La invasión rusa de Ucrania tiene un particular frente de batalla en la información, una «guerra híbrida» con un «ecosistema de desinformación», como muestra el hecho de que en cinco días se hayan detectado más de 500 noticias falsas.
Esto es parte sustancial y elemental de toda guerra desde hace milenios: la guerra psicológica y de desinformación del enemigo así como la de manipulación de la proporcionada a las tropas y población propia para minar la moral de aquél en el primero de los casos o levantarla en el segundo.
Como ejemplo palmario de esta guerra por la información, podemos decir que, funcionarios del gobierno británico falsificaron documentos para producir noticias falsas durante la Guerra Fría, según muestran archivos recientemente publicados.
El Departamento de Investigación de la Información (IRD, por sus siglas en inglés) era la unidad secreta de propaganda del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Durante 30 años suministró información a periodistas y también tenía sus propias agencias de noticias.
Casi 2.000 de sus archivos han sido transferidos a los Archivos Nacionales desde el inicio de 2019.
Los archivos son de principios de la década de 1960, en el apogeo del IRD, cuando empleaba a entre 400 y 600 personas, según Paul Lashmar, autor de «La Guerra de Propaganda Secreta de Gran Bretaña».
En 1978 Lashmar formó parte del equipo de periodistas que reveló la existencia del IRD.
Cuenta que esta es la primera vez que los documentos falsificados han sido expuestos.
El equipo fue financiado por el llamado «voto secreto», que usó dinero del gobierno que no estaba sujeto al escrutinio parlamentario.
Parte del proyecto involucraba trabajar en el extranjero, pero también se proporcionó información a académicos y corresponsales basados en Londres.
Los archivos muestran que el IRD falsificó y distribuyó declaraciones del Instituto Internacional para la Paz, en Viena, en varias ocasiones.
También falsificó carteles de la Unión Internacional de Estudiantes, reemplazando el acrónimo «EE.UU.» por caracteres chinos, para convertir una campaña nuclear anti-Estados Unidos en una campaña contra los chinos.
Estas son algunas de las reflexiones que, sesgadas, ya que de esta cara de la guerra en Ucrania solo se podrá hablar con rigor una vez pasada, las realizan ambas partes en lid, se pueden expresar respecto a la información en cualquiera de las situaciones en que se encuentren unos contendientes, que no quedaron reflejadas con ánimo de ser objetivo en la explicación de la guerra por y de información este martes por la directora de la Digital Future Society, Cristina Colom; el director de la representación de la Comisión Europea en Barcelona, Manuel Szapiro; la directora de Efe Verifica, Desirée García; el codirector de Verificat.cat Lorenzo Marini y el jefe de tecnología de Newtral, Rubén Míguez, en la conferencia «Deconstruyendo la desinformación». Según Lashmar, los funcionarios del IRD disfrutaban del juego, compitiendo con sus rivales comunistas.
Con la invasión de Ucrania como caso más reciente y la experiencia de dos años de «infodemia» sobre la COVID-19, García ha constatado que «la mentira es mucho más sexy que los hechos y la realidad», por lo que uno de los principales retos de la verificación, más allá de desmentir noticias falsas, es lograr que la información rigurosa llegue a tantas personas como lo hacen los bulos.
La responsable de Efe Verifica ha explicado que a lo largo de los dos años de pandemia, la International Fact-Checking Network, una red que reúne a verificadores de todo el mundo, ha recopilado más de 10.000 bulos relacionados con la covid, mientras que en solo cinco días desde la invasión rusa de Ucrania ya se han detectado más de 500 noticias falsas.
Aunque ha subrayado que «la desinformación no va a desaparecer» y que esta es mayor «cuando hay incertidumbre y miedo», García ha afirmado que «una de las mejores vacunas es el periodismo», junto con la educación y la alfabetización digital, que ha señalado como «la herramienta más segura a medio y largo plazo».
Además de la «pericia» de los periodistas, los verificadores han resaltado que la tecnología ayuda a detectar contenidos que se están viralizando y analizarlos para comprobar automáticamente su veracidad, mediante inteligencia artificial o «deeplearning».
Sin embargo, García ha considerado que «la tecnología lo tiene complicado en la batalla del relato»: «¿Cómo verificamos si hay un genocidio en un país o no, o si el gobierno de un país es nazi o de otra ideología? Son cosas que a veces ni siquiera se pueden verificar, o si se pueden verificar toma mucho tiempo y no podemos ir tan rápido como ese simple mensaje».
En este combate contra la desinformación, Marini ha defendido que una de las medidas cruciales es la introducción de planes de alfabetización digital en los proyectos educativos de todos los países, mientras que Míguez ha defendido la tecnología como una aliada del periodismo, pero ha alertado que una de sus aplicaciones, los «deep fakes» -vídeos falsos gracias a manipulación extrema-, «son el problema del futuro».
«La desinformación pone en peligro nuestra democracia y la seguridad de los ciudadanos», ha aseverado Szapiro, que ha resaltado que la Unión Europea quiere liderar la lucha contra la desinformación a través de cuatro pilares: el monitoreo y la desacreditación, la unión de esfuerzos, la legislación y el empoderamiento ciudadano.
El representante de la Comisión Europea ha puesto de relieve que en la invasión de Ucrania se está produciendo una «guerra híbrida» y ha alertado del «ecosistema de desinformación» del Kremlin, pero hay que tener en cuenta, añado yo, que Occidente también tiene su propio ecosistema de desinformación para ganar esta faceta del conflicto en el que ya se ha tomado parte proporcionando armas a uno de los contendientes.
Desde la Digital Future Society, Colom también se ha referido a la invasión rusa y ha afirmado que «hay una guerra donde el campo de batalla es el ámbito digital» y donde, más allá del conflicto armado, hay otros combates que tienen lugar «en el ciberespacio y en campañas de desinformación».
«Vivimos en una paradoja, estamos en un momento en el que la sociedad dispone de la mayor capacidad de informarse, de muchísimos recursos y fuentes, pero a su vez probablemente es el momento en el que estamos peor informados o más desinformados», ha subrayado Colom, que ha apostado por hacerle frente creando un ecosistema de información «veraz, robusto y sano».
«¿Debería una democracia publicar en secreto material falso o falsificado? No. Si personas totalitarias están manipulando las cosas… eso no significa que debamos seguir su ejemplo».