LA POBLACIÓN Y EL NACIONALISMO VASCO: LOS TRANSTERRADOS
POPULATION AND BASQUE NATIONALISM
Enrique Area Sacristán
Doctor por la Universidad de Salamanca. Teniente coronel de Infantería. (R)
RESUMEN: Los más de 40 años de violencia terrorista dejaron cientos de transterrados que tuvieron que exiliarse para sobrevivir: empresarios, académicos, jueces, políticos, periodistas, policías…
«Expulsar a alguien de un territorio, generalmente por motivos políticos». Esta es la definición que hace la RAE de la palabra ‘Transterrar‘. Y esto es precisamente lo que hizo ETA con cientos, o incluso miles, de personas durante los más de 40 años que tuvo expuesta a la sociedad a un clima constante de violencia. Un fenómeno del que poco se conoce, o más bien poco se habla, pero que afectó a muchos empresarios, profesionales, intelectuales, académicos, jueces, fiscales y abogados, políticos, periodistas, policías… El historiador Antonio Rivera describe esta situación como el «mayor logro» del terrorismo.
Esos más de 40 años de terror dejaron 853 asesinatos, 2.632 heridos, más de 7.000 víctimas, 86 secuestrados y un número desconocido de amenazados, exiliados y damnificados económicamente. Y es que arrojar luz sobre esa «diáspora vasca» resulta muy complejo. «Quizás no importa tanto cuántas personas se fueron de Euskadi, sino de qué manera, por qué se marcharon, quiénes se marcharon y en qué circunstancias lo hicieron. Pensar que fueron 200.000 es un disparate, porque significaría que una de cada diez personas se fue. Y, de hecho, la cuantificación ha operado en contra de todo esto porque ha permitido una instrumentalización partidaria», apunta Antonio Rivera, uno de los autores del libro ‘Transterrados‘, el primero que recoge esta parte de la historia del ETA.
PALABRAS CLAVES: Nacionalismos, autodeterminación, pluralismo cultural, independencia.
SUMMARY: More than 40 years of terrorist violence left behind hundreds of «transterrados» who had to exile to survive: business owners,academics, judge, polititians, journalists, policemen….
«Ban somebody from a territory, generally for political reasons». This is the definition given by the R.A.E. (Spanish Royal Academy) of the word «Transterrar». And this is precisely what ETA did with hundreds, even thousands of people during the period of more than 40 years creating a constant atmosphere of violence.This is a phenomenon very little known and talked about , but affected many businessmen, professionals, academics, judges, attorneys, lawyers, and policemen. Historian Antonio Rivera describes this situation as «the greatest achievement»of terrorism.
These more than 40 years of terrorism left 853 murders, 2.632 wounded, more than 7.000 victims, 86 kidnapped and an unknown number of people under threat, exiled and economically damaged. To shed light on this » basque diaspora» is a very complex issue. «Perhaps it is not so important the number of people who left Euskadi, but the reason, the way they did it and under which circumstances is more relevant. Thinking of a number of 20.000 is a mad idea because it would mean that one every ten people had to leave. And ,in fact, the quantification goes against all this because it has allowed a favourable arrangement.» points out Antonio Rivera, one of the authors of the book «Transterrados» the first one which compiles this part of the history of ETA
KEY WORDS: Nationalisms, autodetermination, cultural pluralism, independence, right of self
Amerikara noa ere nere borondatez / hemen baino hobeto izateko ustez… («Me voy a América por mi propia voluntad / con la esperanza de vivir mejor que aquí»…)
Así comienza una popular canción en euskera —el idioma de los vascos— que describe el largo viaje que cientos de miles de ellos hicieron para migrar a países de América en diferentes etapas de los últimos cinco siglos en busca de nuevas oportunidades.
Esta migración fue común desde muchos países a lo largo de la historia. Pero quizá lo más llamativo es que los vascos, que se reparten entre la Comunidad Autónoma del País Vasco y Navarra —en el norte de España— e Iparralde —en el suroeste de Francia—, dejaran una huella tan notable en América siendo una población que hoy apenas ronda los tres millones de personas.
«Obviamente, no puedes comparar un grupo tan pequeño con los millones de italianos que migraron allí y la impronta que dejaron… pero, cualitativamente hablando, los vascos sí que dejaron un importante legado», valora Óscar Álvarez Gila, coordinador del postgrado sobre Diáspora Vasca de la Universidad del País Vasco.
Pero ¿cuántos vascos llegaron a migrar?
«No lo sabemos y nunca lo sabremos», responde tajante a BBC Mundo. «En las estadísticas no existía la categoría “vasco” para catalogarlos, eran registrados como españoles o franceses, y muchos de quienes migraban en el siglo XIX lo hacían de manera ilegal cruzando la frontera con Francia y tomando un barco».
Sin embargo, basado en estudios, testimonios y la presencia actual de descendientes, el experto cita como destinos preferidos de aquellos vascos migrantes Chile, Cuba, el oeste de Estados Unidos y México; aunque superados ampliamente por Uruguay y sobre todo Argentina, donde se dice que en torno al 10% de su población actual tiene algún antepasado vasco.
A excepción de quienes salieron exiliados por razones políticas tras la Guerra Civil española en 1939, la mayoría de los vascos que viajaron a América en diferentes corrientes durante los últimos siglos lo hicieron principalmente en busca de oportunidades de trabajo a países con economías en expansión y con políticas de acogida para emigrantes muy favorables durante décadas.
Era lo que entonces se llamaba salir a «hacer las Américas».
«En alguno de esos países se pagaba mejor que en el País Vasco, así que viajaban para mejorar su vida y hacer capital con la idea de regresar convertidos en alguien, y muchas veces con la idea de ayudar a fundaciones, a escuelas… Así se convertían en figuras reconocidas. De ahí viene el concepto de ‘indiano'», le dice a BBC Mundo Josu Ruiz de Gordejuela, historiador y autor de varios libros sobre vasconavarros en México.
Pero, lo que ha hecho el terrorismo de ETA durante 40 años, en este caso, era determinar quienes tenían derecho a participar y a formar parte de la comunidad que ellos decían defender, lo que constituye la verdadera diáspora del pueblo vasco. Y lo hacían creando una comunidad que tenía una ideología «exclusivista y excluyente» en la que solo podían entrar quienes ellos considerasen, y señalaban a aquellos que tenían que apartarse y quedar fuera. Aquellos a quienes no consideraban «nacionales». «El transterramiento es el mayor éxito del terrorismo. Puede matar a una, 100 o 1000 personas, y eso cuesta mucho, pero expulsar a una parte significativa de la población, anular la voluntad de un individuo, hacerle desistir de participar en la comunidad donde ha nacido…. Eso es la derrota más apabullante del contrario y el éxito más formidable del que lo consigue«, explica Rivera.
Antonio Rivera conoce bien la realidad de los transterrados. Es una cuestión que el Instituto Valentín de Foronda que dirige ha abordado y que define como “el resultado más perfecto de ETA”: “Conseguir que ciudadanos anónimos, de modo silencioso, sin hacer ruido ni dar un portazo, se marchen tras ser amenazados diría que es el mayor logro de una organización de estas características que aspira a definir, esculpir cuál es la ciudadanía que puede pertenecer a su comunidad, es el objetivo de un nacionalismo terrorista”.
10.000 empresarios se reivindican como “víctimas olvidadas” en el sexto aniversario sin ETA, desde 2018.
Rivera destaca la particularidad de este colectivo de víctimas que en muchos casos ni siquiera tiene relación con ninguna asociación ni está agrupada, “ni siquiera hay vínculos entre ellas ni se identifican como víctimas”. En los últimos años no se ha llevado a cabo por parte del Gobierno vasco o el español ningún trabajo que documente esta situación: “Creo que ahora se debería hacer un esfuerzo para llevar adelante una labor precisa. Del mismo modo que las instituciones han hecho reconocimientos a otros colectivos de víctimas se debería hacer lo mismo con estas”.
Lamenta que aún primen visiones en los que la política sigue pesando. Así, subraya cómo desde el Ejecutivo vasco anualmente se reconoce a la ‘diáspora’ vasca dispersa por el mundo no se hace lo mismo con los vascos que se vieron forzados a salir por la presión etarra: “También está esa ‘diáspora’, la forzada, de la que no se acuerda nadie mientras no se olvida al pastor que emigró a finales del siglo XIX a Idaho”.
En estos once años transcurridos desde el comunicado de capuchas blancas de ETA nadie se ha acordado de los miles de ciudadanos vascos que un día lo dejaron todo y rehicieron sus vidas lejos del País Vasco. Cambiaron de hogar, de colegios, de trabajos… No han merecido ni homenajes, ni placas ni recordatorios. A ellos en Málaga, Sevilla, Alicante o Madrid no les esperaban ‘Ongi etorris’ oficiales.
Hoy la inmensa mayoría sigue fuera de Euskadi. En realidad, es un colectivo ‘fantasma’. Ni siquiera se ha cuantificado. Ninguna de las cifras dadas responde a la verdad sino a la simple especulación. Sólo se conoce que es amplio, variopinto e integrado, fundamentalmente, por perfiles ideológicamente afines al constitucionalismo, como intelectuales o políticos, o pertenecientes al ámbito empresarial. Hasta ahí.
Algunas fuentes dicen que son entre 180-000 y 200.000 los vascos que en los años de plomo de ETA tuvieron que salir de su tierra para proteger sus vidas. Transterrados llaman a estas personas que fueron obligadas a un exilio forzoso, a formar parte de una diáspora que suena a limpieza étnica, a práctica genocida.
No se sabe a ciencia cierta el número de personas que en estos años de democracia abandonaron el País Vasco a cuenta del clima de terror que impuso ETA durante décadas; esta es la realidad. Alguna estimación llega a las 180.000-200.000, casi tanto como la población de San Sebastián o Vitoria, por ejemplo.
La decisión del juez de la Audiencia Nacional Alejandro Abascal de reabrir la causa por el asesinato de Jesús María Pedrosa Urquiza, concejal del PP en la localidad vizcaína de Durango, el 4 de junio de 2000, abre la posibilidad a que estos ciudadanos puedan ser considerados víctimas de terrorismo, según ha publicado The Objective.
El acoso y el clima social motivaron su marcha. Así lo expresaba la querella que presentó la Asociación Dignidad y Justicia. Con base en este texto, el magistrado quiere investigar la responsabilidad de 10 exjefes de ETA en el asesinato del concejal y en el plan de expulsiones forzadas.
Porque según Dignidad y Justicia, el atentado que acabó con la vida de Pedrosa Urquiza estaba inscrito en la estrategia de terror realizada con coacciones y acosos con el objetivo de que las víctimas se marcharan del País Vasco. Para Daniel Portero, presidente de la asociación e hijo del fiscal asesinado por ETA en 2000 Luis Portero, se trataba de algo premeditado: “Era la expulsión de toda la gente que no pensaba como ellos, la expulsión de todo lo que representaba a España. Es lo que buscaban y lo lograron. Pero nunca se ha llevado a los tribunales, aunque se ha contado. Creo que era el momento”.
La reapertura de la causa por el asesinato de Pedrosa Urquiza puede servir para que todas las personas que fueron obligadas a dejar el País Vasco sean consideradas víctimas del terrorismo. “Pero va a ser un camino largo -aclara Portero-. Va a tener que venir mucha gente a declarar a la Audiencia Nacional, para decir cómo se sentían y por qué tuvieron que salir del País Vasco. El asunto puede llegar a ser un juicio de una relevancia mucha mayor que cualquier otro”.
La posibilidad del derecho a indemnizaciones, atención social, psicológica y laboral parece complicada, según Portero: “Veo un reconocimiento a esas personas y su derecho a la justicia. En el momento en que esta causa se convierta en punta de lanza, lo que sí podremos es ofrecer acciones a todos aquellos que quieran denunciar su caso particular. Abre una puerta enorme, yo creo que vamos a lograr que se haga justicia. Si se hace extensivo, obviamente tendrá repercusiones, por supuesto”.
El Parlamento Europeo cifra en 379 el número de asesinatos de ETA que continúan impunes. Sobre la voluntad de hacer justicia en este asunto, a Portero le gustaría que “la Fiscalía se implicara más, porque hubo momentos en que sí lo hacía”. “Podrían ayudar mucho más”, añade.
Las tres fases del transterramiento
El exilio provocado por el terror de ETA se produjo en tres fases, aunque de alguna manera se mezclan entre si. El primer grupo notable de estos transterrados fue el de las familias de las víctimas, asesinadas o heridas en atentados, que normalmente en aquel tiempo, finales de los años 60 y los 70, eran guardias civiles, policías, militares etc. Cada vez que mataban a uno de estos hombres, su viuda e hijos volvían a su lugar de origen porque nada se les había perdido allí donde no les querían y les animaban a irse.
En la segunda fase, se sigue manteniendo la amenaza a las fuerzas policiales y se incorpora, en los años 80, los empresarios con el llamado “impuesto revolucionario”. La coacción contra ellos hace que muchos decidan poner tierra de por medio y marcharse. En ocasiones lo hacían con la empresa, pero también otras veces se marchaban dejando aquí a alguien al cargo o simplemente cerrando la empresa o vendiéndola. Antonio Rivera explica cómo, precisamente, este es uno de los resultados no queridos por la banda terrorista: «ETA quiere que se vayan las familias de los guardias civiles o policías, pero no quieren que se vayan las familias de empresarios porque quieren que se queden para que les sigan pagando. Es un efecto totalmente indeseado».
Y el tercer momento llega con la llamada socialización del sufrimiento. A partir de mediados de los 90, la coacción se extiende a buena parte de los académicos, profesorado, intelectuales, periodistas, jueces, magistrados… Mientras seguía también con los militares, policías y empresarios. Unas amenazas que venían no solo por parte de ETA, sino también de sus «aprendices» como la Kale Borroka o sus grupos de apoyo. «Empezó a tener más presencia en los medios y en la construcción de una opinión pública. Era parte del espíritu totalitario de ETA y de su entorno de la izquierda abertzale», apunta Rivera.
Eduardo Mateo, responsable de proyectos y comunicación de la Fundación Fernando Buesa, es el editor de ‘Transterrados’ y señala como a partir de ese momento, la coacción de ETA ya fue más universal y tuvo mayor impacto social. «Afectaba a muchos más sectores y es cuando empieza a hacerse esa diferenciación de «son o no son de los nuestros», por lo tanto, se entendía de peor manera que alguien tuviera que marcharse por el empeño coactivo. En algunos lugares, eran los propios vecinos los que pedían a ese señalado que se marchara, que se fuera porque les estaba poniendo a ellos en peligro. Como si esa persona fuera la culpable y no una víctima», explica Mateo.
El profesor de la UPV/EHU, Manu Montero fue uno de esos transterrados por el terrorismo de ETA. En el libro “Transterrados” explica bien como «cuando uno se marchaba, no lo anuncia porque eso sería la visibilización de su derrota, e incluso sería ponerse en peligro a sí mismo y a su entorno familiar y personal». Pero no solo eso, ese silencio se arrastra y se mantiene hasta cuando llega su nuevo destino. «No pensemos que la gente les recibía como una especie de héroe, no no. Jugaba ese discurso del «por algo será, hay algo que no nos cuenta o algo le habrá traído aquí», añade Rivera. Se marchaban de Euskadi y lo hacían completamente solos, sin molestar y en completo silencio.
¿Y hacia dónde ponían rumbo? El historiador Gorka Zamarreño es quien ha estudiado estos movimientos también en el libro. Muchos de ellos lo hacían a Andalucía, sobre todo los empresarios. En el caso de la Guardia Civil y los policías, básicamente ocupaban las provincias limítrofes porque seguían trabajando y se ubicaban fueran del territorio. Podía darse el caso de un agente que estaba en la comisaria de Ordizia, pero está viviendo en Bidart, en Castro Urdiales o en Miranda. «Yo recuerdo cuando estuve en el Gobierno, el caso de Lourdes Auzmendi que tenía a sus policías en Navarra y cada día se tenían que hacer esa excursión», relata Rivera.
En el caso de las víctimas directas o familiares de víctimas, estas volvían a sus lugares de origen. Dentro del mundo universitario, el caso de los profesores era distinto y propició una especie de ubicación itinerante como fue el caso de Manu Montero o de Chema Portillo que han recorrido multitud de ciudades y de universidades por todo el mundo: México, Estados Unidos, Colombia, Bolivia…
El resultado de todo este transterramiento es una sociedad «empobrecida«. Hay menos empresarios, hay menos vocación empresarial y hay negocios que se van fuera, y eso se ha señalado con una pérdida de capital social enorme y también de relevo generacional. La vocación judicial también se redujo porque nadie quería ser juez en Euskadi y las mismas complicaciones hubo con los policías. Hubo únicamente un porcentaje minúsculo de estos agentes que fueron reclutados en el País Vasco.
Sin embargo, en general, como terminó ocurriendo con tantas cosas que tenían que ver con el terrorismo, el transterramiento pasó a formar parte del paisaje. «Igual que la violencia o que la muerte se empieza a ver como cotidiana, como ese sirimiri constante, la huida de gente pasó a considerarse como «bueno, algo le habrá pasado o algo habrá hecho. El silencio lo invadió todo«, explica Rivera. Él precisamente recuerda cómo fue la marcha de un gran amigo suyo, Chema Portillo, profesor, historiador y transterrado. «Cuando se fue, escribí un artículo muy emotivo porque era mi amigo y compañero y no podías aceptar las cosas tal cual. Pero pasaba a formar parte de una normalidad tal, que le transmitías tu apoyo, pero tampoco hacías mucho más. Ese es el problema de las cosas que acaban convirtiéndose en rutina«, relata Rivera.
A pesar de todo esto, la gran mayoría de la gente se quedó, pero también hubo quien no se marchó físicamente, pero si tuvo que emprender un «exilio interior». Cientos de personas que dejaron de actuar políticamente, socialmente, culturalmente… Se recluían en sus casas, en sus paredes, en sus ámbitos más cercanos y dejaban de ser parte de la sociedad. Eduardo Mateo recuerda como muchas personas se resignaron, y a pesar de quedarse en presencia, estaban absolutamente fuera de todo, en completo silencio. Por eso la cifra de transterrados es tan difícil de dilucidar. «Por cada uno de esos transterrados, hay una derrota de una persona, de su entorno y de todos aquellos que le conocían y vieron como tiraba la toalla. Y lo peor de todo es que él o ella no era quien la tiraba, sino que se la tiraban o si no lo mataban. No hay otro remedio. Pero el que la tira es porque no aguantaba más, y eso es tremendo», manifiesta el historiador Antonio Rivera.
Dentro de todos los que se marcharon, algunos han vuelto, otros muchos no y hay quien no quiere ni oír hablar sobre volver. Eduardo Mateo hace referencia al caso de Aurora Intxausti, periodista de ‘El País’ que sufrió las amenazas de la banda terrorista y a la que le colocaron una bomba en el domicilio. «Ella en su texto deja bien claro como jamás piensa en volver y achaca al Gobierno del momento, y también a los posteriores, que no han hecho nada para facilitar esa vuelta de los exiliados. A ella, solo el hecho de pensar en volver le produce muchísimo rechazo», relata Mateo.
Muchos de ellos creen que nadie ha reivindicado esa ‘diáspora vasca’. Únicamente hubo un intento con el programa ‘Retorno‘ con el lehendakari Patxi López que no llegó a cuajar. «Se entiende que no quieran volver, todo lo que tenías y te ataba aquí te lo has llevado contigo. Solo queda una especie de recuerdo nostálgico pero inconsciente, que tiene que ver con las personas que no te arroparon. En realidad, no hay ningún argumento a favor para volver, y eso es lo terrible», aplica Antonio Rivera.
Un caso particular de muchísima envergadura lo constituye el caso de la Central Nuclear de Lemóniz por su repercusión en el ámbito social, económico y estructural que produjo un impacto social en todo Vascongadas.
Se produce cuando la banda terrorista ETA se unió a la causa antinuclear, la cual suscitaba gran apoyo popular, y entra en la lucha contra la construcción de la central. El primer atentado se produjo el 18 de diciembre de 1977, cuando un comando de ETA atacó el puesto de la Guardia Civil, que vigilaba las obras de la central. Uno de los etarras, llamado David Álvarez Peña, resultó herido y murió un mes más tarde, en el hospital. El 17 de marzo de 1978, ETA colocó una potente bomba en el reactor de la central, causando la muerte a dos obreros (Andrés Guerra y Alberto Negro) y heridas a otros dos. La explosión causó además graves y cuantiosos daños materiales, que retrasaron aún más los plazos de construcción de la central. La irrupción de ETA produjo una división del movimiento antinuclear; una parte del movimiento se fue desmovilizando progresivamente, mientras otra se radicalizó, adoptando posturas de apoyo a la actuación de ETA.
El 3 de junio de 1979 muere abatida por la Guardia Civil una activista antinuclear, la donostiarra Gladys del Estal, tras recibir un disparo durante una concentración en Tudela (Navarra), en el día internacional de Acción contra la Energía Nuclear. El 13 de junio de 1979, ETA logra introducir una segunda bomba en el interior de las obras de la central, esta vez en la zona de las turbinas. La explosión de la bomba causa la muerte de otro obrero, llamado Ángel Baños.
La escalada de las acciones violentas culminó el 29 de enero de 1981 con el secuestro por parte de ETA del ingeniero jefe de la central, el bilbaíno José María Ryan. ETA concedió un plazo de una semana para que la central fuese demolida, amenazando con asesinar al secuestrado. A pesar de que una gran manifestación recorrió Bilbao solicitando la liberación del ingeniero, una vez transcurrido el plazo del ultimátum, ETA acabó con la vida de Ryan, causando una fuerte conmoción e indignación social, y la primera huelga contra ETA. El asesinato de Ryan supuso, sin embargo, la paralización de facto de las obras de la central. Iberduero paralizó las obras de la central a la espera de que el Parlamento Vasco apoyase explícitamente la continuidad de las obras.
En 1981 el gobierno central transfirió las competencias de energía al Gobierno Vasco, y a finales de año éste relanzó el proyecto de la central, con el apoyo del PNV, UCD y AP, creando una sociedad mixta con capitales públicos y privados para finalizar las obras y gestionar la central. Sin embargo, ETA atentó de nuevo, asesinando el 5 de mayo de 1982 al director de esta sociedad, Ángel Pascual Múgica. Las obras estaban ya paralizadas totalmente, ya que los trabajadores se habían dispersado y no se había vuelto a arrancar el proyecto. Varios de estos trabajadores se encargaron de dinamitar el proyecto internamente, cortando cables, introduciendo arena en tuberías, y de otras muchas formas, de tal manera que cuando reparaban desperfectos por un lado tenían que volver a empezar a reparar por otro.
La última víctima de la «ofensiva» de ETA contra Lemóniz fue el niño Alberto Muñagorri, que quedó gravemente herido al dar una patada a un paquete bomba situado en la puerta de un almacén de Iberduero en Rentería. Sería uno de los últimos de los varios cientos de ataques y sabotajes que sufrió la empresa Iberduero en sus instalaciones, durante los años 1981 y 1982.
Y la gran pregunta es: ¿Están estos transterrados considerados como víctimas del terrorismo? La respuesta es no. Únicamente los ampara en cierto modo la ley madrileña, y tampoco de una manera completa. Esa es una de las cuestiones que más se reivindica. Siguen siendo un colectivo muy invisibilizado y el problema está en la subjetividad del término ‘transterrados’. Además, tampoco están unidos como tal en un colectivo o asociación, lo que hace más difícil llamar a la puerta de cualquier institución.
Esto si es la “diáspora” vasca por cantidad y calidad humana de los que sufrieron el terrorismo de ETA, no los exiliados de la guerra del 1936-1939 que no fueron obligados a irse con el oro vasco con Aguirre a la cabeza del gobierno regional en el exilio; y, ahora, la entrada en las Instituciones de BILDU, brazo político de la organización terrorista produce que muchos decidan no volver a la tierra de sus antepasados. Esto sí es la diáspora, no me cabe ningúna duda.
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES:
Antonio Rivera, Eduardo Mateo Santamaría, José Antonio Zarzalejos Nieto, Ofa Bezunartea Valencia, Antonio Merino Santamaría, Edmundo Rodríguez Achútegui, Doroteo Santos Diego, Izaskun Sáez de la Fuente, Paloma Díaz-Mas, Felipe Juaristi Galdos, Aurora Intxausti Martínez, Manuel Montero García, Roberto Larrañaga Oyanguren, Gorka Zamarreño Aramendia, José Ignacio Ustaran Muela, Virginia Mayordomo Rodrigo, José María Portillo Valdés, Jesús Loza Aguirre, Rafael Leonisio, «Transterrados. Dejar Euskadi por el terrorismo» editorial Catarata, , 2022
https://es.wikipedia.org/wiki/Di%C3%A1spora_vasca
https://www.bbc.com/mundo/noticias-62130553
https://www.deia.eus/historias-vascas/2023/02/04/diaspora-vasca-eta-durante-franquismo-6402036.html
https://valencianews.es/opinion/la-diaspora-vasca/
https://es.wikipedia.org/wiki/Central_nuclear_de_Lem%C3%B3niz