En el caso español la construcción estereotipada de los vecinos del sur tiene sus propias características a las que se ha añadido, quizá solapado, el contenido de la palabra islamofobia. Aquí el término densamente connotado y con una larga historia detrás es sin duda “moro”, que no siempre ha sido usado en negativo, y que no carga elementos específicos de la xenofobia anti musulmana española.
El vínculo histórico que representa Al-Ándalus no puede obviarse si se quiere entender en qué consiste nuestro racismo concreto. Cabe decir que es todavía muy escasa , la información que recibimos a través de la educación sobre ocho siglos de la historia de lo que ahora es España en que hubo presencia musulmana. No es extraño que los libros de texto, incluso en cursos de Bachillerato, ventilen con cuatro líneas todo este periodo como si en realidad perteneciera a otra área geográfica, cuestión que no es baladí porque afecta directamente a los curriculares de los estudiantes del presente y completamente deficiente en comparación con la historia que nos enseñaban en los Colegios a los de mi generación. (época del Generalísimo, años 70 con la LOE).
Hay una cierta tendencia a extirpar de la propia idea de España esta etapa de su historia, pero, al mismo tiempo, se han perpetuado y transmitido los estereotipos derivados de esta presencia. Sigue vigente la idea de que la invasión de los territorios musulmanes por parte de los Reyes Católicos fue una reconquista, dando a entender que se recupera una continuidad con la realidad previa al año 711 y borrando los ocho siglos de convivencia, encuentro e incorporación de buena parte de la cultura árabe-musulmana que llegó a la Península.
El peligro es que en vez de reforzar la condición ciudadana a través del acceso a derechos básicos y fundamentales optamos por ir configurando una “comunidad” musulmana que hasta ahora no existía, fomentando unos autoproclamados liderazgos que no han sido votados por nadie. Considero racista y discriminatorio querernos cerrar en una nueva tribu que viva de espaldas a la sociedad, atrincherada en la defensa de la religión o la identidad, mientras que el problema de fondo sigue siendo, en muchos casos, de orden económico.
En mi opinión no hay que olvidar este componente social. La discriminación es así de compleja, y si las políticas van únicamente enfocadas a luchar contra la islamofobia se seguirán perpetuando el resto de ejes que configuran la exclusión social.
No todo es islamofobia
Por último, quisiera alertar sobre la tendencia actual de considerar islamofobia cualquier crítica al Islam. Estaremos devaluando mucho la xenofobia real si lo ponemos todo en un mismo saco. Hablar de la violencia de los textos sagrados, de su misoginia y poner en duda el punto de vista del creyente es un ejercicio de democracia que de ninguna manera puede ser sofocado en nombre de la lucha contra el racismo.
El problema del momento actual también deriva de la instrumentalización por parte de los partidos de extrema derecha de las críticas a la religión que han hecho personas progresistas en el seno de los propios países musulmanes. La línea entre el racista que utiliza la crítica al Islam como coartada y el crítico a esta religión puede ser muy fina. Quizás la diferencia principal es la solución que proponen las dos opciones: mientras que para los primeros lo único que se puede hacer es expulsar en masa a los musulmanes, para los segundos lo que se hace necesario es un debate público a fondo sobre aquellas cuestiones que pueden resultar democráticamente conflictivas.
«¿Existe la islamofobia en España?»
Según la Asociación Musulmana de Derechos Humanos y el Resumen de datos -a 3 de enero de 2020, derivados de la monitorización no exhaustiva de incidentes islamófobos dirigidos contra la población musulmana, o percibida como tal, en el Estado español durante 2019- se han producido cuatro “incidentes antimusulmanes” los cuales tenían como objetivo mezquitas.
Estos cuatro incidentes contra lugares de culto islámico chocan con los datos que nos ofrece el Observatorio para la Libertad Religiosa. El Observatorio estableció que en 2019 se produjeron 55 ataques a lugares de culto, mientras que en 2018 se produjeron 53, y en 2014 la cifra era todavía siete veces menor. De ocho en 2014 hemos pasado a 55 en apenas cinco años.
Lo interesante de todo ello es qué de estos 55 ataques a lugares de culto, 52 fueron contra templos cristianos (46 de la Iglesia católica), dos contra musulmanes y uno contra judíos. Aunque los datos no concuerdan con exactitud con los proporcionados por la Asociación Musulmana por los Derechos Humanos en cuanto a mezquitas se refiere (para unos cuatro para otros dos), resulta evidente que los templos cristianos están siendo con diferencia los más castigados.
Entre las comunidades autónomas más castigadas cabe destacar a Andalucía, con más ataques a la libertad religiosa con veintisiete casos, la Comunidad de Madrid con veinte y Cataluña con dieciocho. Según el informe la autoría de los ataques efectuados contra templos católicos recae sobre movimientos feministas radicales, los cuales no figuran como sujeto activo de los ataques contra las mezquitas.
¿Entonces, por qué no hablar de cristianofobia?
España se ha adentrado en un nuevo ciclo político tras las elecciones de 10-N de 2019, un “gobierno de coalición” el primero desde la II República, siendo el único gobierno de coalición de Europa conformado por una fuerza que proviene de la tradición socialdemócrata y otra que pertenece a la familia de la izquierda alternativa.
Por todo ello, vincular la “cristianofobia” a los movimientos feministas podría traer consigo consecuencias domésticas, por las posibles protestas de estos grupos, muy integrados en los partidos de izquierdas que forman el gobierno actual. Lo que podrían suponer dañar su propia imagen y posibles desvinculaciones. Sin embargo, hablar de “islamofobia” resulta conveniente desde el momento que la autoría de los ataques recae sobre grupos de extrema derecha.
¿En qué quedamos?
Si de sentimientos de odio religioso debemos preocuparnos, los datos evidencian una mayor necesidad de proteger el cristianismo por diversas razones.
La primera de estas radica en la Lista Mundial de la Persecución de 2020. La ONG ha podido calcular que 2.983 cristianos han sido asesinados, 9.488 iglesias atacadas y 3.711 cristianos encarcelados en todo el mundo por su religión.
La intolerancia y violencia contra los cristianos se produce a escala mundial siendo algunos países de Asía y África los que más rechazo muestran. Entre estos países se encuentran; Corea del Norte, motivada por el régimen comunista, Afganistán, Somalia, Libia, Pakistán, Eritrea, Sudán, Yemen, Irán, motivada por el islamismo radical y el totalitarismo y la India, motivada por el nacionalismo religioso.
La segunda de las razones se debe a que, siguiendo la fraseología típica de la defensa, “nuestra seguridad depende de la seguridad de nuestros vecinos.” Francia es uno de los países donde más intensamente se está notando, el SCRC (Servicio Central de Gerndarmería) registró una media de 3 ataques diarios desde 2016 a 2018, alcanzando una cifra récord de 1.045 en 2017.
En 2019, el Observatorio de la Cristianofobia informó de doce ataques contra iglesias en menos de una semana. Además del ataque yihadista en la ciudad de Niza en este 2020, donde tres personas fueron asesinadas y una de ellas degollada al grito de “Alá es grande”.
Por otro lado, en la zona sur y según la lista de países más “perseguidores”, los datos comienzan a ser preocupantes. Marruecos ha subido del puesto 35 en 2019 al 26 en 2020, Argelia del 22 al 17, y Túnez del 37 al 34, y todo ello teniendo en consideración que son reputados como países donde se práctica un islam moderado.
La tercera y última razón se debe a que el 95% de las víctimas del extremismo islámico son musulmanes. A diferencia de lo que ocurre contra el cristianismo, donde de los 50 países “perseguidores”, 33 pertenecen a la Organización para la Cooperación Islámica (OCI), — originándose una persecución extrema en Afganistán, Somalia, Libia, Pakistán, Sudán, Yemen e Irán. Una persecución muy alta en Nigeria, Arabia Saudí, Maldivas, Irak, Egipto, Argelia, Uzbekistán, Turkmenistán, Mauritania, Marruecos, Qatar, Burkina Faso, Mali, Tayikistán, Jordania, Túnez, Kazajistán, Turquía, Brunei, Bangladés, Malasia, Omán y Kuwait y una persecución alta Emiratos Árabes Unidos, Indonesia y Níger – el islam no se ve amenazado en los países donde se practica o se ha practicado el cristianismo -.
«Resumamos cuentas»
Atendiendo a los datos sobre islamofobia en España, así como los relativos a la cristianofobia a nivel nacional e internacional, la islamofobia no parece un tema preocupante más allá de las pretensiones políticas gestionadas en ocasiones por los medios de comunicación. No obstante, según la “Encuesta sobre intolerancia y discriminación hacia personas musulmanas en España” coordinada por Oberaxe, se ha producido un aumento del sentimiento discriminación por parte de la comunidad musulmana — 9 de cada 10 se sienten rechazados – y se ha podido conocer que, de los prejuicios existentes hacia los musulmanes, un 74,5 % debido al discurso de determinados políticos, un 73,7 % a los atentados yihadistas y un 70,8 % a la narrativa de los medios de comunicación.
Sin embargo, los prejuicios y la islamofobia distan en demasía. Los primeros son una estrategia mental a través de la cual el ser humano rellena los vacíos de información con experiencias pasadas, sentimientos o bien por lo que escuchamos de los demás. El prejuicio con toda su connotación negativa no puede contemplarse como un “riesgo real”, sino más bien como una consecuencia indeseada fruto de la “desinformación” o la “infodemia” que ha de tenerse en consideración. Mientras tanto la islamofobia es un sentimiento de odio hacia el islam y los musulmanes.
Por todo ello calificar de xenófobos actos como las manifestaciones que se han originado en Canarias en los últimos meses es un grave error debido a que en su mayoría se deben a tensiones originas por la crisis migratoria y el sector turismo. Y más grave resulta utilizar tal fenomenología para afirmar que se está produciendo un aumento de la islamofobia cuando en realidad, el presente, un poco de respeto por el pasado y un mínimo de curiosidad por los anales históricos muestran que el cristianismo sigue siendo la religión más perseguida.
Basado en Jacobo Salvador Micó Faus, analista de terrorismo internacional