«Dormir el sueño de los justos» es una expresión de origen griego que originalmente hacía referencia a quien dormía en forma muy tranquila, sin cargos de conciencia, por haber llevado una vida ética y moral, sin nada que lo perturbe. Asimismo, la doctrina católica menciona que «Justos» son los Santos del Antiguo Testamento, que muertos, dormían en el Hades.
Sea como fuere, hoy en día, esa expresión se aplica en otro sentido. En vez de a personas, se refiere a cosas (por ejemplo, a un proyecto), como haciendo referencia a que estas están trancadas, dejadas de lado, «durmiendo» en el cajón o escritorio de alguien, vale decir, que no avanzan.
En su obra «Así hablo Zarathustra», Friedrich Nietzsche nos dejaba esta reflexión sobre el sueño, ese momento del final del día en el que el hombre se resguarda a descansar de una larga jornada para recuperar sus fuerzas:
“Dormir no es cosa fácil. Para dormir se precisa haber pasado bien despierto el día entero. Diez veces al día deberás vencerte a ti mismo, eso te hará llegar a la noche fatigado, y esa buena fatiga será el mejor opio para el alma. Diez veces al día deberás reconciliarte contigo mismo; pues la superación es amarga, y quien no se haya reconciliado dormirá mal. Diez verdades deberás descubrir durante el día; si no lo haces, durante la noche seguirás persiguiendo la verdad, y tu alma se sentirá hambrienta. Diez veces deberás reír y alegrarte durante el día; si no lo haces, el estómago, ese padre de la tribulación, te atormentará durante la noche. Muchos lo ignoran, pero es preciso poseer todas las virtudes, si se quiere dormir bien”.
Ricardo Dudda afirma en un artículo publicado en https://ethic.es/articulistas/ricardo-dudda que, “siempre nos han interesado más los sueños que el sueño”. Por eso el dormir, es un proceso que realizamos todos los animales, que ha estado infra estudiado, al menos en la cultura popular. Al fin y al cabo, en un libro sobre sueños hay surrealismo y abstracciones; en uno sobre el sueño hay, bueno, gente durmiendo y roncando. En El mal dormir de David Jiménez Torres aborda la cuestión del sueño desde su ausencia. Como buen insomne o “maldurmiente” –como él prefiere denominarse–, observa el sueño con fascinación. ¿Cómo es posible que se me niegue algo tan básico, esencial e imprescindible que incluso lo hacen las lombrices? En términos evolutivos, aquel con insomnio tenía una ventaja: podía frenar ataques nocturnos de depredadores. Pero en el siglo XXI, en camas cómodas y estando protegidos, ¿por qué algunos dormimos mal?
“Al irse a dormir, el organismo de muchas personas con problemas de sueño activa a destiempo el modo «lucha o huida”. Nuestra frecuencia cardíaca aumenta, liberamos agentes químicos como el cortisol para gestionar el estrés, y nuestra actividad cerebral se dispara con ciclos emocionales reiterativos y bucles de pensamiento sobre el pasado y el futuro, escribe Jiménez Torres.
¿En qué piensa el insomne? En la cultura popular existe la idea de que uno no consigue dormir porque siente remordimientos. Uno rumia porque algo trama: rumia el poderoso, el conspirador, y el demonio prefiere aparecer por la noche. La noche es para pensar o hacer cosas con nocturnidad, pero el insomne no es así. «El mal dormir no es solo la falta de sueño, sino también la búsqueda activa del sueño», señala el autor. El siniestro personaje popular que maquina su venganza o la conquista del territorio enemigo no quiere dormirse: está demasiado ocupado. El mal durmiente, en cambio, sí quiere dormir más; nada lo haría más feliz y, sin embargo, no puede. Y lo frustrante, defiende Jiménez Torres, es que no hay una explicación a este proceso (o, al menos, ninguna convincente).
El mal dormir es un libro erudito y ligero que se mueve entre la historia cultural del sueño y la historia personal del autor, que lleva años intentando dormir bien: tomando melatonina, acudiendo a clases de mindfulness. Su obra está motivada por una curiosidad amplia y genuina, donde entran desde poemas de Clive James a citas de Don Quijote. Pero lo que mueve a Jiménez Torres, sobre todo, es el deseo de «agotar la experiencia del maldurmiente»; encontrar complicidad en el insomnio de los demás. El insomnio es muy solitario, lo enfrenta a uno con el vacío de la existencia. Jiménez Torres ha escrito este ensayo para sentirse un poco menos solo en sus noches toledanas.
En El mal dormir uno descubre hechos sorprendentes. Antes de la industrialización era común el sueño bifásico, «un sueño nocturno dividido en dos tramos, entre los cuales habría una hora larga que nuestros antepasados usaban para rezar, copular, leer o incluso pasar un rato de charla con los vecinos». La industrialización y su división del día en tramos de 8 horas acabó con esta estructura sin tener en cuenta «lo difícil que es para muchos encadenar ocho horas seguidas de sueño»».
No encontramos que nuestro presidente, a pesar de haberlo advertido, tenga un mal dormir motivado por haberse apoyado en PODEMOS, BILDUETARRAS y separatistas catalanes; tampoco por su nefasta gestión general y particular de los problemas que se han cernido sobre España durante su mandato. Pero horror me produce que ninguno de sus camaradas de gobierno atisbe un mal dormir, ni de una tendencia ni de otra.
Creo que, siguiendo la tónica de los dos últimos artículos, deberian dormir todos los interfectos el sueño de los justos y aplicarles la «Damnatio memoriae», que la tienen más merecida que Franco, pobre hombre en comparación con estos diablos.