VIOLENCIA FUNDAMENTALISTA VASCA, EJÉRCITO Y REBELDIA: IDENTIDADES (II). La ética, el combate y la decisión de matar de un soldado.
BASQUE FUNDAMENTALIST VIOLENCE, THE ARMY AND REBEL: IDENTITIES
Capellán (Mayor) Sean Wead, Ejército de EUA
RESUMEN: Los efectos de las decisiones éticas que se toman en el combate tienen efectos extensos y sus consecuencias surgen más tarde en la vida; pueden llegar a ser la fuerza más significativa en la vida de un soldado y las vidas de otras personas en el campo de batalla. Las decisiones éticas pueden resultar en una guerra dentro del espíritu del guerrero mientras continúa el combate a su alrededor. Las emociones fuertes golpean al guerrero, combinando con el estrés excesivo y profanaciones indecibles, a impulsar a los soldados a sus límites espirituales y psicológicos. Es imprescindible que el Ejército prepare a sus soldados para tomar difíciles decisiones morales en el combate. Una manera de equiparlos es a través del estudio del uso de la jus in bello, que se discute extensamente en la Ley de guerra terrestre.
Además, una fe sólida, fundamento moral y un carácter desarrollado parecen fijar firmemente a una persona a la tranquilidad mental y espiritual a pesar de la turbulencia del campo de batalla. La jus in bello puede ser una herramienta indispensable en la síntesis de estas características para recordarles a los soldados del sentido moral de sí mismos. En la teoría cognitiva social de Albert Bandura, se refiere a un proceso similar, en que las personas adoptan los estándares de conducta ética que disuade el comportamiento inmoral.
Desgraciadamente, los soldados, por lo regular, comprenden las reglas pero, a veces, no se adhieren a las mismas. Muchas veces, prefieren la victoria o la supervivencia propia, o son abrumados por las emociones tales como la venganza o tristeza. Algo en la mente apaga la conciencia. Bandura describe la desconexión del sistema moral auto regulador como una maniobra psicológica concebida para circunvenir la conciencia. Según Bandura, cuando la conciencia funciona adecuadamente, las personas ponen en práctica sus estándares personales usando la auto reflexión y sanciones, así como medidas proactivas. Estas medidas pueden impedir algunas formas del comportamiento catastrófico que ha sido descrito en el presente ensayo. Valorar la vida o éxito propio o cualquier otra cosas más que las creencias de lo que es correcto desconecta la conciencia.
Los soldados necesitan participar en el pensamiento ético mucho antes de que enfrenten dilemas éticos en el fragor del combate. La jus in bello proporciona los parámetros del tema y la discusión. Si el Ejército puede hacer que los soldados piensen en los conceptos de la guerra justa y comprender los mismos —especialmente la justicia en la conducción de la guerra— puede acondicionar la mente para el combate. Con la mente preparada, el cuerpo y el espíritu seguirán. Los soldados serán capaces de aguantar la devastación que la guerra puede imponer en ellos mismos y en otras personas.
PALABRAS CLAVE: Violencia, fundamentalismo vasco, ejército, rebeldía, identidad
ABSTRACT: The effects of ethical decisions made in combat have far-reaching effects and their consequences emerge later in life; they can become the most significant force in the life of a soldier and the lives of other people on the battlefield. Ethical decisions can result in a war within the warrior’s spirit while the fighting continues around them. Strong emotions batter the warrior, combining with excessive stress and untold desecrations, to drive soldiers to their spiritual and psychological limits. It is imperative that the Army prepare its soldiers to make difficult moral decisions in combat. One way to equip them is through studying the use of jus in bello, which is discussed at length in the Land War Act.
In addition, a solid faith, moral foundation, and developed character seem to firmly fix a person in peace of mind and spirit despite the turbulence of the battlefield. The jus in bello can be an indispensable tool in the synthesis of these characteristics to remind soldiers of their moral sense of self. In Albert Bandura’s social cognitive theory, it refers to a similar process, in which people adopt standards of ethical conduct that deter immoral behavior.
Unfortunately, soldiers often understand the rules but sometimes don’t stick to them. Many times, they prefer victory or self-survival, or are overwhelmed by emotions such as revenge or sadness. Something in the mind turns off consciousness. Bandura describes the disengagement from the self-regulating moral system as a psychological maneuver designed to circumvent consciousness. According to Bandura, when conscience works properly, people put their personal standards into practice using self-reflection and sanctions, as well as proactive measures. These measures may prevent some forms of catastrophic behavior that have been described in this essay. Valuing life or one’s success or anything else more than beliefs of what is right shuts down consciousness.
Soldiers need to engage in ethical thinking long before they face ethical dilemmas in the heat of combat. The jus in bello provides the parameters of the topic and discussion. If the Army can get soldiers to think about and understand just war concepts—especially fairness in the conduct of war—it can condition the mind for combat. With the mind prepared, the body and spirit will follow. Soldiers will be able to withstand the devastation that war can wreak on themselves and others.
KEY WORDS: Basque fundamentalist, violence, the Army, rebel, identities
En una desolada base operativa avanzada en Irak, un soldado raso de 18 años, que cinco meses atrás solo se preocupaba con quién invitar al baile de gala, escucha cuidadosamente a su comandante como si su vida dependiera de sus palabras. En realidad, así es. La misión del soldado es entregar abastecimientos esenciales a las unidades dispersadas en su región. El comandante le ordena no detenerse en el camino por ninguna razón —aún si haya niños bloqueando el camino. El enemigo los usa para obstruir el camino, con la esperanza de que el sentido moral de los soldados les hará detener sus vehículos, lo cual deja expuesto el convoy a un ataque. Si el soldado encuentra niños en el camino, se le ha ordenado atropellarlos si rehúsan despejar el camino. (1)
Cuatro integrantes de las fuerzas del equipo mar-aire-tierra de la Armada (SEAL, por sus siglas en inglés) van a una aldea aislada en Afganistán para localizar a un comandante del Talibán. Su operación se ve expuesta cuando son descubiertos por un joven pastor y sus camaradas. Los SEAL luchan por decidir si deben matar a los pastores y continuar la misión o dejarlos ir. De dejarlos ir, sin duda alguna, los pastores alertarán a otros de la presencia de los SEAL, llevando a la posible muerte y fracaso de la misión. (2)
Cuatro insurgentes se encuentran arrodillados frente a la escuadra de soldados que los capturó. Estos mismos insurgentes anteriormente habían sido capturados y entregados dos veces al gobierno iraquí. Ambas veces, fueron liberados y reintegrados nuevamente a la insurgencia. La noche anterior, estos mismos insurgentes habían herido a soldados estadounidenses con un dispositivo explosivo improvisado remoto —los heridos eran integrantes de la misma escuadra que ahora tenía a los insurgentes a punta de pistola. Después de consultar con el comandante del batallón, el sargento de pelotón —habiendo jurado proteger las vidas de sus soldados—deliberadamente se coloca detrás de los insurgentes arrodillados. Saca su pistola Beretta M9 y dispara una bala en la cabeza de cada uno de los prisioneros. (3)
Esta clase de dilemas de guerra moralmente complejos podrían ser considerados parte de lo que, comúnmente, se denomina el fragor del combate. Este concepto, atribuido al renombrado estratega Carl von Clausewitz, se refiere a la incertidumbre y ambigüedad que abarcan las operaciones militares. (4) El ex secretario de Defensa, Robert S. McNamara, explica: “Lo que significa el fragor del combate es —la guerra es tan compleja que supera la capacidad de la mente humana para comprender todas las variables. Nuestro juicio, nuestra comprensión, no son adecuadas. Y matamos, innecesariamente, a personas”. (5)
Una decisión moral difícil
En la guerra, los soldados toman decisiones de vida y muerte. La magnitud de tales decisiones absolutas es casi más allá de la comprensión. Ninguna solución puede cambiar el resultado del asesinato, ya sea justificable o no. Cuando se encuentra en una situación donde debe decidir matar a una persona, a menudo, los soldados intentan sintetizar los valores morales y legales con su misión, su seguridad y la de sus compañeros soldados. Pueden tener dificultades con la decisión de matar y, con el transcurso de tiempo, pueden tener dificultades, por muchos años, con la memoria de haber matado.
Cuando los soldados toman la decisión de matar, toman decisiones morales. Si los soldados cuentan con el tiempo suficiente para considerar un problema moral y tomar una decisión, por lo regular, su proceso mental integra una base ética de conceptos personales sobre la virtud que inciden en la intención, las reglas que guían las acciones y las consecuencias que probablemente resulten de la decisión. Si bien, todas estas cosas se comprenden teóricamente, poner en práctica estos conceptos morales no es un hábito en el soldado común y corriente. Por lo tanto, si debe tomarse una decisión y una acción en el momento, la conciencia es moralmente desconectada. La magnitud de la decisión solo se considera después de la acción.
En la confusión de la guerra, los soldados necesitan más que estos marcos conceptuales, a veces contrarios, organizados según el valor dominante y solo se considera si se presenta la oportunidad después de los hechos. Los soldados necesitan una manera de comprender y usar la guía moral y adoptar los estándares morales como una costumbre en todas sus acciones. En el presente artículo, se propone que los principios de la teoría de guerra justa pueden ayudar a los soldados a desarrollar una visión moral clara cuando tenga que decidir matar.
Idealmente, los soldados matan a alguien con la convicción de que harán el mundo un lugar mejor o — como mínimo— impedir que empeore. Piensan que sus acciones en la guerra, si bien desagradables, son necesarias. Se sienten responsables por la protección y defensa de los demás contra ataque malicioso y asalto ilegal. Sin duda alguna, esto es una comprensión idealizada del deber de un soldado, que está intrínsecamente vinculada a la confianza y fe en el gobierno de Estados Unidos.
Las decisiones de la Nación deben ser percibidas justas e implementadas para proteger al pueblo estadounidense o sus aliados en lugar de ser percibidas como ganancias egoístas. Esto significa que para mantener la fe en el gobierno, los soldados deben creer que la guerra que luchan es justa. El estándar para determinar si la guerra es justa se conoce como la teoría de guerra justa, o la guerra justificada. (6)
La teoría de guerra justa consta de juicios que tienen que ver con cuán justo es ir a la guerra (jus ad bellum), la justicia en la conducción de la guerra (jus in bello) y la justicia después de la guerra (jus post bellum). La teoría consiste en el uso sistemático del razonamiento moral para tomar la decisión de emprender el conflicto armado contra otro Estado. Incluye la conducta durante y después de la conclusión de la guerra. En la teoría de guerra justa, se alega que, a veces, la guerra es mejor que una paz inmoral. (7) Sin embargo, si la guerra es un hecho, debe ser guiada por la moralidad, y los aspectos más perversos de la guerra deben ser minimizados, limitados o eliminados.
Tanto la jus ad bellum como la jus post bellum son de gran importancia cuando los líderes de una nación consideran entrar en la guerra. Sus implicaciones son estratégicas porque son pertinentes al Estado que da las pautas para las acciones durante y después de la guerra. Además, las implicaciones estratégicas de las decisiones tomadas por las autoridades políticas y militares de mayor jerarquía tienen efectos tácticos y operacionales inmediatos en las fuerzas militares que llevan a cabo la guerra.
A los soldados que se les pide dar sus vidas o matar en defensa de su país, merecen una justificación muy válida por sus sacrificios y labores. Solo exigir que los soldados desempeñen su deber con obediencia incondicional es un abuso en una fuerza militar profesional. Los soldados sufrirán los efectos posteriores de tales acciones por el resto de sus vidas. Merecen comprender el significado y propósito de sus acciones para que puedan manejar y darles sentido a las consecuencias.
Del mismo modo, los civiles, en una democracia, exigen una justificación para dar tanto la sangre como el tesoro en toda empresa de esta índole. Sun Tzu, en el manuscrito más antiguo sobre la guerra, teoriza su “Primera constante” que, antes de ir a la guerra, un Estado debe considerar “La ley moral, lo cual hace que el pueblo esté de acuerdo completo con su gobernante para que le siga sin importar sus vidas, indistintamente del peligro”. (8) Esto significa que para mantener a las fuerzas combatientes dispuestas a dar sus vidas por un objetivo nacional, tanto los soldados como la población civil deben creer que su causa es justa. Los principios de la guerra justa, de ser considerados, pueden proporcionar un gran nivel de autoridad moral.
Los principios de la guerra justa proporcionan los motivos morales, psicológicos, prácticos y estratégicos para la conducción de la guerra, yuxtapuestos con los motivos y acciones enemigos que llevarían a una devastación inaceptable de no ser detenidos por métodos violentos. A fin de ayudar a las fuerzas lidiar con los dilemas morales que se enfrentan en el fragor del combate, las fuerzas armadas equipan a sus integrantes con los principios de la jus in bello —la justicia en la conducción de la guerra. La mayoría de los militares conocen la forma práctica como las reglas de enfrentamiento, o la ley de conflicto armado. Esta es la codificación de la guerra justa a través de tratados y compromisos internacionales pertinentes a distintas situaciones y campos de batalla.
Los soldados necesitan comprender los principios de jus in bello porque pueden ayudar a clarificar el razonamiento moral. La jus in bello domina los otros paradigmas de la justificación moral para las acciones en la guerra. Cuando se comprende y se pone en práctica, disipa gran parte del fragor del combate al guiar cuando matar es o no adecuado. El resto de la discusión se centra en cómo usar la jus in bello en el nivel táctico.
La jus in bello
La jus in bello, en su forma más sencilla, puede dividirse en dos conceptos, a saber: la distinción y la proporcionalidad. La distinción tiene que ver con la diferencia que existe entre los no combatientes (amigos, militares y civiles que no están activamente involucrados en el combate, de ahí que no representan una amenaza) y los combatientes (todos los que participan activamente en el combate). Los civiles que no participan en el combate son, moralmente, inmunes a ataque, aunque algunos puedan resultar heridos o muertos accidentalmente en lo que se denomina “daños colaterales”. Los prisioneros son considerados no combatientes y deben ser protegidos de ataque. La proporcionalidad se relaciona con los soldados mediante solo el uso del nivel de fuerza necesaria para cumplir la tarea, y punto. Estos dos conceptos son concebidos para limitar el nivel de destrucción de la guerra.
Si bien estos conceptos parecen simples y directos, su uso puede ser mucho más complicado. En realidad, ¿qué es lo que constituye un combatiente? A veces, esto es fácil de determinar por los uniformes que visten los combatientes. Sin embargo, en la guerra irregular, una identificación clara de un enemigo, tal vez, solo pueda ser determinada si el enemigo dispara un arma. Además, ¿cómo puede determinar la participación de una persona en la guerra? Si los civiles fabrican armas y equipamiento para el enemigo, ¿se convierten en blancos legales? Estos tipos de preguntas difíciles ejemplifican el fragor del combate.
Los soldados luchan internamente con un número de valores contrarios en el fragor del combate, sopesando la conveniencia de los objetivos de la misión y los costos de la victoria, contra las acciones que consideran ser moralmente justas. Emociones abrumadoras tales como la ira, tristeza y venganza complican la toma de decisiones. Los códigos morales de la profesional militar, la ley de guerra y las reglas de enfrentamiento, aunque útiles, a menudo son inadecuadas en las situaciones caóticas de la guerra. Si toma en cuenta la edad promedio relativamente joven de un soldado en combate y el tiempo limitado disponible para tomar una decisión, llega a ser evidente cuán difícil es tomar decisiones morales en medio de la guerra.
Como mínimo, la jus in bello, a través de los conceptos de distinción y proporcionalidad, proporciona una línea base para determinar las acciones que serían morales. Por ejemplo, es claro que un civil —aún un ciudadano de un estado enemigo— que no tiene participación directa en el combate, sea un blanco ilegal. Del mismo modo, es claro que destruir todo un pueblo para matar a unos combatientes enemigos es inmoral. Hay una línea base, un punto de referencia de donde partir.
El Ejército de EUA, como institución, no está ciego en cuanto a la dificultad que presentan estas situaciones y no quiere que la autoridad de mando sea invalidada por legalidades. En la Publicación de Referencia Doctrinal del Ejército (ADRP, por sus siglas en inglés) 6-22, Army Leadership, se les asigna a los comandantes, oficiales y otros líderes la tarea de usar el razonamiento ético en distintas situaciones, mediante el uso de rasgos y creencias desarrollados en toda persona, si las reglas de enfrentamiento y la ley de conflicto armado resultan ser insuficientes. Por lo tanto, hay lugar para juicios de valor. El Ejército pone toda su fe en el juicio moral de sus líderes en el campo de batalla. (10) Sin embargo, para comprender las decisiones morales en el combate, también debe comprenderse la comunidad del guerrero.
La sociedad del guerrero y el liderazgo moral
La supervivencia personal en el campo de batalla constituye un esfuerzo colectivo. La ética individual y adherencia a los principios de jus in bello ocurren en el contexto del grupo, dentro de una sociedad de guerreros. Un soldado pertenece a círculos concéntricos de grupos, desde equipo, escuadra, pelotón y compañía hasta batallón, brigada, división y hasta superior. La dinámica de grupo es esencial para sobrevivir y los soldados luchan en los más pequeños grupos de la sociedad de guerreros.
No todos son iguales en el grupo; algunos tienen estatus debido al rango, capacidad técnica, o fuerte personalidad. Sin embargo, el temor de perder la reputación en estos grupos debido a faltas morales, la carencia de valentía, o la ineptitud en la lucha, puede ser un motivador más fuerte que evitar perder la vida. (11) Estos pensamientos hacen eco de las palabras de Albert Bandura en su teoría cognitiva social, donde declara lo siguiente:
“Las personas no operan como agentes morales autónomos, resistentes a las realidades sociales en que están inmersos. La agencia moral está socialmente situada y ejercida en maneras detalladas, dependiendo de las condiciones de vida bajo las cuales las personas llevan a cabo sus asuntos.” (12)
Desgraciadamente, las normas de un grupo pueden llevar una persona a cometer violaciones extremas de los estándares éticos derivados de la jus in bello. El grupo y los líderes también pueden enfatizar el comportamiento inmoral que lleva a la desconexión del sentido moral de un soldado. (13)
Si el liderazgo de una unidad comienza a dejar de abordar aún las infracciones menores de la disciplina, especialmente aquellas relacionadas a la dignidad humana, los soldados fácilmente pueden perder sus creencias morales centrales. También puede perderse el tipo de conducta que debe surgir de las creencias morales. Este proceso puede cambiar rápidamente el ambiente moral de aún las mejores unidades, haciéndolas susceptibles a la desconexión moral y los crímenes de guerra que siguen.
Justin Watt, que sirvió en el pelotón Corazones Negros, Compañía B, 1er Batallón, 502º Regimiento de infantería, 2º Equipo de combate de brigada de la 101ª División aerotransportada, describe cómo sus líderes, después de nueve meses en una de las áreas más hostiles de Irak, dejaron de preocuparse con la disciplina con respecto a las pequeñas cosas:
Dejar de corregir a los soldados cuando usaron términos como “cabeza de trapo” en relación con los iraquíes. Esa era su actitud. Ya no se importaban nada. Esto transmitió un mensaje claro a los soldados que ciertas actitudes, hasta acciones, ahora eran permisibles. Comenzó allí y rápidamente empeoraron las cosas. (14)
Algunos integrantes del pelotón de Watt cometieron una de las atrocidades más graves de la guerra de Irak, incluyendo violación y asesinato. De igual manera, un soldado que participó en la infame masacre de My Lai en la guerra de Vietnam describe sus acciones después de que su liderazgo abandonó toda guía moral:
No fue necesario buscar personas a matar, simplemente estaban allí. Corté sus gargantas, amputé sus manos, quité sus lenguas y les arranqué la cabellera. Lo hice. Mucha gente hizo eso y solo seguí su ejemplo. Simplemente perdí todo sentido de dirección. (15)
Naturalezas despreciables y crueles escondidas en la profundidad del alma humana puede surgir en el estrés del combate, sorprendiéndoles a aquellos que piensan tales naturalezas no existe en sí mismos. Algunos actos de crueldad surgen naturalmente de fallas de carácter, mientras otros son efectos secundarios de la brutalidad mecanizada del Estado que es intrínseca en la guerra. Sin una autoridad externa que recalca y mantiene los estándares, aún aquellos que entran al combate con un sentido de principios morales pueden perder su camino. Los líderes, ya sea oficialmente autorizados o escogidos por el consenso del grupo, son clave en la conducta moral de una unidad. El liderazgo moral de los en el mando, ejemplificado por la virtud y fortalecido por los principios morales establecidos en la jus in bello, puede sostener a los que están a su alrededor que han sido asaltados por los horrores de la guerra.
Sin embargo, esto no significa que los soldados en unidades con el liderazgo virtuoso tienen una inmunidad especial contra cometer atrocidades. Aún con el apoyo de códigos morales y del buen liderazgo, los soldados deben enfrentar la discordancia dentro de ellos mismos y dominarla. A veces, algunos optan por valorar las prioridades tales como la victoria o supervivencia más que las convicciones sobre lo que es correcto. Otras personas simplemente no están a la altura de su propio sentido de honor si enfrentan los extremos del combate y si son abrumadas por emociones fuertes. Estos soldados desconectan su sistema de creencia moral a favor de otras prioridades que valoran más en el momento.
La victoria triunfa sobre el honor
Las preocupaciones prácticas para la victoria impulsan a algunos soldados a dejar a un lado su conciencia y las leyes de la guerra. En las maniobras ofensivas, la velocidad y superioridad de la potencia de fuegos pueden significar la diferencia que existe entre la victoria y la derrota, y la administración de prisioneros puede inhibir la eficacia de una unidad. Mandar a los soldados a la retaguardia para asegurar la transferencia de prisioneros deja a las unidades de combate más vulnerables a un contraataque. El desvío de personal ofensivo vital para asegurar los prisioneros que acabaron de matar o herir a integrantes de la unidad es un riesgo que algunos no están dispuestos a correr. Al fin y al cabo, jamás estarían seguros de que sus propias vidas serían salvas por el enemigo al cual se rindieran. (16)
A veces, el cálculo de la victoria triunfa sobre el honor u otros intereses, aún la condición del alma. Si los soldados piensan que su única opción es la victoria o la muerte, entonces, para algunos no hay nada sagrada ni fuera de los límites para lograr la victoria. El motivo llega a ser utilitario, donde la victoria puede suplantar todos los males. Las leyes de la guerra, junto con los valores de una nación o religión, se dejan a un lado para la victoria. Este punto de vista es moralmente repugnante a los adherentes de las religiones cristianas, como es demostrado en el evangelio de Mateo: ¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (17) Un punto de vista más mundano, aprecia la victoria mucho más, como podemos ver de la historia de Enrique V de Inglaterra.
Las acciones en la batalla de Agincourt, en 1415, demuestran un caso de escoger la victoria sobre el honor. Asediado por una fuerza superior de caballeros franceses en el suelo francés, Enrique V rompió con el código caballeresco medieval para lograr la victoria. Después de sobrevivir dos olas de atacantes franceses, Enrique previó un tercer asalto que rompiera sus defensas. Con el temor de una sublevación de la multitud de prisioneros que habían sido capturados en las primeras dos olas, Enrique les ordenó a sus caballeros a matar a los prisioneros.
Después de que los caballeros nobles rehusaron hacerlo, Enrique recurrió a sus arqueros que estaban fuera del sistema caballeresco. Más de 200 de sus arqueros comenzaron a matar a los prisioneros. Una vez que el ataque francés no se materializó, el rey rescindió la orden.
Se dejó a un lado la moralidad a favor de la meta práctica de la victoria. Enrique, nominalmente un rey cristiano, sabía que se consideraron estas acciones el asesinato, pero sus acciones fueron calculadas para lograr la victoria. Su victoria fue glorificada e idealizada por Shakespeare y el lapso moral de Enrique se desvaneció de la memoria. (18) Sin lugar a duda, las acciones de Enrique endurecieron la resistencia francesa ante las reivindicaciones inglesas, que prolongó una de las guerras más largas de la historia mundial, la guerra de los Cien años.
En el caso del Ejército de EUA, el ser victorioso fuera de su propia ética e identidad moral sería igual a ser derrotado desde adentro. (19) El planteamiento del Ejército para lograr la victoria se basa en la moralidad anticipada de sus soldados, los que representan el pueblo estadounidense. Si la búsqueda de la victoria en la guerra puede motivar a algunos a dejar a un lado los asuntos morales, la supervivencia personal puede ser aún más fuerte. El instinto humano básico de supervivencia es universal.
La supervivencia triunfa sobre el honor
El combate es un ambiente física y emocionalmente turbulento, donde los extremos emocionales surgen y caen inesperadamente. La realidad de la muerte y la violencia impulsa la condición humana a sus límites. En este ambiente, la supervivencia física puede dominar, relegando todas las otras preocupaciones al segundo lugar. Retroceden los conceptos de la victoria, honor u obediencia a la ley mientras emergen instintos primitivos de matar o ser matado.
En un estudio, se indica que la mayoría de las personas favorece intereses propios más que el razonamiento basado en principios. (20) Esto apoya la famosa teoría psicológica de Abraham Maslow de una jerarquía de necesidades, por la cual una deficiencia de seguridad física se convierte la necesidad de sobrevivir en el impulso primordial. (21) Algunos soldados harán lo necesario para sobrevivir, aún si significa violar su conciencia. Además, los seres humanos pueden pensar que siempre que están vivos, pueden pedir la absolución. Cuando muere una persona, se acabó. La Sagrada Escritura imparte el concepto de que donde hay vida, hay esperanza: “Porque mejor es perro vivo que león muerto”.22 Los instintos básicos de la supervivencia y la victoria son expresiones materiales de la existencia humana. Su visión tiende a ser limitada a aquí y ahora e imposibilita una existencia transcendental después de la muerte. Sin embargo, estos impulsos pueden ser suprimidos por fuertes emociones atrayentes a una respuesta aún más primordial.
La venganza triunfa sobre el honor
Las emociones tal como la venganza pueden provocar una ira abrumadora en los combatientes que presencian la vida siendo violentamente arrancada frente a sus ojos. La moralidad y los conceptos de las reglas de la guerra toman un papel secundario en la mente — desconectados— llegan a ser testigos renuentes de la atrocidad. Una vez que disipe la pasión de la venganza, la conciencia se defenderá y comenzará otra lucha por la paz dentro de la persona. A menudo, las emociones vengativas dominantes se centran en el enemigo, pero en psicosis posteriores, impulsarían a una persona a atacar a los inocentes.
En su libro, Achilles in Vietnam, Jonathon Shay plantea que la venganza en la guerra a menudo está vinculado a una profunda necesidad psicológica y cultural resucitar a camaradas caídos. Shay cita a un veterano que recuerda los asesinatos de venganza: “A todos que murieron, les decía, ‘Aquí tú tienes, amigo. Mataré este hijo de [palabra expletiva] y arrancaré su [palabra expletiva] corazón para ti’”. (23) El soldado hablaba a su camarada como si estuviera vivo y presente. Esto demuestra que no solo se resucitan a los muertos a través del acto sacrificatorio del derramamiento de sangre, sino también son expulsados los sentimientos de impotencia y temor. Conservar la fe con las fantasmas de sus amigos que frecuentan el campo de batalla en la mente del sobreviviente afirma un sentido de justicia en la locura de la guerra, aún si es la venganza.
Los estadounidenses no deben caer en la falsa ilusión de que sus soldados cuentan con algún tipo de inmunidad especial contra los factores estresantes y tentaciones de la guerra. Como toda persona, los soldados pueden sufrir de lapsos en el carácter si los extremos del combate les ponen a prueba. Aún los soldados de la “Mejor Generación” [N. del T.: los que lucharon en la Segunda Guerra Mundial] cometieron crímenes de guerra. En la liberación de San Lo en Francia, después de los horrores del combate en los setos vivos, las fuerzas de EUA se desplegaron en abanico en grupos de soldados, agrupando a las tropas alemanes que se habían rendido, disparándoles sumariamente cuando eran detenidos. Algunos capellanes presenciaron estas acciones brutales y estaban horrorizados. Uno de los soldados estadounidenses rebuscó los bolsillos de su víctima alemana y encontró una foto de la señora y bebé del soldado. Debido a su sentimiento de culpa, buscó al capellán e intentó justificar su acción con el razonamiento de que “ya sea, era él o yo”. El capellán furiosamente destacó que eso apenas era el caso, dado que el alemán no tenía arma y tenía sus manos arriba, rindiéndose, cuando el soldado lo asesinó. (24)
Muchos soldados sufren la muerte espiritual en el combate porque se sienten obligados a traicionar lo que piensan ser lo correcto. Son atormentados por el resto de la vida. Solo necesita considerarse las filas de veteranos estadounidenses para ver el alto número de suicidas. (25) Además, el consumo excesivo de drogas es más alto entre los veteranos que es en el resto de la población. (26) La falta de hogar y el alcoholismo también son desenfrenados entre los veteranos de combate. (27) La alma puede morir antes del cuerpo; solo lleva más tiempo para colapso físico. Estos soldados se convierten en muertos vivientes, con la alegría de la vida desvaneciéndose en el día del combate. Regresan a sus hogares como sombras de lo que antes eran, bajas de la conciencia. Por lo tanto, para evitar esta tragedia, es imprescindible que todo comandante forma un ambiente de mando ético, según se describe en la ADRP 6-22. (28) Este ambiente debe establecerse en el fundamento de jus in bello, según se describe en el Manual de campaña (FM, por sus siglas en inglés) 27-10, The Law of Land Warfare. (29)
La profanación humana y la lesión moral
La guerra, por su naturaleza, causa que los inocentes sufran y mueran. Las naciones en guerra cometen errores y el precio se paga con vidas. Algunas veces, las órdenes establecidas para proteger el conjunto dan lugar a las muertes accidentales de civiles, una circunstancia eufemísticamente conocida como daños colaterales. Sin embargo, estas muertes pueden ser perdonadas por la ley del conflicto armado como un caso de doble efecto, que significa que las muertes como riesgo medido no eran intencionales ni un instrumento de ganancia en el conflicto.
Si bien, la muerte de todo tipo aún causa angustia en el corazón humano. El peso de dicha angustia aplasta el ser humano y desconecta la psique. De hecho, según Roy L. Swank y Walter E. Marchand, un ser humano común y corriente puede sobrevivir solo 60 días del combate tenaz sostenido antes de que él o ella sufre un colapso mental. (30) El presenciar o perpetrar un asesinato injusto es una experiencia especialmente traumática.
En un artículo publicado en 2008, el soldado Earl Coffey describe una profanación que le causó angustia en la guerra de Irak al corresponsal Billy Cox. (31) En el incidente de 2003, un vehículo no paró y esto fue interpretado como una amenaza:
Vi un [tanque] Abrams disparó un proyectil súper sabot (perforante) a través de una camioneta de reparto y la mujer que salió nos pidió matarla mientras miraba a su esposo y niños quemando hasta morir… En el inglés perfecto, decía “¿Por qué? ¿Por qué hacen esto? ¡Somos cristianos!” (32)
Según Shay, la ruina del alma causada por la desintegración del carácter moral frente a, combate continuo y experiencias traumáticas se llama la lesión moral y está relacionado con el trastorno de estrés agudo, o el trastorno de estrés post traumático. (33) En la Guerra civil estadounidense, fue denominado el “corazón de soldado”. En la Primera Guerra Mundial, lo llamó la “neurosis bélica”. En la Segunda Guerra Mundial, fue conocido como el “estrés de combate”. En Vietnam, fue denominado la “reacción de estrés de combate”.
El trastorno de estrés se centra en el trauma de un acontecimiento mientras la lesión moral se centra en la tristeza, lamento, traición, vergüenza y otros aspectos espirituales del combate. El estrés operacional de combate afecta a todos los soldados que participan en la guerra y la mayoría de los síntomas disminuyen con el tiempo. Sin embargo, el combate prolongado —o las experiencias especialmente traumáticas— pueden dejar afectados a los soldados para toda la vida.
En un estudio llevado a cabo por el Instituto de medicina de las Academias nacionales, se revela que la mayoría de las tropas que habían regresado de Irak y Afganistán han tenido pocos problemas para reajustarse. En el estudio, se descubrió que el 44 por ciento de estos soldados indican algunas dificultades, que podrían incluir la depresión y el uso de alcohol. De este grupo, otro 3 a 20 por ciento será afectado con lo que hoy en día se llama la “enfermedad de estrés”. (34)
Según el experto del trastorno de estrés post traumático, Dra. Bridget Cantrell, los soldados sin el fundamento moral adecuado parecen tener más dificultades de resistir los efectos del trastorno de estrés post traumático. Cantrell y Chuck Dean describen como un soldado que luchó en Centroamérica y en la isla de Granada, después de haber matado a varias personas, perdió mucha de su capacidad de resistir cuando llegó a la conclusión de que sus acciones habían traicionado su formación cristiana, lo que le enseño respetar la vida. (35) Su desconexión moral y concienciación subsecuente de la pérdida de identidad moral pudo haber sido prevenida si el entrenamiento de combate y el comando hubiera enfatizado los principios de la jus in bello.
Hubiera sido una doctrina para reforzar sus creencias y ayudarle llegar a una conclusión moral sobre lo que pensó de su rol y sus acciones como soldado. Albert Bandura definió este proceso de un marco sociológico, donde las personas adoptan los estándares de conducta que proporciona elementos disuasivos para la mala conducta a través de respeto propio y exigencias propias de conducta ética. (36)
Los soldados no deben contemplar su papel y las implicaciones solo después de un acontecimiento. Si los líderes pueden ayudar a los soldados a considerar sus valores con antelación, el shock de combate será un tanto inoculado contra muchas de estos factores estresantes imprevistos porque los soldados tendrán un mayor sentido moral de sí mismos.
El colapso del carácter y la demencia
Shay describe un tipo de reacción aguda al estrés de combate como el “estado berserker”. (37) Según Shay, la palabra viene de los antiguos guerreros nórdicos que lucharon en estados frenéticos e incontrolados en el combate. El berserker se siente como animal debajo de la humanidad y encima de la misma como un dios. (38)
Shay relata como un soldado de Vietnam no pudo recordar a ni siquiera una persona con la cual sirvió en los dos años de un estado berserker. Cuando esta condición avanza a una fuerza que completamente consume una persona, hay soldados que han matado tanto amigos como enemigos.
Según su abogado, el sargento segundo Robert Bales, declarado culpable de matar a 16 civiles afganos en la provincia de Kandahar, Afganistán, en marzo de 2012, alega una desconexión de la realidad similar. Retiene casi ninguna memoria de la atrocidad. Bales alega los síntomas cónsonos con el trastorno de estrés post traumático antes de cometer las atrocidades. (40) Bales estaba en su cuarto despliegue y estaba auto medicándose con Valium, esteroides y alcohol antes del incidente. (41)
Es razonable suponer que relativamente pocas personas cometen atrocidades en la guerra en consideración de cuantos han servido en las fuerzas armadas a través del mundo. Se puede también suponer que aún menos han experimentado una desconexión tan horrífica de la realidad que caen en la demencia. Sin embargo, nadie que ha visto la guerra sale sin ser afectado.
En consideración de lo que es valorado más que el honor y los efectos discutidos, solo hay un curso de acción prudente para los soldados a seguir. Este curso de acción es un planteamiento idealista que valora lo que se piensa ser lo correcto o bueno más que las exigencias interesadas que, irónicamente, llevan a una pérdida de identidad. Este prototipo icónico de la virtud está representado en las películas como el héroe. Es el ideal que favorece nuestra sociedad. Por lo tanto, ¿cómo las fuerzas armadas equipan a los soldados para la supervivencia moral en el fragor del combate? ¿Cómo las fuerzas armadas los hacen héroes? La respuesta es fundamental en esta misma profesión —se encuentra en la jus in bello. (42)
La supervivencia a través del honor
En el caso de la persona, el antiguo concepto de que un fuerte marco ético es un recurso en el combate sigue siendo verdad. La jus in bello es, y siempre ha sido, un contrafuerte para el fundamento moral que la mayoría de los soldados llevan consigo en las fuerzas armadas. Un soldado moralmente formado y disciplinado es de gran importancia en una fuerza combatiente eficaz. Estos atributos se describen y propugnan colectivamente como el carácter en la Publicación de Doctrina del Ejército (ADP, por sus siglas en inglés) 6-22, Army Leadership. (43)
En la Primera Guerra Mundial, considerada por muchos de ser la primera guerra moderna, el soldado y su moralidad fueron sopesados como un componente del aguante en el combate. Se pensó que el punto clavede la supervivencia para los soldados británicos en las trincheras fue una moralidad nacida de la creencia cristiana, lo que era y es la religión oficial del Reino Unido. En las universidad de Oxford y Cambridge, se les obligó a los estudiantes y el cuerpo docente subscribir los Artículos de religión de la Iglesia de Inglaterra. (44) Los productos de estas instituciones llegaron a ser el cuerpo de oficiales de las fuerzas británicas. Estos oficiales imbuyeron virtudes tales como la moderación, lealtad y candor en sus soldados. La mayoría de oficiales británicos pensaron que este modelo de virtudes cristianas sería resistente en el estrés del combate, proporcionando una mayor posibilidad de supervivencia. (45) De nuevo, era la sociedad de este grupo que hizo hincapié en un código de conducta moral. Aparecen otros ejemplos similares a través de la historia. Un fuerte marco ético también guiaba a los soldados individuales en la Segunda Guerra Mundial.
En la invasión de Normandía, los soldados alemanes y estadounidenses a veces se encontraron siendo tratados codo a codo para sus heridas por las fuerzas adversarias en los puestos de socorro del campo de batalla en toda el área de operaciones. Donald Crosby describe cómo un capellán estadounidense, Francis Sampson, observó a un gravemente herido soldado alemán andando a gatas a un soldado estadounidense herido que había caído de su camilla en el suelo duro.46 El soldado alemán, en dolor obvio, cuidadosamente reposición al gravemente herido estadounidense a una posición más cómoda. Esto fue el último acto de bondad del soldado alemán. Murió más tarde esa noche. (47)
En otro lugar en el campo de batalla, dos soldados paracaidistas y enfermeros de combate, soldado Robert E. Wright y Kenneth J. Moore, del 2º Batallón, 501er Regimiento de Infantería Paracaidista de la 101ª División aerotransportada establecieron un puesto de socorro en la pequeña iglesia de la aldea de Angoville au Plain en Normandía, Francia. Era el Día D, 6 de junio de 1944. (48)
Sus órdenes eran tratar solo a los soldados estadounidenses. No debían tomar prisioneros alemanes vivos por las primeras 48 horas. Debido a su fe cristiana, ignoraron esta orden. Muchas veces, el control del terreno de su puesto de socorro cambió de manos mientras se prolongó la guerra a su alrededor. Fueron abrumados con más de 80 soldados heridos alemanes y estadounidense, desangrando en los bancos y aún en el altar de la pequeña iglesia de piedra.
Este puesto de socorro solo fue defendido por una bandera de la Cruz Roja cuando la puerta de madera de la iglesia abrió de golpe. Allí estaba un oficial alemán preparado con ametralladora firmemente agarrada, con la rabia en sus ojos. Cuando vio que los soldados alemanes recibían el tratamiento médico de los enfermeros, el rostro del oficial rápidamente se tornó sereno a medida que se agotó la rabia; llorosamente agradeció a los enfermeros estadounidenses por el cuido de sus soldados y prometió enviar un cirujano para ayudar con los heridos. (49)
Estos ejemplos demuestran cómo los soldados, aún aquellos en el tumulto del combate, puede mantenerse centrados en su moralidad y creencia espiritual, fortalecidas por los principios de la jus in bello. Si bien, en la guerra se puede matar a personas y destruir las estructuras de la civilización, no es necesario destruir la identidad de un soldado como es expresado en el cuido para otros seres humanos y la adherencia a creencias sagradas. Aún matar a alguien puede ser llevado a cabo con la intención sobria en relación con la enormidad de la acción. La jus in bello guía a los soldados a reconocer
La victoria a través del honor
En el combate, el lema “la muerte antes del deshonor” expresa la virtud a toda costa. Sin embargo, tal sacrificio no siempre es necesario. De hecho, más veces que no, el honor y otras virtudes puede apoyar en el logro de la victoria. Hay momentos en que cuando el comportamiento moral y la adherencia a la jus in bello pueden apoyar el triunfo no solo para la persona sino también la fuerza. La acción moral no solo es lo correcto sino también es lo más eficaz.
Según Dave Grossman, en la Primera Guerra Mundial, los soldados estadounidenses tenían una reputación de conducta tan compasiva que en la Segunda Guerra Mundial, muchos alemanes aconsejaron a sus jóvenes familiares que entraban al servicio, “Sea valiente, únete a la infantería y ríndete al primer estadounidense que encuentre”. (50)
La reputación estadounidense para el buen trato había sobrevivido de una generación a la siguiente. (51) Una vez que Alemania se acercó la derrota en la Segunda Guerra Mundial, las unidades que luchaban contra el Ejército soviético se desplazaban fuera del sector para rendirse a las tropas estadounidenses. Se evitó el derramamiento de sangre innecesario porque esperaban, y por lo regular, recibían buen trato.
Según Andrew Roberts, las actitudes eran sumamente distintas en el frente ruso-alemán. (52) Las dos partes recayeron en ciclos de atrocidad contra soldados y civiles. A finales de la guerra, los soldados alemanes y soviéticos estaban luchando hasta el último hombre, muy pocas veces tomando prisioneros. Se les dijo a los soldados soviéticos que no eran responsables de los crímenes civiles cometidos en el territorio alemán y que las propiedades y mujeres eran suyas por derecho y eran despojos de la guerra. Se violó a más de dos millones de mujeres y chicas alemanas. (53) Esta política vengativa era una reacción a las atrocidades cometidas por los nazis en la Unión Soviética en la invasión y ocupación de las tropas alemanas. (54)
La buena conducta moral y una reputación de justicia tienen buenos resultados en el campo de batalla tradicional, pero también producen buenos resultados en una contrainsurgencia. Por ejemplo, la moralidad desempeñó un papel estratégico en la guerra de guerrillas en Vietnam, como hizo en las guerras en Irak y Afganistán.
Si bien los insurgentes a menudo usan las tácticas terroristas, se limitan a las fuerzas de contrainsurgencia en sus acciones. En su libro clásico Counterinsurgency Warfare: Theory and Practice, David Galula explica que se juzgan a los insurgentes de acuerdo con sus promesas, pero se juzgan a los contrainsurgentes según sus acciones y son atados a su responsabilidad y a lo que han hecho. (55) Si mienten o engañan, sus logros a corto plazo sufrirán reveses y serán desgraciados para siempre. El premio en este tipo de guerra es los corazones y mentes del pueblo. Es el centro de gravedad de la lucha.
En Irak, según el general de división iraquí retirado Najim Abed Al-Jabouri, gran parte del éxito operacional de EUA era producto de la brutalidad de al-Qaida contra el pueblo iraquí. (56) Al-Qaida en Irak y otros grupos insurgentes usaron el secuestro, asesinato e intimidación para lograr el apoyo. Este planteamiento tuvo el efecto opuesto, cambiando la actitud de los civiles en contra de al-Qaida y su causa. (57)
Por el contrario, y en gran parte, los soldados estadounidenses demostraron ser socios con el pueblo iraquí. Los políticos del lugar, algunos que habían sido insurgentes, se convirtieron en aliados. Esto significó extender la confianza, que en la guerra puede llevar a ser expuesto a un enemigo. A su vez, muchos iraquíes llegaron a un acuerdo con las tropas de la coalición. El comienzo del cambio total era conocido como el “Despertar de Anbar”. Creció a un programa que se extendió a todo el país. Los ex insurgentes iraquíes cambiaron de bandos para trabajar a favor de Irak y mantuvieron los puntos de control que proporcionaron la seguridad contra los guerreros extranjeros.
Sin embargo, esta postura es tenue. Si se deshace la situación, las fuerzas armadas rápidamente hubieran perdido estos logros. Los soldados y otras agencias de apoyo deben adherirse a la jus in bello y comportarse con disciplina y moderación moral o corren el riesgo de extender indefinidamente la guerra.
Conclusión
Además, una fe sólida, fundamento moral y un carácter desarrollado parecen fijar firmemente a una persona a la tranquilidad mental y espiritual a pesar de la turbulencia del campo de batalla. (58) La jus in bello puede ser una herramienta indispensable en la síntesis de estas características para recordarles a los soldados del sentido moral de sí mismos. En la teoría cognitiva social de Albert Bandura, se refiere a un proceso similar, en que las personas adoptan los estándares de conducta ética que disuade el comportamiento inmoral. (59)
Desgraciadamente, los soldados, por lo regular, comprenden las reglas pero, a veces, no se adhieren a las mismas. Muchas veces, prefieren la victoria o la supervivencia propia, o son abrumados por las emociones tales como la venganza o tristeza. Algo en la mente apaga la conciencia. Bandura describe la desconexión del sistema moral auto regulador como una maniobra psicológica concebida para circunvenir la conciencia. Según Bandura, cuando la conciencia funciona adecuadamente, las personas ponen en práctica sus estándares personales usando la auto reflexión y sanciones, así como medidas proactivas. Estas medidas pueden impedir algunas formas del comportamiento catastrófico que ha sido descrito en el presente ensayo. (61) Valorar la vida o éxito propio o cualquier otra cosas más que las creencias de lo que es correcto desconecta la conciencia.
Los soldados necesitan participar en el pensamiento ético mucho antes de que enfrenten dilemas éticos en el fragor del combate. La jus in bello proporciona los parámetros del tema y la discusión. Si el Ejército puede hacer que los soldados piensen en los conceptos de la guerra justa y comprender los mismos —especialmente la justicia en la conducción de la guerra— puede acondicionar la mente para el combate. Con la mente preparada, el cuerpo y el espíritu seguirán. Los soldados serán capaces de aguantar la devastación que la guerra puede imponer en ellos mismos y en otras personas.
Autor:
Capellán (mayor) Sean Wead, Ejército de EUA, es profesor auxiliar de la Ética en la Escuela de Comando y Estado Mayor del Ejército de EUA. Cuenta a su haber con maestrías en Divinidad y Teología y un doctorado en Clerecía del Seminario de teología de Virginia. Wead es un ex soldado de infantería y policía metropolitana, con despliegues de combate a Irak y Afganistán.
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