promesas de señores y príncipes aguardando su día, porque entonces las harían buenas, que sería el día de san Ciruelo. Por encima dél estaba el santo de Pajares y fray Jarro, hecho una bota, por sacristán junto a san Porro, que se quejaba de los carreteros. Dijo fray Jarro, con una vendimia por ojos, escupiendo racimos y oliendo a lagares, hechas las manos dos piezgos (6) y la nariz espita, la habla remostada, con un tonillo de lo caro:
»-Estos son santos que ha canonizado la picardía con poco temor de Dios.» (Como ha canonizado el votante a Sánchez)
Este san Ciruelo, Sánchez, bien puede haber sido santo patrono de otros Ciruelos y Ciruelas de los que hablan los dichos y el refrán, así el dicho saber más que el maestro Ciruelo hace referencia a un personaje histórico, don Pedro Ciruelo, que había estudiado en la Sorbona, París, y que fue catedrático de teología en la universidad de Alcalá de Henares a mediados del siglo XVI. Maestro de reyes, Felipe II entre ellos, escribió numerosos libros y tratados. Su gran fama hizo que la gente de la época le erigiera en arquetipo popular de los sabios y hasta de los sabelotodo.
Del maestro Ciruelo pasamos al otro extremo, al maestro Ciruela del refranero, los Ministros, a cada cual más analfabeto que peor preparado: El maestro Ciruela, que no sabía leer y puso escuela y ya de paso a los malos pero entrañables maestros: El loco Sarmiento, maestro Ciruela, nos quiere enseñar y nunca fue a la escuela.
Y el 31 de febrerillo, san Ciruelillo. (Muy conocido por las casas de lenocinio frecuentadas por los políticos y gobernantes de este País; me refiero a sus «ciruelillos», vocablo del vulgo y de estos mangantes)
- gazmiar: familiarmente ‘preocuparse’.
- ajaquecarse: burlón para ‘tener jaqueca (dolor de cabeza)’.
- zaraza: bola de pasta con cristales embutidos que se les da a los perros y otros animales para provocar su muerte.
- Pedro de Urdemales o Urdemalas: pícaro servidor de muchos amos protagonista, entre otras, de la obra de Cervantes Pedro de Urdemalas.
- Jugar al abejón: El juego del abejón se jugaba entre tres y consistía con las manos puestas en las mejillas amagar para pillar descuidado al de en medio y de esta forma tener derecho a darle un pescozón. Era considerado este juego propio de gente baja y por lo tanto la expresión jugar al abejón venía a significar que tenían a alguien en poco y se burlaban de él.
- piezgo: pellejo del que se hacían los odres para transportar el vino; pellejo de pequeño tamaño.