Hablemos claro sobre la inmigración en España

Si una persona decide vaciar su cuenta bancaria y trasladarse a Algeciras para de noche lanzar los billetes al aire cuando vea una patera, bien me parece. Pero que no me obliguen a hacer lo mismo. Somos una de las pocas naciones de necios que se erige en ONG del mundo, que obliga a sus ciudadanos a perder la salud para mantener a un Estado de tamaño exorbitante, mientras éste beneficia sistemáticamente a todo aquel que no tenga pasaporte nacional. Si no quieres que España sea aniquilada, si rechazas que tu patria se convierta en un campo de refugiados; si quieres que el orden y la seguridad posibiliten la paz y el progreso; si defiendes que los que pagan impuestos, observan de manera estricta la ley y asimilan valores occidentales tengan preferencia sobre ilegales, violentos u hombres magrebíes que cuando acuden a una institución pública tratan a una empleada con desprecio o incluso se niegan a hablar con ella porque no están dispuestos a humillarse… eres un facha, que en Educación para la Ciudadanía no aprendió solidaridad.

No pediré perdón para que el ejército totalitario progre me perdone la vida, sólo porque ansío que con los impuestos españoles se favorezca a mis compatriotas, aquellos con quienes comparto raíces y cultura. Y si tras ayudar el Estado a quien le alimenta se produce un excedente, debería ahorrarse, esa práctica desterrada, en lugar de despilfarrar dinero público en quien acaba de llegar a la fiesta o en quien atenta contra la ley o el orden (recordemos que los invasores de propiedad privada, los okupas, pueden solicitar subsidios públicos).

Una idea mejor aún es que bajen los impuestos para que uno pueda ser dueño de su destino, decidir cómo se utiliza aquello que le cuesta salud conseguir. Con esa medida se potencia el valor del esfuerzo, la iniciativa, la planificación cautelosa a largo plazo (que debe sustituir a la negligencia de gastar como si el futuro no fuese a llegar) y la responsabilidad personal, otro hábito que brilla por su ausencia: pedimos al Estado incluso que piense por nosotros, no hemos alcanzado ni deseamos alcanzar la verdadera emancipación, la propugnada por los pensadores ilustrados.

La reclamación más común que se le hace a la bajada de impuestos es «¿qué pasa con los pobres?», a quienes políticos y periodistas se refieren con una variedad de eufemismos, que no les ofrecen dignidad adicional ni rebajan su dolor y dificultades. A los pobres no hay que regalarles dinero sino ofrecer formación y un empleo, lo mismo que a los inmigrantes legales no cualificados. La educación, desde formación profesional a grado en Medicina en la universidad de Navarra (más de 15.000 € al año), siendo ofrecida mediante un préstamo que el beneficiario devolvería, con intereses, mediante ese empleo en pequeñas cantidades en el largo plazo. Si un español sin recursos no quiere aprender y trabajar, la mendicidad debiera esperarle. Si es un inmigrante legal, debería ser deportado: España debe, con mano dura y sin miramientos, promover que cada español y quien pretenda llegar a serlo, sostenga su propia vela, que no haya nadie viviendo de tener carné de pobre, o de ser extranjero, de pasar el día arrastrando la chancla por la calle y en casa poniendo la música basura a todo volumen mientras sus vecinos, cívicos, con resignación trabajan para mantenerles.

Los ilegales sencillamente no deben llegar a nuestro suelo, el gobierno debe asegurarse de ello, creando fronteras herméticas y permitiendo que el Ejército y la Policía desempeñen sus funciones: velar por la Constitución, el orden y el progreso de la nación, en lugar de humillarles y hundir España obligándoles a comportarse como hermanas de la caridad, aguantando con resignación cristiana pedradas a la cabeza de los que intentan cruzar la valla entre Marruecos y España. Si algún individuo viola la frontera, ha de ser devuelto al lugar del que proviene en un plazo máximo de 24 horas, para evitar el efecto llamada, y porque basta ya, basta ya de tanto mamoneo, de anarquía, de gobernantes cobardes y débiles. Se vacían las arcas del Estado español para dar mantita y comida a los recién llegados, y ahora además renta mínima. Mientras, Aldeas Infantiles, gracias a la compasión de sus miembros, protege a miles de niños de la pobreza. Esos pequeños tienen a sus espaldas decenas de generaciones que han colaborado en el mantenimiento del Estado español, y ahora que ellos necesitan ayuda, el Estado está ocupando poniendo bañera de hidromasaje a los menas (noticia de ABC Sevilla del 21/06/2020). No pobres negros ni pobres moros, pobres españoles.

Con los refugiados ocurre lo mismo: no se puede permitir la entrada de masas de extranjeros, más aún de una cultura diferente, y permitirles pulular por las calles con libertad desde el primer momento. Lamentablemente, ha de ocurrir una tragedia como la de Colonia (Alemania) en 2017 para darnos cuenta de que no todo el mundo sabe vivir en Europa. Angela Merkel ha sudado para que no trascendiese el hecho de la mayoría de los violadores de la nochevieja alemana eran refugiados. Por supuesto que en el extranjero, como en España, existen bellísimas personas, hombres y mujeres. Eso no quiere decir que pueda darse acceso a Europa a masas de desconocidos, muchos de los cuales provienen de culturas donde Estado de derecho o dignidad de la mujer son ideas desconocidas, individuos que consideran que la ropa que lleve una mujer o el hecho de no estar acompañada por un hombre les da permiso para, cobardes, arrinconar entre varios a una y pasarlo en grande.

La discusión no está ni nunca ha estado entre sí a la inmigración o no a la inmigración. La decisión, en la que nos va la vida y la supervivencia de nuestra identidad nacional, está entre permitir que entre en casa sólo quien se someta obedientemente a la autoridad, dedique ocho horas al día a algo productivo para el grupo y absorba la cultura dominante, o bien la ley de la selva, dejarnos pisotear y contemplar como una estatua de sal nuestra cultura, la Constitución y el orden, siendo pateados hacia los márgenes por salvajes a los que no tenemos los cojones de plantar cara, defender nuestra propia casa y nuestro futuro. Esto es ESPAÑA, y los españoles, en lo bueno y en lo malo, la hemos construido. Si quieres ser costalero, asumir responsabilidades y obligaciones, eres bienvenido sea cual sea tu lugar de origen. 

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