La libertad de expresión incluye la de mentir, hacer propaganda, expresar sentimientos inusuales, decir idioteces, imbecilidades, necedades y tonterías, compartir sueños irreverentes y extravagantes, opinar sobre lo divino y humano, criticar a todo tipo de autoridad (académica, científica, civil, militar, política, religiosa, etc), discrepar de consensos y del pensamiento dominante, hacer chistes irreverentes y procaces, etc pues si tuviéramos libertad sólo para decir lo conveniente, fundado, interesante, sensato y veraz no sería libertad de expresión, sería un desastre.
Al debilitar la libertad de expresión se daña la salud de la democracia y de la sociedad.
¿Qué escribió Natalia Velilla en Twitter, en Disentia y en El País?
Natalia Velilla Antolín (Madrid, 1973) es magistrada, licenciada en Derecho y Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Pontificia de Comillas y máster universitario en Derecho de Familia, casada y con tres hijos.
Ha escrito sobre la libertad de expresión:
En Twitter:
“Creo que la libertad de expresión -como parte social o exteriorizada de la libertad de pensamiento- es un indicador muy adecuado del nivel de desarrollo democrático de un país.
La libertad de expresión es el derecho a expresar lo que uno quiere.
Esta expresión puede ser literaria, artística o más prosaica (un tuit, por ejemplo).
La libertad de expresión no consiste en el derecho a decir cosas brillantes, sensatas, adecuadas o educadas.
La libertad de expresión te ampara, aunque seas un completo imbécil y no digas más que idioteces.
Puedes decir cosas absurdas, machistas, homófobas o totalitarias. Sí. Como lo lees. Esa es la libertad de expresión.
El único límite es el delito de expresión (como enaltecimiento del terrorismo o delitos de odio) y las ofensas a otro.
El problema es que no todo comentario machista, homofobo o totalitario es delito de odio. Es más: casi ninguno lo es.
La histeria social ve delitos por todas partes. Luego vienen muchos chascos judiciales (y otros que no lo son pero que viene Europa y nos tira de las orejas).
La libertad de expresión no implica la obligación de los demás ni de discutir contigo ni de leerte o escucharte. El bloqueo o ignorar al otro es también un derecho. Y no vulnera la libertad de expresión del otro. Sí lo hace, impedir o prohibir que alguien se exprese.
Existe el derecho a ser imbécil y nuestro derecho a ignorar al imbécil, rebatirle o mostrar públicamente su imbecilidad.
Pero no existe el derecho a censurarle, lincharle o denunciarle a Twitter. Se hace, pero no es respetuoso con la libertad de expresión.
Lo malo es que hemos interiorizado que solo lo que está en nuestra onda puede ser expresado. Lo demás es susceptible de ser censurado.
Y no.
Confundimos moral con derecho, delito con mal gusto y ofensa subjetiva con injuria objetiva.
Tendemos a ver delitos de odio por encima de nuestras posibilidades.
A menos libertad de expresión por mayor censura, más linchamientos, denuncias y reportes, etc, menos democracia”
https://twitter.com/natalia_velilla/status/1412851027850797061
En Disentia:
“La actual regulación de los delitos de opinión en España es claramente inadecuada, a tenor de cómo están contemplados este tipo de delitos en otros países de nuestro entorno, lo que ha llevado a que España haya sido enmendada en varias ocasiones por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y, me temo, va a seguir sucediendo si no se cambia la ley. En Europa nadie va a la cárcel por injurias al jefe del Estado o a la bandera”
https://disidentia.com/el-derecho-a-ser-imbecil/
En El País:
“Nuestra pereza e indolencia ve con buenos ojos que un tercero -el titular de las plataformas de las redes [Facebook, Twitter, Instagram, etc]- decida qué mensajes deberían ser borrados por su potencial daño a la democracia.
Sin embargo, no somos conscientes de que, una vez se atribuye a las plataformas la potestad de decidir retirar contenidos so pena de asumir una responsabilidad por su difusión, estamos convirtiendo a las redes en entornos manipulados, artificiales y dirigidos donde potencialmente pueda terminarse difundiendo solo información conveniente para los lobbies de determinadas corporaciones”
https://www.iustel.com/diario_del_derecho/noticia.asp?ref_iustel=1220733
La libertad de expresión durante la pandemia covid19
Los verdaderos expertos en la pandemia han callado sabiendo el anatema anexo al discrepar o, los más valientes, han mantenido una inteligente y soterrada lucha contra la censura en los medios profesionales y populares.
La censura de la libertad científica no se ejerció por medios formales, estilo los países dictatoriales (leyes, reglamentos, castigos, multas, penas de cárcel, etc), sino mediante un poderosísimo control social que logró acallar y silenciar cualquier disidencia.
¿El coste de los “atrevidos”? Ser incluidos entre los anti-sistemas, anti-vacunas, terraplanistas, “contrarios”, conspiranoicos, etc.
Cabe citar entre tales expertos en la valiente resistencia, condenados al ostracismo, a Alan Cassels, Peter Doshi, David Healy, Tom Jefferson, Juan Erviti, Peter C. Gøtzsche, Iona Heath, Carl Heneghan, John Ioannidis, Juan Irigoyen, Paul Thacker, Claudina Michael-Teitelbaum, Sergio Minué, Joan Ramón Laporte, Vinay Prasad y Allyson Pollock.
En palabras de Sergio Minué, a propósito del linchamiento de Joan Ramón Laporte tras su informe sobre vacunas covid19 al Parlamento de España: “Joan Ramón Laporte no es el único ejemplo. El mismo linchamiento han sufrido o sufre gente como John Ioannidis, Peter Gotzche, Alyson Pollock, Carl Henegan, etc. Cualquiera que ose cuestionar la “religión verdadera”. Da realmente miedo el invierno postpandémico”
https://gerentedemediado.blogspot.com/2022/02/atticus-finch-y-la-jauria-mediatica.html
UNESCO
Al respecto se ha pronunciado la UNESCO:
“El brote de la pandemia de la COVID-19 ha dado lugar a un debilitamiento de los derechos fundamentales como la libertad de expresión, el derecho de acceso a la información y el derecho a la privacidad en muchos lugares del mundo. Varias autoridades nacionales han declarado estados de emergencia, lo que ha dado lugar a graves restricciones de los derechos fundamentales, incluida la libertad de expresión.
En respuesta a estos crecientes desafíos jurídicos, la UNESCO ha publicado directrices para los jueces y tribunales, tanto a nivel nacional como regional, que pueden servir de referencia para la aplicación de los marcos teóricos del derecho internacional y de las normas de derechos humanos en la protección y la promoción de la libertad de expresión”
Amnistía Internacional
“Los ataques de los gobiernos a la libertad de expresión, combinados con la circulación de desinformación en todo el mundo durante la pandemia de COVID-19, han tenido un impacto devastador en la capacidad de la gente para acceder a información exacta y oportuna que la ayude a afrontar la creciente crisis de salud global”
Isegoria y parrhesia
Los cambios profundos para la Humanidad se han producido por poder nutrirse con regularidad, el acceso seguro a agua segura de consumo (y su depuración), la educación formal desde la infancia y la estructura social que facilita una cierta igualdad, también apoyando la necesaria libertad de expresión científica, política y religiosa.
En la clásica Atenas de Pericles, la libertad de expresión se logró con:
1/ isegoria, que daba igual derecho a hablar a todo ciudadano, y ser considerado por el fundamento de sus aportaciones, no por su valía en la expresión de estas y
2/ parrhesía que daba derecho a defender ideas con audacia, por más que parecieran extravagantes, y en contra de los poderosos, hasta ridiculizarlos.
Es decir, se aseguraba al tiempo la posibilidad de hablar y de hacerlo con franqueza.
En la respuesta a la pandemia covid19 hemos fracasado respecto a tal libertad de expresión, transmutada en aras de un bárbaro salubrismo “salvador” que conlleva un pensamiento único.
No ha habido ni hay isegoria; tampoco, parrhesía.
La franqueza se ha ridiculizado transformando sus propuestas en “bulos” (fake news), por más que se publiquen/publicasen en las mejores revistas científicas del mundo, y a quienes discrepan/discrepasen se les etiqueta/ba con el estigma de fobias varias, desde negacionistas a anti-vacunas pasando por terraplanistas, por más que fueran incluso profesores en prestigiosas universidades.
Con sus expertos, los políticos justifican sus decisiones e imposiciones, y la Medicina deviene religión y actividad mágica, y sus propuestas, talismanes. Por eso la gente sigue llevando el bozal en la calle, porque las mascarillas se han transformado en talismanes. Con el mismo fervor se aceptan y requieren vacunas y re-vacunas covid19, como fetiches salvadores de vida, que protegerán contra el mal, así sea irracionalmente
No hemos hecho más que empezar con la pérdida de libertad de expresión
La guerra de Ucrania se ha sumado a la pandemia covid19 como excusa para manipular a la población, y para acallar a las voces discrepantes, para limitar la libertad de expresión. No hemos hecho más que empezar pues el objetivo político y militar del capitalismo es controlarnos mediante la mentira y el miedo.
Los recortes a la libertad de expresión no se plantean claramente, pero se ejercen fuertemente con las “armas de la democracia”, básicamente el acallar a quienes se salen del pensamiento único. Es decir, a través de normas, acuerdos y leyes que constituyen un “Ministerio de la Verdad” para determinar las noticias, informaciones y trabajos que no cumplen lo políticamente correcto. Todo lo que molesta se transforma en bulo y falso (“fake news”), y se minusvalora, sanciona y oculta.
La libertad de expresión fue víctima del SARS-CoV-2, el virus de la pandemia covid19. La guerra de Ucrania ha profundizado el daño infligido a la libertad de expresión debilitando la democracia y la sociedad.
Doctor en Medicina. Médico General jubilado. Equipo CESCA (Madrid, España).