MALO pero QUESO.- Desde que era pequeña en mi casa siempre he escuchado decir a mi madre y abuelos la frase «Es malo, pero es queso». No sé porqué, pero creía que era algo que se decía sólo en mi familia, pero no hace mucho escuché por la tele a un personaje que lo soltó y desde entonces estoy intrigadísimo por saber cuál es su origen.
No hay demasiada información sobre el origen exacto de esta expresión que se utiliza en aquellos casos que uno quiere tener la razón hasta el final, de una manera tozuda.
A través de la hemeroteca del diario La Vanguardia, visitada por mi amigo Alfred López, he encontrado un artículo del 21 de agosto de 1959 y firmado por Juan Manén, en el que explica su origen, el cual a continuación os resumo:
En cierta ocasión un mañico vestido de baturro viajó hasta Madrid. Paseando por sus calles le llamó la atención el escaparate de una perfumería en el que estaba expuesta una extensa colección de jabones realizados de las más diversas formas y colores.
Llamó su atención uno que tenía forma de queso de gruyere, pero, al ser analfabeto el buen hombre, no se pudo percatar de los cartelitos que estaban colocados junto a cada pieza y que indicaban que se trataba de jabón.
Debió hacérsele la boca agua al baturro que, tras contemplarlo durante un buen rato, se decidió a entrar al establecimiento y comprarlo. Tal y como se lo pidió al dependiente, éste le advirtió que no se trataba de queso sino de jabón, pero el maño, creyendo que le estaba tomando el pelo por ser forastero, insistió en que estaba seguro de que se trataba de queso.
El dependiente fue hasta el aparador, cogió el jabón con forma de queso de gruyere y se lo ofreció al cliente para que lo probara y se diera cuenta de su error.
El baturro, ni corto ni perezoso, le pego un mordisco. Tras un rato masticando el empleado de la perfumería, con una sonrisa burlona, le preguntó que qué tal, a lo que el maño escupió el trozo de jabón y espetó categóricamente: «Es malo, pero es queso»
Sánchez es malo y no es queso y tampoco jabón, le da igual arre que so mientras esté donde se encuentra: es MALO.
CHULO.-Jamás de los jamases vi a un presidente del Gobierno retando cual pendenciero discotequero o jefe de una mara a un rival en sede parlamentaria. Con Adolfo era física y metafísicamente imposible: era un gentleman. Con Leopoldo sucedía tres cuartos de lo mismo porque era tirando a pasota (brillantísimo pasota, pero pasota, al fin y al cabo). González era un seductor y un encantador de serpientes y no precisaba de la macarrería para ganar las peores batallas. Sólo se salió de madre, pero no en el hemiciclo, cuando le descubrieron el GAL y el robo masivo de fondos reservados en Interior. Aznar era un chuletilla madrileña, amén de un gran gestor, pero nunca desbordó los usos y costumbres de la cortesía parlamentaria. José Luis Rodríguez Zapatero es para mí el segundo peor presidente de nuestra breve pero intensa vida en libertad (sobra decir quién es ya, por méritos propios, el number one) pero he de reconocer que se desempeñó como el más demócrata en las formas. La réplica del que apenas un año después ganaría las elecciones fue tajante: “Si vetáis al director de El Mundo de Baleares, yo no voy”. Y Mariano Rajoy no sólo resultó un excelente presidente, sino que además es un tipo que lleva incrustada en los genes la cortesía parlamentaria y personal. Por eso resultó patético contemplar a este ser de 1,92 metros apuntar con el dedo a la bancada de Ciudadanos y soltar un deleznable “¡os vais a enterar!”.
El término ‘chulo’ es uno de esos vocablos que, con el tiempo, hemos acabado adaptando en nuestro idioma para referirnos a múltiples y diferentes cosas y personas.
Por un lado, están aquellos personajes que se comportan de un modo fanfarrón, arrogantemente, en plan valentón y desafiante e incluso graciosamente. Conocemos como ‘chulo’, ‘chulapón’, ‘chulapo’ (o chulapona) a los individuos originarios de algunos barrios castizos de Madrid. También se usa el término como sinónimo de proxeneta o rufián (el vulgar macarra).
El hecho de que existan tantas acepciones y usos para este término proviene de muy atrás, debido a que antiguamente ya se le dio varios significados.
Existen constancias de que la forma ‘chulo’ ya se utilizaba en castellano en el siglo XVII, aunque no se incorporó al Diccionario de Autoridades hasta el año 1729; donde ya por entonces se le daba diferentes usos y acepciones:
Persona graciosa y con donaire; el que asiste en el matadero para encerrar y matar las reses; y, según la germanía (jerga utilizada por rufianes y malhechores) también se utilizaba para referirse a un muchacho o muchacha.
Y fue precisamente esa referencia a los jóvenes pícaros que solían delinquir y se las arreglaban para sobrevivir mediante el engaño, usando su ingenio, agudeza y gracia lo que dio su acepción más conocida.
CENSOR.- Siempre hay una primera vez. Nunca antes en 40 años un presidente había osado mandar burofaxes amenazando con todos los males del averno y querellas a los periodistas que lo estamos desnudando éticamente. Felipe González amagó en los 90 pero por algo más serio y sin enviar avisos a navegantes vía Correos: le acusaban, no sin fundamento, de haber montado una banda, los GAL, que asesinó a veintitantos etarras y a tres o cuatro inocentes. El sevillano, entre un millón y dos millones de veces más listo que el madrileño, se olvidó del órdago en tiempo récord.
Etimológicamente provienen del latín, escrito del mismo modo (cuyo significado literal era ‘evaluar’) y a su vez del oficio de ‘censor’ que en la Antigua Roma ejercía un funcionario (durante un periodo no superior a cinco años) y cuya función era, entre otras cosas, la de llevar al día el registro de ciudadanos (de ahí que se denomine como ‘censo’ a lo que se conoce también como ‘padrón’).
El censor no solo debía de llevar al día esa lista de habitantes y de todas sus pertenencias y bienes, sino también se encargaba de ir dando de baja del censo (census) a aquellos ciudadanos que fallecían, se habían trasladado a residir a otro lugar y de quienes cometían algún tipo de delito y eran encarcelados o expulsados.
Entre las diferentes funciones del censor también estaba el evaluar si se le debía de privar de la ciudadanía a quienes habían sido castigados por cometer alguna falta o delito y, por tanto, si se les censuraba del padrón o dicho de otro modo se les eliminaba del censo.
Con el tiempo, estos funcionarios también se hicieron cargo de velar por la moral pública, teniendo la potestad de examinar previamente los escritos que un autor quería publicar, con el fin de comprobar que no había en estos nada hiriente o calumnioso hacia los gobernantes.
PLAGIARIO.- Por mucho que ese diario eternamente gubernamental que es El País, te defienda, falsee desvergonzadamente la realidad, tú has plagiado, presidente. Sí. Has plagiado. No sólo no has entrecomillado las decenas y decenas de párrafos enteros que trasplantabas a tu tesis sino que, además, hay infinidad de ejemplos en los que robabas el trabajo de otros por la cara y a machete. Es una de las cosas más repugnantes en el mundo profesional: adjudicarte el copyright ajeno. Te aseguro que sé de que hablo porque lo sufrimos en esta casa casi a diario.
La visita de Arturo Pérez-Reverte este jueves a ‘El Hormiguero’, al que parece no ha plagiado, no ha pasado desapercibida y las redes así lo han demostrado. Al día siguiente ya amanecía siendo trending topic en Twitter por algunas de sus declaraciones durante el programa de Pablo Motos. El escritor, que asistió para presentar su último libro ‘El italiano’, aprovechó su presencia en televisión para dejar algunas opiniones sobre el panorama político actual en el que puso «a caldo» a nuestro plagario mayor.
Famosos han sido algunos casos en los que se ha denunciado a músicos y escritores (o aspirantes a ello) de haber robado la propiedad intelectual de otra persona, siendo acusados de plagio.
Y es que este término lleva mucho tiempo asociado a ese tipo de apropiación indebida del trabajo de otros, pero en su origen el vocablo ‘plagio’ no era usado para tal fin (básicamente porque en la antigüedad pocos eran los que creaban e ínfima la posibilidad de que alguien les copiase).
Etimológicamente la palabra ‘plagio’ proviene del latín ‘plagium’, cuyo significado literal era: ‘acción de robar esclavos’. Pero lo curioso que solo se aplicaba cuando quienes habían sido robados (o sea, secuestrados) eran ‘libertos’ o, lo que es lo mismo, antiguos esclavos que habían conseguido ser libres.
En la Antigua Roma existía un fructífero negocio de compra y venta de esclavos, por lo que algunos de esos mercaderes se dedicaban a capturar personas libres para comercializar con éstas.
El vocablo latino plagium provenía a su vez del griego ‘plágios’ (πλάγιος) que, entre otras acepciones, significaba ‘secuestrar’.
Fue a partir del siglo XVII cuando comenzó a ser utilizado genéricamente el término plagio para referirse a aquel que secuestraba o robaba las ideas literarias de otros. Aunque cabe destacar que en el siglo I d.C. el poeta Marcus Valerius Martialis (nacido en Bílbilis, lo que hoy en día es la población de Calatayud) se quejó amargamente que otro poeta coetáneo suyo le había ‘secuestrado’ (plagiāre) algunos de sus versos.
Como nota curiosa, debo añadir que existe un fenómeno conocido como «criptomnesia» y que afecta a algunas personas y por el cual, sin ser conscientes de ello, utilizan creaciones de otras personas creyendo que han surgido de su propia inspiración. Parece ser que ello es debido a que nuestro cerebro va guardando recuerdos de todo aquello que vemos, leemos o escuchamos pero al quedar almacenado nos olvidamos por completo de ello. De repente un día acude a nuestra mente una brillante idea y lo que realmente está ocurriendo es que hemos recuperado aquel recuerdo de aquello que ni tan siquiera éramos conscientes que habíamos visto/leído/escuchado.
Resuniendo, Sánchez: “Malo, chulo, ambicioso, arrogante, censor, cínico e interesante”
Tras hablar sobre la temática de su novela, la cual se basa en hechos reales, Pablo Motos le preguntó sobre la audición de políticos que tenemos ahora: “A Pedro Sánchez le definiste como valiente, pero también un killer”, le recordaba Motos. A lo que el novelista respondió: “Hace tres años dije que era valiente, que no tenía escrúpulos, inmune a las hemerotecas y que aguantaría bastante bien. Era un pistolero y los iba a matar a todos. Y así ha sido, ha matado a todos, incluso a los sicarios que mataban en su nombre y al rey no porque lo necesita, sino, también lo mataría”.
La entrevista desde luego, según La Razón, dio de sí, y el tema del lenguaje inclusivo obtuvo su hueco, “Ninguna feminista seria, filóloga, cae en esos extremos ridículos. ¿Quiénes caen? Los analfabetos, las analfabetas, los ‘mariachis’, los que hacen su negocio de eso, la tonta aquella, el tonto aquel”. “¿Me va a cambiar el lenguaje a mí o me va a escribir esto (refiriéndose a su novela) Irene Montero? Con todo el respeto, ¡no puede ser! Mire usted, señora, dedíquese a lo suyo, que es la política. Deje usted la lengua española, déjemela tranquila”.