Oxímoros y pleonasmos en la política de España.


En términos concretos, un oxímoron es una figura literaria, un tropo, que combina en una misma “estructura sintáctica” dos términos opuestos, produciendo con ello un tercer significado en el cual “el contraste intensifica el sentido”.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (vigésima segunda edición), coincide con el concepto anterior y define al oxímoron en su única acepción como “combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido; p. ej., un silencio atronador”.

Una definición de oxímoron aparece en las páginas de uno de los más célebres cuentos de Borges: “En la figura que se llama oxímoron, se aplica a una palabra un epíteto que parece contradecirla; así los gnósticos hablaron de luz oscura; los alquimistas, de un sol negro”.

En criterio de Helena Beristáin, el oxímoron (también denominado: antilogía, paradojismo, alianza de palabras) se define como “figura retórica de nivel léxico/semántico, es decir, tropo que resulta de la relación sintáctica de dos antónimos. Es a la vez una especie de paradoja y una especie de antítesis abreviada que le sirve de base”, que “involucra generalmente dos palabras (sustantivo y adjetivo, casi siempre) o dos frases” que se colocan “contiguas o próximas, a pesar de que una de ellas parece excluir lógicamente a la otra”, creando así una contradicción en cuanto al sentido primario o literal, si bien en el sentido figurado los antónimos pueden conciliarse

De igual modo, en la Retórica General del Grupo M de Lieja, obra en la que se apoya el Diccionario de Bersitáin, se parte de la vinculación del oxímoron con la antítesis y la paradoja para llegar a precisar después la distinción entre estas figuras. Caracterizado tradicionalmente con el término de coincidentia oppositorum, el oxímoron es definido por los autores de esta Retórica como “el resultado de una contradicción entre dos palabras cercanas, pero a diferencia, por ejemplo, de la antítesis, en el oxímoron la contradicción es plenamente asumida”

Técnicamente, se le define como una figura «donde uno de los términos posee un sema nuclear que es la negación de un clasema del otro término». Como tal, el oxímoron es una metábole que pertenece a la clase de los metasememas, mientras que la antítesis y la paradoja pertenecen a la clase de los metalogismos. Esto es, el oxímoron es una figura que opera sobre la semántica y afecta al código, mientras que la antítesis y la paradoja son figuras que operan sobre la lógica y afectan al referente. De este modo, aunque el oxímoron, la antítesis y la paradoja, son consideradas figuras de «contenido», el primero pertenece a las metáboles o figuras gramaticales, mientras que las otras dos pertenecen a las lógicas.

La palabra oxímoron es en sí misma un oxímoron, pues se trata de un vocablo compuesto por oxýs: ‘agudo, punzante’ y morós: ‘fofo, romo, tonto’.

Si bien en sentido estricto los siguientes no son oxímoros, en España es indudable que sí lo son: honorable diputado, excelentísimo señor presidente, ilustre magistrado, justicia transparente, paz con Sánchez…

Lo contrario del oxímoron es el pleonasmo, también llamado redundancia, una figura retórica que consiste en la adición de palabras que no son necesarias en una frase, pues su significado ya está explícita o implícitamente incluido en ella.

Comando armado. La Real Academia Española (RAE) define comando como: “un mando militar”, “pequeño grupo de tropas de choque, destinado a hacer incursiones ofensivas en terreno enemigo”.

Funcionario público. Según la RAE: “una persona que desempeña un empleo público” o “un empleado jerárquico, particularmente estatal”. Lo mismo vale para erario público, sobra el segundo término.

Lapso de tiempo o periodo de tiempo. Cuando se combinan estas 3 palabras no hacemos más que usar sinónimos. Tanto lapso como periodo y tiempo se refieren a lo mismo.

Otros ejemplos de pleonasmos del español en general: abajo suscrito, accidente fortuito, actualmente en vigor, adelantar un anticipo, aterido de frío, buena ortografía, cita previa, completamente abarrotado, deambular sin rumbo, desenlace final. En España hemos creado unos pleonasmos conceptuales, pues el calificativo ya sobra, se volvió redundante. De los más frecuentes entre nosotros cito algunos: político corrupto (sobra el segundo término, pues es redundante), justicia amañada (sobra uno de los dos), juez venal (en España ya es redundante juez y que se deja sobornar con dádivas según el exjuez Presencia).

Llegan hasta nosotros los últimos oxímoros: el de «la nueva normalidad», que muchos ya se han encargado, sobre todo en redes, de acentuar su diplopía (percepción doble de un objeto). Porque lo de nueva normalidad es para marearse.

¿Qué es esta nueva normalidad? ¡Otro oxímoron! No puede ser nuevo lo normal, ni normal lo nuevo; a no ser, claro, que se quiera normalizar lo que es atípico y que usted así lo entienda desde el principio. Que creo que es eso. Por tanto, mejor que un oxímoron, y peor aún, sería un sarcasmo. Porque nos lo han soltado como un insulto a la inteligencia. Si no es así, entonces empezaré a concluir que soy un mal pensado.

Es como esta desescalada. ¿Tampoco les impresiona que es como descender del Mulhacen sin equipo de montañismo? ¡Y a solas! ¿Y los trillones con que Europa, dice con errática seguridad Sánchez el tuteador, nos va a untar, cual vaselina, viento en popa a toda vela y cojan ustedes el jabón?

 ¿¡Y eso!? ¿¡Y el tuteo!? ¡Normal que la señora Montero —María Jesús— utilice el chiqui como lo más cercano a un tratamiento normal sin distinguir entre conocidos y desconocidos! ¡El usted no es progresista! Esto es el resultado de que el alumno coleguee con el profesor.

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