Vivimos en un mundo en el que la religión para gran parte de la opinión pública y para las supuestamente más altas cúpulas del saber ha perdido legitimidad, habiendo sido descalificada como método de conocimiento, acaso por la transferencia mágica de los actos impíos cometidos por personas e instituciones religiosas. Esto, sin embargo, es como censurar a la ciencia porque se utilizó para hacer una bomba atómica.
Dentro de dos semanas saldrá el Cristo de Mena, Cristo de La Legión, a desfilar por las calles de Málaga. Hace casi 70 años Manly P. Hall escribió:
«Las corrupciones de la Iglesia no afectan la integridad del contenido espiritual de la religión… Rechazar la sustancia de las enseñanzas debido a que una organización humana fue inadecuada es estúpido… Todos los cuerpos finalmente se vuelven infirmes y perecen. Pero la verdad en sí misma no puede desaparecer en el polvo, sino que eternamente está esculpiendo formas más nobles a través de las cuales operar. Puede que la creencia moderna materialista de que la vida no tiene existencia aparte del cuerpo, y que el hombre no tiene un alma inmortal, haya contribuido a la noción de que la religión es idéntica a las estructuras teológicas y no puede existir por separado. Los idealistas no aceptamos lo anterior».
Así, quienes buscan e incluso consideran necesario tener experiencias de integración, de asombro ante la belleza y el orden del universo, de profundo compromiso ético y de amor hacia todos los seres, reconocerán que el misticismo no puede ser nunca erradicado y que la misma religión –en tanto su esencia más noble de religarnos con los principios y los valores universales– nunca podrá ser mancillada: permanece siempre inmaculada como el espíritu que entra al mundo pero no es del mundo.
Parte esencial del místico legionario es su renuncia a su importancia personal para disolver las fronteras que lo separan de su deseo. El místico no quiere convertirse en un dios y reinar, quiere olvidarse a sí mismo para hacerse uno con la divinidad que es Todo; no quiere poseer la muerte, quiere ser poseído por ella.
El misticismo afirma que la verdad no puede ser poseída siquiera por la mente. Por una virtud en sí misma peculiar, sin embargo, el corazón puede ser poseído por la verdad. Crecemos no pidiendo más, sino aceptando. Esta gradual transformación es revelada de forma hermosa por los espíritus legionarios y “Somos novios de la muerte”, que primero canta «mi amada es mía», luego «mi amada es mía y yo soy de mi amada» y finalmente el legionario dice «Yo soy de mi amada»… esto marca una moción de la conciencia mística «hacia la perfección de la renuncia», «hacia la entrega total”.
Este proceso de erradicación de la individualidad en función de nulificarse para dejarse poseer por aquello que es de manera incondicionada e ilimitada y que por lo tanto obstaculizamos al limitar lo que somos a un yo individual, es testimonio de “una victoria de lo impersonal sobre lo personal… de la realidad sobre el apetito” y marca una “reducción del ego para la elevación de los principios por sobre la personalidad”. Este es el Estado de los Legionarios con respecto a su novia, La Muerte, Dios o a las cosas espirituales.
Las funciones de los mitos son múltiples ya que es parte de una cultura que en La Legión está muy arraigada. No obstante, en general, se puede aceptar tres funciones esenciales: explicativa, de significado y pragmática.
La función explicativa: se refiere a que los mitos explican, justifican o desarrollan el origen, razón de ser y causa de algún aspecto de la vida social o individual. La función de significado se refiere a que los mitos no son solo historias que brindan explicaciones o justificaciones políticas, también otorgan un consuelo, objetivo de vida o calma a los individuos, así sucede con mitos que hablan de la muerte, el sufrimiento o la victoria, por lo tanto, los mitos no son historias alejadas de la persona, sino que funcionan como un asidero existencial, un motivo.
Las tres funciones se suelen combinar de manera constante y sirven para respetar, amar y unir a los que nos encontramos sirviendo o hemos servido en La Legión y los que nos precedieron desde su fundación. Sirven para respetar y unir el pasado con el presente y el futuro.
Hay varias diferencias entre el mito y el cuento popular: mientras que los cuentos se presentan como ficciones, los mitos se plantean como historias verdaderas. Varía también la función: el mito es esencialmente etiológico, mientras que el cuento popular trasmite valores. Los mitos forman parte de un entramado complejo, en el que cada historia está relacionada con las demás por la recurrencia de personajes, lugares, etc.En cuanto a las leyendas de La Legión, se presentan, al igual que los mitos, como historias verdaderas y tienen a menudo una función etiológica; sin embargo, a diferencia de los mitos, suceden en un tiempo real, histórico, en lugares reconocibles por el oyente o lector y a menudo con protagonistas reales.
Una misma trama puede aparecer en un mito, un cuento o una leyenda, dependiendo de cómo se presente la historia (como verdadera o ficticia) y cuál sea su función (etiológica, didáctica, entretenimiento…). En el caso de La Legión se presentan como hechos verdaderos e históricos de los que no cabe ninguna duda por la proximidad en el tiempo de los sucedidos, lo que le hace ser trascendente en el presente a los ojos de los españoles y por tanto suyos y queridos.
Esta es la razón de la explosión de espiritualidad en Málaga frente al Cristo de la Buena Muerte de Legión y conciudadanos: “la religión de los novios de la muerte”.