El principal reto al que se enfrenta cualquier profesional del conocimiento es pensar «bien». Muchas de las competencias indispensables según el Foro de Davos para los próximos años dependen de ello: sentido crítico, análisis y toma de decisiones, resolución de problemas complejos…
Tan solo hay que echar un vistazo alrededor para comprobar cuánta falta hacen todas estas competencias. Tomemos como ejemplo el pensamiento crítico. Cuando expresamos esta competencia, lo que demostramos es claridad de ideas y conceptos, la capacidad de ver y entender las relaciones existentes entre ellos, las causas y los efectos, los propósitos explícitos e implícitos…
En la ausencia de sentido crítico, aparece el pensamiento simplista, que se centra en lo anecdótico obviando lo relevante, extrayendo conclusiones – casi siempre erróneas – desde las suposiciones y los sesgos, en lugar de hacerlo a partir de los datos y la observación.
El pensamiento simplista ha hecho, y sigue haciendo, mucho daño a la efectividad.
Tomemos un ejemplo concreto. Comentaba el autor de este post en las crónicas de las X Jornadas OPTIMA LAB que estuvo muy presente la frase «lo que no suma, resta». Estamos ante una frase «atractiva», por su brevedad, por su sencillez y por lo indiscutible de la afirmación. A nuestro cerebro no le cuesta ningún esfuerzo procesar obviedades.
Sin embargo, esta afirmación, aparentemente sencilla, encierra más información de la que parece. Para una persona que habitualmente expresa un pensamiento simplista, estaremos hablando únicamente de aritmética, es decir, de sumar y restar.
Desde este planteamiento, la conclusión a la que llegará esta persona es fácilmente predecible: «lo que no resta, suma», que a su vez nos lleva a la manida expresión «menos es más», una afirmación que dista mucho de ser una verdad absoluta y cuya validez dependerá en cualquier caso de las circunstancias.
«Menos es más» es la versión siglo XXI del «caballo grande, ande o no ande», tan de moda el siglo pasado. Por cierto, aunque una recomienda lo contrario que la otra, las dos son igual de absurdas y ambas reflejan el mismo tipo de pensamiento simplista.
Por otra parte, un análisis más profundo de la frase «lo que no suma, resta», nos llevará a la conclusión de que la suma y la resta se refieren a diversos elementos de un mismo conjunto. En concreto, a la relación entre los elementos de un conjunto y al valor que cada elemento aporta al valor del conjunto.
Vamos a ver unos ejemplos:
Imaginemos una fiesta a la que van 5 amigos. Cada amigo lleva algo para beber y «picar». Se pone en común lo que han llevado y se calcula a cuánto «tocan» por amigo. Llamemos «X» a esa cantidad por amigo.
Ahora llega un sexto amigo, que no lleva nada. Desde el punto de vista del número de amigos, ahora son «más». Desde el punto de vista de a cuánto «toca» de beber y «picar» por amigo, a hora «tocan» a menos ➜ Más amigos = menos «X» ➜ «más» es peor
Pero supongamos que el sexto amigo «se estira» y lleva más cosas de las que han llevado ninguno de los otros amigos. Ahora también son «más» amigos, pero además «tocan« a más de beber y picar por amigo ➜ Más amigos = más «X» ➜ «más» es mejor
Si por el contrario llega un sexto amigo con una cantidad «X» de cosas para beber y picar, la situación es distinta. También son «más» amigos que al principio, pero siguen «tocando» a lo mismo ➜ Más amigos = igual «X» ➜ «más» es igual
Este ejemplo plantea varias conclusiones importantes.
Por una parte, que la suma y la resta no son absolutas, sino relativas. Sumar no se calcula por adición, sino por comparación. Por otra parte, que lo relativo de la suma y la resta también es en relación con su contribución a un propósito.
La reflexión a la que nos lleva esto es que los conceptos «más», «menos», «sumar» o «restar» deben contemplarse siempre como atributos de las relaciones entre los elementos y su conjunto, entre las partes y el todo.
Desde esta reflexión, frases como «menos es más» carecen de sentido, ya que les falta el «para qué».
En relación con la efectividad, a menudo me encuentro con gente que, por ejemplo, es reacia a utilizar una nueva aplicación. Afirman que es una aplicación «más» y ya tienen muchas. ¡Como si eso importara algo! Tener cuantitativamente más o menos aplicaciones es irrelevante. El número de aplicaciones en sí mismo ni es mucho ni es poco, ni bueno ni malo, ni mejor ni peor… Lo único relevante es cómo contribuye esta aplicación adicional al propósito que se persigue.
Si aplicamos el pensamiento crítico, observaremos que la única realidad es que «adecuado es mejor». «Adecuado» nos habla de las relaciones y comparaciones entre los elementos, el conjunto y el propósito.
La manera de evaluar si algo es o no adecuado es cualitativa. Esto significa que para saber si algo es adecuado tenemos que saber en qué medida nos acerca o aleja a lo que queremos conseguir. Todo lo que nos aleja del propósito, sea por defecto o por exceso, es inadecuado. Todo lo que nos acerca a él, sea sumando o restando, es adecuado.
Como principio general, adecuado significa «lo menos posible y todo lo necesario para el propósito que busco». ¡Ojo aquí! Porque la primera mitad de esta frase, sin la segunda mitad, es simplemente falsa. Y lo mismo ocurre con la segunda mitad sin la primera.
En resumen, lo importante es olvidarnos de los detalles cuantitativos y centrarnos en la aportación al conjunto y al propósito.
La eficacia tiene que ver con la toma de decisiones correctas, por lo que es importante aprender a decidir bien. Dejémonos ya de repetir como papagayos tonterías del estilo «menos es más», sin tener en cuenta para qué, y empecemos a practicar el pensamiento crítico.
«Menos» será a veces «más», otras veces será «menos» y otras dará exactamente igual. Lo único importante es que sea la cantidad adecuada. Porque, en efectividad, adecuado siempre es mejor: ni más, ni menos.
Del Blog de José Miguel Bolívar