Decrepitud social

Tras el segundo estudio económico y social correspondiente al año 2021 , llevado a cabo por European Anti-Poverty Network (EAPN), que es una Plataforma Europea de Entidades Sociales que trabajan y luchan contra la Pobreza y la Exclusión Social en los países miembros de la Unión Europea, se ha concluido que en España actualmente 4,5 millones de personas, están en situación de pobreza severa, lo cual nos da una dimensión muy problemática del porvenir que en general, espera a España, con ayudas europeas o sin ellas.

Operativamente, en este artículo se define que las personas en pobreza severa son aquellas que viven en hogares cuyos ingresos por unidad de consumo son inferiores al 40 % de la mediana de renta nacional. Esta cifra es notablemente inferior al umbral utilizado para definir el riesgo de pobreza y, por tanto, el indicador agrupa a personas que están en una situación límite. En este sentido, para 2020, el umbral de renta para considerar que un hogar está en pobreza severa es de 6.417,3 € por unidad de consumo al año; es decir, cada persona debe sobrevivir con menos de 281 € mensuales para el caso de una familia con dos adultos y dos menores, y con menos de 535 € mensuales si vive sola.

Con este presupuesto máximo, esas personas han de cubrir todas sus necesidades: vivienda, alimentación, ropa, educación de los hijos e hijas, salud, energía, ocio y otras.

La principal dificultad de las personas en pobreza severa es resolver la exigencia permanente de escoger, de hacer una gradación entre necesidades indispensables; entre comida y calor, entre cultura y pañales, entre ordenador y zapatos, y así…

Los últimos datos disponibles indican que el 9,5 % de la población, es decir, unos 4,5 millones de personas, vivían en pobreza severa en el año 2020. Esta cifra es tres décimas superior a la del año anterior, lo que, unido al aumento de población, supone un incremento de unas 178.000 nuevas personas en pobreza severa.

Los indicadores de carencia material y de condiciones de vivienda fueron medidos en el año 2020 y, por tanto, incorporan el efecto de la covid-19.

Es por ello que se debe entender este informe de la EAPN como un mínimo que contiene, por una parte, datos actualizados sobre la destrucción de la calidad de vida que ha producido la pandemia en las personas en pobreza severa y, por otra, datos con un año de retraso sobre la incidencia, es decir, sobre la mera cantidad de personas que permanecen en pobreza severa. En cualquier caso, en este último aspecto, no se avanza a ciegas y se cuenta con la experiencia de la crisis de 2009. Al respecto, es conveniente recordar que en los años que siguieron a esa crisis, es decir, entre 2008 y 2013, el PIB per cápita se redujo en un 9,2 % —desde 24.129 € hasta 21.899 €—, lo que se tradujo en un incremento del 50% en la tasa de pobreza severa, que pasó desde el 7,4 % hasta el 11,2 % del total de población en 2015, es decir, más de 1,7 millones de nuevas personas en pobreza severa. En la crisis actual hay que recordar que el PIB se redujo un 11 % con respecto al año 2019. Esta contracción, nunca antes vista en tiempos de paz, significó que en solo un año el deterioro económico fue más intenso que el experimentado en los cinco primeros años de la crisis anterior.

Sin embargo, en esta ocasión, las estrategias para enfrentarse a la crisis han sido muy diferentes. En este sentido, el consenso sobre la necesidad de aplicar políticas de protección social es amplio y las medidas económicas, laborales y sociales implementadas (ERTE, ingreso mínimo vital, medidas para autónomos y otras) limitarán la intensidad del crecimiento de la pobreza severa que sería esperable en las condiciones actuales y, ya se ve, acelerarán la recuperación.

Por otra parte, también es importante tener en cuenta que reducir la pobreza severa es mucho más difícil que incrementarla, lo que tiene como corolario la enorme importancia de completar sin más retraso las medidas económicas y sociales de sostenimiento y protección que se han implementado solo muy parcialmente, pues, luego, la recuperación de las personas será mucho más difícil y onerosa. En este sentido, la experiencia del período de recuperación de la crisis del 2008 también es ilustrativa.

En todo caso, debe comprenderse, desde ya, que, cualquiera que sea el porcentaje definitivo de personas en pobreza severa para el año 2020, será, sin ninguna duda, demasiado alto. Se ha dicho que la COVID-19 ha fulminado el progreso de décadas en la lucha contra la pobreza extrema. Al menos en lo que se refiere a España y a este siglo, no es cierto. Ya era insostenible en 2019, en 2015, y también en 2008. Si cada punto porcentual equivale a unas 470.000 personas; esto significa que en los últimos 14 años la cifra de personas en pobreza severa ha oscilado entre los 3,4 y los 5,2 millones de personas.

INCIDENCIA

El 9,5 % de la población total, es decir, unos 4,5 millones de personas, vivían en pobreza severa en 2020. Como puede verse en el gráfico, la incidencia de la pobreza severa se incrementó ligeramente con respecto a la cifra de los últimos dos años y supone, con datos previos a la crisis de la COVID-19, la consolidación de una bolsa de pobreza severa de tamaño muy superior a la que existía en el año 2008.

Esta cuestión es importante para comprender el enorme aumento de la carencia material que produjo la COVID-19. Para los grupos más pobres, la recuperación económica iniciada en el año 2015 acabó en el año 2018 y con resultados muy deficientes. Debe tenerse en cuenta que el PIB per cápita durante la recuperación había alcanzado las cifras de los 26.426 €, es decir, casi 2.300 € (9,5%) más elevada que al inicio de la crisis y, sin embargo, todo ese crecimiento solo consiguió reducir la mitad del incremento de la pobreza severa producido por la crisis.

Desde el año 2008, la tasa de pobreza severa ha oscilado entre el 7,4 % y el 11,2 % de la población total. Como muestra el gráfico, durante el periodo de crisis sufrió un incremento importante y, a partir del año 2015, comenzó un período de reducción que, como se ha dicho, acabó en 2018 y no fue suficiente para volver a las cifras iniciales.

Así, la tasa de pobreza severa se incrementó 2,1 puntos porcentuales, es decir, un crecimiento del 28,2 % con respecto al año 2008, con lo cual, si al inicio del período había un total de 3,38 millones de personas en pobreza severa, en 2020 hay aproximadamente 1,11 millones más. Todo ello previo al efecto del coronavirus.

Es tan grave la situación marginal que se vive en España, que merece un frenazo en seco lo concordante con la macroeconomía y bajarse a pie de calle, en lo que respecta a políticos en la poltrona y adláteres, sueldos de éstos y el devenir que les espera a esos millones de ciudadanos con derechos a vivienda y vida digna, dónde la manuntención y los mínimos exigibles, han de ser subsanados por unos servidores públicos, que brillan por su ausencia, a la hora de compartir sus estipendios, tratándo a los ciudadanos de a pie, además de como súbditos, como siervos, carentes de los mínimos imprescindibles para subsistir.

La dicotomía generalizada entre «comer o pagar alquileres o impuestos», alcanza ya cotas tan inverosimiles, que cunde el pánico entre unos y otros, gobernantes a todos los niveles y ciudadanos cariacontecidos, que no saben qué camino tomar, en el largo camino de carencias e infinita falta de concreciones, que solventen este largo y lamentable caminar.

La ingente subida de las tarifas eléctricas, gasisticas, combustibles, alimentos y carestía de la vida, a sensu contrario, sin aumento porcentual de los sueldos y precariedad de los mismos, por mucho canto de sirena que se escucha en la lejanía, allá donde el horizonte se une a la perspectiva de futuro inviable, lleva a la amargura a colectivos que hace poco eran catalogados de clase media, solventes y ahora con impagos hipotecarios que se ven cogidos en el cepo de la inminente marginalidad.

Esta cifra de casi 4,5 millones de ciudadanos en exclusión social severa, exige un replanteamiento serio acerca del cómo y porqué se ha podido llegar a esta situación de penurias y problemática social, que a nada positivo nos puede llevar y que llegado su momento,podría arrastrar a todos los colectivos, por el efecto dominó, de todos sabido.

Irse todo al traste, conlleva poner en peligro:–LA DEMOCRACIA–JUSTICIA SOCIAL–IGUALDAD–FRATERNIDAD. Lo anterior merece una reflexión,objetiva y desinteresada y darle solución imperiosa.

Manuel Rosa Recuerda (promotor UNION DEMOCRATICA DE GUARDIAS CIVILES)

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