Ni fu ni fa

¿Cómo le suena este título? ¿Absurdo, indiferente? Quizá le parece que sería más adecuada la expresión, ¡no te vayas por las ramas! u otra ¡no hay peor ciego que el que no quiere ver! Por fortuna nuestro idioma es tan rico que hay expresiones, fórmulas y manifestaciones para todo lo que quieras exponer, decir u opinar.

En realidad, ni fu ni fa trae de inmediato a la mente: las expresiones, indiferente, ni bueno ni malo, sin pena ni gloria, entonces, ¿vale la pena tratar un tema que no te provoca emoción ni reacción? No, considero que hay un asunto de interés público que debe exponerse.

Se trata de una expresión que describe, como pocas, la mediocridad de una actividad o de un acontecimiento. Lo que se ha hecho o ha ocurrido no merece mucho comentario, pues no ha dado lugar para efectuar una crítica demasiado alabanciosa al respecto, pero que tampoco permite ser lapidario. Reconoce un uso muy diverso, ya que puede aplicarse al rendimiento de un deportista en una competencia determinada o al nivel de aceptación social de una obra artística. Al cabo del suceso en cuestión, lejos ha quedado la gloria, no podemos dramatizar y decir que gobierna la pena, sólo nos queda el refugio de la insípida intrascendencia.

Un reto difícil, para quien aprendió a camuflar sus propios sentimientos, a sonreír cuando llora por dentro y a que no se sepa que pasa por su cabeza cuando se hace el silencio.

Una coraza para quien vive con dolor y trata a diario de que no le duela lo que vive día a día, aunque pocas veces lo consiga, porque aprendió que la empatía es parte de su personalidad.

He vivido deprisa y ello me ha dejado experiencias de todo tipo. Todas ellas me dejaron marca, algunas cicatrices y otras pasaron sin pena ni gloria, pero no creo que pueda olvidar tan fácilmente la ilusión, el compañerismo, la sorpresa, el cariño, la unión, la amistad, la sensación del trabajo bien hecho y la felicidad por ser humano y sentir lo que nunca sentirán otros como yo lo he hecho en el Ejército.

Rozar la felicidad a veces es algo que mucha gente se niega y que, en algún momento, con pequeñas cosas se puede hacer. No sé cómo se mide la felicidad, tampoco sé el grado máximo, ni el mínimo que comprende esa felicidad, pero a una persona que le gusta abrazar, besar, rodear cinturas o poner la mano en el hombro de los demás, no le hace falta demasiadas cosas para ser feliz.

Sin tiempo de respirar, llegaba la tarde/noche del domingo, y hay tanto que limpiar y preparar para mañana y eso sin tener en cuenta que puede ser que tengas que viajar hasta la Ciudad donde se encuentra tú Unidad. Ya es lunes. Quien tiene la suerte de tener empleo corre, con el cuerpo cansado, el alma desganada. Trabaja más de ocho horas en nuestro caso, con cien mil cosas en la cabeza, y todo ello por 1.000 € al mes, 1.600 sería una fortuna. ¿Pero sabes a cuánto equivaldría hoy, según el poder adquisitivo, el salario más humilde de los años 60 y 70? Equivaldría a 2.800 €. Sic. Pásmate. Yo tampoco me lo podía creer, pero lo ha demostrado Roberto Velasco, catedrático de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad del País Vasco.

¿A dónde habrá ido a parar la diferencia entre los 1.000 € que ganan muchos y los 2.800 que deberían ganar? No creo que todo se lo hayan llevado las empresas chinas e indias, cuyos productos tumban nuestros precios y, por lo tanto, nuestros salarios. Algo tendrá que ver el que las 26 personas más ricas del mundo posean tanta riqueza como los 3.800 millones de personas más pobres del planeta: lo ha denunciado OXFAM en el informe “Bienestar público o beneficio privado”, elaborado con ocasión de la última edición del Foro Económico Mundial que cada año reúne en Davos (Suiza) a los poderosos de la Tierra, esa “gente muy seria –ha dicho alguien– que se junta para discutir sobre cómo no hacer nada con la desigualdad”. Es la raíz estructural del mal.

¿Cómo podremos acompasar el ritmo, corregir el rumbo? Está claro: debemos parar, respirar a fondo, hacernos presentes, escuchar el silencio, sentir el jadeo, mirar al herido. Dejar de huir adelante, recuperar la calma, ser lo que somos, vivir en paz. Permitidme decirlo con una palabra: espiritualidad. Con o sin religión, pero espiritualidad.

Linaje de servidores de lo público, de contratados por las urnas, siempre al albur de una prebenda o una consigna. La manifiesta simpleza del presidente y la ministra de defensa del desgobierno obedece a su mediocridad, y a la de sus coetáneos. Algo falla, y es general entre los Generales que no exijan que a nuestros soldados les paguen como se merecen o, al menos, más que a un inmigrante y quieran creerse que las promesas de elevar el presupuesto de defensa al doble no saben deben pasar por un Parlamento con la aprobación de la Ley de Presupuestos del Estado, cuestión que se me antoja ahíto difícil en estos momentos.

Por este motivo, para mí, ha pasado sin pena ni gloria la conferencia de Madrid; ni fu ni fa en lo que se refiere a los componentes de los Ejércitos de España y a la seguridad del flanco sur.

Es evidente que no se va a tratar del sueldo de nuestras tropas en semejante conferencia, pero es palmario que el presidente de España no puede prometer a nadie que se va a doblar el presupuesto de Defensa sin haber siquiera presentado un anteproyecto de presupuestos en el Parlamento.

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