Como si de un virus se tratara, los imbéciles se han convertido en perfectos forúnculos allá donde la espalda pierde su bello nombre. Y en España últimamente salen como las babosas en días de lluvia fina a jalear las más putrefactas causas. Y, como me pasa con esos animalitos que reptan y cuya misión no es más que comer los brotes tiernos expulsando babas, no entiendo muy bien cuál es el beneficio en esto que se ha venido llamando el círculo de la vida.
Imbéciles y puteros como José Luis Ábalos que se pone de perfil y defiende que las prostitutas trabajan porque, como no han estudiado y son vaguetas o feas, pues tiene que comerciar con su cuerpo y son cómplices de que un 70% de mujeres que practican la prostitución en España sea víctima de trata de blancas, maltrato, abuso, vejaciones y asesinatos. Porque los imbéciles nacionales, machistas y puteros, de los que hipócritamente militan en la socialdemocracia, véase en Andalucía en épocas muy recientes con los dirigentes ya encarcelados del PSOE, nos colocan como el país que más consume prostitución en Europa.
Y, oye, que das una patada a una piedra y te salen esos que apoyan a esa insigne concejala que afirmó que la prostitución debía existir para satisfacer a feos y discapacitados porque no pueden tener otra cosa. ¿Cómo le explicas a quien piensa así que ni la discapacidad ni la fealdad son motivos para maltratar a una mujer y que el mantener relaciones sexuales no es un derecho?
Como si sus palabras no fueran el mejor escaparate de su capacidad de verbalizar aberraciones decidió extenderla a la acción política e intentar reprobar a quien defiende que la prostitución no sólo es una forma de violencia machista, sino que, además, es una de las más terribles porque, quienes la padecen, en demasiadas ocasiones están bajo el yugo del maltrato y el miedo.
Y sí, es una muestra de imbecilidad supina intentar reprobar a quien defiende los derechos de las mujeres echándole en cara que acuse a los pinteños de consumir prostitución. Supongo que quien no haya consumido prostitución no se dé por aludido, y el que lo haya hecho, espero que le hierva la cara como le hierven las entrañas a quienes han tenido que padecerlos dentro de sus cuerpos.
Y como aunque la mona se vista de seda, mona se queda; hay togas -las sotanas del argentino merecen un capítulo monográfico- que no pueden esconder la imbecilidad de las palabras de quien pretendió absolver a un padre por haber abusado de su hija porque, según el juez, la niña no mostró signo alguno de encontrarse o sentirse incómoda, intranquila, inquieta o perturbada mientras su padre le metía mano en un autobús urbano delante de quienes le denunciaron.
Y, cómo no, tenemos el clásico club de fans de los nostálgicos del comunismo sin haberlo conocido, los que se cagan en la memoria de los muertos de la cuneta, si, de las cunetas del bando “democrático republicano”, de las sacas o de Paracuellos para no compartir espacio con semejantes especímenes de dos patas que se han convertido en necios. Son los imbéciles que se esconden en perfiles falsos para poder soltar todas las barbaridades que jamás soltarían a calzón quitado, porque no hay nada más clásico que los cobardes defendiendo el abuso y la tiranía de otros. Imbéciles prosovieticos y apátridas que tienen cabida porque tenemos un país que permite que se haga apología del fascismo comunista desde las instituciones a pesar de estar justificadamente condenado por el Parlamento de Europa; en ayuntamientos e incluso en los distintos parlamentos y en el gobierno y que, además, se les cede espacios televisivos para que puedan seguir sobreviviendo. Tenemos un país que, hasta ayer, condecoraba vírgenes y comparaba el fascismo con ETA desde las instituciones que debieran velar por todos nosotros y que ahora forman parte del entramado de los terroristas.
No somos un país avanzado, del siglo XXI; nuestros imbéciles de gobernantes ponen palos en las ruedas de una carreta que se desvencija y nos mantiene anclados en los prolegómenos del XX repitiendo las mismas historias y mentiras. Es hora de que la máquina de tiempo nos traslade a la sociedad que pueda afrontar los retos del futuro con una ciudadanía que respete, que avance hacia la igualdad y la justicia con respeto, sin miradas melancólicas a los tiempos pasados en los que los yugos siempre los llevábamos los mismos, los que buscan y esperan justicia de la justicia. Y, para ello, los ciudadanos con mayúsculas, aunque sean de segunda como los militares, volveremos a ser imprescindibles porque nos negamos a que nuestros hijos tengan que estar al arbitrio de los imbéciles de los tiempos de sus padres.
Tan sencillo y tan difícil. ¿Quién dijo miedo?